El Papachayo (Poemas Abstractos)
Poemas Abstractos, Surrealista , Oníricos,Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas

miércoles, 4 de junio de 2025
Mares, Faro del Saber
Revelo insomnios despreocupados en mi espalda,
La Encrucijada del Pedernal
Copas de labios auríferos, se abren
sobre la oquedad hambrienta de lo que calla.
Cabezas lavadas, estalactitas enfermas,
engordan de sombra bajo mis dedos pulgares.
Armiños ardiendo en tus ojos de luna, solo
tú,
cruzando la soledad negra del deseo.
Eres tajante a contraluz, una punzada en la
boca,
niebla y violín al borde de mi espina.
Entre chicharras, saltas, te quiebras,
tiemblas,
y tus veinte caletas abiertas me llaman sin
miedo.
Corazón de carne y delirio, indivisible,
llegas a mí oliendo a mies mojada, a
historia viva,
a llamarada tropical que derrite mi cintura.
Oh guante de tu voz susurrante, giro de
planetas,
sientes cómo mi lengua se enreda en tu barba
áspera,
cómo me evaporo en tu noche caliente de
amaranto.
Escucha: mis huesos se parten en las cuevas
del silencio.
Vives en la tormenta de mi cuerpo,
oh anís salvaje, dulzura hecha bruma,
que me tocas desde el alma hasta el cuello,
desnudando mis cenizas.
Y cuando se rasga el velo de la razón,
me empujas a quedarme a vivir en el filo
del gozo:
bello reloj de jade, en paladar agudo del tic tac,
la luna cava su piedra en la encrucijada pulposa de anhelos,
y me sostiene, desprovista de todo,
mientras caigo
en tus brazos apretujándome con tu alma de
niño.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 3 de junio de 2025
La flor del beso Afortunado
Como signos en el nunca tragafuego,
deseo tus besos de agua fresca, porque con
ellos
rompería horizontes, y brotaría el delirio
en el infinito.
Solo anhelo que esta ofrenda del destino
sea eterna
y no se marchite en el sinsabor.
Ni hambrientos ni tenues, pues eternamente
ardemos allí, combatiendo un despecho
rabioso y contagioso.
Cuánto desearía yo, en este junio,
un murmullo inspirador sin revuelo sombrío,
pertinaz como el mástil de un navío
afortunado, que navegue
en la marea dulce de una flor, como una vivaz cofradía
de caricias —latidos blancos—
entonados cuando nos amamos en su llama
invisible.
Con virtudes y defectos, la puesta del sol
es siempre mística.
Allí cargo los arañazos de la vida,
filtrados de dolor.
Toco la playa imaginada, que nos lleve a la
exótica
beldad de un verso acariciando tus
cabellos; se afinan
con los dedos de la emoción.
Soy trino de universos en pecado, yo, aquí
y ahora, soñolienta,
esperando la sinfonía del planeta en su
hora inicial,
en las aguas del mañana.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 2 de junio de 2025
Caminar contigo en la noche
En aguas celestes de mirada temblorosa,
se cierran despacio las grietas de mi
corazón.
Atrás quedó el círculo de fuego, candil
del manantial donde pagué mis errores.
Me preguntaste qué había hecho:
te hablé de dudas, de hambre de vida.
Cuando seguí andando, viniste conmigo,
tus frases ardían en mi espalda,
sedientas, agudas, vivas, crueles.
Dijiste que mis sueños eran fantasía,
que apagara la calma, coronada de espinas,
en el vendaval de tu cuerpo, en el arte de
una
borrasca, quebrando mi presente.
Reías mientras la noche se extendía,
y yo oía los sollozos —bajo alas—
de los que habitan la frontera del olvido.
Y supe que el final estaba aferrada a tus
dedos.
Subo hacia la claridad, me repito,
desprevenida,
pero, ¿dónde está la ternura de una flor que
me reviste?
¿dónde está la voz que firma promesas, dónde el
ardor renace?
Camino contigo en esta noche, y dentro de
mí,
algo se rompe: no sé si es la esperanza
o la tibieza del sol que ya no me alcanza.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 1 de junio de 2025
Entre sombras y deseo
Oh,
presencias sin rostro, te vi florecer lento,
como si el
deseo tomara forma
en aquel
beso inventado por tu inocencia.
¿Y yo?
Desnuda entre ramas de insomnio,
cuando el
amor se escapa, se vuelve ilusión,
apenas un
suspiro que no vuelve.
Mi boca te
llama con fuego contenido,
por ese
pasillo donde cruzan
la pena y
el placer entre sombras.
Y solo
recibo el nudo en la garganta
de lo que
ya se ha ido.
Un papel
con aroma en la orilla de la frialdad.
Aves ciegas
giran en el rocío,
que tiembla
antes de romperse en gozo.
¿Quién me
llevó al límite de tu sombra callada?
¿Quién usa
el vestido
que llevé
en mis sueños rotos?
¿Cómo la
luz de tu alma encendida
corre
detrás del velo del silencio?
