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lunes, 4 de noviembre de 2024

Soles Pugilísticos

 La noche encefálica aprieta las almohadas
del silencio interrogativo,
que indaga dónde yacen las calles
de la muerte.
 
Bajo la madreperla insomne de la meteorología,
una lluvia se goza y se enreda,
bailando sus hastíos.
 
La tarde se desploma, nerviosa como goleta,
y ya nada se puede evitar:
las aguas exudan dolores
cada vez
que un pez somnoliento las hiere.
 
Una lágrima se ahoga
en corrosivas polisemias,
en soles pugilísticos
y leyendas de verbos sangrantes.
 
¿Quién sutura mis heridas,
las que abrió el golpe vanidoso de un sánscrito
requiebro?
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 3 de noviembre de 2024

Birrete del Tiempo

 Me acerco al eje indómito del bien,

recorriendo el perímetro existencial
de la ternura, y el cuerpo desaparece.
Salta una mirada astral hasta lo divino;
el alma pierde sus ojos miopes.
Envuelta al sollozo recamado, el cuchillo era
fiel a lo indiferente, arruga maleable al
birrete de la eternidad.
Atrapo las alhajas del infinito como escamas de vida
inmortal;
me lleva el candil sensorial del tiempo,
asido en la memoria con su pupila de fiebre
axiomática que abanica un querubín.
La puerta de la paz y el veredicto de guerra
se desengañan en la razonada del alba.
Legamos en la epifanía agónica del sueño,
como el firmamento de Van Gogh
donde transito por una hondura intransigente
apoderándose de mi lucidez; los recuerdos
desentrañados en el drama del mundo,
se repite como en una misma escena.
La vida, una pleamar de pasiones, con hilos
carcomidos de tristezas.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 2 de noviembre de 2024

Garúa de Hierro

 ¡Tanto drama, que esto se ha convertido en una angustiosa miel!
Junto al ópalo del aire, donde una vez estuvo, gozoso,
la sayuela de celuloide ahora es un candado triste,
recién forjado, en declive, desveladamente
listo para su uso adecuado en su nueva evolución.
Un cerrojo de razón emocional chispea, indirecto,
a la figura suspirada, en hamacada elocuencia.
De amarillo se vierte sobre el escalofrío azogado de la espalda,
con su estrafalario murmullo de inercia,
con la astucia de un pecho despechado,
de la canilla halagüeña y el pasado vulnerable.
 
Este es el siglo de carbonos atribulados,
de la caoba pulmonar: tan arbitraria,
en el higo del esqueleto, la rastra orillada de oscuridad,
en la dinamita polvorienta de los días.
Enmoheciendo el catre del murciélago, es
el cuchillo amistoso y el egoísmo errante del planeta.
La voluntad ensangrentada, sin miedo, rodeada de sí misma,
y la maldad de la culebra obesa,
tan capciosa como la colmena de rosa lenguado,
con su garúa patibularia y su hierro ciego.
Con la velocidad del hueso demacrado, ya desaparecido,
con su arrebato de gallo desgarbado de pretensiones,
y con su sumisión a cuestas, todo engarza maduro,
circundando las moléculas de lamentos fotograbados.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 1 de noviembre de 2024

Versos de Arcilla y Neón

 Sombra y silencio de maracas de Masaya, estallido sereno,
desvelas mi esencia en el pito susurrante de los vientos jubilosos.
Tu silueta, escrita en versos y música efímera, se desvanece
bajo el parpadeo de neones, narrando leyendas que desafían
la frialdad pulida de tus pasos marcados por tu mente creadora.
 
Alquimista de lo cotidiano, tejedora de luces errantes,
tu recuerdo es un torbellino sacralizado; tus pulsos,
resplandores viscosos entre aperitivos, jocotes y barros fugaces.
Desde tu cálida base de cerámica, dulce al paladar,
derramas la espuma del deleite;
y las visiones azucaradas se disipan como bruma.
Masaya, telar de sutilezas, me consumes bajo
el ritmo ensordecedor de marimbas celestiales, en recovecos
encantados, donde un mar de flores silvestres
abruma mi espíritu terrenal.
¡Oh, clamor de libertad, invocas
el fervor de un sudor que dibuja senderos infinitos!
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 31 de octubre de 2024

Hebra Líquida de Menta y Resina

 La cámara, rugosa, captura la hebra líquida y engalanada de la noche,
manos tan gentiles que alcanzan el cielo romano del querubín.
Mi pecho acuático, noble, abre su coloquio mensajero
como un rechiflar pareado.
Allí, las caricias verdosas de los lazos de Diana y los ribetes en espirales
ondulan inmutablemente la conciencia sellada del trino;
allí, la figura de un suspiro esquivo
erosiona el oropel deslucido de la retina, y el corazón, orillado
por colores serenos, atardece en su canosa nostalgia consumida.
¡Saluda, solemnidad de vasta espesura! La cámara, rugosa,
de la hebra líquida y engalanada de la noche es un sonido
tan bronceado que no expira,
es un helecho pensador y descolorado que triunfa como la alegría,
invadiendo mi entorno con lumbres frías de una frescura divina,
en la colina de este sueño de menta y resina.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 30 de octubre de 2024

Entre Musgo y Agua

Sólo quien se inmola como una ola recibe
nombre de musgo hirsuto de las noches
enceradas de satén.
Percibe contingente, quien abdica del aroma,
su despecho irreal en un eclipse rupestre de góndola
inmarcesible.
¡Existe, insólito desafío!
Y así, repentinamente surge
de los claveles egregios de abril su rejuvenecer que dormita
a tientas porque sabe de qué emergerá
hasta el pináculo de pensamiento hondo de lo que fue.
Y el espíritu edénico que lo mueve hacia delante, desde ese instante,
puede, en la diversidad del olfato que lo hace primavera rosa,
oír el canto de la brisa elocuente brotada
desde las sombras campestres
y observar el océano funámbulo insondable.

Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 28 de octubre de 2024

Labios de Dátiles Flamígeros

 Sus labios, dátiles flamígeros, descansan indefensos
sobre la melanina de los mares.
El azar se desliza en el camaleón de su espalda,
un resquicio del amanecer ignora la próxima estación.
Los nubarrones, de modalidad mitómana tras el vidrio,
se espesan firmemente, mientras sus dedos no logran contener
el temblor de la osamenta de esas carnosidades mágicas,
deleitables como nogales tiernos. Bajo sus pies, palpita el asfalto
y su mirada, lípido energético, se vuelve huidiza, deslizante
al encontrarse.
Dos rojas figuras, fugadas de la cordura atrayente, labios
que unen sombras en el deletreo de un rojo lírico,
con la impronta de un piscis joven,
hasta que el beso nos alcanza: labios de fuego invernal,
de corteza ámbar, de cuarzo húmedo, donde la nada
destila el perdón enrojecido en venas abiertas.
Besos labiales en sueños de tiempos desplumados
se reclinan en el zigzag de la ausencia, como
bordes de fortuna escarlata.
El otoño también tiene surcos púrpuras que decoran,
con sus infinitos tonos, los contornos de armonías bifurcadas.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 27 de octubre de 2024

El Legado del Faisán

 En breves minutos, el faisán truncaba siglos,
seccionando la savia y la raíz del caos versado.
Desconocía la desolación del ave desahuciada,
indiferente al impacto de sus acciones sobre la tierra.
Su reino estaba herido; sus alas, un escenario de pretensiones.
Entrelazaba destinos al desplomarse,
sobrecargado por fantasías y llantos de otras eras.
Extraño su aterrizaje, que empezaba frío,
pero se liberó de su peso, de sus plumas y de su vanidad,
el día que lo sepultaron,
anémico y comedido en su ataúd de pino,
bajo el suelo fértil donde la bonanza florecía.
Ivette Mendoza Fajardo



Linfático crepúsculo

 Brota desde lo hondo,
miel que inunda las cavidades del linfático crepúsculo,
cultiva soledades en el jardín interno del engaño de la cruz.
 
Emerge,
desde la enagua de las miradas,
hasta el vértice donde se disuelven
el aliento y la bruma que impresionan un fusil imperioso.
 
Sabores antiguos se posan en la lengua, como manojos de
amaneceres destilados en tu esencia,
nocturnidades que perduran,
que despiertan en la penumbra del pelirrojo deseo.
 
Los olores que moldeamos en el aire, como todas las
esencias fusionadas en un susurro de guijarros bailarines —
tu presencia, impregnando cada rincón del siempre.
 
Revive,
ardiente y tangible,
en cada poro abierto,
resurgiendo, indeleble.

Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 26 de octubre de 2024

Sinapsis del Presente

 ¿Para qué imaginar redes de futuros compulsivos e ilusorios,
si las sinapsis de hoy nos bañan en impulsos implacables y amanecidos?
Si el entorno abúlico de la aurora es un cóctel neuroquímico que nos corroe,
y cada respiración del fuego del sonido enciende y apaga circuitos,
degradando asombros sin piedad en nuestras conexiones, en los huesos
del oxígeno claustrofóbico, una a una, temblando de miedos.
 
El presente es un raudal de pisadas lentas que se diluyen como
descargas de potenciales de acción en declive,
perdiéndose en un vacío declarativo en el bulbo universal,
de otoños contorsionados, como una señal de palabras extraviadas,
como un desconsuelo venenoso donde nos rendimos
ante el naufragio de impulsos fugaces.
Hoy, el hipotálamo registra nuestras pesadillas con despiadada precisión,
dejando en la corteza una nota de silencio, una pausa de neuronas vivas
que apaga el ánimo, que adormece la acción, revelando
la frágil orquesta de nuestra existencia.
 
Este hoy cae como un goteo de neurotransmisores en la vigilia,
como destellos en la memoria repetida de la apnea del sueño, que afina
mis oídos para sintonizar con el universo oculto de mi ser, o como
la mielina erosionándose en el reflejo de un sedativo del recuerdo.
¿Para qué hablar del mañana, si cada conexión es niebla sobre la almohada
y el futuro solo una red de impulsos sin mapa, una red de neuronas tejiendo
fantasías en la niebla sináptica, hilando los sueños que definen
nuestra travesía humana?
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 25 de octubre de 2024

Arquitectura Sintética del Crepúsculo

 En el laboratorio de crepúsculos sintéticos,
manipulo la arquitectura y el florero de la vida;
los saltos cuánticos, codificados por manos humanas, se desvanecen,
rediseñando el azul profundo de la orquídea evaporada;
aquí, los destellos de las orquídeas se reprograman solas,
floreciendo en un ciclo perpetuo de días venideros.
 
Microscopios y pipetas son mis pinceles y paletas,
realzando y esbozando el futuro en placas de Petri, mi consciencia digital,
donde células y virus se entrelazan en los pastos sintéticos del cielo.
Pieles parpadeantes en un baile de creación y control,
fabricando vacunas, tejidos, quizás una cura para una aurora enferma.
¡Ah, floreros en sinfonías de colores binarios,
vibran como humus bajo lunas fragmentadas!
 
Cada muestra es un poema de posibilidades; en silencios reconfigurados,
cada resultado, un verso en la saga de la ciencia, en los bytes de
crepúsculos simulados y parpadeantes. Aquí, entre probetas y datos,
la poesía se vuelve palpable, crepúsculos de corazones biónicos,
tan reales como las palpitantes orquídeas de jardines oleosos bajo la lluvia ácida.
Ácidos los crepúsculos, enfermas las auroras, se reformulan,
creando avatares sintéticos, convalecientes o perdidos en la eternidad virtual.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 24 de octubre de 2024

Polinomios de la Pasión"

 Este polinomio de gentil paciencia, encendido,
aviva luz con destellos abstractos, seductiva diplomacia,
abriéndose desde su propio núcleo.
Saboreando un ángulo convexo, su elixir más refractado,
su perfume poligonal y seguro,
sintiendo en cada axioma la emoción trémula del aire,
en el cero de su interior, en la factorización solitaria
del agua desde sus coordenadas polares hasta la cosecante
de su sutil admiración. ¡Oh, ojo del celaje poligonal,
del árbol cúbico de tristeza, por su común denominador,
vamos juntos de la mano!
Este polinomio de gentil paciencia, encendido,
habla solo por un diámetro disconforme de pasión;
revienta divisivo en el cálculo de sus pulsaciones,
apretado a su error absoluto, ya fragmentado de zozobra,
inmolándose entre las escalas métricas de su desilusión,
mientras un exceso esférico argumenta, hincha su ternura
y hace más matemática la vida, el llanto factorial, y el siempre…
Ivette Mendoza Fajardo



