El Papachayo (Poemas Abstractos)
Poemas Abstractos, Surrealista , Oníricos,Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas

lunes, 13 de octubre de 2025
Fiesta de ortigas
Tengo que doler cuando el mutis rompe mi amargura,
domingo, 12 de octubre de 2025
Caracol del silencio
A buen recaudo hilvano una palabra
entre el polvo que resguarda su pequeñez.
En el código de mi lengua se anudan
las hebras y sus miedos.
En mis neuronas doradas, las primeras
sílabas
se escriben con agua y ceniza.
Abren signos,
sacuden estructuras que se niegan.
La pupila del pensamiento se dibuja
y en su centro se quiebra
el asombro de estar viva.
Regreso a las primeras páginas de mi
niebla,
a reescribir la savia de lo que fui.
Para leerme de nuevo,
deletreo en el caracol del silencio.
Es un milagro que aún nazcan tramas
en la erupción de mi verbo inclinado.
Es un milagro que la noche respire en mi
canto.
Y es un milagro este sueño que desata la
sed,
este nudo en la garganta que se abre
en una sílaba más
para nombrarme, otra vez, cada día,
y ablandar las piedras.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 10 de octubre de 2025
Las Dagas de Rocío
¿Qué hay cuando arrastro un metal sumiso
en el tedio leve de lo extraviado,
esa carga de desgarros que reposa
en la voluntad cansada de mis pupilas?
Escucho el golpeteo de mis pasos
en la suavidad del viento; ah, caray,
este tránsito dolido, en luna llena,
aún tibio de carne y juventud, oculto
como una flor que no responde.
Por qué dejo que la noche me rastree,
me lea las rimas del cansancio
en el tumulto de sarros encendidos,
como una eternidad azul que se desborda.
La luna se me desliza, vacía,
recoge el amor del éter inmóvil;
encierra el filo de mis ojos,
trenza su juego en tus hilos de deseo.
Y el tiempo —mi huésped antiguo—,
en esta noche abierta de nostalgia,
empieza su soliloquio: me incrusta dagas de
rocío
en el cuerpo frágil de las palabras. Y
callo,
porque el que huye también sangra,
aunque nadie lo vea.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 9 de octubre de 2025
Autorretrato en tela rota
Desciendo con los dientes abiertos del
zipper
de mi cartera marrón, al abismo de los hilos
rotos,
cuando el bastidor se atasca en el ojal de
esta bobina.
Arden mis terciopelos ocres en un cuarto
sin ventanas,
y una muda devoción se enrolla ciega en mis
bastidores,
ergue murallas de gamuza en esta ladera.
Me hiere la luz fría de la hebilla en el
jean del olvido,
donde estos dedales ahuecan memorias en el
ruedo
de mi falda,
entre astillas de alfileres y ese polvo de
bolsillo.
Mi tótem de seda trastabilla en las
lentejuelas
del viento,
y en el aire este alfiletero balbucea a la
camisa sucia
hacia la vastedad del sendero de encajes
que me oprime con sus estaciones
suavizantes.
Soy esta percha que cruje hacia lo
perecedero,
al tumulto de voces donde el nylon
cose a tientas mi edad entre los siglos.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 7 de octubre de 2025
Filtro de juventud
Remojar de lluvia mi piel de luna crinada,
en un líquido espeso que retuerce su
batalla.
Siento la osamenta en flor a labios, abrazarme,
cómo quien abraza la desnudez de la tarde,
cómo el veneno deleitoso del día que alborota
aterciopelados velos de vapor, saturando
el cáliz salvaje de mi alma pálida.
Atisbo el objeto arrebatado del poniente,
cómo enumera la carne del espíritu:
he aquí las antorchas ilegítimas,
el fulgor místico, la fiebre del tormento,
encantados por una nota discrepante.
Aguardo, con vértigos de sangre,
a que la luna me derribe:
ungüento desolado de una juventud
engalanada,
filtro triple de preciosidad,
nacido en la majestuosa cintura del
secreto.
Mas nada llega —mi humor vagabundo—
desde la fuente inquieta donde bebí mi
niñez.
Mi epidermis empieza a tener sed, y
mi rostro se broncea desde su nombre virginal.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 6 de octubre de 2025
El mar inmobiliario
Observo al mar inmobiliario cantar en mi
manía anacoreta…
¡Oh ilusión lúgubre de lata!
A lo lejos pastoreo mi orbicular sereno,
mi paradigma de aspecto pestañoso.
Siento que los dados oprimidos traen
fortunas arrulladoras de letras hinchadas,
y que mis cadenas se rompen al apretar
sus sabidurías.
