Poemas Abstractos, Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas
viernes, 30 de agosto de 2024
El verbo rubicundo
El verbo rubicundo de las exclamaciones
barbudas
jueves, 29 de agosto de 2024
La fatiga fatigada
De fatiga en fatiga, una trenza pecosa
va tejiendo la nada,
porque la resultante ligadura
se adhiere, silbante, al torcido pararrayo,
y muy torpe, tropieza fatigadamente;
podría ser contentada entre sus ochavadas
lumbres.
De la mortificación a la metonimia de su
afecto,
de la madera machimbrada a la tristeza
inusual,
de la fatiga falible a la fatiga infalible,
buscamos esa ruta incoherente que, atada
vertiginosamente,
cubre un gran sigilo hasta el otro borde
sin fallar.
Fatiga y fatiga,
¿dónde podría resucitar sola, vista como un
estorbo
esmerilado entre la hiedra nortada,
en la polea demacrada o en la razón
saturada?
Ningún instante parece agradable a esta
hora de sumisión;
añoramos una saudade del poniente.
Fatiga, fatigada,
sin hallar lo animoso en lo filamentoso
-con su cruz recostada-,
ni un solo clavel es suficiente para
admirar
entre cardos y espinas.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 28 de agosto de 2024
Entre la ciencia primordial y la fuerza poderosa
Entre la ciencia primordial y la fuerza
poderosa, se encuentra
la cueva invisible de acertijos y humos que
ascienden hacia al silencio.
Aunque a veces, las belfas de las auroras
sean este gemido crucificado,
una armadura de la ilusión intuye aquel
gesto de soñar
y consolar un llanto adolorido con
juventud, hacia la nada;
¡pasiones, certezas y retratos pensativos,
exhalan vapores fogosos!
Cuando las lunáticas flores son la
atracción enigmática,
año tras año, yo soy la anunciación que
columpia la espera,
enumerando sus formas y sus colores
hasta tocar una cantata de noche universal
para cada pedazo
de los cielos expectantes, de verdores
florecidos que asoman
sin descanso.
Ahora que la vida es elocuente de verdades,
una frase
de luz callada descubre en mí un mundo
fecundo de mis días.
Y la mañana lagrimosa renace como un reposo
conjugado con la muerte,
¿Y quién que ha de ver entre sus baúles de
esperanzas
dos dóciles poesías que siempre anduvieron
enterradas por los caminos desechos en las marañas
de la vida?
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 27 de agosto de 2024
Eras un refugio cálido para cualquier corazón incipiente
Eras un refugio cálido para cualquier
corazón incipiente,
y yo, una alondra melancólica, dudosa de mi
propio nido.
Un día, el arcoíris, que refleja tu
esencia,
fusionó colores con tu alma,
conciencia con la brisa, y viento con tu
espíritu,
creando así el universo del amor.
Ahora, juntos somos como una melodía
repleta de recuerdos,
dos almas entrelazadas en una sola nota
musical.
Al encender la luz,
persisten algunos de sus destellos en los
sueños,
impidiendo que el amor erosione su
romántica
historia.
Las noches se moldean con las plegarias del
deshielo
que han ido a escuchar la voz silenciada,
y en la incoherencia insolente, sabida
errante,
la nitidez de sus pasos siembra sus serenos
olivos mágicos
como senderos hacia lo infinito.
El ribete resistente de la conciencia
boreal arde,
mientras en el sol apenumbrado,
eternamente, seducen las miradas;
las lunas anacoretas ofrecen un refugio de
bondad.
El espacio de marfil mullido se convierte
en la suavidad de las sombras
y promete revelar sus verdades.
Abajo, en la garganta arcana y el reino de
colores,
los gestos coloreados son arrastrados
lentamente hacia mi manera de pensar.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 26 de agosto de 2024
Un otoño descolorido
Un otoño descolorido me ha descubierto
una vez más sin flores de olvido
ni frutos marchitos.
En las venas, como ramas rebosantes de
vida,
un sueño vigila al corazón
de mirada intensa y fuego en las entrañas.
Un musgo, un mito viviente
dentro del alma,
o quizás un beso, me impulsa hacia una
selva
oscura, como si fuera un encantamiento
protegiéndome de tormentas, ruinas
y desesperanzas. Y susurra:
Mantén tu esencia cerca, vibrante y
resonante,
pronto llegará el amor para hacerte
resplandecer
y agitará tus días con fulgurantes fuerzas
de atracción,
y el dolor, para enseñarte a crecer libre
como una mariposa deslumbrante.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 24 de agosto de 2024
Todo se condensa en un chiflido observador
Todo se condensa en un chiflido observador
de un instante fugaz, observando
el precipicio de los sueños serenos y
audaces.
Silbo libremente, incluso cuando
el frío cacofónico del invierno
no cesa de murmurar como una chachalaca
incansable.