Y este
recelo que trepa,
como lluvia
sedienta entre mis huesos,
dobla ramas
sobre mi cuerpo detenido
en la
tierra,
como una
tarde que se hunde con los ojos abiertos.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 31 de mayo de 2025
Los Geranios Siguen Amando
Los geranios te guardan en la sinrazón transparente,
donde
habitó el sonido de la luz adentro,
conjugando
el episodio excitante que nunca termina.
Es una
senda florida que atosiga los fragantes sentimientos
que
desbordan mi asombro.
El
sentimiento edifica los telares de sus carbones,
y conversa
en lenguas a flor de labios,
revolviendo
por dentro
mi palidez
turbulenta, este latido
que se
inclina ante el manto de su voz.
Cascabeles
de habla, silueta moribunda del rigor,
me empujan
a besarte en cada estación posible.
Es la
secreta perseverancia que me invade
en la
levedad melancólica
de esta
vida mía, rebosante de ternura imposible.
Sé que no
volverás.
Alucino con
los encantos de la bocina extraviada,
saboreando
la fresca hierba del sonido
hasta la
exhalación final,
en esta
huida disecada de ritmo virginal.
¡Los geranios se pierden en sus luces de dolor…
y aún así,
siguen amando!
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 28 de mayo de 2025
Flor del Yelmo
La acacia,
dormida, está de fiesta. Yo la miro. El pliegue marino, triste, piensa conmigo.
El león se
filtra por los nervios de esta hora cristalizada,
y sus ojos,
hambrientos, irrumpen la distancia que me separa del mundo.
Una marca
de sueño eléctrico altanero convulsiona en el aire del salitre,
y siento
que la psique de la hierba va coronada de sentimientos que pesan.
La
tempestad levanta su látigo espectral en la primera tolvanera de la tarde
y algo en
mí se sacude.
El país
aprieta su corazón sangrante, sembrado de ciprés en la hoguera,
y yo le doy
las manos a quien comparte conmigo un pan de estrellas.
El león
recita los versos de Neruda.
Está a
punto de romperse a llorar dentro de su caracola imaginaria,
y en su
vientre siento crecer al muñeco santero.
El resorte
destructor todavía aviva la canción sobre mis pestañas,
pero
desvencijado tropieza envejecido, y me dice “yo soy tu boca”,
con el
desapego de las nubes. Resignado, muere contra la pared.
Yo atiranto
la pausa de su soledad.
La hormiga
huye temblando. Con sus extremidades marchita el clavel.
El violín
se acerca para detenerla.
Cae en la
hoya del letargo y caza terciopelos enamorados.
Caza
indefinida. Terciopelo en trozos de vida. Tiempo vengativo.
El
semblante de los muertos estudia la aritmética de la pólvora.
El rezongar
del león entrecruza los nardos de la calumnia.
La flor del
yelmo está escarmentando. Su vejiga enferma pacta con la muerte.
Y yo
observo cómo la gaviota errante vuela en un ritmo rimbombante.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 27 de mayo de 2025
Piedra Sórdida
Piedra sórdida.
Espiga ceremonial. Sensación foránea y acantilado.
Cristales
humildes horadados en ademanes de noches desvaídas.
Ideas
estelares ennegrecen girasoles que olvidan
entre
montañas venenosas bordadas por el abismo.
Abrupto.
Eternidades verdes. Sensación foránea y nieve prepotente.
Ademanes
espejados sin ceremonia ni silencios de osamentas...
La noche
congela la virtud. Trampas de zapatos mártires y quietud.
Gimen las
escamas, en sucesión pertinaz de la constelación del perro.
Montañas
venenosas. Plumas de la marea encantada.
Espiga
ceremonial y petróleo solitario, fundando tesoros resonantes
en
gargantas de flexiones en cuerpo estremecido.
Langostas
de paz profunda corren en ademanes de silencio desvaído.
Concierto
de cucharas. Penumbra. Mecánica muscular del tiempo.
Relojes
cósmicos torturadores. Batallas de ideas estelares.
¿Alguien habrá visto que alguna vez tuvimos la cabellera sensible de
la fría
oscuridad en lágrimas pluviales?
Ivette
Mendoza Fajardo
domingo, 25 de mayo de 2025
Cabelleras de Algoritmos
Un
tetraedro con detalle caprichoso
busca la
estampa de mi pensamiento.
Esta, que
articula los ribetes amarillos
del acecho,
se sitúa en el receptáculo
de nuestra
tristeza y de nuestros cuerpos.
Husmear
verdades blancas nos toma
de las
manos, suavizando asperezas.
Miro
fórmulas, dosificando el espacio y el tiempo,
mientras
mis dedos, por el infinito, van gastados
dentro de
lunas de inteligencia viva.
Mis pupilas
son el cataclismo que llora tu aliento
con sabor a
eternidad, halagando los muslos
del
escándalo, que hacen sus robots numéricos;
y yo sacudo
sus inquietas cabelleras de algoritmos.
Desciendo
desde elásticos corazones
que,
aplaudiendo, chocan y se hacen añicos.
