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jueves, 17 de septiembre de 2020

Océanos imaginarios

Océanos imaginarios sacrificados y conmovidos
recoge del páramo racimos de pájaros diluvianos.

Una marea altiva blanqueaba a los caracoles
con láseres silenciosos extrañaban lo entrañable.
Saboreaban en derroches un escarificado atisbo
en un recuerdo frondoso quedó por cierto.

Seguir acaso porque yo era la única testigo,
trazaba en mis entrañas el preámbulo agorado
mientras el ábaco pedía en cortometraje desenlace,
las frases paladas se exprimían estacionalmente eufóricas.

Lo irascible arrumbaba entre inviernos e irritantes lloriqueos.
Falsificación de besos y latidos como soplones de la existencia
con esa luz de sangre marinera y rígida de sabores
en la incredulidad de dolor dudoso, la herida es olvidada,
¿Qué envuelve incorpóreo al árbol en el que circundamos?
Desata las ciencias que al alma da en irrevocable arrebato
y todos volvemos a cabalgar en océanos imaginarios.
Ivette Mendoza 


 

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Derivada dualista el páramo goyesco y lagrimoso


Derivada dualista el páramo goyesco y lagrimoso,
supersónico alarmante, entre objetivos claros
y en tropel ávido lanza al pardusco sinécdoque,
los calores bohemios como vectores balbucientes
para el banal sacrificio.

Ruge en suceso primario hastío y rotativo
y el fin en suaves variantes se separa, se consiente
en un acercamiento de defecto subrayado,
prueba fecundante tanto así la mirada ya prexistía
encorvada de rogar, aparatos nuevos.

La mentira solapada se agonizaba tronada,
yerga y yerga en desierto plenipotenciario
para derivar el amor del musgo en una palabra.
Frenética incógnita se deleita incitativamente,
que de aprensión desdibuja los atardeceres eleáticos
y en el ajustamiento de hojas frescas lustra mi existencia.
De concluir, lo disuadido era el archipiélago del alba.
Ivette Mendoza


lunes, 14 de septiembre de 2020

Esculpe un reflejo


Esculpe un reflejo licor de tu recreo,
una lucha compleja al inicio del amor.
Analogías y ensanchamientos perplejos monetarios, de
tantas y tantas monedas causa un vapor naciente.

Oscilaciones y peso de una convicción,
repta el conejo en la charca de la rana.
Botones bramando asustado cerrojo,
contagia presunciones en vista a la mar.

Valeriana en tiempos de abominables apreturas,
sospecha sobre sus flotillas de yedras valencianas.
Hervidero sobre tubérculo narcisista,
gratifica muñeca mapamundi patético para ser amado.

Responsabilidad de remos donde nacen los abismos,
amargura del yeso remplazar el rito quiere.
La luna para sobrevivir mis ojos, son como
memorias y consuelos de orejuda iguana.
Túnel sagrado de tu gracia bonsái.
Ivette Mendoza




domingo, 13 de septiembre de 2020

Lo devorante se hace un paréntesis receloso


Lo devorante se hace un paréntesis receloso
Frente a los cristales de las ilusiones cibernéticas.

Traspasará el rito de ruidos pensadores
Que refleja un algo perseverante
Sobre la cabriola de la calavera extática de matices,
Ahuecado allí hasta su médula iracunda e infinita.

El montículo de su espina dorsal toma consciencia
De los pixeles que lo sustentan como pisadas ciegas.

Obstinaciones hemorrágicas de sus punteros heridos
Son las ficciones inoficiosamente disfrazadas de razones
Que mueven al devoramiento aletargado a sus capiteles
En la fluida sombra inventada al gusto de su liberación
Para encontrar en la partícula del tiempo, el ímpetu
Del recuerdo en zozobra.
 
Celoso, receloso consuelo que toca y escupe Zeus
Tan frágil, tan inmerecido como la lágrima amorfa derramada
En sus mejillas tan perentoria y afeitada.
Ivette Mendoza



viernes, 11 de septiembre de 2020

Abejuela del canto sucio del espanto


Abejuela del canto sucio del espanto
Vuelve a su reino del divorcio de las alas de un trovador
Bajo las persianas del carruaje chocarrero.

El amor es un inquietante círculo fugaz de muslos ahumados
Y se languidece como peces sorprendidos.

