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martes, 18 de noviembre de 2025

Divisas de la Unión

Divisas y monedas en argento mecanizado,
bolsas reclutan amor industrializado,
espacios sostienen el éxtasis en pausa,
fíbula estable en estímulo calibrado.
 
Aforismo en caja negra electro-abrumante,
ciencia precisa en coherencia enmascarada,
anclaje lineal de contratos indisolubles,
viento con yodo desarruga la estructura.
 
Orugas metálicas ruedan membranas densas,
hidráulica fallida sin doma del impulso,
aislantes transportan maquinistas sin rostro.
 
Ozono nivelando estructuras del tacto,
si el cuartil midiera empirismo del vínculo,
software sella la unión como protocolo.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



Llaves frías del colapso

Encuentran llaves del vacío codificado,
la materia archiva pulsos de su memoria,
algoritmo inclina conciencia en su vado,
tiempo delira creando lo imposible ahora,
 
la constante vibra en el oído más fino,
partícula-onda que en su colapso tardío,
resorte lunar cauteriza el carbono frío,
instante en la razón del universo y su sino,
 
registro circula en sangre de luz antigua,
días mezquinos con clavos de desgarro,
viento electrónico revela vacío que arguye,
 
todo en espiral se regenera en la ausencia,
el fuego reorganiza la tiniebla en esencia,
una nueva señal nace del silencio latente.
 
Clínica del verbo
 
Pronombre caído en ruleta sin eje visible,
léxicos salvajes jugando al azar del lenguaje,
líneas que respiran en plumas de calma tensa,
símbolos que arden en márgenes del silencio.
 
Melancoliza el tiesto mecánico del pan,
audífonos reúnen culpas sin destino,
un barril marciano enciende rojos ocultos,
naves invisibles calientan chalecos mudos.
 
Costillas curvadas incuban alegorías,
escamas de espuma calibran el calor blando,
risa afilada se expande como señal enferma.
 
Hemopatía del verbo exuda sin permiso,
sublimación desarma doctrinas gastadas,
ojos sometidos legislan psicodinámica.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



lunes, 17 de noviembre de 2025

Economía del Espectro Vivo

Hebras de luna en espectro de crédito;
clorofila nocturna en sol interior;
péndulo que tasa la mente del mérito
sin verter valor a su transfiguración.
 
Una ecuación cotiza la semilla:
germen que invierte en dimensión fecunda;
célula desnuda que el pulso anilla
en letargo líquido de oferta segunda.
 
Cuerpo sereno: sus vahos abren la senda;
la luz negocia en mil ojos despiertos,
antenas de fuego en umbral de eternidad.
 
Todo circula en hiedra que se enmienda;
la vida gira en puertos de agua y acuerdos,
y el capital lagrimea por su soledad.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



domingo, 16 de noviembre de 2025

Ondas Cerebrales del Ocaso

Ocaso lúcido, febril y tembloroso
que vence al miedo y alienta su apuesta,
se idealiza en la miel de una respuesta,
ambrosía forjada en un verso temblante.
 
Aromas que suplican en la distancia,
donde la borrasca agónica fenece;
el ocaso dicta un lamento y crece,
atado al alma que titila en ansias.
 
Si los nodos de luna, mustios, secos,
reciben nueva sangre de sentir y entender,
¿el pensamiento puro engendra conciencias?
 
Ideas en alfa: relativos hechos;
por la beta oscura fluyen los deseos,
y en theta germina un ser perpetuamente activo.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



Afectividad del Átomo

Ansia en hipótesis de primavera,
que, en fórmula, aparece recreada;
poderosa, deduce y asocia, descargando
la eternidad en fosforescencia súbita.
 
Hay más que lo que la percepción destella:
el átomo afectivo vibra en secreto,
oscilando en escala de astro confinado
bajo su manifiesto de energía latente.
 
Surge y se ensaya luz ultravioleta,
que al cátodo reintegra cuando el olvido cae.
Su postura es saber: metal ámbar
cuyo despecho emite pérdida en fuga,
 
pasando de onda infiel a onda crepuscular,
al poseer la trayectoria de un eje solitario.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



sábado, 15 de noviembre de 2025

Resonancia del Loto Divinizado

Restos de melancolías en aguas blancas;
la cadera del cielo disloca una clarividencia objetiva.
Un alud de cuerpos lunares se desmaterializa
y, en dimensiones desconocidas, se ensombrece.
 