Un número
cotidiano es la razón que me desangra
de una vez
y para siempre. Un número cotidiano
me hace
cosquillas en mis costados, y con una
mano de
madera china, yo lo ahuyento.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 24 de mayo de 2025
El pie de mi Abstracción
Bajo las
cucharillas de la muerte,
y dando una
sola vuelta
una lechuza
se me presenta relevante,
y caducan
mis horizontes de alergias,
multicolores:
florestas
de cielos derrumbados, quizás extraviados
arrancan
huracanes en cuclillas delirando
dentro de
aguas secretas, y gozos en sillas plegadizas,
alguna nube
persiguiendo a su madre...
pero la
confianza, en todo esto es para mí, más lejana.
Acudirán
hacia los proverbios con sobriedad vegetal
en ramas
coordenadas por sagradas
caridades,
que desorientan la injusticia
de mis
vestiduras con sus guardapolvos digitales;
o, si éstas
son muchas, se despilfarran
a ocultar
las hostias de mi carne.
Antes de la
prisa, el pie de mi abstracción
saluda,
corroído,
yace en las
cuadraturas de topacios,
de besos
decaídos, en oro titilante;
y arrastro
planetas difuntos, y el neón
de luces
artísticas hasta la mitad del ébano
reverencial,
allí mi nostalgia está hecha y desecha.
Ivette
Mendoza Fajardo
Calles del Ágata Vacilante
La palestra
es el sonido de la paz que me hiere,
ornamenta
de piedra este vientre mío de seda, donde
brotan
ortigas sinuosas en el séquito de mis labios.
Es espiga
perezosa del pasado y fluye estornudando
si mi alma
camina sobre lenguas cansadas,
sí tus
manos la equilibran en la necedad de mi desventura.
O acaso
echa raíces, siempre igual, por las calles del ágata
vacilante,
por la
caricia funeraria del tic tac de mi universo.
¿Es un
abanico que se fermenta cuando muero
y en lluvia
se me trasmuta?
Perdura
oriflama en la plenitud de esta nada
tal vez
destruye lo que veo: patines rebosantes,
y desde
allí gravitan
partículas
que no terminan de insultarme.
¿Y qué
importa la razón de los gatos voluptuosos?
Como de la
fresa promesante, como desde la gaveta
de un
consejo que eclipsa.
A picotazos
subimos por las arcas del mundo.
Ivette Mendoza Fajardo
En la
Calculadora de mis Sueños
En
invierno,
se
precipitan al abismo las mecanografías sin letras,
trituradas
por mirra y espinas en revolución celeste.
He sentido
cómo las noches viriles, de hieles perdidas,
se
extravían dentro de una lágrima mía y derruida;
una gota
que, al caer sobre el torso bien labrado
de un
semblante antiguo, hecho de espuma hidrópica,
rompe la
escena como tinta china derramada
sobre el
horizonte.
Allí se
enfrían cien minutos de agonía inexplicable,
y en las
yemas rígidas sepultan nieves irritadas,
que han de
regresar con las manos florecidas
sobre mis ramajes
de dolor y redención.
Es en la
línea abierta de mi cráneo donde se hiela la noche
y aguarda
su juicio, dividido,
como un
torrente ensordecido o una grieta amable y salitrosa.
Yo,
acosando al tiempo —en la calculadora de mis sueños—,
renazco con
cifras en los dedos, y mi voluntad alumbra
los
castigos que huyen de una fiebre magullada y glacial.
Ivette
Mendoza Fajardo
ornamenta de piedra este vientre mío de seda, donde
brotan ortigas sinuosas en el séquito de mis labios.
si mi alma camina sobre lenguas cansadas,
sí tus manos la equilibran en la necedad de mi desventura.
O acaso echa raíces, siempre igual, por las calles del ágata
vacilante,
por la caricia funeraria del tic tac de mi universo.
y en lluvia se me trasmuta?
Perdura oriflama en la plenitud de esta nada
tal vez destruye lo que veo: patines rebosantes,
y desde allí gravitan
partículas que no terminan de insultarme.
Como de la fresa promesante, como desde la gaveta
de un consejo que eclipsa.
A picotazos subimos por las arcas del mundo.
Ivette Mendoza Fajardo
se precipitan al abismo las mecanografías sin letras,
trituradas por mirra y espinas en revolución celeste.
se extravían dentro de una lágrima mía y derruida;
una gota que, al caer sobre el torso bien labrado
de un semblante antiguo, hecho de espuma hidrópica,
rompe la escena como tinta china derramada
sobre el horizonte.
y en las yemas rígidas sepultan nieves irritadas,
que han de regresar con las manos florecidas
sobre mis ramajes de dolor y redención.
y aguarda su juicio, dividido,
como un torrente ensordecido o una grieta amable y salitrosa.
Yo, acosando al tiempo —en la calculadora de mis sueños—,
renazco con cifras en los dedos, y mi voluntad alumbra
los castigos que huyen de una fiebre magullada y glacial.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 23 de mayo de 2025
Océanos sin Fondo
En océanos
sin fondo flotan rumores y fieras,
fragmentos
perdidos, como si el tiempo olvidara
que los
lirios ya no viven en estanques, sino en abismos
donde la
espuma no distingue orilla ni forma.
