El Plumaje Inanimado
Hay dichos que chocan en la entelequia
mudable
de mi soledad piadosa.
Mi corazón revela la estatua del plumaje
inanimado
y hay manchas dentro de mí, indulgentes que
llueven en el barro
y la luz esclava, donde engloba el humo los
segundos
fieles cavando catacumbas.
Busca día a día el pensamiento intocable de
mi
desesperación; mientras la nube en su
movimiento
de espejo nocturno salta a calmar su sed.
Hay detalles que cantan villancicos y su
objetivo final
es para salvar un abrazo honesto que dura más
que
la eternidad del sol hasta devolver la viga
en la paja ajena.
Hay de todo y para cada uno y todo se
liquida, se vaporiza,
se diluye como el agua dentro de su
libertad de pez.
Los que me buscan dominan mis vocablos, en
toda
dirección, luchan en mis labios y en mis
sienes me aseguran
un kilómetro de calma honda con lentes
adoloridos.
¡Ah, paredes de clemencia, en la tierra de
mi desilusión!
Pasa la noche reconciliándose con mis
guantes saltarines,
pasa contando chistes desde su salto
mortal y su risa de plata.
Ivette Mendoza Fajardo
