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martes, 8 de abril de 2025

Voz Arrepentida del Trance Intermolecular

Arrancando los destrabes musculares del sonido,
llegas hacia mí, civilizadamente, a estibar crujido cúbico
en el alma divagada de sueños hipnagógicos.
Vienes a derramar en mi espíritu preguntante tu secreto
de soledad molecular sobre días eutécticos y quebradizos;
tu secreto de filosofal travesía hacia el entorno celeste,
de galopante galladura, de un horizonte
con nobleza de bellota inoxidable invertida de sabor carmesí,
agasajando el copete de los vestigios en un barullo valiente y elogiado.
Tu misterio sibilino he de archivar,
como el lienzo guerrero archiva la voz arrepentida
del trance intermolecular,
o como la jerga banal custodia la semilla de fantasía afortunada.
Mientras tanto, la pantomima en el zumo
de tus labios de ciencias desgastadas,
la pompa destinada a un edén postrero que enclaustra
advenimientos fundamentales, menea, del laurel sexagonal, la luz impoluta
de una virtud sublime que me exige caer en lo ya fugazmente recordado:
la permanencia sin palabra, laxónicas en declive,
donde, a través de los llaveros llevaderos
que nacen para aglutinar lisonjas malintencionadas
momificadas de mentol, escoge la divisibilidad del mundo
hurgando el soplo en la picadura parlanchina
del corazón pasavolante que no deja ser
más que un dócil poema polinizado en el redoble de cenizas
donde jamás conocieron mi saber.
Ivette Mendoza Fajardo 



lunes, 7 de abril de 2025

El Talud Electrodinámico de la Nada

El orbe excomulgado y desvaído en malquerencia,
y sed de diabluras copetudas: una cabriola alardosa, amada
en cien pedazos. Blanco de alarma accesible, hacia el cáustico
silencio y hambre oscura y ficticia, en el lampazo injurioso.
El jarabe lanudo, en la ferocidad de este infinito —y lo eterno—,
este infinito de hipótesis en serie, que abate y derrumba, y
hunde hasta un talud electrodinámico, de diptongos decadentes.
Picos vivificantes de tangos valerosos, olfatos afónicos,
figuras que se tantean entre sí sin afabilidad.
Silencio tambaleado, en el silabario de la nada más:
cálido y terso, todavía. Palmada chocante que no margina,
palmotea o define. Reprogramación de toda aureola,
sobre el arsénico binocular, siglo de cirros, de fallas, de furgonetas.
¿Dónde caminarán, heliocéntricamente, en el acueducto de la muerte?
Los lémures del orbe híbrido memorístico, entero siempre
organizado. El palenque riscoso del triunfo: mano a mano,
agua sobre el sostenimiento de una estratagema,
en la colosal solitud de la clemencia.
En un yermo trotaremos —es seguro—.
El orbe ulcerado, en topacio reverente, de usurpación totalitaria.
¿Cómo añorará aquellos siglos, en que la tibia sinalefa sus propios pasos,
hacia esa nada, fragmentó?
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 6 de abril de 2025

El Alfa Racional de la Vacuidad Perenne

 Constelación pretensiosa de dedal rizomatoso en rayuela sílfide
que se queja, acicalada en la rotura permisiva del tiempo perfeccionista.
Escaños oceanográficos de redondez silvestre, en mándala acalorada,
sestean sobre la irrompible velocidad leñosa del aire mantecado de aventuras.
¿Cómo recuenta en mí un alfa racional de vacuidad perenne,
dentro de la vitrola matutina de mi alma en gestación?
Vilortas vigorosas, con vocales boquiabiertas y vocerrones desatornillados,
que pasan ambulantes por calles de cerrojos en un mundo cacareado.
Conmutador diacrítico en el e-mail de las ventanas zodiacales;
en esos aires estirados, cruzan con gazmoño días ilesos de pasión irrelevante.
Todo soberbio entonces, idílico en la gelatina joven del jolgorio,
pero que no auguran nada que julepea en lo perfecto.
Sólo un libreto extenso marrón en sus despojos, la uña mohína
de la ignorancia con mil adversidades juntas; y todo se interrumpe,
se desgarra, se descompone, se deslustra, se volatiliza, se chamusca
y no retorna en la hipótesis del agua centrípeta y ciega para llevar
la luz herrumbrosa de la estufilla astral.
Ivette Mendoza Fajardo



Apetencia Halogenada de Furia Divina

La apetencia muscínea se desborda, regicida,
en este reino infortunado.
El peón sabatino de los disparates
vocifera, retumba y exhala; el zafiro sarcástico
y astral donde implanta su belleza de esturión
turbinado.
La verticalidad del mapa violinista
fantasea con una mano pamplinera, firme siempre,
y una pipa ajedrecista desordena la vida entre el dique
dinástico dentudo y la disfagia de su furia divina,
a contraluz.
La empuñadura ebrancada se enmascara,
ceremoniosa, engrandecida
en un empate especulador de dádivas ya irreflexivas,
que divierte, conceptual y gravemente, el sonido opaco y glacial
del astro etimológico, sin su centelleo, sin su silencio halogenado.
 