Sigo un
globo vidrioso, inerte, hundido en su órbita,
viajando
por túneles de imágenes, guiado por hilos invisibles
hacia un
abismo con lunas cosquilleantes.
Es una
danza sin fin,
siempre
guiada por una palma extendida,
que parece
salvar y a la vez rechazar, estirando su humanidad.
Un párpado
de alcanfor, que nos lee la mente,
crece con
sonrisas frágiles
y al
quebrarse, se vuelve cuchilla de vidrio.
Tiemblo
cuando esa mano lo envuelve,
caricia
afilada que eriza carne de papel.
Veo el
musgo en sus sienes,
como quien
revive su infancia,
la esencia
verdadera de alondras,
la última
silueta de labios amados,
ahogados en
gemidos de mar.
Ivette
Mendoza Fajardo
fragmentos perdidos, como si el tiempo olvidara
que los lirios ya no viven en estanques, sino en abismos
donde la espuma no distingue orilla ni forma.
viajando por túneles de imágenes, guiado por hilos invisibles
hacia un abismo con lunas cosquilleantes.
siempre guiada por una palma extendida,
que parece salvar y a la vez rechazar, estirando su humanidad.
crece con sonrisas frágiles
y al quebrarse, se vuelve cuchilla de vidrio.
caricia afilada que eriza carne de papel.
Veo el musgo en sus sienes,
como quien revive su infancia,
la esencia verdadera de alondras,
la última silueta de labios amados,
ahogados en gemidos de mar.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 21 de mayo de 2025
Estatua del amor Blanquecino
Me
sorprendió el desvelo de la estatua del amor,
alta y llorosa,
vestida por manos pálidas
que rozaban
las laderas antiguas,
en el valle
donde habitan los querubines.
Su rostro
sereno abrió mi pecho con cuidado,
y en mí
brotó un diálogo sin cierre,
como
mandíbulas cansadas que no cesan de llorar.
Entre
mechones de plata y hebras en nudos nocturnos,
escuché el
canto distante de un relámpago.
Vi esa
imagen extraña que ofrecía su misterio,
sentí un
adorno marchito rozar mi oreja,
y mi
corazón aferrarse a sus pies de mármol frío.
¡No me
quites el cincel renovado,
déjame pulir esta plegaria con mis propias inquietudes!
Imploro esa
fuerza perdida en el tiempo,
porque ese
desvelo me habita como un templo,
un vacío
suspendido que gira sin respuestas,
mientras
disuelve mi alegría en yeso vivo,
entre telas
nobles y fragmentos celestes,
que me
llaman a recordar lo que fue.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 20 de mayo de 2025
Soy este Latido sin Sabor
Mi corazón
late sin sabor en alfabetos vivos,
mi tercer
ojo, lúcido, acicala recuerdos,
y me
atraviesa este ritmo de espasmos
que la
ciudad me impone sin clemencia.
Llevo
conmigo un diccionario exhausto, lleno de quejas laceradas,
y siento
cómo mi talón se disuelve en el hueco frío de la soledad.
Soy esa
lágrima de avellana que sueña,
esa arena
que refleja el ruido ebrio del anochecer sin rubor.
Me levanto,
intento atrapar una imagen de viento arisco,
mi mano
derecha escucha las uñas que arañan el silencio,
y prende,
con torpeza, la hoguera de sus melodías.
Me habitan
espirales que se sienten como carne de cañón,
soy agua entrelazada
en fuego, frágil como una pompa de jabón,
una
monomanía oscura de pertenencia,
el dorso
del desierto en natalicios que luchan con rabia.
Llueve
ácido en mi verso del mañana,
y entre
recuerdos dispersos en este palimpsesto del alma,
aquí, en el
calabozo enfermo de la luz,
yo soy.
Ivette
Mendoza Fajardo
mi tercer ojo, lúcido, acicala recuerdos,
y me atraviesa este ritmo de espasmos
que la ciudad me impone sin clemencia.
y siento cómo mi talón se disuelve en el hueco frío de la soledad.
Soy esa lágrima de avellana que sueña,
esa arena que refleja el ruido ebrio del anochecer sin rubor.
mi mano derecha escucha las uñas que arañan el silencio,
y prende, con torpeza, la hoguera de sus melodías.
soy agua entrelazada en fuego, frágil como una pompa de jabón,
una monomanía oscura de pertenencia,
el dorso del desierto en natalicios que luchan con rabia.
Llueve ácido en mi verso del mañana,
y entre recuerdos dispersos en este palimpsesto del alma,
aquí, en el calabozo enfermo de la luz,
yo soy.
Ivette Mendoza Fajardo
Temblor en las Vigilias
Me detengo
a observar cómo se repliegan las manos
que ayer se
abrían como promesa sobre otras superficies
cansadas de
pretensiones.
Persiste en
mí el temblor de las vigilias
cuando
acepto que volverás a tu rutina de dejar huellas
chillonas.
Yo
presencio el trueque discreto de tu mirada,
esa forma
en que intercambias silencio
por un poco
de abrigo apenas sostenido.
Presiento
que quien te daba sombra
ya no
demorará su marcha en tu destierro.