Nuestro lecho es el perro fiel que alberga la sed entrecortada
Del atragantante canto de serpiente. El hijo de Merlot
En su pantomima silenciaria convexa por la salmonela del verdugo,
Me hace sentir la fiebre eléctrica de los siglos.

He caído tanta veces en las garras de medusas las de manos ciegas,
Hasta inhalar la unción de sus boyadas en los barrancos.

La intrincada noche es semejante al desprecio canino de la
Bruma dentro de sus poros somníferos y zaguán de mi dedo
Apetecido; de toda boca zurcida de hielo.

Y yo estremecida bajo los cartílagos de la mañana en un
Aguaje de fósiles amaestrados.

Aquí al final de toda misericordia voy latiendo por la boca
Y uñas del hombre lobo; su ahíto de puertas de madera
Deshabitada en la anunciación de hambre del cáliz lascivo.
Ivette Mendoza


La camelia vive cerca de su fragancia


La camelia vive cerca de su fragancia instintiva en su lenguaje himnario
Y luce tan inquieta en su natividad vacía y olvidada de su rito hechizo.

La idea fugaz que vive en los verdes leucocitos pincela por la senda
Del espíritu como su cabello de la noche helada y sus pétalos sin raíces
Como si cabalgara sobre la brisa hacia el nadir para encontrar su
Manantial de sueños al momento de ventilar su ropaje sucio.

Y el espantapájaros cómico de su carcajada subyugada que lamia sus perfumes
Ella creció sin comprender el análisis obsesivo de su polen, el nenúfar fétido
Que llevó a su antojo a morir ante la rueda de viejas pitonisas que presagiaban
Y decían- ¡Camelias, camelias de las penumbras fangosas!-

Dame el golpe exacto en la mollera del tiempo contra los labios picoteados,
Labios picoteados contra el golpe exacto, golpe contra labios
Falsificadora de la esperanza que himeneo tormento  porque no era camelia
Sino pantera flemática al besar, fiera en el reino de la intolerancia.

Fiera mil veces fiera, camelia deja de jugar en la bestialidad de mi alma.
Fiera mil veces fiera, déjame aullar en el bosque de tu incesante lluvia gris.
Fiera mil veces fiera, quiero llorar tu perfume mortecino, quiero fiera acabar
Ahogada en la boca del tigre, quiero ungirme de arañas en sales petrificadas quiero…
¡Oh camelia déjame perderme en tu sutil y tierna mirada con tus ojos de candor!
Ivette Mendoza




Un viento que sopla y serpentea


Un viento que sopla y serpentea como la sierpe
Del nido abandonado que emana su brisa del deseo, y
Vigilante chisporrotea el veneno de la amargura por los aires.

Campanilla de invierno, mucha es la suerte de tu aroma
Que con ella atraes la sombra divina donde audazmente
Me aromatizo y me hace terca y perezosamente perfumada.

Mítico recuerdo en cuyo mullido cansancio crea el gesto eterno
En las colmenas de las almas para reinventar sus dulces paladares,
Para recordar sus mundos renqueantes en su burbuja animal.

Monedas falsas que hicieron de nosotros el pan del desayuno
De aquel mísero amor engrudo y derrengado quemándose
Una luna de intrincada vastedad hecha de saliva y alfileres.

Desangramos en el rojo pastizal, sangre contra sangre, hacia                     
La metamorfosis de lo invisible a proclamar consciencia en el
Mundo fantasmal, para asustar a todo creyente de latosos dogmas.

Acrobático sucesión de puntos en el misterioso pensamiento
Donde llegan a morir los cinco sentidos ante la imposición del miedo
Para promulgar rencores.

Cohabitar, coexistir anclados por el momento cuando acalla la soledad
Y regresar al big bang del deshielo, a la fragancia femenina, sus pasos
De fuego y profecías ignorando la falaz sabiduría, vivir y revivir
El gozo muscular de Poseidón, su llama divina y endiablada.

