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sábado, 23 de agosto de 2025

Inercia de Otoño

Me reconozco en la inercia del otoño que dilata la tarde,
un calor latente que se estira hasta quebrarse.
La resistencia del aire colisiona breve,
se apaga en la epidermis de los segundos cósmicos.
 
El tronco del impulso me revela en su flujo térmico;
ya no indago las entropías del suelo descubierto,
sólo me cubre el centelleo del recuerdo eléctrico,
en la polaridad del cielo.
La fuga del calor es un manto de intemperie
a paso de tortuga.
 
Mi contorno es enojo en circuito cerrado
que se deshace en la sangre y en el fuego;
la nueva soledad se afila con el soplo del viento.
Camino con descargas de alto voltaje,
y la senda se desprende detrás de mí:
es el tiempo
mudando de cuerpo, de temperatura y fricción.
Ivette Mendoza Fajardo



Músculos del silencio

El pulso del cuerpo cede bajo un cielo que se agrieta.
Mi mirada se disuelve en la radiografía del horizonte
y traza su diagnóstico, su única residencia entre los vivos.
Está fría la luz y el flujo sanguíneo se agita.
Aún no despiertan las pupilas estelares en este examen vespertino,
cubierto por descargas eléctricas, por el estruendo de impulsos nerviosos
y por la tensión de los ventrículos.
Y aquí estoy, frente a mi propio torso.
La llama interna de donde se abrieron
 mis ojos
para inspeccionar la anatomía del mundo
y recitar, a todos los músculos, un silencio suspendido.
Ivette Mendoza Fajardo




viernes, 22 de agosto de 2025

Vertientes Secretas

Me oculto en tus vertientes, robando silencios,
y la fantasía de tu letargo me araña la lengua.
Cada promesa tuya perfora mi destino,
rompiendo laberintos donde se extravían
las imágenes sonoras del deseo.
 
Te miro:
vibras en mí sin conquista del tiempo,
el relámpago de tus dedos truena en mi nombre antes de decirlo.
Una furia tuya golpea mi pecho,
yo guardo el rumor, me retuerzo en la espera de tu risa sardónica.
 
Eres chispa atravesando muros y tormenta,
una calle que se abre con mis pupilas sin límites,
un loco compás que dibuja caminos invisibles entre nosotros,
y, aun así, me ofreces un canto matinal
como si fuera una fresca mañana nacida para mí.
Ivette Mendoza Fajardo



Sin proa ni popa

Una mórbida hormiga sobre mi delirio viajero
rompió los buques rasgados por la fuerza centrípeta,
siglos que habitan la otra orilla,
en el espejismo turquesa que camina suavemente
con venas de asombro.
 
El ojo abierto reconoce al navío:
en su alcantarilla se deshoja.
Alguien llama en las aguas harapientas,
donde no hay proa ni popa,
solo la chispa del reposo.
 
Cruje el timón, cruje la noche;
por eso sigo soñando con la sirena del amor,
que canta su sed a la orilla
de una espuma inocente.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 21 de agosto de 2025

Caracol borrego

Rutina insostenible del alma:
horas de amapolas detenidas en la sal secuestrada,
caracol borrego vacío que grita al viento su espuma,
sonrojo estremecido sobre el coral y la concha
se enloquece.
 
Fatiga de pedal en flor:
una miel a punta de caramelo se petrifica en luz,
deleita la nada del desenfreno de arrecifes,
la vasija de piedra calla su secreto en muda corriente,
un jardín interior se disuelve a rienda suelta.
 
Rutina insostenible del alma:
el encuentro a tientas en su ligadura, como algas verdes,
espuma quebrada a todo trance en la uña del alero,
ventanas celestes hacia un pasado intacto.
 
Destino incierto:
en la brecha de la ausencia se aburre la ostra,
un párpado clausura la mecha ardiendo, y no hay preguntas,
futuro rabo de hoguera que nadie elude.
Ivette Mendoza Fajardo



Voces extrañas sobre la tierra

Me redimo entre voces extrañas que se inclinan,
el suelo es mi dueño y me desarma a la vez;
no huyo, no me diluyo en los pantanos de la bruma,
el mundo me observa y me desvanece
en la desazón de un alma adolorida.
 