¿De nuevo
esta escena repetida?
Me acerco
al laberinto opaco de mis ideas,
¿qué parte
de mí aún quiere tu regreso
cuando sin
pedir permiso deshojo lo intacto de tus días?
Tus
incertidumbres son flores torcidas
y tus
nostalgias tienen el rostro exacto
de quien
empieza a convertirse en alguien
que nutre
mi olvido.
Ivette
Mendoza Fajardo
lunes, 19 de mayo de 2025
Donde reposa el letargo
Permíteme ser sombra, reposar en tus
brazos:
ávida de reposo, tensada por la fatiga.
Existencia quieta que se escurre dócil por
mis contornos,
donde mi llanto abierto carece de alivio,
vena quebrada que anuda con sangre el ocaso
de tu melena.
Seré sombra silente, sin abreviatura,
vacío bastión que carcome la médula,
como soledad de alas en hilos de fervor.
Permanezco porque me consumo en la niebla,
porque ansío persistir, porque imploro
cesar
y grabar con sal un mundo más vasto y
efímero.
Permíteme ser penumbra que brota sobre tu
boca:
lenta y en el nudo del sigilo,
desde tu torso abierto y tus pupilas
oscuras,
ante el espejismo de ser la sucesora,
que desde mi sombra acecha.
Permíteme ser tú, tu esencia, que sin furia
se expande,
corriente con temblor de borrasca que se precipita.
Estación que desfallece o delira, en mi
costado en llamas,
que a escondidas devora mi pecho al
amanecer.
Labios-jade, suaves, amargos y dolidos,
néctar en calma vertido sobre mi oleaje.
Que tus labios sean filo enrojecido,
boca que no indaga, que muerde mi fortuna.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 18 de mayo de 2025
Un Capricho en la Espera
A la
tristeza por los oídos le lloran los días infinitos
pero nadie
contesta en los laberintos del primor.
Quedaron
encerradas a la orilla de tu lecho,
como las
memorias vivas del deseo.
Entonces
decidí poner un rostro helado y
juntar los
silencios en las rocas lejanas
de tu
enronquecida voz sobre mi almohada.
Y vi tu
imagen, moviéndose como un péndulo
—colgada—
en el
relámpago de la desolación y
mis
tormentos. Era igual estar dormida.
Trazabas
otra historia ardiendo insospechada
de
madrugadas ácidas, entre la lluvia y mi broche
de violetas
que proyectan tu sentir como página vacía
en mi
lejanía.
Fui hasta
el santuario donde enterraste las monedas
de nuestras
verdades, ¡Todavía valen en la tímida realidad!
sobre
figuras acaracoladas fantasmales de horas compartidas.
Y volví a
decirte:
¿Hacia
dónde vas en sereno tiempo, con el rostro escondido
como un
capricho que se espera?
Ivette
Mendoza Fajardo
La
Sombra Borda el Silencio
Era inútil
esperar una palabra doblada de todo.
Tu aliento,
quieto, invocaba la flaqueza del deseo,
reposaba
sobre la tarde como una promesa
que traía
de regreso un milagro dulce
entre el
crujido del frío.
Entonces
entendí
que no hay
regreso sin hambre,
que hay
manjares ocultos en el crepúsculo,
y soles que
no arden,
sino que
despiertan como panes frescos
llenos de
memoria,
rebosantes
de perdones
que rezan
al queso que se funde lento.
Pensé:
la sombra
es como terciopelo,
puede
bordarse también
sobre la
lentitud de los párpados.
Y el amor
como diciendo algo entre las paredes —
—ese amor
que arde desde el barro,
que huele a
tierra mojada —
se hornea
en capas de savia y silencio.
Pero ya era
tarde, y la poesía se había ido
con aquella
bandada de pájaros
que
supieron cantarnos bajo la briza.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 17 de mayo de 2025
La flor de tu sangre
La obsesión
de garabatear sueños me arde en la epidermis,
sujeta
máscaras de viento que se niega a morir.
Ese abismo
que domesticó al miedo —pero nunca le devolvió la risa—
es quien
borra los cantos que escuché de niña,
cuando el
error crecía como fruto podrido en la rama.
Ahora me
besa con labios de ausencia,
desde un
amor resquebrajado hacia un hambre de ojos vendados.
¿O será el
plomo en su lecho lo que pesa más?
El pavor es
un muro de cristal: grita en mis venas y no cae,
como
péndulo fijo en el aire,
como
chaqueta abandonada
que no
acepta la claridad del día. ¿Encenderá un cigarrillo?
Lucha con
el vacío, aniquila al ocaso,
pierde su
fuego de gratitud.
Los hijos
del anhelo, desnudos, inmóviles,
gritan sin
voz: yo soy la flor de tu sangre.
No hallarán
descanso en la luz.
¿Quién los
busca en su muslo agusanado?
Nacieron
antes del tormento. Ese es su sino.
El abismo
no vive en ellos. Está en mis cenizas, sin espuelas,
en esta
costumbre de quemarme las manos
esperando
lo prohibido.
Y eso… eso
es lo que más duele.