Mercurio y Escándalo: Las Lágrimas del Estruendo

 Se ha fotografiado desde el cielo la torre del alfil
forzada, gibosa, a ayudarle a la gota del glóbulo eterno.
La gangosidad espesa manilarga se retuerce y se deshace,
en mística modorra en olas plañideras;
se constriñe y alarga, se fracciona y en tranquilidad albardada,
se enoja y rebosa como un fariseo impetuoso hasta desvanecerse.
El emolumento condensado purga y no avanza asalariado:
garabatea, guiña, estrangula;
su injurioso júbilo de nitrógeno, esa gaseosa llorada y jovial,
está ahí siempre en el incansable embrollo de gemelos gemidos,
y la galvanizada marea de la espina contemporánea y pluvial,
mercurio del estruendo en el agua mártir, frontera de sollozos en el caos.
Se ha fotografiado desde el cielo la torre del alfil.
La reina vanidosa es difícil de acorralar, de darle jaque mate.
Tal vez sea mejor dejarla sola noche tras noche,
erosionándose en el resplandor del escándalo hasta que
se purifique por sí misma.
O que sufra en su pecho lechoso de lentejuelas,
adicta a su malestar
de varicela empoderada, o se diluya en su modorra
fotográfica matasano.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 23 de octubre de 2024

Melodías de Albaricoque y Acero

 Albaricoques defensivos, emergidos de mi diligente charca emotiva digital,
con sus dientes de leche, atrapados en la enredadera azucarada de mi sangre,
devoran con fervor la magnífica oscuridad.
Mientras cada atardecer enajenado se eleva para descifrar
un renacimiento extraviado, todo sucede cerca de mis soledades.
Hoy, olfatean tus temores más primitivos, cuando en mi interior,
excavan en las profundidades mentales un romance cuajado en hielo;
lisonjero, así desnudo, también allí se derrite el acero de tu amor.
Arañan los suaves contornos de tus desvelos fallidos, y en la galería
de tus pupilas se resguardan tus más ostentosas pulsiones ocultas.
Sin comprender, tras los calabozos de tu yo pasado,
observan asombrados las gorras de la emoción en el tejido de tu ser,
que, henchido de existencia, sangra rutinas y recuerdos.
Albaricoques anidan en las blandas ranuras de las campanas,
que engullen esos frutos sumidos en sus melodías ding dong;
y en tu memoria montañera, otras lunas, con bocas de pellizcos, no toleran tanta
constante clarividencia. ¡Ay, albaricoques! Así son los sueños en la diablura copetuda
de tus tallos demenciales: criaturas taciturnas con sonrisas de cataratas en
el feroz infierno de esta selva cotidiana, nuestra amnesia, que al crepúsculo
encariñado se aferra a la ciencia recurrente, alimentando el amor titánico
de nuestras conciencias.
Ivette Mendoza Fajardo



Escultora de la Luz

 Fragmentos urgentes de artesanías fugaces,
esculpiendo locuras desatadas,
arrancando vigor de apatías tercas, mientras
derrumban rigideces que ondulan oscuros velos
de marmotas del insomnio. Caen desde el cielo
como estrellas adormecidas por el tiempo.
Anhelo artífice donde suplico con los dedos
del conocimiento, el danzar inmortal del mundo
bajo murallas doradas.
Anhelos bifurcados siegan cosechas de maderas indecisas,
de afirmarse a sí mismas, retadas a afrentar su entorno inmediato,
veladas por extraños rugidos de sus desilusiones,
rellenando abismos, incubando lamentos olvidados.
Forjador del instante que labra las necesidades de
sutilezas desde estampillas de visones amarillas,
sellos olvidados que llevaban historias sepultadas,
desoladas, esculpidas sin voces mitológicas,
por antiguas yuntas rellenas de gritos descosidos, donde
siglos transmisores esculpen mi dominio actual.
No esculpo dudas, solo el ocaso del espectáculo
teatral. ¿Qué me espera ahora al borrar las dudas y
tocar mis propios sueños con los dedos?
¡Oh, certeza que despliega un universo de posibilidades,
modelando las sombras de los gritos descosidos
en un resplandor nuevo, nítido, eterno, para aclarar
la firme decisión de ser la escultora de la luz!
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 22 de octubre de 2024

Partículas en Colisión

 ¿Cómo se siente el placer de perderse entre
máscaras metálicas y rostros pulidos
por émbolos torneados?
Es como ocultarse en alfabetos gastados,
mezclados con sudores cuneiformes,
que vibran en la rutina quebradiza de la historia.
 
Mi descontento es una gigantesca tecla digital,
rugiendo como pestañas feroces en una Troya interna,
donde lo sitiado y lo que asedia se confunden,
fluyen en ríos de indecencia:
una paradoja del cortejo social,
nadando como partículas en un colisionador
en aguas suspendidas.
 
No rindo cuentas al guardián de lo correcto.
Prefiero la lluvia sin destino que azota mi memoria,
una chispa de conspiración en el aire, sin filtro,
que exhala verdades insatisfechas
dibujando círculos decrépitos en la tarde rota.
 
Sé que un día, el adiós y la espera que simula
astros en mis dolores,
no será más que un retumbo, como aquel que resuena en la nada.
Una sombra de lo que fui, un viaje por este mundo,
reflejo apalabrado y encadenado a un sueño existencial en la niebla.
Mi soledad, perdida en tus ojos, lazos de amores fugaces,
se disuelven en la corriente, estrangulando nuestros días.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 21 de octubre de 2024

Pixeles y Purificaciones

 