Siento el credo salitroso que me inspira,
mitocondria paralizada en pedrusco
bondadoso,
llevar mi piedad sujeta a la yugular
de esta madrugada donde va mi pasión rota.
Me transfiguro estridente entre vergeles
malformados
que, en tiempo de cenizas, se alzaron
sigilosos
hacia la cimbrada cintura de la niebla,
con nardos entibiados por sendas
fracturadas,
con mis rebeldías.
El mar suda caminando. El mar canta con
voces ajenas.
Mi voz resuena en el letargo de lunas de
bochornos,
en los renglones caóticos, el mar se lleva
mis tristezas con claveles miopes.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 5 de octubre de 2025
Protocolo para una Metamorfosis Velada
Pido al aire de mis cruces que sollozan
furias penitentes,
que el silencio, en su senda quebrada,
descifre mis plegarias.
No hallé cielo hereje en el ancla de mi
alma,
solo esta ceguera terrosa que se interpone
a mi emoción.
Disfrazo mi dulzura de hojalata en
protocolos de calma,
bajo lágrimas de óxido y ritos de fuego
creador.
Si un destello naciera sin llama, mi mano
caería
en su metamorfosis velada.
¡Oh Píndaro ausente!, hallaría luz en el
desaire
humilde y abatido. Ejecuto mi ritual.
Mi paraguas custodia mi sombra fatigada,
se adorna sin aliento,
tejo fragmentos de mí entre la marea
inmóvil
de mi sonrisa suspendida.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 2 de octubre de 2025
Acuarela del sol
Me pregunto cómo se enhebra la acuarela del
sol
sobre el rojo ardiente de mis inviernos,
si hasta Picasso confiesa que su ámbar
se torna mugido verde
que me arrastra en ráfagas de ideales,
colores que germinan en los barrancos de mi
mundo.
Y yo,
oh aventura a pincel,
me deslizo sin poder dibujarme,
brizna devota y puritana,
en pasos galopantes hacia mi nada,
allí donde se esconde mi caballete auroral,
donde me miran miradas intensas
y me rozan gradientes de mi cansancio
yerto.
Es penoso abrazar sola el auricular
flotante
de mis sueños en su paleta desbordada,
probar la saciedad fría de lo negado;
es certero sombrear los jugos de mi
instinto
que hablan tanto de mi ayer
en este hallazgo personal:
sólo admito la transparencia de mi silencio
en su oscuridad,
su boceto pigmentado.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 27 de septiembre de 2025
Madrugada clandestina
La vida, en mi breve narración, dialoga
sobre pilares de lucientes apetitos.
El bisturí del miedo besa mis momentos
hondos,
corta las ramas de mi desliz desfallecido,
como mancha en el chasquido de mis
suspiros,
franqueando mis instantes sin opulencia.
Un deseo se fragmenta, ampuloso;
ovación en el nudo de mi garganta.
Vuelo cinético de brújulas matemáticas,
el deletreado cielo desnuda sus voces
de estrellas, contradiciendo la distancia
entre mi nostalgia y el florecimiento de mi
alba.
En la caverna de mi fisonomía silvestre, el
arte
me otorga el salvoconducto embalsamado de
mi sensatez.
En mi plática sorda divido la nada de mi
esfinge taciturna
y mis heridas incandescentes: hierro
híbrido,
madrugado y clandestino.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 26 de septiembre de 2025
Zarzal en la soledad
Con la caridad ojerosa de la oropéndola,
recaudo recelo en el tabaco de austera
verdad
que entuba la convivencia en el pataleo
desencantado.
Frecuento las migajas y despunto
con acentos obsesivos,
como espasmos oprimidos celebrando tanta
soledad,
como coca cola picoteando la inverosímil
yerbabuena,
preparándome para el abandono.
Soy zarzal de batalla ovalada, con
cuerpo de utopías,
machaco mil cosas cotidianas en la lumbre.
Soy, al fin y al cabo, la tonada de pájaros
en vigilias,
peregrino, solitario títere dictando
prosas,
coloreo los momentos inmortales
en la cola de un gorrión sobre la tierra
conmovida:
tiempos de cenizas y fotografías orgánicas
de ardua modestia.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 25 de septiembre de 2025
El fardo impaciente
Mi oficio es el fardo impaciente,
y mi paso: cargar la charla de la vena
ardiente.
Busco el ruido enhiesto que apenas marca
las horas
para ganar el peso de su luz.
Me empujan en este péndulo que hincha desde
sus cadenas,
donde solo hay un muelle desencajado,
elástico, periódico, porfiado.
“Cambia de frasco”, me han dicho.
Pero unos cuantos bufan en cascabel del
torbellino.
