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domingo, 22 de junio de 2025

Palanquín de la Grieta

Me iba, deshaciendo la risa y el antojo,
la trayectoria frágil de lo que gime,
y avanza el palanquín encendido de la grieta
que nos hace un puñado de corolas con el duelo
que oscila fatigado.
 
Traspasé el barniz del miedo de los astros,
hasta partir la manzana milagrosa del mediodía
con este bronce que encanta bajo el yugo de mis venas,
revolviendo el gris bárbaro de la porcelana.
 
Así renuncié a esta mínima forma, retraída siendo
huésped de lo tangible, gaviota en el fuego negro
de los aires, para poseer la lentitud modelada en vértigo
sin frontera y lo risible, en el meandro de lo prodigioso.
 
Y era, el comienzo de la tierra abandonada por el ruido,
este ruido que viajaba con grillete,
este sabor a manantial vertiginoso que cae como
cera ardiente,
esta oruga de latidos de lo sagrado vacilante
donde un poro helado, sin decir nada, se congela en mí.
Ivette Mendoza Fajardo