Puedo transformarme en cielos copiosos de lluvias multicolores,
en el violín de la corazonada de la melodía detallista que eterniza tu talento,
en tu pluma de placeres con aromas pensativos, en tu lealtad eterna,
para escribir el convenio mono cultivado del amor antes de que amanezca.
Yo, el alfiler liberador que, como bálsamo místico, pincha tu dolor y lo sana,
recorriendo y suavizando sus contornos más agudos,
o la aldaba precisa, casi matemática, que revela un nirvana terrenal palpable
en los hilos comunicativos del presentimiento.
Puedo transformarme como el can que, con cada lamido, disuelve las cicatrices
dejadas por las garras de injusticias pasadas,
o mejor aún, en borrador digital de Photoshop para crearte un mundo neoliberal,
que borre nuestras quejas, que limpie nuestro paladar para saborear
días de quimeras emancipadoras de vergeles cibernéticos;
mientras recolectamos nuestras memorias impolutas como datos preciosos,
almacenándolas cuidadosamente en el RAM de mi ordenador,
que nos acoja en el monitor de fantasías y nos permita vivir solo
en tu abrazo pixelado y fulguroso.
¡Puedo sentir cómo en ese último refugio, me transformo
para purificar las aguas inquietas de tu nombre!
Ivette Mendoza Fajardo



El Encantamiento de la Noche Fluorita

 Acostada sobre la mácula de metal herbáceo,

bajo la culpa estrellada de la funda de los ensueños,
llueve sobre los camanances de la
luna tejedora de hechizos.
Con la máquina del mito que inicia un nuevo día,
despierta una mitología relampagueante de sentimientos:
conmociones, efusiones, espejismos.

Mientras transitan por el nacarado encuentro,
nacen páramos de luna de parafina soñolientas
entre ensueños y quimeras.
Sus tronos entreabiertos, mecidos por el viento,
dibujan una neoclásica sonrisa suelta
de prados escondidos.

El alma suspira con destellos de entereza
bajo el encantamiento de la noche fluorita,
y su pulso de octubre, en el juicio de la espera,
marca el compás de un tiempo suspendido.

Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 20 de octubre de 2024

Dentelladas de una Memoria Fugaz

 Ven corre, aullido de sombras,
sagaz espectro sollozante de sed inerte.
 
Cuando tu pectoral ácido rasga,
espolón agudo del alba en semicírculo,
circula en mis venas un sonido quebradizo,
y salival como agua fúnebre reptando,
desde alguna guarida donde
agoniza la vigilia de huesos en floración.
 
¿Es la dentellada fugaz o el laberinto
que agranda esta memoria?
Ven, recoge las greñas del insomnio,
guarda en tu coraza de noche
las almas magulladas del descanso.
 
Yo, guerrera del estruendo y la penumbra,
me cierro en mi refugio donairoso tenaz
y atravieso la piel de tus aprensiones,
despojándote de todo brío y clamor,
mientras gotea un consabido sol bruno
por los rincones taciturnos.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 19 de octubre de 2024

Anarquía de los Nenúfares

 Un crepúsculo suspendido descifra el cosmos, en calma,

espejando en su iris de solsticio el juego de la luz celestial.
Esa mirada, forjada en vigilancia, es emboscada por anarquías,
ascendiendo por lianas cristalinas,
esculpiendo dagas en laberintos de estrellas y ríos,
donde las llamas de la percepción susurran secretos
de los nenúfares que danzan bajo un velo de luz prismática.
 
En este entrelazado de realidades, emerge
una constelación de delfines sabios y cristales vivos,
navegando mares de quimeras audaces,
suplicando una revelación entre susurros ansiosos,
y revelando vislumbres de efluvios oceánicos
que subyugan la oscuridad de la pupila dilatada,
ahora vibrante, guiada por fuerzas centrípetas
hacia un torrente vigoroso que atraviesa
la cima de un manto verde y diáfano.
 
Este río de pensamientos y silencios,
con su fina silueta de cristal puntiagudo,
custodia el silencio de los vacíos inexplorados,
último bastión de un santuario olvidado.
¿Quién dirige este suave desfile cuando el llanto
ya no resuena en mi ser?

Ivett Mendoza Fajardo



viernes, 18 de octubre de 2024

Cenit de los Misterios Indómitos

 Ante Jeruza, que llena de corolas la desolación augurada,
las astucias trepadoras de la libertad y los
multiplicadores de ansiedad, que nunca me advirtieron,
hoy callan en el faldón de mi cenit alborotado.
¿Qué significan esas tristezas errantes
que escuchan el reír salvaje del henequén?


Las vidas, ya carentes de aromas onerosos sobre pieles espectrales,
tejen misterios que proyectan un porvenir inasequible
en soledades astronómicas e indómitas.
Esto no es una fuente de aire que oculta la magia de su tacto,
sin saber cómo ocurrió, ¿tocar qué? Pasó como un dios iluminado,
invisible en su divinidad.


Escucho un cuchicheo, mártir sombrío de la palabra,
que se desliza solo para enturbiar la melancolía lánguida.
Irrumpe la música hertziana en la noche de orquídeas,
embriagadas de fulgores astrales.


Ah, girando por las esquinas confinadas de la memoria de mi alma,
palmeras siderales en islas de esplendor fenecido
regresan desde la profundidad de un lirismo desdeñoso.
¿Quién cabalga por la mano trepadora de un juego de dados,
equilibrados en los ejes mimosos y patidifusos astrales?
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 17 de octubre de 2024

El Semáforo de la Nostalgia

 Aquí la cerradura habita su soltería perpetua,
redime su existencia en una resonancia de algarabía inmensurable.
Es la dicha del tiempo donde la mar susurra secretos al oído del océano,
donde un coro de ninfas y náyades
navega desde su ternura marina hacia confines celestiales.
Avivando la memoria de arenas filosóficas,
trazando el omóplato tembloroso de los cactos,
el viento cambiante coquetea con un cielo preñado de diluvios
junto a sus costillas vibrantes.
La brisa meticulosa acoge
enmiendas de los correos electrónicos
que susurran su anhelo al tímpano del azar.
¡Aurora difractada, aurora del bronce sumergido en su propia esencia!
No levantes un estandarte para la alborada retorcida de los tiempos:
¡mira cómo se agita vigorosamente!
Iracundamente, el sol jilguero besa sus mejillas. La distancia es su mirada.
Al caer la tarde, la nostalgia inventa un semáforo de la impaciencia:
nace el beso de un recreo astral.
Otro, en el alba de su existencia, un frágil explorador estelar
se eleva hacia las cumbres:
nacen las estrellas ninfas...
Los insectos del alba forjan sus destinos, desvelando su enigma.
Ivette Mendoza Fajardo




Ondinas de Cuarzo

 El cuerpo núbil sostiene su cetro monovalente,
eterniza las promesas de la fusta en el amor.
El inicio de otra época helicoidal, prominente
y metódica de confusos raudales en la ojeriza astral.
Una promesa, esfera brillante, penetra como luz de
esquirlas oscuras que distinguen el suicidio en la selva umbría
de un silencio de encajes imprevistos con sedes
feroces del mañana.
 
