La luna como un blanco diamante,
tornaba más brillante las aguas,
deliraba ser la leyenda
de una enigmática musa que
posaba sobre la hipotenusa del
del mar.
Poseidón con un bandoneón
nunca quedaba con las manos
vacías
donde anclaban
los barcos
su trova frente a la proa,
más yo me aferraba
a sus ojos de fuego
y la divinidad en mi
desprendía la aurora
y caía en sus brazos
siendo una pupila más
del Parnaso.
Ivette Mendoza