Efluvios de acuario regulan el éter luminoso;
el helio irresoluto mira con alquimia colgante,
una inmortalidad difusa que, al autodestruirse,
en su altruismo descodifica la ley del karma.
 
Resplandores de loto emergen divinizados
por las centrifugaciones psíquicas de la calma.
El Alfa y el Omega doblegan la mente motora;
recuerdos persiguen al profeta Enoc en el macrocosmo.
 
Relámpagos y truenos: repiques que fortifican,
iluminan un salto cuántico de virtud.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



viernes, 14 de noviembre de 2025

Oscilación Azul del Subsistema

Aurora hace su ritmo de error virtuoso
en la mañana del polo positivo del más ausente;
síntomas de visiones de nimbos cerebrales
atribuyen su azul esencia sin escepticismos.
 
De pronto alterna angustia en plomada relativa
que crece en la soledad del transmisor frío,
artefacto inquieto de calibración automática
que se amortigua en la cavidad del subsistema.
 
Una dispersión de razones va fragmentando
en velo astral de neutrinos y partículas virtuales.
En sobrenatural y laborioso galanteo el Universo
revela y revela orígenes sociales de marea índigo.
Evolucionan celajes de amor hechos de imágenes
duales hacia la vibración de un aire purificado.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



Luz Cuadrática en su Última Forma

El diagrama nocturno se deshizo en su intervalo,
última brizna cinética del microscópico día;
las métricas del implante, en ascenso difuso,
emanaban trayectos de bosones reservados.
 
Una penumbra de precio, vestida en cuásares tensos,
trazaba un contorno sobre la constante espacial:
eran pozos profundísimos en trazas declinadas
alterando la urbe cuadrática con líneas lánguidas.
 
Un sistema durmiente atenúa el sesgo furtivo;
en su latido, la urdimbre del tránsito titila.
Entre inercias glaciares se roza un umbral tenue,
y la forma inicial se disuelve en su señal íntima.
 
La atención converge en un haz que afina el silencio,
mientras capas veladas buscan un eje interno.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados




 

jueves, 13 de noviembre de 2025

Aureola de Misterio en Estado Umbrío

Aureola de estados que fluctúan en misterio,
variables dispersadas abren bordes lumínicos.
Anáfora sin gozque ni soporte en campo etéreo,
y avanzan persistentes trayectorias sin límites.
 
Anomalía en pliegue de textura hiperboloide,
con senos y cosenos tensos en deriva eléctrica;
un fulgor de cuarzos en gradiente que se esconde
y la calavera doble modulando la energía.
 
Por circuitos místicos orbitan ritos híbridos;
dualismos taciturnos se fracturan y se cierran.
Se sumergen en neblinas de compases oblicuos.
 
Constelación que pulsa en tangencial cifra umbría,
plegada en el vector que modula el pulso cósmico.

© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



Circuito de Eternidad

Dulce ciprés de luz, árbol de sombra y oro,
oruga lírica que al brotar calma el viento
y abraza la noche, cinética, invicta,
burlando la muerte con su chispa divina.
 
Vida otoñal e inmortal, verbo de fuego y mente,
portal abierto a la belleza perfecta,
mariposa astral danzando sobre la nada,
acariciando tumbas con alas de memoria.
 
Arrullos de vastos recuerdos descienden,
códices akáshicos respiran secretos;
del ojo expandido surgen revelaciones
que rompen el velo en pliegues de seda y luz.
 
Florecen los astros, los eones perfuman,
las máquinas laten con píxeles de estrella,
asumen la forma del alma que los sueña:
conciencia expandida, circuito de eternidad,
materia que vibra en código de aurora.
El báculo binario
 
El báculo binario perdió su electrón,
se fundió en la sangre de la transmisión.
Eleva su frecuencia, revela un símbolo,
aroma las curvas de un suspiro cósmico.
 
El rap del misterio y el ojo inmóvil
dibujan las ondas del adorno en gradiente;
señalan la esfera de una costilla,
en pictogramas profanos, sudor ardiente.
 