Cuchichean las raíces que laten bajo mis pies,
el viento me despotrica, se lanza al silencio silbando,
las piedras no dejan que caiga ni que me levante,
el tiempo se enreda en mis baratijas amistosamente.
 
La luz bebe las tormentas que atravieso,
el abandono roza mis brazos de ave resentida,
la savia de los días se ahoga en charcos de silencio.
 
Me renuevo en aire: solo existe
una tierra incomprensible: cercanía y fuego,
el crepúsculo es blanco y me llama a desaparecer y rendirme.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 20 de agosto de 2025

Aventurera en lontananza

¡Una aventurera!, me digo.
Camino por sendas de polvo y hojas secas,
busco la lontananza
donde la congoja de mi pañuelo no aúlle
y mi vida no sea arena movediza bajo mis pies.
 
Aprendo de la esperanza del tranvía expreso,
siento el cielo crujir en mi sangre
como ramas secas que se parten;
avanzo, mitad sombra, mitad filo de acero,
soñando en el silencio que me aprieta el pecho.
 
Atrapo metamorfosis de troncos dormidos
que visten almas humanas de tallo y polen;
olfateo nubes de fragmentos
que flotan como humo entre mis manos,
tesoros que nadie reclamó en esta vida,
como si fueran mis monedas de oro.
 
La luna burla los cigarros del mundo,
ese sueño insano que devora la carne,
y queda solo, perdido,
en la bruma que huele a barro mojado
y al carbón del tiempo que consume los días.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 19 de agosto de 2025

Esqueleto de palabras

El vidrio orgulloso guarda un reflejo,
como un eco detenido en su fiebre.
Me acerco al borde,
mi cuarto se abre en tajos invisibles,
el polvo respira,
mi mano hiere la página pensante.
 
El encierro se estremece,
y el café que tomo me grita cansancio.
 
Una calavera circula en los espejos,
me devuelve un idioma asustado.
Abro la puerta,
y los días desfilan sin color,
solo deseo,
solo ruido creciendo adentro.
 
Allí,
tras la tela del humo,
 
el esqueleto de palabras
se levanta en otro refugio.
La hoja me expulsa,
pero me deslizo a su médula,
como sorprendida
de mí misma.
Ivette Mendoza Fajardo



El agua se hace cuerpo

Un nombre tuyo —placer antiguo—
me borronea y me consume
hasta que en mis entrañas
la culpa se disuelve.
 
Ese fuego de ideales aún vibra
bajo el ombligo de un gesto,
puro espectro. Ansío, me entrego.
 
Un imán con garras me deshila,
nervio tras nervio me arrasa,
derrama con fuerza absoluta.
Un recado ya es piel. ¿Quién sostiene
tal conjuro secreto?
 
En la grieta del instante perdido
algo huye de su brújula rota,
se precipita en caricia,
trastorna la memoria.
 
Mi agua resplandeciente se hace cuerpo,
placer —soñado— regresa,
mi vivir se convoca a sí mismo.
¿Alma, carne? Mi esencia,
meticulosa, todavía gime.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 18 de agosto de 2025

Narradores de Soles Nacientes

He sido signos cegadores entre la luz lánguida,
centinela de noches que escrutan su propio silencio,
narradores de soles nacientes
que iluminan laberintos desdibujados que se niegan a dormir.
 
Este Génesis en mis manos es el rito final,
el brío que quema la alegría de la memoria
y convierte la existencia en chispas de luna,
un mapa que arde sin geografía.
 
Los valles de tanta sed se retuercen bajo mis latidos,
el eje interior se despereza como un pájaro oculto,
músculos en sombra, colmillos de aire,
buscando escape en la tierra herida.
 
Ni siquiera el horizonte podrá borrar
lo que hemos sido, lo que aún nos habita,
como la mano que desafía el infinito.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 17 de agosto de 2025

Voz de quesillo y pinol

Tu voz es enchilada en mi hambre,
roce que quema y germina,
deliciosa en mi paladar,
como bolillos que abrazan nacatamales,
nacidos con tierra y sol nica.
 
Me desata, me enciende,
un Gueguense despierta en mi pecho,
memorísticamente,
para domar la brisa azul y blanca
con la tuya.
 