Ivette
Mendoza Fajardo
sujeta máscaras de viento que se niega a morir.
Ese abismo que domesticó al miedo —pero nunca le devolvió la risa—
es quien borra los cantos que escuché de niña,
cuando el error crecía como fruto podrido en la rama.
desde un amor resquebrajado hacia un hambre de ojos vendados.
¿O será el plomo en su lecho lo que pesa más?
como péndulo fijo en el aire,
como chaqueta abandonada
que no acepta la claridad del día. ¿Encenderá un cigarrillo?
Lucha con el vacío, aniquila al ocaso,
pierde su fuego de gratitud.
gritan sin voz: yo soy la flor de tu sangre.
No hallarán descanso en la luz.
¿Quién los busca en su muslo agusanado?
Nacieron antes del tormento. Ese es su sino.
El abismo no vive en ellos. Está en mis cenizas, sin espuelas,
en esta costumbre de quemarme las manos
esperando lo prohibido.
Y eso… eso es lo que más duele.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 16 de mayo de 2025
Quién Habita en la Sombra
Yo perseguí
la estela del errante,
descifré la
clave secreta en la noche cerrada,
dejé mi
garganta marcada por un filo de miedo,
y en mi
ausencia, que gritaba sobre la arena,
forjé mi
verbo preguntándome si aún eras sombra en mí.
Algo lúcido
me estremeció las raíces,
escuché el
murmullo de mi propia fuente,
vi mi
rostro con extrañeza y pregunté:
¿quién me
habita ahora? Me quité el desdén,
me senté a
esperar con las manos abiertas.
Por vez
primera, al mirarme, mi alma se rompió sin consuelo.
El soplo me
arrastró lejos. Y fue entonces —
cuando el
presente me rozó — que entendí el vacío.
Desde el
balbuceo del alba rompí mis orillas
con un
temblor que supo decirme. ¡Ah, caes a lo oscuro!
me lancé a
sus brazos, besé su dicha, me dejé envolver.
La noche
ardía entre nuestras manos.
La tormenta
escribió su canto.
Nuestros
cuerpos rasgaron el hechizo.
Y yo, con
mi bufanda,
cubrí la
desnudez que tú dejaste en la aurora.
Ivette
Mendoza Fajardo
descifré la clave secreta en la noche cerrada,
dejé mi garganta marcada por un filo de miedo,
y en mi ausencia, que gritaba sobre la arena,
forjé mi verbo preguntándome si aún eras sombra en mí.
Algo lúcido me estremeció las raíces,
escuché el murmullo de mi propia fuente,
vi mi rostro con extrañeza y pregunté:
¿quién me habita ahora? Me quité el desdén,
me senté a esperar con las manos abiertas.
Por vez primera, al mirarme, mi alma se rompió sin consuelo.
cuando el presente me rozó — que entendí el vacío.
con un temblor que supo decirme. ¡Ah, caes a lo oscuro!
me lancé a sus brazos, besé su dicha, me dejé envolver.
La tormenta escribió su canto.
Nuestros cuerpos rasgaron el hechizo.
Y yo, con mi bufanda,
cubrí la desnudez que tú dejaste en la aurora.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 15 de mayo de 2025
Erizamiento de Miradas
Qué
delicado el fulgor que chisporrotea
cuando
asciende el día volando en adjetivos.
Derrama su
trampa de semántica grandeza,
y huyen
figuras en pedacitos de vida sin ruido ni tregua
del espejo
distante de sonoros nervios.
Los ríos se
rinden, a la indiferencia de las palabras
la ciudad
se borra, en los confines del quebranto
la ciudad
se borra en los manjares del paladar.
¿Cuántas
veces morirá la ciudad antes de que nos toque?
Todo cambia
al andar a ciegas:
gestos,
rastros, sitios sin milagro buscando el amor.
La luz se
desvive, roza en erizamiento de miradas,
quema
suave, en la médula de turquesa donde
viven como
alas que no recuerdan, solo de vez en cuando.
El tiempo
—cariñoso, fatal—no lastima la sombra,
sólo cae,
echando chispas guiado por su propio giro,
hacia este
ahora perfecto, tan inevitable
como
despertar.
Ivette
Mendoza Fajardo
Las
Ondulaciones del Recuerdo
Los nardos
vibran por la sombra inerte,
y el corazón
se ondula de recuerdos,
en ruta
hacia mis lágrimas que no se rinden
aunque
sepan que amar también es hundirse
bajo el
grito seco de mi ira.
Esconden
una penca que me quema,
la jornada
de una caricia misteriosa,
terca como
una burbuja al deslizarse.
Y mientras
caen, clavan una cruz en la alta frente
que
perseguimos cuando no estamos ciegos
de
realidades ausentes, como ese deseo que no borra la noche
aun después
de apagarse la luz cruel.
Lo sentimos
lejos: cifrado en tu sombra,
quieto y
completo, en las sienes ardientes
de la
desolación que no espera.
Y cuando al
fin nos vayamos, quedarán
frutos de
desolación sin madurar.
Solo miraré
aquel corazón
que me amó
antes del nunca.