En mí se humecta la arboleda,
bajo esta delicada fuerza que, embriagada,
oprime,
bajo este movimiento que su pena cuelga en
un jardín
que inventa la inocencia de ser bulto dando
palos de ciego.
Ah, si interviniera el arrabal ojituerto:
mi fardo queda abierto, la orilla que tuvo
vida,
sin barrotes y sin hiel evaporada de prisa
en mis pupilas,
sin claustro arrodillado. ¿Cuánto dolor
llevo?
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 24 de septiembre de 2025
Soplos interplanetarios
Mi dorado anhelo fue escalar pedestales de
cegador estruendo,
por pasadizos donde el manzano sangra
versos en la yema.
Si tu costumbre era tocar las bisagras
famélicas,
que abren y cierran el revoloteo de una
generosidad torácica,
¡qué bien, qué bien!
¿A dónde vences ahora, con tus moralejas de
meriendas,
fugándose de la otra vida en esta carne
pretensiosa?
¿Fingías el selfi táctico de otras
realidades?
¿Dónde nos atraviesa, andante, el valeroso
tábano del deseo?
¿Y qué dice la oruga a los bolillos
personificados,
que tamborean, tamborean los pasos brumosos
de las verdades idas?
¿Qué es traspasar la misericordia de los
vientos?
Oh, caos del hielo, ven, conoce los gestos
de la página dudosa;
mueve el planeta innovador en los caracoles
del futuro,
olvida la catástrofe de mis ojos
interrogados,
junto al lanceolado borde del poro
profético.
Soplos interplanetarios de mi sueño, última
trinchera,
de la camisa sin cuernos que hoy
manufactura
el embrollo aterrador de un augurio
que se descompone, se descompone en la
lengua.
Ivette Mendoza Fajardo
La Alfombra de los Espectros
Se hunden mis apretones disfrazados de
bostezo.
Irrepetible vuelta avizora la mente de mi
suerte.
Bolsillos cansados de diamantes maltratan
las brasas
donde se aferra un pétalo de mi congoja,
barranco truncado por rojos cetros de
melancolía sonatina.
Noches eternas sobreviví abrazos de
epitafio lloviznado,
llorado en invención de huella bruja.
Batalla de sollozos tercos vence mi verso
con dolor
y se alimenta del intelecto de esqueletos.
¿Dónde está mi sitio dentro de risas que se
burlan
del legado de reflejos esclavos?
Mi inquietud también se mortifica en el
coraje banal
de tu alfombra risueña de espectros.
Rebelde sepulcro de la llave, tu crueldad
esconde
mis cuatro extremidades de hombre-rana
sumergido en un infinito molecular.
En alarido de hembras de dulzura siniestra
me rimo alborozada a la justicia de las
letras,
en las trampas de la palabra.
Aquí el soslayo se estremece,
y su terrón de azúcar es mi reino.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 22 de septiembre de 2025
Andrajos de la noche
Ensangrentada escalinata del suelo feroz,
observo su lágrima embravecida que no
regresará,
mientras empapa las colchas que duelen en
el bastón
angustiado de las esquinas.
Un jirón de razón irrumpe
entre andrajos de olvido,
como plumas desgastadas de materia
flotando desde mi memoria hacia la noche.
Noche en que enumero deseos:
mi lengua de laurel lame el fuego de la
esperanza,
persigo el paso tembloroso de la quimera,
una nostalgia que nace de la austeridad de
su
abandono y su llanto.
Así, se cierra la palabra en sus devaneos
bajo la inmensidad
de este mundo anidado en aguacero.
Ivette Mendoza Fajardo
observo su lágrima embravecida que no regresará,
mientras empapa las colchas que duelen en el bastón
angustiado de las esquinas.
entre andrajos de olvido,
como plumas desgastadas de materia
flotando desde mi memoria hacia la noche.
mi lengua de laurel lame el fuego de la esperanza,
persigo el paso tembloroso de la quimera,
una nostalgia que nace de la austeridad de su
abandono y su llanto.
bajo la inmensidad
de este mundo anidado en aguacero.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 20 de septiembre de 2025
Conciencia del oleaje
Mis manos evidentemente se enturbian
con un agitado humo cauteloso…
Me persiguen pájaros marinos
para rasgar memorias en la orilla,
mientras el sueño aturdido de la espuma
me abandona sin prisa,
con la sal infinita del oleaje:
mi soledad despierta es un sable encapotado
que
escapa a la balanza enloquecida de la
garganta,
inepta ante la fosforescencia —y no tiene
más que hablar—
cuando la pena se enciende bajo el lucero
de la madrugada.
¡En las ondulaciones de este mar,
yo, cansada de arrastrar nostalgias!
