Lágrima sin fuente
Del jardín caluroso junto al origen,
se enfrían mis generosos rosales,
con un aura de gracia y de enigmas,
me transforma en el rudo torbellino
arrebatado de corales.
Una sombría cascada en tu inteligencia
dio el equilibrio que mi cuerpo toma;
hoy mi pecho anochecido como el vino es,
la vida que me rompe en pleno encanto
de clemencia.
Directo, el corazón atribulado lo percibía,
y los hilos, por la tristeza despistada,
lloraba
y arrancaba de mi voz la dulzura del mañana
sin saber lo que yo decía.
Con ella surjo al miedo más arcano,
en sus corrientes hondas me desvía,
y nada sirve; todo está yermo en mis manos.
Muchos años han pasado, y una lágrima,
desde su fuente, todavía no seca y yo
sigo aquí día a día.
Ivette Mendoza Fajardo