El tranvía caprichoso que recorre la temblorosa soledad
El tranvía caprichoso que
recorre la temblorosa soledad,
es la diablura
legendaria que se echó a dormir
draconianamente
sobre esos engañosos y tercos rieles.
Ritmo de
ciudad de esencia corroída cruza
su puente informático
en el castigo de sus frías
aptitudes.
Trinchera de
cuerpos soñolientos protegen
la canción labriega
de la paz latente que se
manifiesta como un sabor
de pólvora
que ha dejado un invierno de arrugas.
Escritura de
caracoles perpetuos manchadores
de la sal
que rescata un poema con extracto de
extorsión. Líneas
inversas de la náutica en
el sismo de
la alámbrica escalera no paran
de verter el
rumor de sus evoluciones cuaternarias.
Un mañana adolorido
de santerías y brujerías
nefastamente
bebe el vino iterativo y misionero;
luego estudió
fielmente el ocaso del gorrión acorazado
y su paso infinito
lo recogieron en un cuero de dulce
encanto con
insaciables plegarias de las olas decimales.
¡Ah piélago de
la duda garabato!
Va
proclamando su diezmo místico con una fuerza
combativa y
una milla de inmortalidad que era
su propia
sangre teatral.
Ivette Mendoza Fajardo