El reino ionosférico se modifica, la tierra de su encanto se desviste.
La apetencia muscínea nos irriga, nos idolatra, nos exprime
para ver la verdad manicorta que renquea en el pretil achocado
de la contradanza mustia y cogitabunda.
 
La tramoya del alfil no concluye; la comparsa anochece cualquier
secreto desoxidado que pueda subvertir su inocencia, todos a
la vuelta de la esquina, a la deriva en la plataforma cruel
de la piñuela figurante antes de extinguir sus preceptos presidencialistas.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 5 de abril de 2025

Impresos Cuerpos Levitantes

Galladuras monocíclicas, ese decatlón que sonreía.
Eran densas las jabalinas isométricas,
al otro lado izquierdo, exactamente,
de la guarnición nornávica, encima, arriba.
 
¿Dónde iba aquel magosto de pimpina,
al recodo quincenario de la tierra?
 
Bordadas esas fachadas,
representaban la arista extrema de la farola embargable,
venciéndose también en los émbolos del sufrimiento zulmántico,
quietos ya, sin doro irremediable de la indiferencia.
 
Eran otros los pitos emboquillados de las murallas,
impresos nuevamente por sus cuerpos levitantes,
lexicados a nosotros, a lo errabundo de la lezna.
 
¿Dónde iba aquel libatorio vituperado de calle deformada?
¿Qué acuarela pintaba el abejón de la eglotina?
 
Callados decatlones,
callada su irrisoria enemistad:
bayoneta irrigada de jorobas largamente,
como lenteja mangada de manía callada.
Ivette Mendoza Fajardo




viernes, 4 de abril de 2025

Piruetas entre Espigas

Como el lavaojos del yugo, en su necedad,
andaba imaginando la insulina de plata,
mientras el ogro ostentoso del yugo
bailaba, chillando, en la chatarra del hollín.
 
Retornaste, chintano de acaecimientos.
 
El chircate patibulario era una manopla
de abreviaturas;
el chircate patibulario era el pellizco
de la penalidad presente;
el chircate patibulario era la pértiga desaliñada,
y tuvo que rendirse
en una pirueta de golosa ambrosía.
 
Como el chircate patibulario
y el lavaojos del yugo
se abrazaron entre las espigas
del taburete más temible de la nación,
allí comenzaron los encomios.
 
La guillotina resquebrajada de la palanca embarullada
sobresalía con sus triquiñuelas,
cascabeleando en la válvula dantista,
para modelar en pasarelas de brillo glástigo,
el sabor vurtémico
de una tragicomedia falseada por la zirnátula de lo inútil.
Ivette Mendoza Fajardo



Fugacidad en Golpe de Gorrión

 Fugacidad del osciloscopio que peina un ansia,
en la era paleolítica, lo remite la costumbre
de su enredo cristalino, para echar discursos sabios.
Rebotando hizo de su reinado un sainete
de adjetivos que se escurren en la palma de mis manos.
 
Vengo exhausta en la prosa de un texto célebre
que me lanza a la odisea de desvelos blancos.
Perdurable lumbre del collado desangrado
en el escaparate mental: terne silueta
por la plegaria de un pecho de inviernos
picadillos papandujos.
 
Nimiedades papanatas naturalizan la cretírola
del cotorreo ululado, chaqueta del abismo
que escapa hacia la negación de uno mismo.
Naranjales machistas disfrazan de espuma
mi contorno amotinado, tenis dálmata.
 
Zarnívora voz me roe la hexalúa,
y con gluséntrico silencio me mastico.
¡Dextrosa engallada en la gabardina
de un golpe de gorrión!
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 3 de abril de 2025

Remolino de la Sublimación del Miedo

 La verdad se torna vencida por los árboles que heredan
el sepulcro interminable de su gloria afligida.
Inevitablemente muere como inmersa dentro del castigo
ególatra de sus voces miserables;
en la fábula oculista va presa de terror con el paráglifo educado
de la vidriera tardía, como tejiendo ironías que espantan sombras
picaflores.
Vigas de ego en pinolillos revisores de su yo dinamizado,
entre tantos intentos ya rebeldes, nos dice que nos ama.
Para encontrarse maltrecho en la estela de carabelas vivas.
Por eso en el despojo del alabastro psicotrópico se
hace instantáneo por los dichos de su subsistencia subjuntiva.
Chacal en cada contingencia de la realidad que nunca dice
nada.
Se condensa en el esternón de matrices grafitadas
en la infinitud de sus pausas cletas quedan inmóviles
en cualquier momento.
Desde todo punto de vista, el río de neón amaestrado
corta el alma con las navajas del horizonte y acechan
en una larga cadena con pecados veniales ante el cuerpo
azareado del delito. Partitura de minutos eficaces
partiendo criptogramas de colores en un oro tentativo.
¡Hay discordia suntuosa en cada remolino de la sublimación
del miedo!
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 2 de abril de 2025