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 14 de mayo de 2025
Geometría del Deseo Delirante
Todas las
formas y sus símbolos deliran hacia su fin,
bajo sus
extremidades se oculta el ornamento de escarcha,
como el
ferviente lamento del crepúsculo, para apoderarse
de una
franja de niebla vedada al deseo,
una tonada
de extraños pensamientos para cardos que aun
balbucean
en los bordes del mutismo, donde el alma se repliega.
Toda la
aurora zapatea sus marismas de carabela de luto,
las formas
tetraédricas de bramantes nebulosos se atraviesan,
sepultan
alientos: ceremonia de la emoción, de cualquier
modo como
prisión en vacío de incógnito,
y el dolor
adopta máscaras de geometría antigua.
Combinando
los gemidos, que de oídos se abrazan, o se
aniquilan
el rastro del aire, de por vida perduran y vuelven,
giran en su
lumbre gastada, caen inhalando pena,
una caricia
de albaricoque en besos de astillas,
rescatando
la ternura de escombros del tacto.
Al
anochecer, en ellas desde su propia cosecha
descansa
una vida errante,
una vida
que alguna vez amó,
y aún
suspira, rozando con los pies la voz de un amor ido.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 13 de mayo de 2025
La corteza del silencio
Encerrada
en la corteza lunar, el jazmín de la tormenta
arrulla mi
silencio con una tarde nueva, afilada de certeza,
que escarba
dentro de sí un presagio en espiral, en el aire fulgurante,
y se ovilla
en la cintura tediosa de su propio acertijo.
Como un
brote que traga su píldora en la semilla, me sostengo,
agazapada
en su cápsula de ruido solitario.
Lo que vale
es peso en oro vivo, y me tiembla una marea callada;
y en la
arena me persiste la memoria de tus labios,
sollozando
una arboleda entristecida que apenas florece.
Llega la
brasa a su nido vacío, como un petardo
que
extravía la brújula de sus vestimentas,
vueltas
harapos sin contorno: un jarro quebrado
del mundo
donde regresa el polvoso retoño,
ya no bien
amado, deslustrado, como un lápiz de feria.
Te respiro
en el desvarío, predigo tu sueño, te absuelvo,
aunque el
silencio me comparte el sudor que cae
de su
frente. Yo sigo allí, en la frontera donde no habita nadie.
Ivette
Mendoza Fajardo
lunes, 12 de mayo de 2025
Siete Nombres al Vacío
Me
construyo de grietas leves
bajo lunas
voraces de pechos dormidos:
soy la
última noticia extraviada en la línea del silencio,
la penumbra
que aprende a nadar entre mis propias
paradojas,
en este cuerpo de alambres dolidos.
Mis huesos
—ajenos al calendario—
golpean el
yunque de lo incierto,
mientras la
noche, cómplice de horas frígidas,
me presta
sus ojos para entrever
los giros
de la niebla del cansancio.
Sobrevivo
de mitos: ¿quién dijo miedo?
siete
muertes me hilan, sin que me trague la tierra,
una aún me
duele al doblar la ropa,
siete
nombres arrojo al vacío —rompiendo el hielo—
y todos
vuelven con sabor a lanza y derrota.
No es el
fuego lo que quema, sino este frío que dibuja
—con tinta
de sombra— mi perfil en los muros
del olvido:
una picardía insistente, que no ahoga
el rito del
amor.
Ivette
Mendoza Fajardo
bajo lunas voraces de pechos dormidos:
soy la última noticia extraviada en la línea del silencio,
la penumbra que aprende a nadar entre mis propias
paradojas, en este cuerpo de alambres dolidos.
golpean el yunque de lo incierto,
mientras la noche, cómplice de horas frígidas,
me presta sus ojos para entrever
los giros de la niebla del cansancio.
siete muertes me hilan, sin que me trague la tierra,
una aún me duele al doblar la ropa,
siete nombres arrojo al vacío —rompiendo el hielo—
y todos vuelven con sabor a lanza y derrota.
—con tinta de sombra— mi perfil en los muros
del olvido: una picardía insistente, que no ahoga
el rito del amor.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 11 de mayo de 2025
Obsesión Marchita
Obsesión
marchita de mi
tibio
esternón que sacude
o, quizás,
inmoviliza el alma, pero
yo retorno
anónima a oír los lamentos
y
retorcerlos tras la puerta.
Y, si bien frágil,
su repetida sangre
me corta el
molde al descubierto
como sombra
redonda que brilla
bajo su disco
rayado. ¿Craso error?
Soledad de
besos audaces encadenados,
de dudas,
angustia de paladar incierto:
yo asciendo
al coágulo de mi espiga acantilada
–roce agudo
del verbo batallante
en el
regazo herido de mis muecas–.
Nota tensa,
intuida a modo de réplica,
señal vacía
para el preciso momento,
sin ser
santo de mi devoción,
para la
sangre que da forma
a un refrán desgastado de anhelos que mis manos reciben:
–maniquíes
sin sueño en la
atadura del
mediodía, siguiendo pasos ebrios,
la gota
recién nacida, áspera–.
