La memoria del rocío que exhala ceniza
Me envuelve una niebla de mancha
irrespirable,
la ciudad se retuerce bajo su mordida
feroz;
los árboles imploran al vidrio ceniciento,
caen, arrastrando secretos del río en celo.
Tu sonrisa generosa se extravía, y yo
en avenidas donde el aire se quiebra
conmovido.
El pulso señorial del hierro, me oprime y
sacude mi rutina con impaciente desazón.
Me sobresalta el pecho con su prisa.
Al otro lado del cristal,
contemplo el ocaso del arco iris: la
memoria del
rocío se enturbia coronado de vapores
desvaídos
y un canto fúnebre envuelto en pena, de tez
rosada
exilia su aliento entre carcajadas.
Para despertar preceptos de dulces
existencias,
desentierro cántaros de sílabas adoloridas
y edades de espejos esquineros,
persigo umbrales cifrados y señales
oxigenadas,
revuelvo brasas de pétalos y cortezas.
Ivette Mendoza Fajardo