Soledad Fantasmal de Constelaciones Diurnas

 Marqueta firme que elogia las mentiras
como riesgos de burlas y de penas en convulsiones
desmesuradas.
Esófagos madrugados de la sorda herida ya porfiada,
busca adelante sus brazos floreados de cuchillo odorífero
con seña inexplorada. Agua de cabellos cristalinos
escabulle un juego pirotécnico en la malla del
engendro enemigo. Dicha imprudente mal llorada,
con sus paños hacia el sol de los bullicios, envía
correos electrónicos al pasado. Arrepentimiento
de celulares que tapizan una queja obstinada para
acorralar la edad de hielo del umbral de los pinceles.
Adormece el juicio de hombros del pesar y amargos
se pavonea en su prisión de plumas atávicas que roen
en el estallido nasal del momento insólito.
Fuente de la deriva de pulseras en constelaciones diurnas,
dejan sus vestigios en la catadura del verso químico
y en el azafrán de la nostalgia. La tarde cruje de dolor,
sí cruje de dolor en la madriguera de lloros sin contentos,
busca admiración en distancia de ayes alados en turbias
caminatas de la soledad fantasmal con autobiografías tibias
de orígenes eternos.
Ivette Mendoza Fajardo



Colúbrido en la Circunferencia de la Vida

Con la manga saturnal del viento,
el sueño nervado es motorizado a prejuzgar;
pupilas quintaesénciales, sus costados se atavían para palear
su viejo pragmatismo corpóreo.
Ahora que toda sed del pensamiento de su maña tartamuda,
se asfixia en la fachada del tiempo tufarada, memoriza.
Silbante y rodadora, se encumbra hacia su débito cavernícola
y percibe que con la confirmada ilusión
todo se transforma microscópicamente ante
la coacción del intento.
Lo que ayer fue macroscópico ahora
abarca colúbrido en la circunferencia de la vida,
con lo que revela a los clónicos cucuruchos divirtiéndose
en un riachuelo descortezador inédito de desenlaces
ya finales con émbolos secretos.
Doceavo mar comatoso y anatema enfurece a la tierra
con las escobillas estelares como espejos espiritosos del cielo,
manos con las que empuja la evaporización del mundo
hacia un confín fractal y etéreo. La vida fangosa
hoy solo mordedura mesomorfa es,
¡Actitud hidrópica de laxo modo! huesecillo indomable,
junto a la irreverencia el llavero parpadeante es inmaculado.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 1 de abril de 2025

Gárgolas en mi Sueño Lúcido

 1982, mi hija emerge,
la vida se derrama en hemorragias sin fin.
El peso del cuerpo, ropa empapada en un océano de fatiga,
mi regreso a casa—
un umbral entre mundos.
 
¿Era el sueño el que me vencía, o la muerte susurrando?
F R Í O
atraviesa, de cintura a pies, un río helado.
Intento moverme,
¿parálisis? ¿presagio?
¿o el despertar en otro plano?
 
—Y entonces—
Ellas llegan.
Dos gárgolas, opacas—más negras que la noche,
ojos rubíes, brillantes suficientes para cegar.
Sus colas, lanzas listas para sentenciar.
 
Trepan la ventana,
jalan una a la otra,
burlas y azotes,
"Antes no te llevamos… ahora sí."
 
Mis pies, su objetivo.
Lucha desesperada, más feroz de lo imaginable,
las expulso
con fuerza desconocida.
 
Despierto, temblando,
el frío persiste.
¿Se han ido?
Todo se siente real, intenso, lúcido.
¿Están aún allí, esperando?
Grietas en el alma, grietas en la realidad.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 31 de marzo de 2025

Flotante Prisma Raudo

Flotante en el endecasílabo de tus párpados camafeos,
lexicalizas la mampara del tiempo sericígeno:
una manivela paleteada, delinea álgebra en el aire salival.
Dentro del palmoteo de un prisma raudo,
no escucho el sonido resignado del viento insatisfecho,
ni el taponazo coloquial de las turbinas, prefiguradas a frases célebres;
todas organizan un refinamiento simultáneo:
es la pericia infrahumana de su eje desnivelado,
el tragaluz infundioso donde aparece el halógeno perpetuo,
el volante huapango donde danza el jícaro latitudinal:
las pilastras tienen oídos para mistificar, azul de torbellino.
Rumias en la glicerina olivácea,
en el receptáculo ovulatorio de luz pachanguera,
que protesta cuando no le otorgas
alas patituertas para volar en la oscuridad norial,
en las esferas psicodélicas del vacío, diurética animación
y retroalimentación de sus disfraces blandos.
Afuera, la sangría selenitosa quema la emanación inaugural:
una tapia de sonido entre las sienes de una tarabilla tectónica
se arrincona hasta un brazal maneado.
La prerrogativa retrógrada de un lápiz lo bosqueja:
el sonido de los papeles salvavidas.
Ivette Mendoza Fajardo




sábado, 29 de marzo de 2025

Fístula del Oxido Lacerado

 Las sandalias de luciérnagas prófugas
tejen la brisa conceptual en cicatrices vivificantes,
mis extrañeces irrumpen como cánticos de virtudes
etéreas,
reverenciados octágonos de ambrosía que deletrean
vidas frías, al desnudo de isotopías argüidoras.
Para peinar los tendones de mi sombra,
se rebela la fístula del óxido lacerado,
rechazando dejar el umbral ennoblecido
de su refugio, ultrajado por trivialidades osadas.
Se queja en el léxico indolente un clamor náutico,
un gaznatazo ergonómico, un casaquín remilgado,
fundidos en el edén absurdo de la anticipación.
El miraje de una historia artificiada,
estéril y estoica, se disipa con el helio
decadente de revelaciones contorsionadas.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 26 de marzo de 2025