Sigilosa me invade,
guardatinaja ardiente susurra en mi oído,
himnos de lagos y volcanes
derriban mis silencios
y nos arrastran a la danza del Toro Guaco.
 
Tus sílabas y las mías se buscan,
se hieren, se enredan,
y el aire, sudado y vivo,
se hace nuestro cuerpo ungido,
ritmo y alma de quesillo y pinol.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 16 de agosto de 2025

El Muchacho y la Marimba Existencial

Yo lo sé:
regresa a mí el muchacho de vinos inciertos,
ese que resuella en madrugadas torcidas
y se zarandea al compás de una marimba inspirada.
 
Lo miro regatear con hablantines de distancia,
cambiar mi desvelo por un plato de fritanga,
y en mi alma atesora la noche como candil de festival.
 
No entiendo el conjuro de su zapateo,
pero me provoca —quieta, absurda—
en el petate áspero y en la sed de la tinaja.
 
He rastreado sus pasos en la tierra astillada del garañón,
donde alguien golpea maderas tercas para tentar la suerte
y el miedo se agita en un vaso oscuro de jícaro.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 15 de agosto de 2025

Raíz de mis noches errantes

Siento un hálito de brezos y cardos,
dulce al tacto y punzante en mi baúl de remembranzas;
mis inocencias se enroscan en nardos secos
y los inviernos antiguos gotean frío sobre mis aleros.
 
Roce de juncos, plumas caídas,
humo que trepa y se dispersa por mis noches errantes,
campos mudos donde mi sueño es raíz,
ciencia temblorosa de la niebla que me toca.
 
El tiempo, raudo del verso y silencioso,
es mi amor sin astillas,
copa que guarda mis sacrificios hiperbóreos,
con sonrisas que escapan, fugaces,
restos de días enterrados bajo ceniza de memorias y objetos.
 
Oh, mis corpiños del agua, olvidados,
mis secretos que tallé en vigilia, de dolientes canas;
¿Dónde buscar, dónde estoy agotada, lo que llora sospechoso?
Sed de lluvias que no caen,
soledad que se extiende sobre los costados de mi santuario inexorable,
y me susurra cuando miro mi reflejo.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 14 de agosto de 2025

El crepúsculo del recuerdo

Mañanas de traslúcido mirador. Agosto,
poblado de espíritu complacido, lleno de hojas y presencias,
se rendía a la suavidad de la lluvia
y escuchaba los murmullos del magnolio.
 
En la espiga del mundo, broches de oro y cendal,
la intensa sensación de reverdecer
al alborozo fresco de la natura.
 
Mañanas fértiles de flores y azul profundo,
radiantes de terciopelo, radiantes de vides.
Qué diría esa nube devorada por el tiempo
si el alma, colmada de luz y azucenas trémulas,
se sumerge en el crepúsculo del recuerdo.
 
Qué fragmento de vida nos lleva el andar hacia lo pálido,
hacia el animismo de la sortija rota que custodia los siglos.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 12 de agosto de 2025

Moldeo el instante

Moldeo el instante,
como un pulso lento que pule un remolino de barro,
con la paciencia de fábulas encorvadas,
extraviadas al pie de un hueso de desvelo,
sin más anclaje que el roce de mi mano
imitando su latido en la greda,
donde cada engranaje se adelanta a mi trazo.
 
Quizá sea una estatua sagrada,
árida y quebradiza en su relieve,
entre vasijas urgidas en la trama
de una modulación visible,
como cuencos que me miran
ante la extrañeza de sentir
cómo el cauce del recipiente
se extingue en mis dedos, agua blanda.
 
Tallo la figura pétrea,
sin artificios ni risas,
y en esa disonancia,
sin remedio posible,
las arenas densas se agitan
dibujando, tal vez, un horizonte
hacia el segundo preciso
que interrumpe la fatiga
de un cuerpo que, al fin, pronuncia su voz.
Ivette Mendoza Fajardo 



Simplemente un Sacuanjoche

Sólo un sacuanjoche me mira.
Desde el barro, una maraca-picaflor
bendice la mano de un volcán
que me pinta azul una mancha blanca.
Aún sombría, me persigue,
me acecha en una mañana madroñal
y exhala su hálito explosivo.
 
Pero me consuela, en pasos fugaces,
con pinolillos lacerantes
que recuerdan proezas
de gorros frígidos e inmortales.
 