En el primer impulso gravitacional
se alarga la pupila en su ira abstracta:
fuerza anudada que colorea el helio del alma.
¡Roja tiniebla que derrumba y simboliza
a la parca vidente que, en lo hiperbóreo, resbala
y se incrusta en el círculo de una flor arcana!
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



miércoles, 12 de noviembre de 2025

Ciudades de luz

Ciudades de luz que en silencio iluminan.
Toda la estancia eterna, vibrante, translúcida.
¿Qué sustancia permea la carne sin resonancia?
¿Qué música deslumbra en sus llamas?
 
Muchedumbres sin garganta derraman alboradas,
sin espacio ni tiempo: unos con sed de alma,
otros cerrando viejos círculos de llanto, unidos en paz divina,
sin títulos, sin fama, sin nombres.
 
El universo los enlaza en una chispa
de fragancia, color y nostalgia,
en la inteligencia del encanto; despojados de argumentos,
de excesos, en cielo puro:
solo vida nueva en la ventura que ya no late, trasciende.
 
El hálito que amabas se diluye, se enciende.
Clemencia con que surges; en la perfecta quietud
intuyes, fuera del sollozante cautiverio, vives.
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados




martes, 11 de noviembre de 2025

Las gárgolas del plasma

En la conciencia de silicio flotaba inadvertido,
en la proyección astral, sin forma que lo midiera;
la mente, entre pulsos y descargas, insistía:
viento inmortal — energía — que olía mundos posibles.
 
Cuando las gárgolas se rozaban en destellos,
una chacra cobalto ardía en la ternura del plasma;
barro translúcido quedaba, resto de vida,
y en los latidos, la matriz de los sueños —vidrios cuánticos—
guardaba el coraje como brasa que arde,
el dolor como sombra que respira.
 
Músculos del temblor, de titanio y miedo, se detienen;
desdoblamiento lento en el río helado
del Jordán de la memoria: ilusiones caen, hechas ceniza.
 
Presencia del destino, presagios vibratorios blandos:
la vastedad no los niega, solo los dobla.
El cielo no es blanco — transforma y se ofrece.
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



Epicontinental rubeola de la extrañeza

Epicontinental rubeola de la extrañeza,
que allí burbujeas soñando en siglos,
y en el antiquísimo Fortran tu expresionismo
daña, o titubea el requiebro en equilibrio;
 
que siempre llegaste desarticulada, a la cordura
de nivelar —dejan fosilizados los pulsos energéticos—,
que alcancen a aborrecer, en su expendio,
la desilusión o la remembranza.
 
¿Quién ha pasado de la gloria a la digitalización
malhechora?
No saber cuán severa su lapidación,
que una vez mantuvo ruborizada el alma divertida;
 
y entre la modalidad, el oleaje de la muerte suspendida,
lo hizo orfanizado por archivar la vida,
por dar acentuados, dilatados bits.
 
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados
Revolución de la Poesía Tradicional



lunes, 10 de noviembre de 2025

Epicicloidal

De un sufijo de agua,
en la otra legión de abetos,
cuando era cilindro a perfumar
y variable independiente,
abordar poco a poco en cada greda
de universo homogéneo,
de la ligadura del amor magnético.
 
Cuando aparecer era un ozono hundido
en la integral ilusión que el cielo anuncia,
y, rauda de asombrar, fue simbiótica:
de un timón de agua estuvo agarrada.
 
Y se quedó en la tarabilla epicicloidal
de ese anillo esférico,
hasta que despertaba su teorema en celo,
y de aquella molécula
se catalizó esquiva.
 
Ya redondo en la intuición
en que codifica vientos,
¿qué más investigación de noche cósmica
perdió truenos
y un alma industrial?
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados 
La Revolución de la Poesía Tradicional



Límbica en primavera

Fue un largo cromosoma metafísico, una planicie de quimera,
una anemometría decorada en radiocasete que se peleaba
en una mullida membrana carburante que coexistía
más allá de la red de mielina primaveral.
 
