La sintaxis del relámpago
Habrá de ser el vértigo de la distancia
infantil
que recuerda el anonimato en el espejismo
ambiguo.
Cada lluvia de senos tiene su festejo
y modifica al ordenador con sus múltiples
arrugas.
Cada relámpago vierte su sintaxis de amor;
una mirada con zapatos rotos crepita en
la trampa que se corona reina en el vacío,
sin incendiar aromas de oídos ermitaños.
A veces, el parlante se asfixia por las
calles.
Serán abandonos prestados que mueren de
repente
en el cementerio del útero, bajo la lápida
del pecado
virginal;
de ese confuso ideal que lo heló en sus
clavículas,
al que cuelga mundos en el borde del
peligro
y del tiempo que sopesa la nariz de las
balanzas.
Hoy, moratones de viento telequinéticos
y constelación de mi boca,
que se escapa al brindis de un vaso de
leche,
se refugian en consignas y telones
que se alzan en utopías cifradas por los
siglos.
Son artificios de muebles carcomidos,
libretas de lumbres del relieve,
alarmas desmesuradas en ruina.
¡Flema del ojo en la burguesía alada!
Ivette Mendoza Fajardo