Médula de Gravitación y Eternidad Protectora

 Médula de gravitación y eternidad protectora
en rutas de bullicios hacia a toda la burla ambulante que
pide fomentar multitud de apoyo condescendiente como
en videos convulsos, madrugadores o vespertinos.
 
Se requiere ceñir un minuto, en prudencia, como silueta fría,
festones de olfatos con fidelidad, en buen corazón caviloso, ondean.
 
Ángelus codiciados de sufrimientos, posesión de realidad motorizada,
colmillos de milagros hambrientos y buena raíz de simetría amarga.
Se brinda buen cuidado, a las auroras eminentes de músculos fornidos.
 
 Artesanía no rutinaria -con viajes de dianas incendiarias
en carruseles afligidos
dentro y fuera de marmóreos-.
Correteo que humilde, desagrada, para el bien.
 
Techar solamente los más sutiles y carcomidos intereses.
Discurrir en suerte de tapiz esquivo, adornarla de ufano temor:
donde se domina dosel terremoteado de zozobra vacilante.
Ivette Mendoza Fajardo



Corazón Infante de Flaquezas

 Bajo a las hijuelas milagrosas de distancias profanas; pregona el
mitin rábico, todas las tardes, con sus resúmenes indefinidos,
y son como un antebrazo de cenizas tumultuosas, sin luz de abismos.
El barro de la derrota es un corazón infante que cubre las flaquezas
que perforan el alma.
La perfección encadenada del numen de los días,
con sus gamas níveas de orígenes nocturnos,
también recorre las balas que se magnetizan en el mismo cuarto
donde germinan los naranjos y el denuedo.
 
Sin deseos de duraznos, cien mil lloros han cabalgado
los amaneceres en fatales pesadillas,
agarradas a las mismas reliquias de temblorosos regimientos.
Dirijo el rumbo torturado hacia los vastos monólogos litorales
para ver dónde finaliza el clandestino mar irresistible de narcisos,
desposeído de fechas, con brotes de insomnios,
sin resplandores de harapienta lucidez del cielo cosechando tu mirada.
Ennegrecen en mi cuerpo los vientos sabios sonámbulos del sur,
bajo la voz injusta de pilares vitales moralizando mis entrañas
ciegas para encender en tus ojos deslucidos del sereno, lo que
la vida conmina, incrustada dentro de mis fantasías salariales.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 14 de marzo de 2025

La Rabadilla del Amuleto Astuto

 La rabadilla del amuleto se adorna

con auroras que ojean pardas distancias
fanegadas de inviernos vigilantes.
El lapicero semántico de la luna rueca- alegre se vuelve
tranquilo y flemático al cruzar 
por los ribetes renovados de céfiros dominantes,
dibujando sueños rompehielos y experimentados, en vasta pleamar.
¿Qué pasó con el sol ruletero de melancolía samurái?
Una tarde satirizada me causó un zumbido amortiguado
desde los pies hasta la esquina de mi cabeza,
y 'colorín colorado' me llevó a un mundo atolondrado;
mientras las pecas toroidales de tu esqueleto vertical clamaban piedad,
sostenidas en tus brazos.
Ah, sustancia lunar y espuma en la varilla de los besos,
en el rompecabezas de mi alma,
voltios y voltios de energía ultramarina
edifican, poco a poco, su recreo escolástico.
Y el silencio del torpedo espiritual, astutamente, guarda su secreto
de daga furtiva y espoleada con astucia sabia y surrealista,
porque sabe que la hiedra veteada del conocimiento
radica en la tachuela desamorada…
Ivette Mendoza Fajardo


















Deudas del Silencio Rimador
 
El silencio rimador es el placer
del sustantivo enaltecido.
Una tilde grandeva que suspira,
rota junto a los tallos de corva animosidad,
un cielo de esclavitud accidental
se desnuda en la veracidad
del desayuno nervioso y tranquea
famélico, mientras el mundo le sabe a despecho
sin perdón picoteado de angustias célebres.
Un grano de arroz es la esdrújula
serpenteante del camino oculto y mordisqueado
por el lobo esquilador.
El tormento esquelético de fatalidad cuenta sus
alas numéricas para condenar
deudas amenazantes que
absuelve el eje floreado de la superstición
y encenega al zapato sonoro de cataclismos recurrentes.
¿Las diéresis tomando la ducha de la eternidad?
Y no se rinden; van de jaula en jaula,
ruidosas con sentimientos gramaticales.
Ivette Mendoza Fajardo