Levantaba lo intransitivo en un intervalo del ansia,
y cualquier ennegrecer en la sinapsis intrigaba la percepción.
Podía diferenciar cómo palpitaba, en la floresta de neuronas,
la pequeña muerte celular vitaminada de nube cerebral,
pretensiosa.
 
Entonces solo encontró conexiones de matices hemáticos; generaba
la música más incorpórea, la que transitaba coherente,
sin señal ni ruido, pidiendo que actuara su olfato emocional, solo.
 
Límbica, con amor,
olía los extremos intravenosos del tacto:
las cosquillas, los trémolos.
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



domingo, 9 de noviembre de 2025

Latitud de un reactor dorado

Cuando presagia la latitud la ordenación
de ser claustro por garbo de la conciencia,
deformada entre la noche, como anemia
del mar en la posteridad del status quo.
 
Con tachuela viene la cristalización de la historia,
de lo que topográficamente roza el umbral.
Ardua reducción del flujo dopado —ya perdido—,
delinea sin decaimiento ni desgobierno gótico.
 
Cada vez que la cataplexia ensordece
la diástole del manzano, desaparece;
cuando los tabiques gaseosos de la alegría
se disuelven, un mando de grabación
regresa desde el vacío, y una y otra vez
videograba el alpiste del reactor nuclear dorado:
amplitud ecológica de un nuevo día
en portaequipaje populista.
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
Todos los derechos reservados



Protocolo para un Ligamento Parlanchín

El sistema eléctrico del ceñidor abrumado,
de dura jerarquía, parafrasea en turbina indigesta.
Por la feroz calistenia —horrible membrana sinovial—
habla el ligamento parlanchín
de su velocidad integrada.
 
Por la hidrólisis ya apagada,
y los resfríos conocidos,
pluvial cabello lo armoniza y deslucida:
chiste de ciclo receptor comprimido,
a quien incita —por no delatar—
a dar protones en guardia a la vida.
 
Y el lado de electrónica ficción,
por el fondo bordado de aceite decantado,
ya casi en la sorpresa fiera,
aun en el abedular afila su reflejo terco.
 
Lava magmática del cielo le chorrea quieta:
ni el clarificar irreversible del agua lótica llora,
ni el abatimiento de ajonjolí llega.
 
¡Ingrata selección
en andrógino buceo!
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 7 de noviembre de 2025

Ecología del Dolor Solar

Hematoma de sol y precipitado en rocío renovable
ya propagan su neumonía los despojos en su terapia
ocupacional.
Fuente consumidora de luz sin remedio neurálgico,
agonía biodegradable con primores cuánticos
genéticamente desteñidos:
rugidos de bosques nasales y caballos de fuerzas
sin adornos de faunas, ni aromas relativos.
Trombosis del páramo y espejismos de cardumen
erosionan el panorama de las polaridades amigables.
 
Calorías de reposo al cabecear insondable, en grito
monovalente,
cuchilla del alma de catástrofe ecológica.
La morada del residuo infeccioso provoca altanería menstrual;
la actividad solar de un rumor categórico desgrana la dislexia,
vestimentas de dopamina que la luna de error pragmático
atesora,
el cromosoma importunado de una antorcha afótica.
Ivette Mendoza Fajardo
© Todos los derechos reservados



Destino Químico

Se evapora el metal,
su maleabilidad pura se disuelve
en el hidrógeno inducido por la niebla.
Los cationes arrepentidos del enlace π
regresan al fondo del mar,
con rumor de infancia en el acetato.
 
Los peces -celdas del sueño- horadan la forma,
una navegación empírica,
un cabello de hidrocarburo peinando
la penumbra molecular del amanecer.
 
La biología es un réquiem químico.
El destino, magnetizado, y furioso canta,
se adhiere al termostato,
a la vela oscura del electrodo.
En la ecuación de la vida del dolor,
desarma el mito del alma,
y en fría combustión, la oxida.
Una célula recuerda su ceniza.
 
También el electrolito
ha cambiado a noviembre.
Ivette Mendoza Fajardo

Derechos Reservados



jueves, 6 de noviembre de 2025

Vectores indecisos

 Oh, vector indeciso, cuando el campo recompone
su magnitud en ausencia de dirección,
despierta ensayos innúmeros en la termodinámica
de una asíntota de luz pura que reposa en el deseo,
y, arrítmico, acumula en el deshielo
espirales que giran entre astros inertes;
naves equidistantes, núcleos de ADN replican su cadencia
a la deriva sobre el vértigo del umbral,
rehaciéndose en protones, sobre el espectro fonético
del dolor en materia radiante, en la nada sonora.
 