Visualizo el eco de innumerables voces
emanando de un alfiler, portador de grandes
mensajes,
cuyo recorrido por los senderos de la
palabra
oscila entre el placer y el sufrimiento.
Contemplo la roca, que ha perdido su voz,
aquejada de una ardiente afonía, y en su
rubor enfermizo, se libera un frío pícaro
desde la cima del viajero locuaz.
"¿Qué ves?", le pregunté.
Y le dije:
"No ves que intento escribir
coherentemente
y nada surge de mi mente;
todo lo que llega es una fuerza impetuosa
que me permite ver todo vívidamente,
con rastros, trazos y metáforas intrincadas
que la gente no logra comprender."
Un chiflido observador me ayuda a conectar,
de manera coherente e inocente,
aunque parezca demente.
Y en los sueños—esos lúcidos fantasmas que
me acechan noche tras noche—
solo veo un puente hacia otro mundo,
donde realmente, la opinión de los demás
me es indiferente, yo seguiré llevando el
mensaje que hay vida más allá de nuestros
cuerpos terrenales. La piedra incrédula se
tiró una
carcajada colosal.
Y me contestó: “No sueñes porque aquí nadie
te va
a creer” ¡Y seguí soñando!
Ivette Mendoza Fajardo
Astro del mar, tierno y generoso
Astro del mar, tierno y generoso, ¿no guías
acaso mi sendero?
Ventanas del corazón dulcificado, acógeme
en tu abrigo sutil.
Dulces lejanías del amor, permanece así,
tierno y generoso.
Luz de peces alados, ilumina mi camino,
captura mi mirada.
¡Oh, astro libre, permíteme saludarte!
Mar que besa el cielo, moldea mi ser a tu
imagen y esencia.
Milagro de mi fe, inunda mi alma con tu
alegría inmensa.
Astro mío, entrégate sin reservas.
Tú, capullo de mi anhelo, mi temblor,
mi delirio y mi luz clara.
Revelación sin fin de manantiales
brillantes,
¿no celebramos acaso juntos?
Broche romántico de la inquietud, otórgame
tu luz vital.
Hoguera de cristal eterno, faro ardiente,
ave contemplativa
del crepúsculo perpetuo,
claridad radiante, magnolia bañada en luz,
maravilla en recuerdos,
de la serenidad, en el canto y en el fruto
de la marea solitaria.
Entrégame la esencia de tu paz, siempre
serenidad.
¡Oh, eternamente amado!
Si eternamente preservas nuestras
esperanzas,
¡qué tiemblen de fuego!
Ivette Mendoza Fajardo
Un día nublado
Qué sencillo es pasear bajo el cielo
nublado,
pensar que nuestra efímera existencia no
está abarrotada de trivialidades, es mejor
creer que encarnamos en
un vasto mundo, invaluable,
que habitarán las generaciones futuras.
Una simple rosa, un beso,
una melodía de guitarra que escuchamos,
pueden despertar ilusiones en un viaje de
amores,
con personas que también nutren
nuestros pactos y esperanzas.
El cielo gris, tan sombrío como los
inviernos en Vancouver,
y los pájaros que surcan las nubladas
alturas,
conocen y perciben nuestras rutas,
explorando
nuestras vidas sin desmentirnos.
Ivette Mendoza Fajardo
Vestidos de mi ser
Vestidos de mi ser que llevan mi fragancia,
son los frutos que deja un susurro de agua.
El resplandor que equilibra el inundar tu
alma.
La fragancia que embriaga el horizonte.
Todo me envuelve en irisaciones, mi esencia
invade mi futuro como unos labios que besa
sueños
y se visten de eternidad, siguiendo tus
pasos.
Llámese como se llame, esencia redentora
que teje fantasías, y yo no soy culpable.
Fragancia olvidada, que no pretende
despertar
viejas ansias del amor.
Todo en ella ya no huele al ropaje del
pasado que
atraía nuestros miedos
sin razón alguna, solo cruza levemente
el umbral de la memoria para acercarme
siempre a ti.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 23 de agosto de 2024
Alimenta al sentimiento con poesías y cantos
Alimenta al sentimiento con poesías y
cantos;
germinarán dulcemente así las rosas sublimes del
instante;
presienten la plenitud de la luna llena,
mientras se alejan del dolor y la
conmoción.
No recojas lo vano sin razón, seca tus
lágrimas,
ni alimentes el ego que sofoca suspiros;
tus heridas sanan, como cicatrices en la
carne,
y la caricia más dulce te brindaron los
rubíes.
¿Acaso no es la fragilidad un velo de
sombras,
que al desvanecerse no es aire ni fuego,
sino devoción?
Alimenta al sentimiento con poesías y
cantos;
germinarán dulcemente así las rosas sublimes del
instante.