Y desde un lago, unas pencas
se mecen en hamacas
con las caras festivas de los polvorones;
abarcan la piedra eterna
donde levanto la choza azul y blanco
de mi destino.
 
Y he aquí,
tocando la marimba con la ayuda de la luna,
zurciendo el huipil dolido de mi carne viva,
modulando las torceduras de un cenzontle
que canta, una y otra vez,
en la voluntad de un jocote
que lame mis heridas.

Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 11 de agosto de 2025

Vergel de Enamorados

El vergel es un mundo de sollozo enamorado,
un antojo en el mapa de las visiones
de un remanso indefinido de la natura;
tiene la ilusión de ser hermoso,
que navega hacia un infinito delicioso,
donde las flores tienen formas y olores celestiales.
 
Impenetrado,
su interior de fruta enloquecida, esa fuerza
que derrama —detrás de las primaveras—
la cara gozosa de la eternidad,
y se aferra en mí, en el ojo de frescura sazonada,
donde salgo a caminar por las noches,
junto a tu compañía, esperando la fuente clara
de tu amor. ¿Y qué nos une?
Las espinas de la vida,
y un vacío que se llena de belleza y persistencia.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 10 de agosto de 2025

Espada del destino

Etéreo y fascinante,
embarco lo que arremeda avellana,
y soy ave que no loza en destiempo:
mi única garrocha sostiene el viento.
Perdimos su jazmín —yo con su aroma—.
 
Lavado logotipo en evocación del goce,
por la luz del saber, mis ojos quedan
en este poema que sabe a paladar,
dulce, aún sutil, que se mustia todavía.
 
La complicidad del sol, crin bermeja, ara suave,
yo manejo el ómnibus soberano del óvulo otoñal,
bajo los inmensos paraguas que trepan al cielo,
y en sus tres cordajes, en el genio giro,
mi vivaz espada juega con sus destinos.
Ivette Mendoza Fajardo


Capucha oscura
 
Capucha oscura de la noche,
fina tela que abraza el silencio;
mi ser se engarza a la imagen eterna
de su forma:
guárdame en la agonía callada de sus gestos,
a flor de lumbre.
 
Estaré en el remanso, solitaria,
y en el surco germinaré, firme y lenta;
plantaré un trigo de oro,
curva dorada fiel en estío.
 
Entonces, en cielos sin dolor,
y en el llanto tierno de la luz,
ya no duermo,
y la marchita espiga quebradiza no renacerá.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 9 de agosto de 2025

Neón aletargado

Trenzas de desilusiones me embisten,
entrelazan aguas densas sobre el tapete del sol
del camino que cargo con poros de luna.
 
Pedal giratorio se alza desde el semáforo del mundo,
vuelca el neón dormido de mi carne
en su jaqueca incolora.
 
Golosina que ahoga buches
en la giba que se arquea en mi sentir.
 
Glóbulo que derrumba la calma,
alza en lo alto un botín oscuro
que me ronda, mordiendo el vivir.
 
Cráneo apocado que hiere con su choque pausado
cuando el querer pide reposo y no lo concedes;
destornillador ciego que raspa el hueso codicioso,
exprime sal como la pena
de habitar sin candelabro.
 
Ah, los desniveles desconfiados
que encogen la vida.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 8 de agosto de 2025

La orilla del minuto

Mis ojos, un reloj compartido
vibrando en la orilla del segundo.
En las líneas de un ayer sin agujas
rozamos el cobre sin escudo,
fijos en descifrar un temblor,
mendigando la hogaza prometida.
 
Y vino, callada y exacta,
la curva final del minutero.
Fuimos chispas cruzando el estío,
metal y escama en compás,
fogata sin suelo
borrando la huella de la llama.
 