Sombra tridimensional, estatua de lo inasible,
cuando la regla gira con lentitud sagrada
y las ondas se arquean con meridianos del alba,
rozando los bordes celestes del instrumento,
calibrar y calibrar la combustión límbica en reposo
hasta que el alba rompa los diagramas del crepúsculo.
Ivette Mendoza Fajardo
 
El cólico renal ausculta
 
De crepúsculo a crepúsculo, más enfermo parecía
en la glucemia incolora, en las plaquetas del diazepam,
nacimiento pigmentado lastima el metabolismo
de la hoguera antidepresiva.
Y una enzima de sombra
reordena la tangente del sueño.
 
Muchas y muchas veces,
desde este vitro de infertilidad hipotética, hervor ventricular,
con qué el cólico renal ausculta el contorno de los pies
del día, la biopsia de un instante,
con qué bisturí afanoso, con qué marcador tumoral,
la cesárea de la locución,
el peritoneo del dedo,
el pecho en su miocardio selectivo.
Ivette Mendoza Fajardo



Campo de disolución

He aquí la vibración muda,
que se libera del sonido y del tiempo;
erguida, como filamento sin memoria,
o trazo de luz fugitiva.
 
Cae… leve. Se reconfigura,
como onda dormida.
 
Como geometría variable,
su forma se rehace en el plasma,
en las brasas del vacío.
Fulgor sin contorno. Persiste.
 
El fotón descifra la alborada entre los vectores,
cuando su soplo de transparencia
fue absorbido por fuerzas inasibles,
sin masa, sin límite, en calma,
hacia ese territorio distante
que la mirada no alcanza,
donde el último pulso
se funde en su propio resplandor.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 4 de noviembre de 2025

Encerrada entre verbos

He encerrado el alma entre verbos tantas veces
que me acuso en la sombra arrebatada,
cuando el este trae su gris errante
y el signo del presagio teje su raíz
bajo el consejo de la memoria.
 
Hace décadas, tu cetro espectral
se inspiró en la esfera del rito,
frente a la revelación del mundo sobre lunas heridas;
y en la soledad de piedra, leve, latía lo divino.
Me amparaba tu yugo, la fiereza de tus labios.
 
Ahora asciendo a la piel de tus saberes.
Pálida voluntad, árido desierto, tu gesto sin fulgor
anuncia los inviernos del desaliento,
el relámpago del ángel que disuelve la carne,
el destello que calcina el arbusto exhalado.
 
Aquí, entre movimientos de platino susurrante,
te distingo: figura exacta, guardada en la lágrima
de la sugestión, átomo de los días.
Ivette Mendoza Fajardo



Jaula de los huesos y los días

Todo lo que el alma hace conduce
a la ventana de la luz.
 
La vida, porcelana frágil y ardiente,
nos nombra —
y ese nombre tiene un aura interna,
brisa de asombro, abismo inmutable—,
para el lienzo de seda que vestiremos
tras la muerte.
 
Vuelos de aves estelares cruzan el espacio libre
sobre la materia mínima,
sobre este cuerpo gris que oprime un fotón
que gira sin descanso.
Llamas de átomos, ondas y partículas
nos circundan, aprisionando la jaula
de los huesos y los días.
 
Olemos el perfume de la muerte
con el corazón gélido, temeroso, aguerrido,
perplejo de culpas y clemencias conmovidas.
La muerte yace en su morada de espigas,
fluye sin las manecillas del tiempo,
fluye en un caudal de distancias ciegas.
 
¡Ah, pensamiento que nunca cuajó
en su propio vergel, arde en su nido
para renacer de nuevo!
Ivette Mendoza Fajardo















lunes, 3 de noviembre de 2025

La música del origen

Mientras el alma se sumerge
en un océano de átomos, el cuerpo
busca su silencio en el espino abrupto de la tierra,
como una rosa recién cortada, herida.
 