Saturno y el Espejismo de la Felicidad

 El ruido en el estómago es un aullido de la propaganda,
gallo gallina,
que acompañaba al pie derecho a sonreír como una vela sin timón,
hecha fe. La magra fiebre de cuchillo ilustre avanza erecta en pañuelos
de párpados suntuosos, cual amortiguadores de bombones
verificativos para un sabueso fiel.
Saco de desgracia, en licuadora ventajista y chonetes de resinas familiares,
sus vértigos enchilados logran un jonrón pulcro de animosidades
que los consagra desde un cielo encapotado con ventajas hogareñas.
Sodoma del cristal, falazmente, marca el teléfono de su martirio
universitario bajo la inquisición axilar de los escaparates viscerales
de llaves asustadas, como el golpe del hollejo refrangible, que
ataca sin piedad.
En los maizales seductores del corazón, bajo acuerdos taxonómicos,
algo brillaba alrededor mío,
con circuitos silenciados, ponchados, llenos de piadosas pantomimas
rojas, verdes, rojas, que promulgan sus sombras en movimiento,
espiritual postizo.
Los restos de apetitos caníbales que dejó la recreación
yacen en la palestra temblorosa de lo ilusorio, con ovillos frígidos de añoranzas.
Yo degustaba la amarga corteza oronda de la espera sin novedad alguna;
Saturno era mi renqueante dolor, robándome la felicidad gimnasta donde
permanecí en entrañable montículo de cenizas.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 13 de marzo de 2025

Amasijo de Teflones Rojos Molidos en la Aventura Renegada

 Tórax de árboles mugen dentro de plegarias sin clamores,
como oscilando en abundantes historias
de inteligencias oscuras nunca vistas, y acaban
demenciales en el papiro inabarcable del alba y su dicción.
El cielo del diccionario noble: es un visionado
silencio de trapecios adormilados, que juega con mis sentimientos.
La jerga neófita y patogénica matiza anaranjada entre girándulas
temerarias y los frutos fusilados siguen ahí en detalles oprimidos.
Los patines soberbios desagradan a los carniceros
de la riqueza y el tiempo del halcón da recados
fogosamente a la mancha débil de la literatura.
En el radiador de las cabriolas, el fangal cirujano implanta
los ojos tenebrosos del acordeón libidinoso.
El matamoscas no está en los rasurados teflones
ni reconcilia el amasijo rojo de la bolsa glandular,
irritantemente.
Aún más allá,
las carcajadas candeales nadan en el granizo de mis
huesos.
Si pudiéramos recuperar el semáforo molido en la aventura renegada,
reconvertirlo en una vida recién llovida de curvas boreales,
o brincar sobre la aureola de los trópicos y regresar a su afamada
juventud para su vasta reverencia y gratitud.
Lavar las ramas de la entretención en la lengua de las piedras,
alimentarlas frente a la otredad de puntos cardinales,
disfrazándose de mares con seis piernas que se miran a un
espejo destilando la esencia pleistocénica de la fidelidad.
Ivette Mendoza Fajardo



Orquestación de la Desazonada Existencia

 La existencia labrada de musicalidad palidece su sentido
memorístico, atrapado en un campanil de despunte facetado;
se transmuta en un devenir eterno de chispa metatarso.
Una carátula bautizada en la motilidad de la muerte, son
avideces mal vividas en peroles de reuma retumbante, como
un compás trajeado, suave y lento de aprensión.
Viveza patronal, peinada por la mano de la nerítica lanceta,
brava, avariciosa de insípida locución.
Luces de melanina internacional llagan su
desazonada huerfanidad en la sal de la inconciencia;
un corcel indisoluble crepita cremoso en el cerro del Yagual.
Y todo capta en la taberna forajida como una aleonada melodía,
con firmeza atemporal que espanta el marrón de la vida adyacente.
Mojarras de la misma palabra que llama a su verdugo retoñar
arcaísmos, siente llorarlo todo con brújulas desanimadas, tontas,
que se hunden en la malicia de la nada.
Alforza, como acertijos de linajes voladores, son algas
reclamando el vacío incorrecto.
¡Ah, batería del disparate que vigila y mata, callando!
Ivette Mendoza Fajardo












Cuerdas del Pasado Insurgente
 
El ayer está marcado por huraña culpa,
que se resigna rígida hasta las madrugadas,
o por un océano de intrepidez que sacude,
agitando las persianas de las ingles macilentas.
Se rompen los platos vociferantes del recreo,
que ligaron ataduras con los matasellos narigudos;
se desatan varillas neurológicas de plantas
olvidadizas, olímpicamente ancestrales.
El ordenamiento paranieves flaquea en las cuerdas
del pasado insurgente,
y el puñetazo pretensioso retruca sin ostentación.
Las ruletas de la saciedad concluyen su luz silábica
para su verdadera protección.
La azotea del declive tiene el talón rígido de senderos;
así, no encuentra la fiera solitaria del infinito.
La órbita encapuchada esquiva el corcel del eclipse y
se muere al caerle el peso de la noche.
Cuna que sangra las raíces de la tierra, como la canoa infiel de la
conciencia y es huérfana en su rebrote y se enrama,
descifrando los signos de la sumisión.
¿Es la corona ominosa del temblor la misma fiebre que alienta
la armadura intransigente de su piel, trillada de encajes jubilatorios?
Ivette Mendoza Fajardo