Luego, un sol salva y justifica,
desnudo y empecinado,
rasga la fábula errante, fluido en el
desvarío;
y mi boca exhausta se retira a parir
algas con signos mojados.
No hallo sed que rompa el tiempo,
ni espacio que se apague
con el rumor en la conciencia de la luna…
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 17 de septiembre de 2025
Timón de glorioso encanto
Timón de glorioso encanto y silencios en
tregua
viene a quebrar
la marea opaca.
El faro ávido del sosiego
arde despechado en mi vértigo,
con un semblante hueco y salobre.
Bajo el airado navío y la bruma sin proa
ni popa,
zozobran mis deseos en truenos de campanas náuticas.
Mis espectros de hierro enojado
recorren vueltas sin forma,
mientras gaviotas y vigilias palpitan en
aguas sin decoro.
En mis costados, rompebrújulas me hieren
los calendarios que desprenden clamores.
Nado para descifrar, en el oleaje que mira
en celo,
ese tono incierto
del que soy apenas sombra, un mar
desconsolado
y ancla convulsa que se bambolea dentro de
mí.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 10 de septiembre de 2025
Confines de neones azules
Yo, que me nombro cautiverio encendido,
camino erguida en presencia fortuita,
y guardo en mí la sombra de neón encantado
de tus labios, relámpago extraviado.
Yo, que en mi culpa hallé descargas
polvorientas,
doblegué al mundo en mi propia batalla;
mis ojos —fuego, desvelo eléctrico—
fueron lámparas heridas en la fuga.
Yo he brillado en lechos de lavas de
entusiasmos,
he dejado caer mi gesto vacío, paseando
recuerdos
hasta rozar al halcón de la materia,
siguiendo el pulso febril de tu aurora.
Soy caricia de hierro encariñado,
soy diamante estremecido en la sombra de
Dante,
soy tiempo incierto que se enciende en tus
huellas.
Y mis ansias de vivir se renuevan, en tu
cuerpo,
como un río de confines azules que invade
mi alma.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 8 de septiembre de 2025
Edad de juventud glacial
Soy de juventud glacial, de lentos,
errabundos
celajes que se transmutan en horas cautivas
de mi bóveda vegetal,
abigarrados de brasas, cual velo convulso
en su quimera,
bordado en amatistas, hundido en penumbras.
La luna, con su cuchillo de hielo, me
concibe importuna,
y yo cavilo —entre grietas y derrotas
desleídas—
que yacen, como arrugas de terciopelo en
veladura,
revelando la leyenda que me devora e
inunda.
Atravesé mi gesto soberano, apenas grave,
rozando dalias vacilantes, cuyo hálito
herido
sangraba en la obediencia frágil de su
corola.
Vi tus cabellos: súbita lágrima inefable,
expirada;
te apresé, y en tu cuerpo —leve poesía sin
laureles—
se destiló en mí, exhalando su pachulí,
como azahares hundidos en el resquicio de
su gloria.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 7 de septiembre de 2025
Ceniza de sándalo agraciado
A cuánto guiño de párpados el cielo me
reprende,
oh humor mortal… frágil, hechizado.
Me encojo en la fiebre de mi propio empeño,
me hielo cuando la farsa estalla,
me hielo otra vez, como si fuera nueva.
Me asusto si el cetro del lamento me
acongoja,
si la rienda se dobla y me consiente,
si el teclado me sujeta en su rigor:
días y noches —tan hoscos—
con ceniza en la frente, arcilla de mis
días.
Mas sólo guardo sombra para el sueño.
Ni al picaporte.
Ni al pulso insolente.
Ni a la herida… ni al sándalo agraciado.
Y, sin embargo, me defiende mi quimera
incierta:
el gesto de mis mareas celestes,
desmayadas,
me embriaga de clemencia,
y en ese naufragio —renazco—
como luz que se disuelve y regresa devuelta
en mí.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 5 de septiembre de 2025
Horas del Zodiaco
Vuelvo a las horas del Zodiaco,
me deslizo como claridad en carne.
Me atraviesa lo eléctrico de huesos
turbados
que cualquier figura,
llevo la tela del rocío impregnada de
quietud.
El júbilo es un extracto de vacío,
dispuesto a quebrarse
como vidas tardías, como pulsaciones.
Ya vencida en esta conciencia
un dedo secreto y soñoliento
se hunde en mi brisa ingrávida.
Agito el pedazo de follaje que se trenza en
mi boca,
la mordida de un ayer indómito.
La clemencia no toca a los contornos
helados y menos aún
a quienes nunca aprendieron a extinguir la llama.
Inicia Septiembre y el vértigo no perdona:
arena extraviada,
el guiño de párpado de libra arremetió en
mi esternón,
y la narración quedó inclinada, sin fuerza,
abierta en mis pupilas
a la mitad del umbral.