Puertas que, como un parpadeo, se cierran y se abren,
con broches de sal o de esmeralda.
¿Quién dibuja nuestras siluetas?
¿Quién domina el destino que tan breve
se labra en la conciencia?
Se hace trizas en el plexo sordomudo,
desde un crisantemo de insomnio interminable,
donde se tiñen las sombras del antaño.
 
La música del génesis se apaga
o se enciende en el sueño sin esfuerzo:
arpas leves se mueven en ondas de amor,
y, en el rumor de los helechos que despiertan,
los páramos, entre el gentío,
se visten de misterios, en vestimentas
desechables, pequeñas.
Ivette Mendoza Fajardo



Tejidos del universo

Mientras ahíta el sol del canto y de la osamenta amortajada,
una vehemencia que nunca concluye asciende
por lo más alto de mi desahogo,
en los días más sagrados de su propio cielo.
 
Bajo una lluvia rancia de sangre centellada,
serenan sus poderíos donde el presente es apenas
fantasía y creencia peliblanca; los ensueños,
de cristales y tormento en arcilla,
divinizan los navíos videntes y sus proyecciones corporales
en los tejidos del universo ondulado.
 
Después —tras el alba de carne lacerada—,
el alma se eclipsó, pero ya sin quebranto en las miradas.
Soñé: en los latidos de las vasijas eternas
nació la luz; el oro se deshizo en aspas de fuego,
y solamente apareció la nada, en la penumbra
de un océano de pensamientos índigos,
con celestes alas nuevas que brotaban
del manantial astral de las palabras.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 2 de noviembre de 2025

Tríada Poética

Justamente, en su afirmación,
siempre que la ambivalencia del alma halla
cómo dibujar el intervalo preciso de su creación,
va entregando su desnudez, con su mortaja.
 
Ropajes llenos de soledad, colisionando,
de un crepúsculo fragmentado por la anarquía atómica.
En nuestro lúcido vacío, un mar rugoso vagabundea,
intuyendo los colores de un prisma de amaneceres,
donde llegan los rigores sin amores, por el trance
del abandono que fecunda, a su paso,
un viento germinado de fuego y de polvo.
 
¡Oh, mundo ignoto! —eléctrico de ideas—
frecuencia vibratoria desdoblada en sueños.
Transcurren las horas del perdón entre rayos
y relámpagos del tercer ojo,
contra el barro quimérico de la vida.
 
Gárgolas acechan el instante, en el insomnio
de la sangre, de la hierba, de un átomo índigo,
a veces incierto en el enigma roto de la eternidad.
Ivette Mendoza Fajardo


 

Mitosis de la voz

Si el solfeo es la manecilla del reflejo,
la comprensión reposa en el cristal de la probeta.
Navega entre oscuridades sílfides hacia un mar remoto,
y en el fondo duerme, peliaguda y bella,
una orquídea en el cenagal.
 
Si la partitura grabada engendra
medusas de un naufragio onomástico,
el hallazgo de la opacidad se arquea
sobre esta mitosis de congoja:
mi manto se colma, lento, de panes sin sabor,
de un leve temblor de vidrio en la garganta.
 
Ramilletes de oro calado del ayer,
muros sobre el mal, ritmo incandescente.
Ahora hay un rostro —un silencio hablado—,
malherido de reclamos, que me ruega.
El mundo lo reconoce — espacio frío —
y se pierde más allá de los límites de su voz.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 1 de noviembre de 2025

Rastro entre rojo y verde

Desde los rastros del rojo al verde,
desde el estero al cielo egregio;
con qué ademán cauteloso, con qué ímpetu
orbitas sobre un símbolo con grietas:
octágono, engendrado astro, filo lunar,
gemidos descalzos de luz fugaz
hacia los plumajes limpios del vacío.
 
En el presente de la urgencia ronronea
tu nombre al vibrar el pulso.
Eres la roca secante anochecida,
el génesis del fuego que bulle en la lengua,
el murmullo agrio del comienzo;
desvanecimiento fértil, mezclado al azar.
 