miércoles, 12 de marzo de 2025

En el Cuadricular de Facto

 Las tarteras polifórmicas del mendrugo
escurren escarlata.
Las limaduras lúdicas se interrogan holgazanamente;
estalla un helecho peregrino de vidrio cimarrón,
y se respira su presencia en el equinoccio fanatizado.
Las frentes de los relojes tientan sus blancuras,
imprimen sus intelectos en harapos profanados;
tiempo fanfarroneado, excomulgando evidencias,
y navajas muertas en el cuadricular de facto.
Cornúpeta de rozamiento agrio,
pupilas conminatorias que se tupen de tantos
años fenecidos.
Chamarra de niebla de Neptuno,
píldora del cirio en auxilio, circunscrito,
válvulas irascibles en los melodramas del cielo...
hay protestas de sueños cincuentones.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 11 de marzo de 2025

Arpas Polisémicas

 La puntada y el revés
del mundo nitrogenado
poseen una sola cornisa
que al satelizar cae
entre puntos y agujas inacabables,
pupilaje
y territorios en objetividad colérica.
 
Abate
como pértigas a oscurantismos pecadores
porosidad andarina, profetiza
portafolio del mentón afiebrado
en penacho reprogramado
de áncoras y arpas polisémicas
 
Deslealtad consuetudinaria, aplaca
vagamente hendedura carnívora en paréntesis
absolutos carentes de obediencia
zumo polizonte que cae de bruces,
guerrero y frígido, bebe veneno peatonal
al abrir sus ojos metálicos a la deriva.
Ivette Mendoza Fajardo


La Trova de la Luna Condenada

 Regresa tu baladro de materia,
intimida en el escondrijo del sonido—
bajo el burbujeo encanecido,
en la juntura de la espuma.
 
Se equivoca detrás del pórtico del mañana,
con categórica extremidad, como el barranco
de la vida;
bajo la bóveda que al reposo llama, sin consagrar
la media luna condenada—sin decir nada—
que acentúa, transfigura la noche de pronombres.
 
Convulsa, impertinente, la mano sobre el dorso del saber
del adonis rostro que con atisbo inflexible aparece,
-solo- calcula, sílabas en un espectro de error
ostentando plumas de borrasca,
cómoda laude, como telarañas que agobian
una trova de perfección vegetal.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 10 de marzo de 2025

Copa Imberbe de la Eternidad

 No puedo detener el eslabón roquero y esquivo,
cuando se abre en un confín miriópodo de cartón
que me dirige hacia la jactanciosa copa imberbe
de vida eterna.
Se parece a ti,
sabe a fiebre ilesa de aves invasoras, ¡Aunque no lo creas!
Su cultura ideal es de bravura bajo suelos de arroyos lobos
cuando intenta esparcir su cobardía fárfara.

Llovizna casual en distintos diluvios de lejanías incesantes,
¿Logra ella cristalizar el muñeco arcano en los ojos
de su imaginación?
Sabe al yerro sobre el descalzo dique,
cada vez que Platón reina apretando infusiones
que vigilan galimatías llenos de arrumacos.
Sabe a rostrillo,
sabe a rumba del supremo jíbaro
generando sílices que serán
sortilegios para la alusión
antes de propiciar justicia fosforescente
hasta hundirse en el fondo de su fosca trama,
frente a ti, frente a mí, frente a nosotros.
La jactanciosa copa imberbe empujaba hacia adelante
mi deleite de bracear – inequívoco
en un futuro abarco la nada suavemente.
Y jirones del silencio aprenden a andar fuera
de su existencia.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 9 de marzo de 2025

Vapor de la Manía

 El émbolo atontado rezonga, campechanamente,
cuando el requiebro curvado del rictus abre sus heridas
en la manía enjuta de la alborada,
moderando la obstinación del tiempo en la palabra
y errando.
 
Moribundo, el espejo sostiene firmemente
su salvamento, salpicando de salvajismo la ventana,
con una lengua sacrílega que acidula
la sed del raciocinio en ribosomas labiales;
mientras rozo
el éter desaliñado del vaso ya fermentado de ánimo
sobre la parrilla del frenesí, acosado por brumas de encaje
seculares.
 
El vapor externo de la idea, como una estrella satinada
de carne bajo el cuerno del ansia,
acalambra el retorno progresista
de esta fibra de papel afamada
que me renombró con manos prestigiosas,
dentro del mar de lirios troquelados,
endeudando las verjas sectarias del adorno superior.
 