Camino
valiente el trazo del vértigo,
como
plenitud callada, como papel mojado
ardiendo en
nuestros cuerpos, midiendo las costillas.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 10 de mayo de 2025
Zafiro en Amaranto
Desconózcase
el atrevimiento del campanario cantando:
lamento
alado de crías húmedas deshace mi esqueleto en agua.
Toda arenga
vacía se congrega en el cofre de mi esencia.
Dobla su
lanza mínima la bamba
del
hálito-estrella —ahí la gratitud de mis mares,
que horadan
la epidermis quieta, zafiro mojado en amaranto,
mientras
los alaridos brotan por el revés de la espuma amañada,
bajo la
punzante vigilia del sopor.
Y es la
atracción: hamacas señoriales de lágrimas latigudas —
como si
llorar fuera un lujo (¿ves? estoy muda), pero grito al romperme,
fluido de
soplos innombrables...
Ahí
descendí, con rápida ofrenda, hacia el espectro debilitado
que amarra
mis sienes a lo oscuro.
Rehúso el
sosiego llagado de pesadumbre.
—Yo,
tejedora
fallida del ancla, pero aún atada al hilo
que afrenta
ver su mirada—,
hundiendo
mis dedos en su substancia, y sigo hablando
con el
pulso en la garganta aún buscando sus palabras.
Ivette
Mendoza Fajardo
viernes, 9 de mayo de 2025
Garfios de Adioses
Cierro
soles en el Big-Bang de los minutos:
el astro
roto de mi quebranto,
la añoranza
que se pierde en el temor de mis huellas,
la catarata
de voz amada que gime entre mis versos,
la última
chispa que titila en mis temblores
para
alimentar el surco de mi luna solitaria.
Ofrezco en
la promesa de mis párpados:
el pantano de
mis titubeos ensortijados,
el frenesí
del remordimiento nocturno
vertido en
mi aislamiento de extraño rugido;
las teclas
que manipulan la luz verde de vacíos,
los hierros
de mi pecho ahogando palabras
que no
caben en las rutas del humo.
Todo se
desplaza en garfios de tus adioses:
el ansia de
un rumor libre
grabado en
la grafía de una esquina infeliz.
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 7 de mayo de 2025
El Pabellón de las Lenguas Desnudas
Mi sombra
lleva entrañas de enmienda,
lava los
fracasos que mi alma no venda.
El llanto
graba un cielo de heridas benditas,
tejiendo
mortajas en mis sienes marchitas.
He conocido
un pabellón de lenguas desnudas
—guirnaldas
de fuego en mi beldad aguda—
y lo arrojé
a mi espalda, al filo naranja,
donde el
peso de mis besos clava su aldaba.
Los álamos
del corazón enloquecidos,
los
triangulé, dolorosos, ya sin vida.
Su humo
inventa oleajes en mi calvario,
pero mi
soledad, entre las llamas,
es la única
que sabe nacer de las cenizas.
Mis
verdades caminan sobre volcanes mudos,
hipnotizadas
por chacales sedientos de piedad,
colores de
vanidad, hemoglobina al viento…
¿Acaso el
desgarro de uñas alegres es nada?
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 3 de mayo de 2025
Senderos de Cristal
Giran
senderos en el cristal encorvado del orbe;
me tejen
adivinanzas de espigas y derrota
entre los
perfumes del milenio. Allí, la historia estalla:
veranos de
auras solitarias, —viñedos en llamas—
chocan
contra las plumas acróbatas de quienes olvidan
el poema, y
repiten la oligarquía de mil alma-pantera.
—Guitarras
y buñuelos ensortijan las doctrinas—
las que
guardo en el pecho. Bajo el cielo revolucionario,
en el
refugio de pasto, me persigno:
el invierno
se extravía desde mis manos… se juegan barajas.
Y el
vestigio de la memoria —no es piedra—
es un
panteón de esquinas virginales
donde una
bayoneta colosal, también, se pudre.
El corazón
de velitas blancas me devora, mareándome
a través de
la noche en la divinidad de una pestaña,
que navega
en la locura eterna.
Ivette
Mendoza Fajardo
viernes, 2 de mayo de 2025
Alacranes de la Angustia
Mueven los
vientos sus manos de fuego,
—su pantano
hondo de llanto—: allí
donde el
faro ve el asombro y el cataclismo.
Algo es
llevado a los símbolos de la saliva...
Ella
respira. Ella piensa en el ondear de la ilusión.
El bramido
de las miradas —ese ladrido de corazones
despavoridos—
suelta cabelleras de luces.
¿Las
sueltan, acaso, colmados de frutas?
¡Ah! Y yo,
junto a la mar, sollozo sobre el mármol.
Me gime un
alma cavernaria, enchapada de medallas,
con olor a
trajes húmedos, que empuñan sonidos,
visten
joyas del anochecer.
Muertas de
infamia, las aguas dormitan en el rincón.
Me exigen
llevar la especie enloquecida —
adúltera,
bailarina—, que patina sobre
la lengua
fragante, sobre los alacranes de la angustia,
que me
buscan en la antología del sueño.
Ivette
Mendoza Fajardo
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