Sembrador de horas latiendo,
dejaste voces en la brasa,
hasta que la ceniza te volvió clamor,
y el clamor, mi oxígeno.
Paletas de savias, de mapas, de umbrales, de cielo:
saxofón dormido frente a la calle.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 7 de agosto de 2025

El latido interno de la materia

En la plataforma pétrea del abismo
late la médula embrionaria
como el hálito hinchado de la savia
que en la arcilla
sin fervor
fluctúa
dibujando sus raíces sobre el río
 
Más hondo percibo la urgencia
que quiebra
la terca quietud del vacío
 
La materia severa se disuelve
en tránsitos
y borrascas errantes
se pliega al aliento que fermenta
su propia silueta esencial
su estudiosa ceguera de lo externo
 
Sigue vibrando el quiebre
en la senda glacial de su garganta
 
Un abrigo respira aislado
chisporrotea de gozo entre la tela florecida
 
y en la garra más profunda
una brasa invisible
se reconoce
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 6 de agosto de 2025

La Hendidura del Exhalar

Intuyo el umbral inasible del exhalar,
el tul de resplandores mudos en la entraña del abismo.
 
Tejo hilos perpetuos desde mi génesis.
 
Rescato ascuas pretéritas
en cristales y tapias
donde abro hendiduras para avistar el ocaso y el albor.
 
En los mausoleos
palpitan lágrimas fulgentes,
sombras calmas sobre la roca
o en el sustrato del juicio,
donde duermo sobre el yermo.
 
Devuelvo contorno a mi clavícula descosida,
descifro la mueca de mis falanges abismadas
que brindan merced al náufrago que soy,
aserto con cerdas y nudillos.
 
Poseo la tonalidad,
la fricción nívea y umbría sobre el hilo de agua,
el segundero del hálito,
la cautela del aliento.
 
Yo replico. 
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 5 de agosto de 2025

Puente del Ocaso

Puente leve del sonido.
Desde mi epidermis novísima, el viento:
pulso del ocaso.
Insectos mínimos vacilan pensando.
 
Abro las lluvias
sobre un tapiz dorado de semillas.
Abro el torrente, y allí germino,
como se expande el hueco en mis pupilas alucinadas,
como despiertan bocas vedadas
cuando la dermis del cosmos reposa en lo que toco.
 
¿Fui trino en la frescura?
¿Grito jamás?
Puente leve.
Ocaso.
Insectos mínimos vacilan pensando.
 
Quizá la obstinación de las espigas
o mi abundancia celeste en el temblor del ojo.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 4 de agosto de 2025

Rueda de Espantos

Barco agonizante,
me bulle en mi sangre,
carne viva / marfil.
 
Una rueda gime espantos,
sangra la sombra en mis venas,
puñado frío, deshielo.
 
Cúpula cubierta de gusanos,
machaca misterios de espiga,
carnes que se desgarran, ausentes,
gritan, gritan por las noches.
 
Luna confusa,
en la borrasca de mis dudas,
se mueve, se mueve, encendida,
como un faro sin puerto.
 
Jardín que huye,
sacude, sacude árboles de mi ser,
coronas, coronas abolidas,
curvando el amanecer.
 
La música lame,
mi rostro placentero;
extraña sensación
espumosa imprime.
Ivette Mendoza Fajardo
Instructor: Taller de Creatividad y Poesía Contemporánea
Vancouver, British Columbia, Canadá.



Vigilia de luz y sombra

Por la ribera perezosa del río,
mis cabellos sueltan mareas.
En pestañas, rocío,
en besos, frescura,
en canción, miedo.
 
Copo de nieve en mis párpados cae,
pies cansados pisan arena,
lluvia viste mi piel de oro.
 
La tarde nubla, monótona;
el silencio se extiende,
despierta ansias en mi cuerpo.
 
Piedra lacerada, vigilia de mi sueño,
el tiempo abraza la llanura,
lluvias del mundo.
 
Lengua que inventa distancias,
giros del viento en mis oídos,
la mano recorre el vacío.
 
Latas que lloran con furia,
ráfagas suenan dentro de mí,
tierra salvaje, corceles de luz.
Ivette Mendoza Fajardo



Vestigios de Luz y Óxido

No pudo escapar el rubor del ayer:
huellas arden en el fuego de mi memoria.
 
El fulgor,
como silencio en la oscuridad.
Todo cambia
cuando me alumbra.
 
Estrofas perfilan
penas que brotan,
lecho que cobija
sombra en la calle.
 
Armario de ilusiones,
estallan en multitud de horizontes,
luces que sueñan despiertas
en mi noche festiva.
 
La soledad rompió mi esternón de acero,
el aire se hizo astilla,
me visto con relojes oxidados.
 
