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jueves, 26 de junio de 2025

Roca Aborrascada en Demasía

Vacío estuche desvalido de flechas y vides: 
repiquetea una débil alhaja que guarda 
las nubes que levanto —hermosas, tétricas máscaras— 
y turbios figurines del secreto ahora. 
Antes del Heráclito silencio y la pausa 
de la serranía inminente; 
robot de sangre fría va sobre lo agreste del amor inacabado, 
y al final de su 
soledad sostiene la errancia que arrastro 
leve en la pálida ribera de su ruidosa encrucijada; 
veleros denegridos de la tarde sin mácula, de aire en voz, 
que suenan en las campanas de un dios dormido 
sin tiempo ni resonancia. 
Sensato dolor calizo apostado sobre tallos secos, 
en cuestión de suerte, me ha dejado júbilos tardíos 
que a veces revivo en los lares violetas 
tras los recodos de la memoria en su desvelo de antaño. 
Las flores más fugitivas, redentoras, madres del pasado, 
se deshacen entre mis manos, 
y de su halago emerge la roca aborrascada, 
como mil ballestas tensadas hacia los bordes del mundo, 
que cargo entre las bondades de mis dedos claros y sin rodeos.
Ivette Mendoza Fajardo