Gracias por descubrirlo en la manía de la alborada;
recurre abierta, como la vitrola pasamontañas
que escuchó e intuyó la soberbia de la puerta.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 8 de marzo de 2025

Desleído en Divinidad

 La angustia admirable del sistro se desintegra
cuando una vibración tartárica de la vida
logra sisear los atroces estruendos
de las entrañas urbanas de su elemí.
 
Es sublime ampliar una manifestación
de sensaciones sacrales en un pianoforte,
misterioso y cautivador.
 
La suavidad de los delicados filamentos sobre el metal
resuena como el estruendo de un colapso estelar
en mis sentidos de arrecifes.
 
Intento esquivar su hechizo; lucho por suprimir
una indulgencia dominante,
pero me precipito y ya no escapo
al yermo triangular de mis temores.
 
Encantamiento vehemente, navega por la niebla alquímica
de la ascua renegada como un impacto en mis extrañas
que se extasía ante la plegaria frenética del mundo.
Ritmos que despiertan mis circuitos de objetos inútiles, optan por
la resonancia del serafín en la desigualdad momificada
que se arraiga en mi mente desleída, desorientada,
eternamente, sin despedida alguna.
Ivette Mendoza Fajardo



Retrato de un Vate Guasón

Murmura epístolas el satélite turquesado,
consuelo de roca bucodental
que conmueve a los pajarillos en aniversarios cabileños,
sumergiendo cauces entrelazados en la columna de ígneos idiomas.
 
Consanguínea, acontece que soy un vate guasón y no desfallezco;
siempre me elevo en el crepúsculo y divago entre neblinas,
oscilando entre auroras, las frondas estampadas con impresiones,
arrojo ilusiones como espíritus en púrpura gomera.
 
Volviendo de los abismos con raíces ocultas, allí donde emergí,
todas las corrientes son mis arterias de goniómetro,
y toda la hecatombe en el Cáliz pituitoso recurre al gordolobo,
observando tras los cortinajes la melodía que las nebulosas mecen,
en mi odisea de ser germen de tejido gorgojoso,
de deidades extraviadas como enamorados del azar,
tejiendo vocablos de epidermis en la escarcha de plata y barro.
Sueñas subliminalmente, postal del renacuajo, que viciosamente
arribará antaño.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 6 de marzo de 2025

Vestigios de la Soledad Coloreada


Aún no aprietan los peces de la historia,
ni se vuelven mi soledad con navajas de colores.
No obstante, el bullicio en espacios desterrados
puede poblar el agua de su siesta,
y desperezar las palabras vitrales con su filo.
Aún recojo las migas del anhelo antes de su simétrico
floreo y en el milagro de celos evaporados,
cruje el fonógrafo desde el autismo de la vida.
No es nada la perla de montes sombríos que encierra las noches,
para descifrar las confesiones de las lágrimas asustadas en
un mundo de ciencia incierta; llega el día de filtrar tu nombre
de los chasquidos de la sal que se diluye en la carne errada.
He oído la jactancia de la muerte con su aroma siniestro,
y las entrañas de su fealdad sobre el reinado hermoso.
Aún no te enfría su malgastada oscuridad.
Aún no te arruga sus adornos extravagantes…
Castigo en el pasado, arrastrando su voluntad que
se atrinchera en la fisura de los vestigios…
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 5 de marzo de 2025

Diamantes Fantasiosos en Luna Herida

 Refugio de diamantes fantasiosos,
reinan diseminados en fuegos acicalados,
con sus nervios descoloridos, sobre las escalinatas
pensativas se reflejan esféricos hacia la verdad
de sus fulgurantes medias lunas.
Tu espejo ecológico cuaja, como la disculpa
inexplorada en el hueso de la dulzura bronca,
que tiembla ante el quejido sensual de su redoble.
¿Qué encandila a un bucle dorado que confunde
su aurora de repente,
dentro de la visión del alma que lo glorifica?
En la verdad cristalina del lente descolgado,
los diamantes llueven recuerdos de núcleos policromados,
como expuestas perlas de cuarzos puberales; brillantez
sagrada, cuna y sustento del coloso que refresca en la mente
de sueños con trovas fugitivas, que acelera su marcha
tras el clima adverso,
olvidando el lecho circular del embrión diamantino
que moldeó su faceta fluvial en una mina herida.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 4 de marzo de 2025

Desobediencia Mágica

 A veces es claro y necesario
blanquear perennemente las extremidades
de un huecograbado de ilusión que apunta a lo real,
sin anclas, a la deriva, emocionantemente llega
dentro del vientre de un leviatán con donosura.
Resonamos con el átomo esotérico
que se convierte en fragmento de daga antigua
en el seno hipocloroso del cosmos.
Sorber el cáliz incógnito de amargura,
torpedeando en los tejidos rechinadores
del ser colectivo a babor.
Ningún encantamiento puede desobedecer
la magia de las tonalidades destrozadas
sin remordimiento en la trituración de un diptongo
que por la falta de brillo se arrincona a
un espectro tiznado de alabanzas.
Turquesa juglar, como los jugos de la
epistemología del suelo que cae al vacío y,
es el arco donde yacen las huellas
que germinan la superficie rugosa
de las sendas aristocráticas.
Quizás algún día, se comprende,
emancipadamente, que
el aleteo de la polilla
y su repentino chillido toronjil
de plumas brunas, yacen olorosas.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 3 de marzo de 2025

Páramo de Expresiones Revitalizadas

 En este páramo abierto y revitalizado,
siluetas de semblantes sedados atraviesan,
perfumadas con fragancias de sutiles abreviaciones.
Todos acogidos a los banquetes de manjares paradisíacos,
iluminados y listos en la sobremesa de expresiones puras.
 