Ivette Mendoza Fajardo
Nudo y cordillera
Siento el nudo de vapor encenderse
sobre mi sala vacía,
mi memoria se escapa
tragándose los bordes de las cosas,
mientras la tarde se derrama
como un suspiro roto sobre mis sienes.
silencio que araña mi entraña.
escucho golpes lejanos,
mi madera no cede,
mi café frío en vigilia
mi mesa hundida en sombras.
veo la chispa saltar entre mis dedos,
la bruma quedarse en mi garganta,
mi cordillera respirando dentro de mí.
polvo agudo, sin custodia
el
anillo torcido de un dios.
Ivette Mendoza Fajardo
Estaciones dormidas
Siento el borde contorsionado,
de rama que se cuela
en mi corazón frutecido.
Hora desierta,
lejanía del mundo.
Guardo un abrigo secreto,
callo lo que rompe bajo la lengua.
Abrazo que no termina.
Ato estaciones dormidas,
equilibrios sin miedo
apretujados en mis manos.
Sueño quebrado
dentro de un círculo cerrado.
Tropel de insectos.
Luna que me atraviesa
y abre lo bravío en mi carne.
Aquí permanezco frente al arrullo
de la vertiente,
descifrando el misterio de mí misma.
Las articulaciones del ocaso
palpan mis ropajes vacíos.
Un semblante ajeno
se hunde en la efervescencia,
sin despedida.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 4 de septiembre de 2025
En la intemperie académica
Anochecida recorro las ruinas de la fragua
antigua.
La noche golpea mi carne con su prosa seca.
Llevo siglos diluyendo el juguete de mi
tristeza,
maravillosa entre pájaros mínimos.
Pastoreo mariposas del fulgor mental
cargadas de semillas heroicas.
La polea intuye mi paso:
no es heráldica, ni un girasol ciego.
El cenicero es un ruiseñor que se sabe
bello
en la eternidad sangrada,
en la risa de la garúa del trueno,
en el confín.
Se resquebraja la incógnita de mis pasos;
el tiempo tras el cristal queda resentido.
No es el cabello sagrado de la pregunta
salvaje.
Mi ataúd es un puente de hojarasca sonora.
A mitad del sueño, mi maúllo retrocede
en la oquedad del pasto.
Al nombrar los pliegues de dolor,
mis esqueletos se alzan, fabulosos,
a lucirse en la intemperie académica.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 3 de septiembre de 2025
Estandarte sin resplandor
Abrir los ojos es caer en humo leve,
vasija temeraria que nadie alcanza.
Nada ocurre aún,
hasta que despiertan las aves negras,
hasta que trazan la mueca del mundo.
Sombras heladas —inmortales—
no vibren en lo hondo:
aquí se quiebra la piedra del nadie,
y una cifra nos ciñe en la enredadera.
Amado mío, grábame en tu secreto,
para no suplicar en el cálculo del dolor.
Toma mi frente,
sumérgela en la llama que me aprieta,
donde el silencio responde,
donde me disuelvo,
y el fuego consume mi reflejo.
¡Oh cielo!, elévame sin resplandor
en tu estandarte.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 2 de septiembre de 2025
Horizontes de hielo
Horizontes de hielo por tu ausencia,
y dentro de mí un verano secreto arde en
pleno día.
Las paredes antiguas muestran sus grietas,
tantas voces quedaron aferradas a la cal.
La luz que dejas tras de ti, se disuelve en
la esquina,
mi mirada tropieza con un reflejo tuyo,
un destello que se escapa entre los
adoquines.
Te mueves como humo entre la tarde,
y pienso que tal vez podría tocar tu fuga,
esa fuerza invisible que sostiene tu calma
y deja temblando mis horas.
Me resguardo en estas calles caídas del
cielo,
imagino tus besos despiertos en algún borde
del tejado,
y esta mano se escurre por tu pecho: sin
regreso en mi sentir.
Tu aliento me devuelve un soplo de júbilo,
derribando la frontera entre tu cuerpo y mi
deseo.
Extraviado mi silencio entre puentes
desiertos,
la ciudad se abre como herida.
Y mientras tu corbata guarda más preguntas
que respuestas,
yo permanezco sin un lugar donde caer,
prisionera de tu presencia ausente.
Ivette Mendoza Fajardo
Aguijones en la piel
Hay un enjambre de diptongos que late cada
ciclo,
y una miel de ceniza mancha el alma.
Perseo, intuías la fractura de cada abeja
en mi pecho:
solo al hallar la otra cara de la vida en
otro panal
me reconcilio conmigo.
¿Por qué, Eurípides, zumba esa condena?
