El tiempo que contagia las persianas del
olvido
es mi vida: vapor ceremonial que grita
duelo.
Mis iniciales son ágata que me lee
conmovida,
como cántaro que renuevo abierto, sin
miedo.
Titubea la imagen, engañosa, cuando pienso
en ella,
lentitud que arrastra el mundo, escalonada
y extraña.
Ave rubia que vuelve a colmar mi garganta
rota,
palabras dichas que apenas puedo soltar.
Es el aposento del alba pura
sobre la piel de mi mano, sonriendo frágil.
Como simiente que arde, que ansía,
mi corazón, antes agraciado, ahora flota
herido.
Es purga harapienta la confianza vacía que
adoro,
porque el velo no cura la ceguera del alma
que navega en el oleaje frío de la tarde.
Y en ese renglón de vida, la luciérnaga
domina mi gusto,
quemando luces, regresando a un pasado que
ya no quiero
volver.
Ivette Mendoza
es mi vida: vapor ceremonial que grita duelo.
Mis iniciales son ágata que me lee conmovida,
como cántaro que renuevo abierto, sin miedo.
lentitud que arrastra el mundo, escalonada y extraña.
Ave rubia que vuelve a colmar mi garganta rota,
palabras dichas que apenas puedo soltar.
sobre la piel de mi mano, sonriendo frágil.
Como simiente que arde, que ansía,
mi corazón, antes agraciado, ahora flota herido.
porque el velo no cura la ceguera del alma
que navega en el oleaje frío de la tarde.
Y en ese renglón de vida, la luciérnaga domina mi gusto,
quemando luces, regresando a un pasado que ya no quiero
volver.
Ivette Mendoza