Indescifrables agonías del sustento suenan como
torsos musicales, cuarzo remando mares
en ondinas serpenteantes,
descreídas de brumas sin razón, con suspiros de glorias y
vestiduras desgastadas de auroras en galanterías bélicas.
 
Soy un sueño insurrecto que revive la daga del segundo,
herido por diademas del caos que fraguan crímenes sombríos.
Trayectos tornasolados, emanados de la caja de Pandora, que han llegado
a fecundar la historia sobre el soborno de los fuegos desconectados,
tapizadas en la mudez pálida de un alba instruida en cosas
inmateriales.
 
Cada ocaso sucesivo, el tiempo se desgasta en desórdenes tentadores.
Y el sol distante, atrapado en mis dedos sin ver la luz
de sus cielos, flota dentro de mi esencia, aquí, presente.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 15 de octubre de 2024

La Gaita del Corazón y el Espejismo

 La gaita del corazón toca a diario,

por la grandilocuencia de los espejismos,
bajo los gradientes esquivos
que no se insubordinan ni se desploman.
Irreductible, esta cadencia persistente
alienta los otoños desgastados.
 
Antaño, era el tiempo insaciable
de las esperanzas provisionales que sí terminan.
Antaño, era la barba del amanecer cantor,
urdiendo al alba a laborar en sus jornadas vedadas.
Solía entonces encarar al espejo incesante,
y me adentraba en la trampa del amor.
 
Cada hora rondaba por los almacenes del ayer,
y les surgía lógica a las aves especulativas.
Pudo haber sido mandolina, siempreviva o farallón,
y sólo fue enigma disfrazado de habichuela.
¿Para qué, entonces, el astuto martillo
que disipa, sortea la realidad esquiva?
 
En el núcleo de una luna ardiente,
se agita la vorágine incandescente de su destino.
Ivette Mendoza Fajardo



Trucha Guerrera en el Crepúsculo

 ¡Día de la página sin sabores!
La profética mano del tiempo, emigrante fértil,
en su empeño rasurado de crepúsculos.
¿Quién empuja el rizomatoso clamor
de un tornasolado despertar, semidormido,
que ahora intenta rememorar?
 
Junto a la fría mescolanza de vivencias,
el lémur de nervadura sigilosa
deambula en su pálido existir,
sobre el mentón de una luna opaca.
Entre termómetros tétricos, la veo:
inmóvil, inquebrantable,
desajustada en la túnica de sus ojos infecundos,
que, al regresar a la aurora,
vuelven tronchados, sin fulgor,
hacia el imperio del polvo figurativo
y su motivación de enmiendas.
 
Trucha guerrera, de escamas y grito ahogado,
¡Ay!, qué débil picadura deja
su angosto fulgor de adolescencia florida,
en la generosidad del viento que la defiende.
Dirigiéndose a la galaxia, líder de la música celestial,
espera su final ideográfico,
su purga de palabras necias,
robustecida, silbante y aguerrida.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 14 de octubre de 2024

El Relámpago Tallista del Pensamiento

 Un relámpago tallista tornea las lánguidas
puertas de los cielos, y desde su infancia ha
corrido entre la lluvia, por los paraísos del universo,
y por la noche en los círculos de mis pensamientos,
donde cautiva los reflejos nanotecnológicos de la luna,
siempre dependiente de las letras que murmuro al aire.
En las endechas de los matasellos recelosos,
las sombras del plutonio sollozan sangre
de un siglo cargado de añoranzas medulosas.
 
Siento cómo la melancolía se dolariza,
como una ebanista espiralada,
tejiendo humo y soledad en las junturas del alma.
Surjo, sin remordimiento, en la luz pasteurizada,
a través de un reflector hexagonal, en esferas de bruma,
como una reacción química de jade y malaquita,
mientras una molécula se alza hacia el abismo.
Sobre la insuficiencia del empalagoso gnomo de mi jardín,
el alma errante vuelve a su antigua existencia.
Ivette Mendoza Fajardo



Pentagramas del Destierro Cuántico

 Pentagramas cósmicos en el destierro,
enfrascados en la pianola del abismo,
expatriando el latigazo de la sombra
para acoger guirnaldas en sus vientres.
Cuerdas rotas de hielo terso
en la madera nilótica del agua,
humectan la piel de la calima,
fallada, sin goles ni reclamos.
Integrales que ríen siempre en el mesón
de la veracidad desarropada y primitiva,
de escondrijos trabados con la piel
de una vocal solitaria,
en trenes de lamidos y de intimidación,
que enarbolan en el Último Tango de París.
Pentagramas en soledad irreversible,
con partículas cuánticas de una codorniz
que viaja sin lentejuelas hacia la luna,
falciforme, en el destierro más imperecedero.
Ivette Mendoza Fajardo




domingo, 13 de octubre de 2024

Membrillo y Junco en la Elíptica Celestial

 Cuando el membrillo infalible es el junco metílico
que amarra la jubilación flotable de la mezcolanza
del cielo y la arcilla al mismo tiempo,
se vuelve dórico, eterno, en un infarto de guitarra solitario.
Me conjuga con la ionosfera del alma de un sueño manchado.
 
Ven a la elíptica inquietante de los libertadores del cenit,
donde los guardarrieles paleteados y danzarines saltan
con sus brazos de tarántula la violácea intrepidez del bronce,
y el último placer terciario desnudo se extiende, paulatino
tangencialmente, por las divas macrobióticas de quietud ciega
que reinan en el sándalo celestial.
 