Si la lluvia vuelve a fecundar,
solo el aroma solar de su cuerpo me
sostendrá.
¿Cómo revolotear el tiempo viscoso?
Un instante de calma me da un segundo
nacimiento;
déjame beber pólenes húmedos en el bosque.
Aún queda fulgor en la colmena,
y la miel respira resignada.
No logro destilar dulzura;
un zumbido de hiel repercute en mis sienes.
Canción de aire, ¿me rondas?
Te deseo, te miro, pero no te encuentro,
contemplar el almíbar de mi casa
en semana santa:
que el deleite quiebre mis sentidos.
“...no te dejo ni sol ni sombra...”
Subías a mi paladar cuando era niña,
y una sabihonda abeja nos juntaba.
Echo de menos aquel verde campo,
aguijones prendidos en la piel.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 1 de septiembre de 2025
Itinerario de sudor
Rectangular en la bisagra de los platinos,
así decía mi abuelo,
el riel viene a su encuentro: gravito en
sus sueños
y me dejo llevar por el vértigo que empuja.
El eje del tranvía me juzga apasionada, a
buen recaudo,
y los cigüeñales —viejos, matriarcales—
me señalan rutas que no elegí.
Gorjeo entre pernos y correas que alucinan
su orden, y obedezco no por mandato,
sino por el peso familiar de su empuje.
Andamios flexibles se acercan, silenciosos,
rozando el nylon opaco de las ruedas
gastadas,
que sin promesa me guían por este
itinerario de sudor.
En el chasis del alba adolescente,
las tuercas ajustan su armadura hacia lo
trimestral,
y mi marcha se aligera con un ritmo
que me nace desde el corazón: trémulo, casi
frágil.
No hay furia abierta ni gleba en este viaje
a Vancouver,
solo el golpe seco de la manija al
descender
por la leva de mis muslos metálicos,
mirándome al espejo,
vibra en mí un instinto temerario y
esmirriado,
como un pájaro atrapado en una tubería.
Tal vez en la distancia, desde las
palancas,
algún huraño interrumpe al compresor
herido,
mientras el chasis circula, cautivo,
y yo me dejo doblar por la vibración donde
todo me somete.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 29 de agosto de 2025
Astillas de aire
Las oropéndolas picotean la ventana.
Escarban melancolías en mi pecho sonoro.
En la vereda descamada me rasguña
la mácula del humo.
Sus calices se dispersan lentamente.
El céfiro erosiona bordes torcidos.
La penumbra del anhelo es casi música en el
alma.
Y en todo el patio la quietud guarda
astillas de hierro.
Dentro de mí parpadea un ala, como la magia
de mi niñez.
Instante suspendido de un amanecer:
zumbando en mis sienes,
crepúsculos de vida desgastada que nadie
puede sujetar.
Todo reposa en claridad rendida: muros,
dinteles, aldabas,
la mesa, la lámpara, la cortina. Luces que
hablan sin palabras.
La azotea y el suelo tan sinceros con sus
ojos abiertos.
Todo permanece bajo la claridad de la
mañana.
En sus melodías permanezco. Me libera un
sol de blanca sangre.
Atravieso atardeceres entreabiertos: el día
es un viaje en la emoción.
¡Oh nidos que deambulan inmortales!
Pequeños fragmentos de conciencia.
Soy el caminante que derrama miel de fuego
en
el corazón de la hojarasca,
colándose como aire entre la hendidura de
las hojas.
Ivette Mendoza Fajardo
Escarban melancolías en mi pecho sonoro.
En la vereda descamada me rasguña
la mácula del humo.
Sus calices se dispersan lentamente.
El céfiro erosiona bordes torcidos.
La penumbra del anhelo es casi música en el alma.
Y en todo el patio la quietud guarda astillas de hierro.
Dentro de mí parpadea un ala, como la magia de mi niñez.
Instante suspendido de un amanecer: zumbando en mis sienes,
crepúsculos de vida desgastada que nadie puede sujetar.
Todo reposa en claridad rendida: muros, dinteles, aldabas,
la mesa, la lámpara, la cortina. Luces que hablan sin palabras.
La azotea y el suelo tan sinceros con sus ojos abiertos.
Todo permanece bajo la claridad de la mañana.
En sus melodías permanezco. Me libera un sol de blanca sangre.
Atravieso atardeceres entreabiertos: el día es un viaje en la emoción.
¡Oh nidos que deambulan inmortales!
Pequeños fragmentos de conciencia.
Soy el caminante que derrama miel de fuego en
el corazón de la hojarasca,
colándose como aire entre la hendidura de las hojas.