Cuerpos emocionados, tinta que huye;
mi vestido es luz que arde en el dolor.
 
Alas oscilan en chispas.
Ecos de ritmos idos,
sanador de mi tierra pasada.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 3 de agosto de 2025

Melena de pensamientos

La mañana es soñolienta.
Los recuerdos duermen en mí.
 
La melena llena
de pensamientos ausentes,
el viento los desparrama
leyendo mis poesías.
 
El astuto grito
se quedó amarillento,
asustado,
se derramó en tu presencia.
 
Los labios soplan
paisajes infinitos;
sus raíces
cuentan mi historia.
 
Los chirridos
de un ojo que brilla
llevan el mensaje
de mi realidad incumplida.
 
La burbuja se esfumó,
como mis sueños.
El aire estaba cargado
de mis pesadillas.
Ivette Mendoza Fajardo
Instructor: Taller de Creatividad y Poesía Contemporánea
Vancouver, British Columbia, Canadá



Las Sombras del Vacío

La silla buscó mi forma,
y yo me deshilachaba
en sus colores roídos.
La butaca volvió la mirada.
Escuché palabras
sin pronunciarlas.
 
La ingenuidad de la hoguera,
beso que nunca tuve,
quedó en cenizas.
 
En el vaivén de la puerta,
un largo compromiso.
La tiniebla me arrulla
el cansancio de mis manos.
 
La sombra distraída del tiempo
en el mar.
Silencio en movimiento.
 
Agua que me salpica,
filosa y fría.
El milagro de la vajilla
sigue al sol en el agua.
Cantan mis caracolas
en ese torrente.
Ivette Mendoza Fajardo




Entre porcelanas y sombras

Los escaparates del cielo guardan la vajilla de mis quimeras,
como porcelanas desapegadas que, súbitas, se quiebran
en el mar blando de la bondad.
 
Una cúpula de vigor —la realidad que no miramos—
moja lozas exasperadas con designios traviesos;
sombras amargadas cosquillean al dragón
que rejuvenece en la yerba de mis laberintos.
 
En un instante tropical avanzo sagaz y menudo
por estratos amañados del sonido, proclamando destellos de arengas
como lenguajes sellados en nuestras anclas sumergidas.
 
Te valoro con estallido en el licor rutinario de nadie,
y cada noche se licua la diversidad de todo cuanto existe.
 
Satisfecho es mi sueño de bengala; su textura frágil persiste
en la palabra entubada, sincronía compleja de mis vestimentas.
 
El aura del tiempo que me aprovecha delira con recelo de azulejo,
y conmociona en compañía de tu oído primordial.
 
Sin complacencia atravieso la fealdad
del origen de la butaca invertebrada; en su tolvanera irritada descifro
el precio de sus misterios.
Y para decir verdad, todo está para poder yo cambiar,
porque solo así resisto
a esta gran fuerza de batalla perpetuada.
Ivette Mendoza Fajardo 



sábado, 2 de agosto de 2025

Frutos del Silencio

Se extingue el recuerdo de la tarde radiosa,
en un mutismo extraño, donde un haz de flores,
ya sin dueño, disipa su fragancia.
 
Todo centellea en un claroscuro tenue, que carece
de expresión en el perímetro del atardecer,
mientras yo, en un mundo desnudo, asombroso,
percibo palpitar a las sombras más eufóricas.
 
Un montículo temerario, suspendido, salpica
los destellos en bruma, vulnerablemente incendiada,
y la estancia taciturna entera se me nubla, con su silueta vidriada.
 
El instante, absorto, cruza sin presagio, y mis pupilas se deshacen
hasta que un pensamiento pesaroso en su sedosidad, revela
una figura virgen de espuma, que cae ante las cortinas rotas.
 
Siento, una época oculta que llega tardía, y es una manzana letárgica,
que madura en mi pecho, y las lágrimas me brotan
en ese firmamento del ayer, afligido, sellado, ilusionado.
 
Una luna doliente gira en mi entorno
sin manual de la vida y sin alegrías, a veces incoherente. La ausencia es
ese recinto que se vacía, se abandona, se ahoga,
con sus ventanas del siempre, y lleva los frutos diciendo:
que florezca el reino, porque el reino está en mí.
Ivette Mendoza Fajardo