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viernes, 12 de marzo de 2021

Qué virtuosa falsedad

 

¡Qué virtuosa falsedad!...
Si de miramientos subsidiados propuse a cuantas habladurías,
con invisibilidad de rictus azulaban todos,
contra el hijo del sol saboreo, mis frívolos rigores.
Entonces dentro del pozo se protegió...,
de repente abrió la puerta que daba a la venenosa maldad,
y erigió entre muslo y muslo la paciencia del cigarrillo hasta
columpiar el estolón de la nieve locomotrizada.
La biología y zoología asaltando los candiles microfónicos
bajo las ruinas del aire plebeyo y equívoco con devoción.
El blanco y el negro se bebieron la ley de la gravedad,
el calor y el frío lo hicieron azotando fábulas hacia al norte.
Las estridencias del hierro libre de lastres evocan en la pleamar
de la mente a pesar de los ojos traspapelados, de las derrotas.
...Y el sur del mañana manchado de pavor entre nosotros.
La centrífuga naturaleza se deslizaba con residuos de sorpresas
aventajadas por incongruencias femeninas.
La sangre beoda con su vista, la distancia la aplasta, hasta
hacerla un lapicero de la idea cínica y cae en su ostentosa
fragua; la hambruna la vuelve una disputa tridimensional estática.
Murió el amanecer con un sordo chasquido dejando un reguero
de libros, con pezones negros hicieron lo imposible, la chispa de su
ADN conjuró sus miedos.
Ivette Mendoza Fajardo