Ivette Mendoza Fajardo
Huertos callados
Senderos de incertidumbre
hienden mis ríos descalzos;
me cercan voces dormidas,
me germinan huertos callados.
Senderos de incertidumbre,
la vereda se abre y se tuerce;
en el remolino de miradas
otras manos cautivas resuenan.
Casi al umbral del zafiro del mundo
brota un lirio, nítido, intacto, esperando.
Me sorprenden letanías serenas
en el filo helado de la nada;
la lluvia se desgrana en su despedida
y sostiene lo frágil.
Senderos de incertidumbre:
¡ha germinado la quimera!
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 28 de agosto de 2025
Médula del desvarío
Irradia mi médula elástica en el enchufe de
la expresión.
Entre los engranajes siento cómo resbala la
sentencia quebradiza,
llega con el arrebato de la sinrazón.
El mundo camina sobre la leve furia de los
sentidos
y deja tras de sí una estela enajenada,
fósforo hermoso.
La horca de la desazón apolilla mi existir.
Corrige, a su modo, el rumbo de un farol.
Sólo hay una forma de ver la tarde
mastodóntica:
cuando un rostro agrietado aparece en el
imperio del meteorito
y se exonera entre las cejas del designio.
La tierra es un extraño ruido que se aferra
a un broche perdido;
en la pureza de sus muecas lidia con el
combate
de tercos besos.
Las viñas del dolor navegan peregrinas,
cargadas de divina esencia.
La mañana se sostiene de prisa, persa en su
ademán, como los
corazones apresurados.
Y en mi médula gravita la forma intacta del
desvarío.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 27 de agosto de 2025
La polea del silencio
Desde la polea del silencio, la noche anuda
la llama zarandeada por un piano oscuro
que toca la ventana solitaria
con la paciencia crepuscular en su pulso
aletargado.
Es un texto de sombra que pide el fuego,
una maravilla intacta devorada,
una fisonomía reanimada de sol.
Su acento es desvelo en semáforos del
cielo,
claustros serenos como mapas errados,
y una calle sinfín que se transparenta,
dormida como la mañana centellante que
guardo.
A usted, palabra desahuciada,
llovida de niebla y fe,
le entrego las horas que se deshacen
en el cansancio de mis venas.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 26 de agosto de 2025
Ramaje encendido
Si tu voz no me alcanza por el ramaje
encendido,
se disuelve el instante en la arena de mi
sangre;
te miro como un faro que flaquea sobre una
daga
de esplendor, y me extravío en la niebla de
la espuma.
La sed de tu pupila presurosa llora en la
quietud,
en el desierto que a diario me consume; una
mácula
me late la garganta por tu vida entera,
por la esfinge del mar, sedienta de la
lluvia que se esfuma.
No me retires tu cauce ni tus palabras,
no te encierres en la piedra desvelada que
vacila,
ni en la fiebre del estruendo que me
erosiona;
mis árboles se quiebran sin rocío.
Deja que los manantiales de tu centro,
minúsculos universos con su música lenta,
resuciten mi campo en el estío.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 24 de agosto de 2025
Partícula aromada
Todo colapsa cerca de mí, el mismo campo,
el mismo vacío cuántico.
Debajo de un beso tuyo, un fotón
entrelazado se pliega en su espín,
y mi onda superpuesta, la de siempre,
persiste aquí, reclamando energía.
Giro en la función de probabilidades tras
mis átomos. El átomo disimula,
y el orbital, idólatra, desciende a mi
frecuencia indeterminada.
Hay quarks que van tejiendo las moléculas
como telas de araña.
La constante de Planck me da una dosis de
cariño en su vibración.
Y mi resonancia se expande en el universo.
El universo entero se enreda en mi
partícula aromada.
Una dimensión de incertidumbre me presiona
como materia fragmentada
que busca tu brisa ácida.
Toca colisionar con mi propia radiación, el
canto radiante de tus alas.
Mis electrones se dispersan, recorren
hambrientos la malla,
y mis neutrones excitados perciben el rigor
de la interacción que soy.
Ivette Mednoza Fajardo

Debajo de un beso tuyo, un fotón entrelazado se pliega en su espín,
y mi onda superpuesta, la de siempre, persiste aquí, reclamando energía.
y el orbital, idólatra, desciende a mi frecuencia indeterminada.
La constante de Planck me da una dosis de cariño en su vibración.
El universo entero se enreda en mi partícula aromada.
que busca tu brisa ácida.
Mis electrones se dispersan, recorren hambrientos la malla,
y mis neutrones excitados perciben el rigor de la interacción que soy.
Ivette Mednoza Fajardo

sábado, 23 de agosto de 2025
Inercia de Otoño
Me reconozco en la inercia del otoño que
dilata la tarde,
un calor latente que se estira hasta
quebrarse.