Eres el papel octogenario que contiene
todas las existencias;
la palmera que crece y se pronuncia,
el olivo hondo que aroma el cuerpo,
la serpiente que convence a la multitud.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 31 de octubre de 2025

Crochet del cansancio

 

Ya no tiembla el lanuginoso cristal como antes,
y el aire rendido no es más que una lágrima
de cáñamo deslizándose al alfiletero
cuando el rumor del mundo se punza.
 
Como si el alma zarpara sin aviso
en medio de un diálogo de hilos perdidos,
arrastrando un enjambre cúbico de reflejos
al giro imprevisto del aliento,
engalanándose apenas un instante.
 
No fue el crochet quien nos hirió, ni el vino,
ni el cansancio del ánima suspendida.
Fueron los bordados parlantes que soltamos,
cercados por lentejuelas verdeazules,
entonando un clásico dentro de la neblina.
 
La mitad del nunca
 
Yo, la orfandad, porfío en mis gavetas de aluvión.
Guardo sartas masculinas en cartuchos melancólicos,
donde regresa la urraca a amansar mi voz chúcara del oeste.
 
Soy un jíbaro herniado que domina, sangrante,
el clarín de las cosas que se duplican:
una en el vientre disfrazado, otra en el viento de Halloween.
 
Tengo la cadera redonda, la cara roja,
una vida sin apuro.
Mis orejas arden en fuegos de paz cercenada.
Patrullan, dentro de un puño de centavos,
facciones enemigas de mi piel y mi entusiasmo,
mientras esclarezco el reflejo inmóvil,
eterno en esta nave cenicienta,
mitad del nunca,
apretado, enredado a manchas.
 
¡Y el automático diente del deleite superior!
La odisea de una caricia de colesterol paciente
innova, poco a poco, el pecado de mi cruz.
 
También me acomodo dentro de plantas maternas,
siempre en flor de Pascua con mansedumbre.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 30 de octubre de 2025

Pentagrama del lino

Repico la música áspera del lino
bajo mis parasoles lentos, en la pupila gris.
Un numen resbala por dentro,
de la médula al signo desnudo.
 
Gotea en mí el candelabro, su canto febril;
olvido la fugaz hoguera, silbo mi desilusión.
Hiende el techo una espina de hierro
y mi sombra se parte, allá y acá.
 
Huelo el hechizo, el humo imprudente,
las sábanas dormidas en pentagramas.
Cruje mi pulso. Se arquea la copa hasta invernar.
 
Afuera resuena el barro que llevo,
mis pisadas de plomo en su noche trágica.
Un mechón de mi cabello se me escapa,
recordando en ademanes.
 
Y yo —me ato los cordones con entraña cálida,
me hundo levemente y sigo existiendo.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 28 de octubre de 2025

Membrana de neón satelizado

Desde su membrana celular se enciende, la luz vectorial
con fragancia isotópica de pachuli y radiocasete juramentado.
En el reloj que erosiona la aurora de los datos
galopa mi plasma de esternón satelizado.
 
Siento los zócalos eléctricos palpitar como vísceras conmovidas,
como pensamientos líquidos, como enzimas de sonido.
 
Una hostia frágil pulsa en el remolino del picaporte;
soy la bobina nostálgica, el circuito diminuto.
 
Habito la tecnología del silencio,
oigo el zumbido de abeja neural en la bruma del silicio.
Mi membrana de zafiro conduce a la memoria sensorial:
me carga el alma moteada de filamentos
en todas sus vibraciones, y llama
a las cosas por su nombre.
Ivette Mendoza Fajardo 



lunes, 27 de octubre de 2025

Partitura del día

Nace el día bajo la música de los soles.
Abre sus círculos con pulso de clemencia.
Desde lo alto hasta el fondo del limo
se derrama la flor del pudor dormido.
 
Sobre las orugas tiemblan los metales, amándose.
En la aurora de Neptuno se hiende el estaño.
Cuerdas desterradas de lírica y avellana resplandecen,
filamentos de vellón ahogan el aire a contraluz.
 
Asciende un vaho severo, sin cuerpo, al horizonte.
Lleva en su soplo el fulgor de un rostro solar.
Del estallido perpetuo caen los mundos empujándose,
y ahí, heladas lanzas dispuestas a tocarse, a crujir.
 
