La noche
cabal tiende sus negros cabellos,
hojas de
azafrán sobre su desnuda piel;
mieles en sus rizos donde se escuda fiel
con sus
suaves colores, con dulces destellos.
Cuando
de su tersura me escapo, ella me extraña,
sus mejillas
de esperanzas a veces me alcanzan
y
cuando me alcanzan me encuentran descalza
y me
vuelve a sus caderas, a su retoñada danza.
La noche
cabal tiende sus negros cabellos,
sobre
su cabellera, los minutos memorizados,
y dentro
de su alma, un paisaje virtualizado
con sus
suaves colores, con dulces destellos.
Suele
en su recreo alzar un relajante deseo
tan relajante
, como una sinfonía de Orfeo
que
deja en mis labios un sabor almizcle
y en su
hálito humectado, un beso perfumado.
Ivette Mendoza