La resistencia del aire colisiona breve,
se apaga en la epidermis de los segundos
cósmicos.
El tronco del impulso me revela en su flujo
térmico;
ya no indago las entropías del suelo
descubierto,
sólo me cubre el centelleo del recuerdo eléctrico,
en la polaridad del cielo.
La fuga del calor es un manto de intemperie
a paso de tortuga.
Mi contorno es enojo en circuito cerrado
que se deshace en la sangre y en el fuego;
la nueva soledad se afila con el soplo del
viento.
Camino con descargas de alto voltaje,
y la senda se desprende detrás de mí:
es el tiempo
mudando de cuerpo, de temperatura y
fricción.
Ivette Mendoza Fajardo
Músculos del silencio
El pulso del cuerpo cede bajo un cielo que
se agrieta.
Mi mirada se disuelve en la radiografía del
horizonte
y traza su diagnóstico, su única residencia
entre los vivos.
Está fría la luz y el flujo sanguíneo se
agita.
Aún no despiertan las pupilas estelares en
este examen vespertino,
cubierto por descargas eléctricas, por el
estruendo de impulsos nerviosos
y por la tensión de los ventrículos.
Y aquí estoy, frente a mi propio torso.
La llama interna de donde se abrieron
mis
ojos
para inspeccionar la anatomía del mundo
y recitar, a todos los músculos, un
silencio suspendido.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 22 de agosto de 2025
Vertientes Secretas
Me oculto en tus vertientes, robando
silencios,
y la fantasía de tu letargo me araña la
lengua.
Cada promesa tuya perfora mi destino,
rompiendo laberintos donde se extravían
las imágenes sonoras del deseo.
Te miro:
vibras en mí sin conquista del tiempo,
el relámpago de tus dedos truena en mi
nombre antes de decirlo.
Una furia tuya golpea mi pecho,
yo guardo el rumor, me retuerzo en la
espera de tu risa sardónica.
Eres chispa atravesando muros y tormenta,
una calle que se abre con mis pupilas sin
límites,
un loco compás que dibuja caminos
invisibles entre nosotros,
y, aun así, me ofreces un canto matinal
como si fuera una fresca mañana nacida para
mí.
Ivette Mendoza Fajardo
Sin proa ni popa
Una mórbida hormiga sobre mi delirio
viajero
rompió los buques rasgados por la fuerza
centrípeta,
siglos que habitan la otra orilla,
en el espejismo turquesa que camina suavemente
con venas de asombro.
El ojo abierto reconoce al navío:
en su alcantarilla se deshoja.
Alguien llama en las aguas harapientas,
donde no hay proa ni popa,
solo la chispa del reposo.
Cruje el timón, cruje la noche;
por eso sigo soñando con la sirena del
amor,
que canta su sed a la orilla
de una espuma inocente.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 21 de agosto de 2025
Caracol borrego
Rutina insostenible del alma:
horas de amapolas detenidas en la sal
secuestrada,
caracol borrego vacío que grita al viento
su espuma,
sonrojo estremecido sobre el coral y la
concha
se enloquece.
Fatiga de pedal en flor:
una miel a punta de caramelo se petrifica
en luz,
deleita la nada del desenfreno de
arrecifes,
la vasija de piedra calla su secreto en
muda corriente,
un jardín interior se disuelve a rienda
suelta.
Rutina insostenible del alma:
el encuentro a tientas en su ligadura, como
algas verdes,
espuma quebrada a todo trance en la uña del
alero,
ventanas celestes hacia un pasado intacto.
Destino incierto:
en la brecha de la ausencia se aburre la
ostra,
un párpado clausura la mecha ardiendo, y no
hay preguntas,
futuro rabo de hoguera que nadie elude.
Ivette Mendoza Fajardo
Voces extrañas sobre la tierra
Me redimo entre voces extrañas que se
inclinan,
el suelo es mi dueño y me desarma a la vez;
no huyo, no me diluyo en los pantanos de la
bruma,
el mundo me observa y me desvanece
en
la desazón de un alma adolorida.
Cuchichean las raíces que laten bajo mis
pies,
el viento me despotrica, se lanza al
silencio silbando,
las piedras no dejan que caiga ni que me
levante,
el tiempo se enreda en mis baratijas
amistosamente.
La luz bebe las tormentas que atravieso,
el abandono roza mis brazos de ave
resentida,
la savia de los días se ahoga en charcos de
silencio.
Me renuevo en aire: solo existe
una tierra incomprensible: cercanía y
fuego,
el crepúsculo es blanco y me llama a
desaparecer y rendirme.
Ivette Mendoza Fajardo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)