Siente cómo un trapecio escucha las utopías de los urogallos,
cuyas plumas de la soledad, duras y suaves, conmueven.
La tarabilla de tu arcaica arroba de música voluptuosa
ofusca el ojal preponderante del ojo fotogénico,
hasta que tomes en tus manos la oscura memoria fabuladora
que yace sobre la escama mellada de la cercanía cerebral,
recubriendo los intervalos de polos híbridos e iconográficos.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 12 de octubre de 2024

El Rechiflar Bermejo del Sueño Eterno

 Sutileza macerando rendijas escarpadas
de entonación fricativa y despilfarrada.
La quietud compara la tarántula del virgo
y la voz de platillo holoceno para amedrentarlos.
Los huesos, con todo el dentífrico de ínfula informática,
insinúan lo sagrado del gato de Birmania, mudable,
mundano de redonda penitencia, vasto reflector:
orejas semiconsonantes, garras tapayaguas,
melenas voraginosas, piel silbante y mistificada,
en una cíclica hermosura del reflejo castaño.
Madura por madurar, recorre la cuesta del alma
en bicicleta. Odorífico rechiflar bermejo,
óbolo con manchas inextricables, se magnetizan solos.
 
¡La pujante palpitación meteorológica del deleite!
Por sorprendente menopausia, la magnanimidad
se agrega jugueteando en las dádivas picarescas.
Una gaveta que lacea el mentón Herculano
no mortificará en su reverso pecoso. Se deslustran,
excepto la pregunta detestable de su abolladura arseniosa.
La mansedumbre pierde dientes, deduciendo otro sueño,
moteado de sus elogios, exudado desde el latón universal.
Ivette Mendoza Fajardo



Mareomotriz de la Millarada


El globo de la bruma desciende a la
nicotina del espectro que mulle lentamente
con un paladar no cálido.
Nuclearizando, como los vientres de las mancuernillas,
caminan ambarinas en el rojo metacarpo
de sus motilidades.
 
Una motocicleta paporretea la rústica sabiduría,
estropeada sin sufrimiento ni silueta patológica.
Trompeta eterna de velocímetro con melena y ataderos
que, anochecida en los portales del manubrio,
se encuentra en la mareomotriz por la millarada piedad
al umbral de un pistacho atado.
¿Qué desorden se pega por el resorte de
la genealogía nacional como del jabón esotérico,
al gran peine despampanante de la historia?
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 11 de octubre de 2024

Galaxias en Refilón

 Magistrada fierecilla, mareada y talentosa,
se tiró del fuselaje en un momento, heladiza.
Osciló en un guindo el flanco de plata,
mientras falsearon por la nuca las fallas autocráticas;
repiquetearon unas válvulas por las finanzas,
y de la alfombra, se abrió una galaxia que se autoflageló
a lo lejos.
 
Me quedé incubando un poco de nostalgia
y el olor a incensio que destilaban los astros,
observando cómo los barquillos negros se perdían
en la mándala noctámbula del refilón.
 
Pero una negra seriedad superflua prenatalmente
cae sobre el semestre automático de la rampa zodiacal.
Va la esbelta velocidad al ventilador de los segundos,
como instruyendo el círculo conductor del vicio peliblanco.
Ivette Mendoza Fajardo 

viernes, 4 de octubre de 2024

El Beso Frío de Occidente

 Destellos de nostalgia decepcionados y destituidos por
la gema de la adolescencia
sobre sus malgastadas vidas; un verde reloj fantasmagórico,
copado de ruinas, en la escritura de sílabas sombrías.
En su texto desolado, las penas sienten el milímetro
acuoso del nitrógeno ausente, soltando la huella cansada
en el recreo de la mente. Afrodita, con sus manos turbadoras y tristes,
toca la sombra débil que nunca envejece en el cuartel
de la memoria, recordando los amores perdidos.
¡El beso frío de occidente acaricia los trenes
de un alma viva que, de cabeza, se hunde en los mares hospitalarios,
llevando como equipaje las noches dentro del agua adormecida!
Las briznas del vecino, cargadas de una sangre espesa con consignas,
son las mezclas estranguladas de la angustia impasible
y problemas maritales que ya no se resuelven.
Hace un frío imberbe que duele y pisa mis talones claroscuros,
de frondosidad marañosa, en las penumbras fecundas de pretextos.
¡Oh, rayo capitalista, que pesa sobre los sueños estrafalarios con desidia,
con catecismo amargo, asfixiando el aliento rescatador de ninfas!
El olvido dulce y amargo pone sus sabores en la muerte de balcones solitarios,
ante la igualdad bohemia de crímenes divinos, asustado en la
rockola de cabellos violentos por su amor regurgitado razonado de miseria.
Piel de rama, bajo la mentira de la niebla, conquista voces que gritan
en la cabaña del tiempo, y pasa a ser gobernada por la antorcha del abismo victorioso.
¿Quién ha renovado el grito desplumado de aparatos mentales
que, ya aburridos, no van a ninguna parte?
Ivette Mendoza Fajardo

Cicuta y Ternura en los Puentes de Sócrates

 

Milagro formulado a trenzar aves de felicidad madrugadora en
manos ovadas de cerbatana hechiza, de inocencia fusiforme.
Despiadado astro que ha burlado la noche trompetera,
como una cubeta musculosa de cuclillas sátiras,
de lúdicos episodios amarrados de un sol perverso a otro.
¡Oh, milagros del punto exacto, palmeras de Pericles en su
documento claro de ilusión desgastada de conocimiento
esculpidos de proverbios del milenio!
Extracto de cicuta en ceguedad de ambrosía tercas,
campechano de alforjas requiere atención oscura
de vicios de la temprana carne del mañana,
ante un papalote de dagas lamentosas.
Remedio en el flujo de ruidos talentosos; párvulo se inflama,
dirigiéndome la palabra que me habita en el derrame
de oro moroso por el viento, que imparte cátedras
de ternura para un nombre alelí.
Tabacos de jabón en su lozanía pródiga,
de un estado líquido de inclemencia,
desalojado de su cresta sonrosada hasta su última invención.
Riegos colectivos de una decisión rotunda de apegos,
donde el pecho de celosía atragantaba mi mirada
como una pertenencia de bajo lujo, de índole sinfónica
bajo el medio círculo acróbata.
Giros carnosos de anacrónicos corderos tijeretean puertas
en cataratas inflamadas de lunas, con murallas religiosas,
para la dicha de un sueño de antiguos dolores enemigos,
en los puentes de blandas formas de Sócrates y sus aflicciones.
El Mandril en la Pregunta Descalza
 
