Silencio Desenvainado
Desde el hueco de cristales concéntricos,
el brío de la brisa renueva mi quimera
con racimos de cadencias transitorias,
que arrastran las aves, tallando las
mañanas apasionadas
sobre el pentagrama flotante de la ciudad
sinfónica.
Y es en mí la obra musical de mi
presentimiento eternizado.
Mis pupilas archivan visiones simultáneas:
confidencias entreabiertas, selladas a la
clandestinidad
del tacto.
En la penumbra recién huida, la razón arde,
como dos bocas que se funden en una larga
despedida.
En fuentes desventuradas, el mutismo se
vuelve
el verbo inusitado,
suspendido en su estallido para alcanzar la
pantorrilla
de los cielos.
A lo lejos, la extinción y el deseo luchan
por el estruendo,
por el resguardo del precipicio de claros dolos.
Tensa la cuerda rota,
como el legado sagrado de los dioses en
vientos esculpidos,
desenvainando lo caótico que deja mi
silencio.
Ivette Mendoza Fajardo