Un topo que busca codiciar la lógica sapiencia en el censurado
Olvido, la cáscara mortal de su ilícita iluminación y su punto lunar
Donde cruje el tacón de un zapato y su seriedad postiza de trapeado.
Ivette Mendoza

 


jueves, 10 de septiembre de 2020

Desde el granizo oscuro


Desde el granizo oscuro formateado
Hasta este receptáculo transmutado
Bruma, silencio y razón en cornamusa
Líquido-mendelevio-música-vapor
Miran transmutación hexaédrica
Cableado a echar hipotenusas                                          
Por ser pretérito sarcófago
De metal-piedra a lo incunable                         
Tanta química de letras                                           
De lluvia apaciguadamente yerta
En cuyos ejes des-ajustados
Enumeran mis suspiros policéntricos
Sobre la canción de luna azulada
De resonancia omnipresente
Que en preludios se funde
Para deshojar las noches sinfín.
Ivette Mendoza


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Mañanear en gomorresina

Mañanear en gomorresina para mi alma mundificada 
Pagar la eterna deuda; la novena de harapos mortificados
Se somete cuando callas al fauno delator que dejó sus
Plumas atávicas en un pozo ciego.

Todos restriegan la herida supurante del crucigrama en la mano,
Pégale, dale duro en un acto de Sodoma y Gomorra.

Busco un ambientador para la iniciación de la próxima barcada,
Colgando un aviso barroco ojeroso quedó Orión de su fantasmada.

Gritos que se deslizan en la arena del mar tanto como en el Sahara,
Van viajando en el espectro de mi paciencia hemoglobinada.

Desolación de talismanes que quedaron mutilados ante el
Dolor de una esfera trazadora de piel sensible y desvelo.

El disfraz de la fisura enervando cuchillos baristas no         
Entendió la señal del café perverso que se derramó en
Las tinieblas.
Encarcelado cabracho escamado en cerrazón, costilla
Y cólico coagulante demanda desenrollar escultura
Estalagmita.
Ivette Mendoza

Hay una efusión que motea

Hay una efusión que motea con agua las cosas
Que el mundo no quiere ver en un aleteo de hormigas ponzoñosas.

Captación de plegarias mitradas en el cielo hierofante,
Orión decide aniquilarlas en el cubísmo del desperecio. 

Que hubo luz envalentonada y esparcimiento de seres dentro de lo gélido,
Pues salvó del diluvio al talismán.

El vericueto de la oscuridad después permanecerá lamiendo su dolor estático.

Así las cercanías del monigote revelan la ceremonia al falso linaje,
La palabra con descuento de tijeras que ha de trasmitirse de padres a hijos.

Vorazmente, te convence lo poco clonado de una lengua prófuga.

Navego por los dígitos de un robot surfista milenario.

Galopando en los tumultos tornasolados que deja el corazón del alma en el simulacro del Enigma.

Texteo en el grito jeroglífico que dejó el horizonte de la historia inexpugnablemente 
Debajo del hervidero de la sensatez.

Ahora estoy alargando la letanía que finge y rompe la furia de la pirámide redoblada
Que teme regresar a su sepulcro carnívoro.
Ivette Mendoza



martes, 8 de septiembre de 2020

En perlas cristalinas


En perlas cristalinas en su centro se coloca
La vacilación y los matices ya sin ira van
Campantes entre pixeles en su sacro solio
Inmortal de su fructuosa templanza nueva.

Yo confiaba en un secreto a una almohada
Itálica de cara al mar, como la sangre en 
Marea alta donde prende su goce la espesura
Hasta el crujir del huracán que tristemente
Compraba su consuelo higrométrico.

Urge el vivir siempre convocado, ¿Por mí?
Que mi razón comprenda y sienta pues
Mi interior es agua mitológica, fibra o barro
Indemne viviendo el perspicaz olvido.

Fui esperando el dolor minúsculo y la dicha diminuta
En la anamorfosis que cargamos con la voz ominosa los
Ojos verdes de follajes, amor de pena que mientras
Su delicia era la ternura las noches eran sin fulgor.

Que hice del dolor una costumbre en primavera
Con doce fragmentos fusiformes de verdad ardiendo
Resinosamente.

En la niebla aprisionando el alma de la noche se
Deshojó un sonido desgarrado que mi corazón
Reconocía como su armadura y su encanto de recelo
Para oscurecer la luz azul del rabillo del conejo.
Ivette Mendoza


Colorease una gruta


Colorease una gruta donde guarda los dientes
Que reventarían al escarabajo y la babaza.

Formalizados como vestiduras por el cielo verde
Me clono en la goleta de esta instrumentación
Hilada en hierbabuena ocelada y regicida.

Son jicoteras nada más las que lentifican por mí
Ojo desértico de sangre plurianual, por tu mezclado
Monismo de ideación de heridas picarescas o
Por el pulmón solícito y su embarazoso escandio
Costumbrista que por sus fibras pasa danza arcana.

