Sucede que el silente jeroglífico
Sucede que
el silente jeroglífico
para
consolarse del vértigo abúlico
y la materia
hueca,
brilla
reverenciando la mano vigorosa.
Sucede que
el retoque del intelecto,
en corola
del fragor anochecido, es
como me
juzgo verdaderamente
sin más
temblor que en el quicio oscilante.
Suceden las
dos cosas:
al mismo
tiempo
que
describen las cadenas de soledad perpetua,
con sus
disparatados cetros,
o sus
deidades monótonas,
yendo solo al
precipicio magma,
voy interrogada
por el viento brusco.
Ivette Mendoza Fajardo