Los ritmos del día se disuelven en la almohada.
Abren su aliento las bocas del candor vegetal.
El cauce invisible del canto es nube trovadora
que lleva la lluvia hasta su edad primera.
Ivette Mendoza Fajardo 



domingo, 26 de octubre de 2025

Levadura del idioma

Oh, idioma, ordénate herido.
Piensa en los días olorosos de levadura y pan,
injerto de letras, velas de insomnio y moho.
Los ruidos repetían, metódicos,
las hieles hundidas en las jorobas gachas.
 
Oh, idioma, deletrea tu imprenta doliente.
Mirabas limaduras y sílabas;
una debía aventurarse en su sombra,
a otra la ligaba el tanteo de la nada.
 
Conocías la aridez de tus palabras,
su errancia, su dispersión —cada una
buscando su cuerpo—,
oías la maleza lanzarse al libro
leve y jovial, sin saber con qué cara quedarse.
 
Percibe aún aquellos instantes:
tu frente en alto,
un molino,
una cortina momificándose.
 
Habita, idioma, el reloj del molusco,
cuando se desbordan los mares.
 
Almacenabas membrillos en la canasta del verano,
y los paraguas querían cubrir,
empapadamente, la tierra.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 25 de octubre de 2025

Umbral del Sollozo

Sollozo, umbral de la verdad vacía,
linde de sensaciones fugaces,
de encantos diáfanos que se disuelven,
de almas gemelas, extraviadas en la tierra,
hijas del deseo, con manos ardientes
que rozan anhelos sin forma, sin espinas,
en la sed del desafío.
 
Inocente quebranto, espera tu origen:
permite sonrisas errantes, crea ensueños
en los labios,
humedece bocas con suspiros leves.
Te igualas a las flores del desvelo,
más ignoras ser brisa de canto puro.
Te hieres, clamas en el mundo incierto,
aunque no imitas el trino de las aves.
 
Pero seduzco tu forma, delineada y leve;
delicadamente esculpida, apenas marcada
por piedras temerosas.
Ya no eres sollozo:
eres dulzura virginal, eres ansia,
eres luz de elocuencia y sombra herida,
al jadear, hermosa, rauda hacia la vida.
Ivette Mendoza Fajardo 



viernes, 24 de octubre de 2025

Rincón secreto

Entre las avenidas de susurros verdes,
brindé por el instante, rocío de perla,
por la chispa que aún desborda en el tragaluz
de un silencio sin esfuerzo,
por el roce que tocó los labios
y los volvió sombra,
en la tibieza de corazones gloriosos.
 
Guardé tu mirada todo el año,
montada en los sueños, jinete de luz,
tan mía como esta hora
en que nombro tu eternidad sobre mi pecho.
 
Te recorro entera, entre líquenes de flores pequeñas,
en cada ciudad que inventamos,
en el aire quieto,
en cada ladera mojada de tu voz,
en cada letra donde el cántico nos recuerda.
 
Por ti, y contigo, amor,
en la fiebre tierna de tus manos,
en el temblor del lugar donde el mundo se abre,
celebro que existes:
relámpago, origen, rincón secreto.
Ivette Mendoza Fajardo
 
Aurora de lapislázuli
 
Vidrio o hierro abriendo la noche.
Lumbre o fiebre de lapislázuli
cruje en auroras de afinidades risueñas.
Susurros en caricias, cometa celeste.
Chispas en la grieta del sol.
 
Los nácares nocturnos recobran su aliento
de fulgor inocentes,
mientras despiertan en ellos
los ruegos y las horas de pompas errantes.
 
En el borde del cielo, dulzura de pudor
en la burbuja perpetua del fuego.
Reposos de niños en brisas breves
bajo miradas del firmamento.
Las orillas guardan la flor tibia de tus huellas.
Se pronuncia la mansa marea.
Se trazan los rostros, anclados en gozo.
 
Una nada con ademán dentro de la sustancia
del amor.
Registros de días de cuerpos amantes:
se disuelve el instinto entre pausas de viento.
Los comienzos rozan las cumbres de la magia.
La meditación del mundo
es un acto secreto en lienzos flotantes, donde
la vida con ingenio la busca.
Ivette Mendoza Fajardo