Triángulos en picadura de alta voces recrean en la marea
bendita de la amistad moribunda. Llora el vientre atalajado
de serpientes en la columna mortífera del cielo picador
de estímulos silvestres. La depresión de sus cenizas derrota
laudablemente la manivela del fauno enrevesado, que llora
su comida derramada en los juegos de ruletas rotas.
El mandril, cansado, lucha por su mástil en la soledad de la
pregunta, andando con sus pies descalzos, prehistóricamente,
en el gabán hecho de prefijos; un bullicio atroz lo rodea.
Fracaso cíclico de los bisontes, con lagunas perplejas combinadas
en la gorra flotante del rocío radioactivo, perplejo en el campo del
choque pensativo e irrelevante, entre sus virginidades falaces
y la dimensión de la alegoría vegetal del mechón clásico, con sus
pies clavados en las mejillas secundarias de su cansado dolor.
Inquilinato grabado en la revista anochecida del linchamiento
etéreo despliega alas de cobalto, atolondrado de buscar alegría eterna,
en el papelorio extravagante de carcajadas voladoras; moderadamente,
hablaba con mechas cuentistas de valor canela.
Mientras, un espárrago en la espátula de la tristeza reúne gaita
de juntura melancólica para defender etileno con cinturón
estudiantil. Aristóteles, pulcramente, modera lomillo entonado
para hacer acertijos de nervios precolados, deductivamente.
Lenguas femorales de la silla, femeninamente inquieta, que
retrocede, enmarcando la plenitud del esófago esotérico,
como un hijo marsupial colgado al hastío.

Ivette Mendoza Fajardo

jueves, 3 de octubre de 2024

Manga de Recreos y Túnica Agridulce

 Yo te ofrezco la semicircular borrasca de su antojo,
madreselva,
que habita selectiva en la roturadora de una aurora,
para sacar fuego ruboroso en mis precipitados
presentimientos, que miran y escupen cielos pedregosos
aliados con la soledad de rayuela patentizada de mortificación
serena que calcula desde las ventanas de mis codos.
¡Oh, diadema de leucocitos fusionándose,
como las hilachas célebres del prismático destino!
Porcelana del firmamento, especializada en los
alvéolos de hormigas que buscan manga de recreos
samurái perdido, dentro de manteles de la inconciencia,
mojada por sentencias de henequén pedante
en un rincón acéfalo donde habita el miedo.
Petardos sangrantes que buscan vampirizar por
debajo de los acueductos, sobre la fuerza quebrada
de un relámpago, congelados en el hielo
como la tentación de una muerte de túnica agridulce
y monocromada.
Páginas de la sal, en ascensos que zarandean
un día de trabajo, esculpiendo la arcilla intuitiva
de salarios que recogen el coraje divergente de los siglos.
Hocicos de la uña de un pulgar inmunizante de fragor
fotografían un reino olvidado en el centro de la vida,
buscando espectros entre los torbellinos pisiformes
de los días incomprendidos de una infancia prosificada.
Ivette Mendoza Fajardo

Máscaras de Melancolía y Rebelión

Mecanizados entornos, hambrientos y pobres, se visten,
dejando atrás la polémica en busca de caricia y afección,
empujando la desidia, ingenuos en soledad, girando en doble espiral.
En las espigas, las siluetas de la muchedumbre, los entrecejos
de quebraduras oclusivas de clavijas veletas, se tambalean
cuando retrocedo, vacilante.
¡Qué insípida la semejanza del gorrión entre las gredas,
en su reñida ansiedad, improvisándose en el impulso!
Un púrpura broche tímido, untado en la amistad de la amapola,
¿dónde te encuentro, bajo la grandilocuencia del tablero de
teoremas, flotando en gélida gelatina jugando rompecabezas?
Observa cómo voy ataviada de desventura, cargando la insulsa
margarita, que tantea la rebelión en un kilovatio
de tristeza, queriendo acomodarse hacia mis sienes, por una dicha
angular que no se deja ver.
¡Oh, aquí sentada, esperando un tango que toca la madrugada!
Discursos, símbolos y espejuelos recogen los frutos de la tromba
en el gradiente cromosómico, como la sonrisa trivial y sus ojos
taciturnos, navegando en el cercano infinito.
El gramófono dormido gira lento, con tamarugos místicos de epitelio tropical,
y el vientre del latido se ahueca longitudinalmente en la tutela de la exclamación
de un Edén portátil, como las compuertas envejecidas del firmamento.
Nada surte el efecto de una rebelión sin sonidos ebúrneos,
obstaculizada, la semilla de la úlcera en el reloj de arena de los hechos
que pasaron como pájaros con listones verdes en los brazos de mi dramática
máscara de tibia melancolía, sembradora de mis genes.
Ivette Mendoza Fajardo

sábado, 28 de septiembre de 2024

Amanecer en el Espejo

 

En el medallón fofo suspendido de un crepúsculo cautivo,
llega este enclave sombrío y no cartografiado, de hito
esmirriado, y el palpitar seguro de las gafas de su aliento
es una esencia que busca a otra en esta pasarela de caricias
exhaustivas y consoladoras.
No hay un entresuelo de furor que turbe, entonces, el fuete
se fusiona a distancia entre sus almas a babor.
Y son ahora dos fragmentos dolorosamente complementarios,
como en el reflejo de la lámina del espejo dividido,
que se miran uno al otro sin asombro de fustanes, pero más aun,
con los hemisferios de hormas esenciales de las estrellas bifurcadas.
Bajo la lama de tu letargo descansa la hiedra difusamente,
y se sumerge en la era que habita lanceoladamente,
mientras la mitomanía de la herida de la aurora sana,
nublando tus gestos empañados por la sal
y el tacto del mundo más nevado, es un florecer marchito,
un ceño ofrendado como la serena faz de los rocíos, como
el aliento puro de todas las palabras, que es un cuchillo
redentor en aguas mansas.
Ivette Mendoza Fajardo

viernes, 27 de septiembre de 2024

Hojalata de la Toponimia Perdida

 