Entre ellos va cayendo Morfeo en el ajedrez pensativo
Del germen de la mujer fría y sus ojeras pastizales.

Hay escritos del milagro atroz y barítono hundido
En un desapego perceptivo de la piedra desalmada.

Con dinero el cincel inventa la ebriedad del mocasín
Talvez en el humo antes que el chamán lo declarara
La revolución de los pitufos a fumarse un cigarrillo
Detrás de sus rodillas para exhalar su vanidad.
Ivette Mendoza


El día desilusiona sus figuras retorcidas

El día desilusiona sus figuras retorcidas,
Sin ninguna pizca de latido mitocondrial
Mi sombra impávida moría de un ataque de risa
Y era la voz de oro de una inédita canción.

El verdor del horizonte pitagórico es una página
Pasándose con yemas de hielo encantadas
De esmeraldas, acostumbradas a ser un
Habito nocturnal de arte popular con
Sobrehumano esfuerzo.

Atrapar dragones de cintas cómicas en
Miope realidad de pataleos salobres
Donde caminan perezosamente hacia el cenit.
Enclaustre. Silencio. Eternidad. Soledad.

Beber auroras boreales para lucir iluminada
Llega prontamente un martes de avestruz
Renuncia su calidad ausente en murallas
Lazulitas sobre la lumbre de la emoción.

Fui fosilizada en la época de Poseidón
En la pregunta de la evaporada evolución
Infiltrándose mis vestimentas en jaguares
Sobre un lagrimeo xenófilo donde timbraban
Geométricamente cierto trozos de panes
Excomulgados dentro de utópicos cocoteros.

Diptongación de la memoria y mi garganta
Holográfica que disputaba el gesto indiferente
Bajo el astro escamoteado que escapaba en la
Tristeza tuya y me hacía reír condenada
A la ley perpetua de sus pies digitales.
Ivette Mendoza


lunes, 7 de septiembre de 2020

Que no terminan de morir los días

Que no terminan de morir los días vienen por igual
Lo que viene yunque esposado del perfil en su desglosar
Desabrigada, desabrigada ebullición se alza conmigo
Desabrigada, desabrigada desenfado de lo inconsciente
Le concibe, le da, lo suma, lo entiende danzón giróvago
Se enfada mástil en contraviento mistifica estar vivo
Se enfada que no sirve de nada luego más monotonía
Derrotada y derrotada no deja de amenazar minueto
Talvez morir plomo joyante crea el mundo y se hundió
Peldaños de la vida de ilimitada jovialidad imputa,
Imputar la falta de ritmo y entenderle de algún modo
Cartas de amor deciden consumarse secundariamente
Entre tambos de las uñas famélicas donosas abracadabra
Capa que engendra cada muslo del alma, draconiana
Júzgame al seguir el hilo del xerófito dragado en media vuelta
Y se detiene entre la vana estridencia del mundo y su
Sombra chistera como el deterioro de empate en remanso
Barranca estoica en el circo del túnel por fin derrumbado
Era mi última aventura dramática clavija de mis huesos...

domingo, 6 de septiembre de 2020

Ahí búcaro de flores anochecidas


Ahí búcaro de flores anochecidas.
Bonsái de espina dorsal curvada.
Dátil de piel bronceada y frágil.
Caminos abrasantes y flacos que
Como avalancha de ruidos quebrados
Lanzallamas conspiradora e irritada.
Ofensa inofensiva y violenta de evocación
Oncena ilusión obscena y obsesiona maritalmente
Hiel sacarosa contra la costa empalagosa.
Salamandra salsera huyes hermafroditamente
Con paciencia de mosca cacareando
Su cuerpo de sombra galgo – gallina su
Sueño impreso en su majestad alcázar.
¡Cobíjame como un Macao en penitencia!
Demacración perpetua del delirio del lápiz
Sumido a la lagartija en su ladrar.
El lapsus de la emanación de sal junto al soplido
Sístole que recorre la rítmica de los dedos
Y no soporta sus preceptos marxistas.
La gónada del arcoíris igual que la ternura del mar
Impecable ilustración de vigorosa tundra que
Con su pestañar apagó a las golondrinas grises
Desde la arteria lunar de sus tórridas noches.
Teorema de un corazón adjetivado que busca el 
Enunciado de un estolón con su signo zodiacal
Dañado y por falta de equilibrio no termina de ser.
Ivette Mendoza

sábado, 5 de septiembre de 2020

Idílica asíntota que suplicante delinea


Idílica asíntota que suplicante delinea una
Mancha tangencial en los ojos de una estrella idiomática,
Enjuaga sus lágrimas de lentejas y frivolidad hasta
Su algebraico caminar.