Anualmente, a este páramo abierto y revitalizado,
llegan carabinas viajeras cargadas de congojas;
entretanto, reptiles que pintan de racionalidad los muros del pasado
son los dones de insectos confundidos que escudriñan
la rareza de desenterrar palabras lúgubres en lenguas perdidas.
 
En este páramo renovado,
cierro el libro de los vientos tras de ti, sin alarde,
y ordeno sus capítulos glaciales en recovecos ocultos.
¡Compárteme este festín de oraciones!
 
¡Ven! Aquí están mis páginas, esqueletos de humildad;
tuyos son todos mis temores flexibles,
y mis tarántulas delatoras.
Únete a mí para esperarlos como la claridad que cada día renace,
inaugura tú el libro de cantares y acógeme en su refugio.
 
Retornamos de un viaje extenso, encontrándonos
en el zarzal veloz de una vela que celebra, cálida y amiga.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 2 de marzo de 2025

Pulsaciones Polinizadas

 

Mezcla su gradiente cegador, reverdecido,
sobre la existencia de humos positivos e iracundos.
En el umbral, donde la luz poliniza el aire,
forja la esencia campechana al laúd mullido
de palpitaciones—abreviadamente—
mientras restituye el fulgor calimoso
de ventiladores en llamaradas alobunadas.
¡Brinda una pigmentación atónita al torso expuesto,
mientras extrae de la figura nebulosa, perdigonada,
la cuerda vibrante del cariño incondicional!
Reversa la penumbra monomodal en el trote justiciero
de una montura feral, mientras, en evidente vencimiento,
domina la corona del índigo fragor en fumante sinfonía.
Transforma cada movimiento de la fresa desventurada
en aleteos de pez cordial en su hábitat detonante, al rechinar.
Una distancia camaleónica de carmesíes vivaces
pinta el crepúsculo, coloreando el firmamento
con diligencia redomada.
El mundo digital, con sus fundamentos vacíos como flechas sin blanco,
sacude el corazón del tiempo sin reflejos impertérritos
dentro de un tranvía incoherente de bloques quebrados, al azar.
Y en el núcleo de la cuadratura, una fuerza senoidal
le incrusta la daga a la tristeza que vagaba por un horizonte
interjectivo.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 1 de marzo de 2025

Aguacero de Lágrimas Copiosas

 

El aguacero burbujeante se desliza
sobre conflictos matizados,
empapa textos de sollozos sutiles
mientras surca océanos de lágrimas copiosas.
 
Elimina huellas impresas y, cual cono de sombra,
nos descubre bajo un sol bifurcado,
agitando estandartes petrificados,
liberando amarras de vestuarios en efervescencia febril.
 
Descarta el pasado saturado de demencia,
arrojado al contenedor de aflicciones,
cómo se arroja una esfera cósmica
al suelo, disipando un caleidoscopio en formación.
 
Y una exhalación de aire retorna, resonando,
delineando un vacío ilustre con gotas escarlatas,
inmortalizando el título de pirañas tempestuosas
de un vencedor entre los deleites dominantes.
 
¡Supo existir, desapegado del ayer y el mañana!,
persiste su agonía
ajustando cuentas, unido sólo a ese momento del ser
que aquí se transforma, hacia nuevos caminos,
tras el telón versado del esbozo de una sonrisa sedosa.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 28 de febrero de 2025

Marcas del Tiempo Sistólico

 

Las marcas absolventes del reloj sistólico de la abonanza
otorgan el anhelo buscavida de ascender bravosamente
a las cúspides del despecho conceptual.
No existe ningún cauce caballeroso que permanezca
en su frescor frenéticamente. ¿Y si existe, nos aprisiona?
No poseo el perfume fotográfico, ni las rocas averrugadas
que rezuman en acróstica emulación, alfabéticamente.
¿Y si existen, se levantan cuando alguien las escucha?
 
Permíteme estar cerca del tronco aguerrido y abatir
el último monitor bohemio del clavo candente, desorientado.
Permíteme con la cara del alba cubierta de follaje que drene
primitivamente en su almohada musical,
¡Más allá de lo que se permite, mas allá de la frontera!
cuando el alma pinta el dórico escorpión, chinchoso y agitado.
 
El semáforo bruñidor de esmeralda cambia a jade en locución;
y se despojan los jardines de su escopeta familiar sobre los sables.
Caminantes y nocturnos exploran la divisa oculta del hechizo,
donde no existen malaventurados observadores del riel maldoso
y axiomático.
Ivette Mendoza Fajardo