La hojalata de la memoria de flequillo,
donde estupefactos florecimos.
El enebro se gira, revelando la penicilina
que denuncia su propio raquitismo amado.
Quizás ahora, como el nogal de flexo,
los estéreos delgados y la noche sinuosa
se entreguen a abusar de su poder en actividades clandestinas,
un verdadero astro de oratoria en el mercado juvenil,
como si dos musarañas nos reprendieran,
y nosotros, transformados, casualmente indefensos,
hojaldráramos la bobina sobre la explotación de bienes.
Horas de adaptación social nos han
forzado a fabricar versos troyanos.
¿Dónde reposa el aeródromo de su tropología?
La afectividad y su desgaste palpitan,
entre las combustiones de monóculos,
begonias y orquídeas tigre,
peregrinos en su camino,
persisten en aislamientos sociales.
Así, nuestra percepción en este piloncillo
ha madurado, libre de la memoria pimentera,
hacia la rectitud de pájaros problemáticos
que reciclan su ajuste ultramarino como un harapo.
Una sepia de nuestra infancia vehemente
en la plenitud de la bahía,
sepulta un surrealismo de toponimia ya muerta.
Ivette Mendoza Fajardo

Circuitos de sueños del ordenador

 

Con los gigabits de la aldaba, entre pápulas de madera, llora
el petroso ascenso de peldaños gastados en su hardware.
Tregua otorgada a su impresora matriarcal de inercias,
en marcado contraste.
El ojo tapiza el GPS examinado,
girando aún más profundo en tarabilla;
el oído captura un milisegundo en el navegador estrella.
En la tregua de un instante de energía enigmática,
se cimenta una sinergia de poder recalcado
en la fisura de veleros enfriados por su ordenador.
Es la vacilante dominancia del tiempo, con raíces
monofónicas en su PDF carnal.
¡Activa tu dominio ionosférico!
¡Engarza en una sutura pulsátil!
Entre el nervio del guardarriel y su inscripción
en el vacío de la materia desde su puerto infrarrojo,
y el infinitivo de un sueño exhausto que protege
el mermado fortín de mechas mecanizadas, queda
reducido a centinelas y murallas de mostazas,
por el recorrido ansioso de la lámpara del agua, dentro
de musculatura infinita, en software de ternura;
cada percusión es un organigrama puntual y aciago,
del USB del artilugio en un empate de circuito.
Ivette Mendoza Fajardo

jueves, 26 de septiembre de 2024

Códigos de un Compás Lapislázuli

 

Al rozar el cuarzo acaudalado, la bruma silvestre,
el vacío de pacaya, me disuelvo entre los fractales
siameses de la sombra incandescente.
Trazo, con sigilo, tus dioramas suspendidos,
y siento cómo se derrumban, como vapor,
envolviéndome en tus cornisas de lémures.
¡Existías demasiado en el aire
y en mis células que aún vibran, enrojecidas!
Eras como el paraguas ígneo de virtudes,
donde la luz pierde su pulso y
se congela en un silencio interminable.
Un día llegarás —cuando pueda ver sin que tu
diptongación hastial
rompa la estructura de mi carne expuesta—
despertaré, ¡al fin!, caminando entre grietas hipnagógicas,
como un eco vagabundo en la soledad,
llevando el olvido como un código radial
inscrito en mi médula utópica.
¡Vencedora, al fin vencedora, despojada de ti!
Transfigurada en un compás lapislázuli,
silencio láser,
derrumbe, laúd, dictáfono,
y el calor adormecido de un planeta ardiente...
Ivette Mendoza Fajardo
 

Folículos del Viento

 

Un ósculo eterno se desgarra, inflamado,
en las palmeras del sueño impermeable
de esclavitud.
Gritan los folículos del viento,
—aurora de gabardina errante,
donde te arrumbas sin anclas—
mientras las estaciones de los siglos,
dulces, fecundan costas aún por nacer.
Aquí, marchita, me alzo, sin gris deliberado,
de tierras ajenas, todo agrio,
agrio por la dentellada efímera de esta escollera
que el amor ha construido
en sombras de alcanfor y
médulas ininteligibles que no ven luz.
Mi pena incurable ya no brota en un
verde espectral,
pero mis inquisitivas manos son vientos,
atrapantes hacia tus ramas de cerezos,
descosidos,
hacia campos que la bruma
ha encerrado en la nostalgia,
sin que nunca las roce el engaño.
En cambio, a mí,
me agrieta y me tiñe de hoyas el vacío.
Mi impulso es una frescura en lontananza,
como la que duerme en los templos macedonios,
que se filtra en mi alma de roble y madreperla.
Pasos mudos de monzón resuenan
en la penumbra perezosa del aire,
en su emplaste poliédrico.
Ivette Mendoza Fajardo

Caminos de un Látigo Montaraz

 

El viento me dibuja con alegría elemental.
Un estéreo gaélico de sombras granulares
suspende la indemne jícara del aliento y la
de las cimas efervescentes que naufragan
y golpean en sí mismas.
¡Cuán extraño este látigo montaraz!
Busco en las navajas del aire una chispa,
un filo bizantino, una broma de chifle…
pero todo es fuga.
Quizás todos, a veces, flotamos ajenos
con el corazón hecho una copiosa condena.
Y una luna en cuarto creciente, al tocar el borde
de un émbolo de humo, estremecemos:
Y en el río curvado de cuadernos pluviales,
en la semilla invisible, en el dúo de la duna,
en todo lo que no existe, creamos
endomingándonos cuando los inviernos
heterodoxos nos pregunta.
Después, cuando el viento implícito
de su aura imperial nos dibuja,
cuando nadie nos oye mascullar,
rearmamos los paisajes masculinos
que se deshacen e ingresamos, por un instante,
en el vértigo orondo del orzuelo.
Ivette Mendoza Fajardo

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Fortín Micénico del Horizonte Medioambientalista

 

Hechizo empellón en espiral humanístico
de huipiles volcánicos y macachines de sal.
¿Debe ser mascarón neófito, envalentonado,
para filtrar el fiordo oculto de tus secretos
esculpidos en flamencos danzarines?
 
Oscilo,
entre los horcones de tu hálito,
y las ingles que habitan en el libreto
de tu máscara marrón,
me disuelvo,
y me reconstruyo en mil dimensiones
que embriagan tu olfato popurrí,
forjando sueños de madroños intervocálicos.
 
Aquí navegamos un Danubio de economía energética,
una resonancia vaporosa
en el fortín micénico y acuoso de tus mares,
en trazos galileos que desafían las órbitas intransitivamente.
 
Mis girasoles geofísicos
vibran como acordes cristalinos,
en las historietas ignífugas que
se funden con el abanico cálido
de tu horizonte medioambientalista.
Ivette Mendoza Fajardo