Como quien anticipa su potentado de hibernación
En su hidalga batuta cartesiana que propaga hipérbole
De casta vanidad,
Su nervadura impúdica canta en reminiscencia para
Parecerse a la humanidad aunque ama tanto la
Muerte que vive reencarnada y desdoblada de espíritu.
Hipocampo de sus sueños greñas en parabólica
Emoción rastreando su sonrisa oblicua e inenarrable.

Viento gustativo listo para su próxima luna de miel
Casado tres veces y liberado de su castración mental
Inundó de amor y preñó a la cigüeña astral dándole
Como hijas las siete cabritas minerales que se amamantaban
De energía y no de materia detrás de un cometa que sus
Pechos eran el silencio y la eternidad.
Ivette Mendoza


Aullidos de la imposibilidad desesperada


Aullidos de la imposibilidad desesperada
Salen de su prisión cardíaca de argumentos;
Atosigados en el termómetro de la mente;
Concordante de paz fanatizada; lucha de mi
Cansancio cargado de máquinas fortuitas que
Vencieron la palabra aturdida en un jaque mate
Universal.

Friolento rencor del jícaro pluscuamperfecto
Queda extraviado y extraído de la savia
Fresadora, herbáceo perceptible de su brillo
En piedad ninguna fosforando lo inmaterial.

Aullidos que empujan y golpean la homeopatía
De su belleza integral lidera su paganismo
Místico-eco-vitral y pierde fuerza ante la
Mal llamada idea extravagante que entre
Mar, cielo, tierra y aire buscaba su efecto
Onírico de su lágrima impresionista.

Sumiso, sumisión su misión sumisa
Perpetuando el murmullo de un motociclo
Pistolero rehabilitado entre las huestes de la
Penumbra y una luna manca en el estrago de su
Soledad.
Ivette Mendoza

Jorobadas memorias


Jorobadas memorias incrustadas
En una bola de cristal como
Anáforas que derraman y predicen el
Perjuicio de su inventario discordante.

Tú sabes, yo he conocido el camino
Más relampagueante de la vida
Que apretujada era una cruz mágica
Ligada a una estrella testigo ocular
De la perla sapito que arriesgaba
Ternura por tres clavos de música,
De risa cantinflesca y tristeza entrecortada.

Soy bendecida en la era papal de
Las pistolas consagradas en el aroma
De un comal donde se cocinaban
Los suspiros y sus misterios desperdigados
En la última foresta de la desarmonía.

Anzuelo taciturno barrunta en crisálida    
Sepultada con los párpados desabridos
Del deseo, cuelga su carisma como
Guantes de boxeo y ve caer el canto
Lechuguero del elástico.

Jorobados hechizos en el crecimiento
Del azufre será insensible hasta cuando
Yo ya no pueda resignarme al diente
De leche más sombrío que no soporta
Morder el polvo cósmico de su láctea
Fidelidad
¡Nadie puede lastimar su gesto blanco!
Ivette Mendoza

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Aturdido con alas balancea el silencio


Aturdido con alas, balancea el silencio
En su galvanizado borde impreciso
Como abalizar la esencia del espíritu
Que de partículas, va llegando dactilado
Hablante eclipse inmóvil edulcorado
Y sosegado, desafía negrura de la vida
En la cúspide cóncava del lúcido brío
Salta el vértigo de reñir, embravecido
En el piélago segando el alba salvadora
Enzarzando su ímpetu y ofuscación;
Doblegándola al virgo de sus garabatos
¡Oh ademán que abrazó un cielo negro!
Vaivén de la historia, desafiante arrebato.
Ivette Mendoza


martes, 1 de septiembre de 2020

Devenir aquí

Devenir aquí penitente, Tacto
De la letrilla futurística
Erosionada, límpida, dactilar
Devenir compungida íntima
En corta voluntad presente
De largo estímulo empecinado
Y embeleso transfigurado
De dolor ausente, insufrible
Oteado de mocedades
Con la palabra apetitosa
Y la anoréxica tarde grácil
Ivette Mendoza