Con lúcida cabeza de diamante hirsuto
Con lúcida
cabeza de diamante hirsuto,
iceberg de
mejillas inocuas y diáfanos apegos,
tan inerte el hueso noria tan vano y sellado,
junto con la
niebla, casta el fragmento yerto.
Mientras el
vértigo en que se consuela
el mundo anima su sollozo descascarillado,
y entre el
esperanzador salmo del día
impostado
orgullo con su celo inquieta.
Ah, jamás,
jamás, la terrorífica escama,
la materia
repentina fundirá en el cisco,
se abrirá
para ahuyentar tormento capcioso.
El alma
aquilatada por la bruma desfogada.
Aquí
resuello hasta acabar el disfraz endémico.
Punteada y
moteada en fe la sonrisa triste,
hasta que el
sacrificio de su persistir último
lance al falcado centro su calor más mítico.
Ivette Mendoza Fajardo