El Declive del Tiempo
Estoy completamente en mí, hacia la
medianoche,
con cada testimonio que resguardo
bajo la saliva embriagante del sigilo.
Mi aliento secreto hace crujir los muros,
con realidad
pasional, donde gime la distancia como si
respirara mi ausencia.
Cada superficie se deforma, cada vértice
huye de esta mirada mía,
henchida de acontecimientos en su visión
crepuscular. Hoy es
demasiado breve para alcanzar el declive
del tiempo,
como un letargo sin tregua que ya no
soporta más.
Me pregunta una esfera que habla con
pasión,
sembrada de veranos sobre aguas tersas,
pero idéntica a sí misma.
La selva que vibra sobre luna quieta es
translúcida,
con colores reanimados que duermen en la
razón eterna,
y yo la atravieso en su punto cero de lo
infinito.
Mis ojos contienen desalientos corvos, en las
horas neutras,
incómodas, hundidas,
y el cuerpo se erosiona en su murmullo.
La estancia entera llora mis abismos, mi
cielo se agrieta,
mi tiempo no cabe, mi sueño se parte,
y el silencio, inútil como grito,
se aferra a un número inicial tan próximo a
la ciega perfección.
Ivette Mendoza Fajardo
