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lunes, 15 de marzo de 2021

Escribo nocturna

 

Escribo nocturna pero el miedo manipula mis calles.
Por si las moscas, ahora deambulo como un gigante
acéfalo en el océano de mi memoria. Alguien difuminó un
puñado de sangre que camina el mundo. Suspicaz
esa placentera experiencia de caer a cada rato con
un soplo de céfiro y el deseo capaz aún de asombrarse.
Cómo pesa la vida en todas las mágicas indulgencias
de la nada. Presiento los rigores de la extensión ignota
de este viejo laberinto como una palabra espesa. Engañar
equivale a probar su tenaz obstinación en bulbos y
tubérculos se estremecen en la germanía de la lobreguez,
leve adquieren dureza entre dos márgenes de un río revuelto.
La bicoca de un mago recordando al  jactancioso unicornio.
Mermamos, huimos dentro de un pequeño frasco, el dolor
libre de los propósitos musgosos quedarse con nuestras almas
quieren. Un tumulto de siluetas fraccionadas era celajes de
de brujas y dragones, un huerto de bolsas que florecen
hasta aquí las últimas avideces de la carne.
Ivette Mendoza Fajardo