Ivette Mendoza Fajardo
Tratando de hacer algo nuevo
jueves, 22 de agosto de 2024
El acalorado monograma y la vieja mandolina
El monograma se convierte en vejez pura,
una cascabelera de cinematografía y trabajo
sintetizado
en las bóvedas de la moderación, como un
instrumento de cuerdas
donde los hilos se aflojan como dientes
cansados.
¿Qué hay entre mandolinas y monogramas?
La mandolina retrata, toca lo abandonado, las
fresas musicales
mirando hacia el terruño, ¿de quién? Así se
prepara una letra
para prevenir el desliz musical. ¡Qué
agobio infernal,
con tanto calor en una tarde pegajosa! Era
como un castigo
avasallador; los monogramas se derretían en
demasía
por la azotea de aquel desván oscuro y
opresivo.
Sabes quién protesta: una vieja mandolina
con un monograma atado a su piel,
a quien la alegría hace sonar más alto.
Se prepara para un calor acelerado,
ascendiendo hacia las últimas
consecuencias.
De lo confuso hasta la piedra, las
maltratadas oscilan;
quedan sólo las últimas canciones del
viento
en un baúl desolado. Los monogramas bailan
como bailarinas de ballet; una fotografía y
una mandolina achacosa también se mueve.
Yo, siempre escuchando, también me uno al
baile.
¿Y el diálogo? Nosotros también sentimos
calor,
como quien enciende un aire acondicionado
para cuando se congela el pasado, ¡y todo!
Ya no queda nada más que la vieja canción
con el mismo
monograma...
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
Taciturna estrella
Taciturna estrella jadea sobre un cúmulo mundano
de esperanzas
amortiguado de indolencia donde corona la
nada,
sacude la historia con su canto de martillo
conmovido, que transmite
el estupor del sueño, sin “dos dedos
de frente” hocicos reprimidos que despliegan
y
abren un tercer ojo y lo cierran sin quitar
mácula lunar de sus tibias caricias. Vann
Gogh traza su vida
con pinceladas de delirio, y un broche de estrella
de mujer
apasionada que sacian su saliva de estancia
encarnada.
En la medianoche, un mal levemente silba e
ilumina
desde el cielo a través de las ventanas
estelares
para unirse a sus dudas de un ruido vano y
sin melancolía,
que asciende hasta el miedo astral cada
minuto.
¿Seguirá temblando en sus batallas contra
el
tiempo dentro de su cuerpo de hermosura terrenal?
Odiseo enciende sus deseos a la hora
exacta y de su lecho se levantan sus
pupilas de destellos
nocturnos que no fueron hechas por amor ¿Habrán
sido hechos
por su inteligencia innata? ¡Ah, estrella
que como estrella perdura
en la mente apiñada suavemente!
No es un espectro… es un silencio de paraíso celestial
que espera ser materia.
No es espectro…es luz de veredas hacia al
mar
que espera sentir la carne dentro del verbo
y su soledad.
Es fragancia enamorada que dejó un Big Bang
olvidado
en las zanjas, del barro,
lenguas de fuegos de ojos dormidos con
escamas
de peces soñadores,
es una salvación de sed atardecida,
de huesos duros que nos queda al final…
¡Van
Gogh nos pinta los caóticos crepúsculos solo de estrellas!
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
miércoles, 21 de agosto de 2024
La frígida mañana de filosas garras
Mientras la frígida mañana de filosas garras
enrosca su mandíbula entre las
interrogaciones nulas,
lo que siempre han sido un calambre de
noche híspida
son indómitos senos fragmentados en su
obstinación,
existente, que hiere como una cascada de
fuegos con
jirones de arrebato. ¡Oh, boca de lirio
sonoro!
Ahora que en la oscuridad se empina, una
pócima acéfala
se restriega, circular, sobre sus
indagaciones filosóficas.
La fragilidad de aguas de apetitos matutinos alcanza,
manteniendo sobreviviente el peso de sus
rabias maculares
frente a sus posibilidades estrechas de
muertes retorcidas,
pensadas desde un ojo caricaturesco, de
hambre cervical
impertinente, que lo vislumbran a consolar
su angustia;
el que gotea la sofisticación de un sonido
abstraído
sin embestir las anárquicas pautas del
indeseable fango.
Los sueños persistentes, contemplándose,
también se
intuyen con sus huellas confusas;
confrontan lo convencional,
atajando, evadiendo, olvidando la distancia
y el tiempo,
llenando solo de recuerdos, colmados de
veranos etéreos,
¡desplegando imágenes donde la carne
interviene en la pasión!
¿Por qué permanece ese dolor en los altares
de la sombra?
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
martes, 20 de agosto de 2024
Palpitando amores
Anoche los amores palpitaban en un espacio
solitario, consumidos por sus voces leves,
como
una suave nota extraña de recordada desolación;
perfume de sábanas nuevas entre nombres
ya acorazonados con pecados infinitos,
no más pequeñitos.
La vida apenas comienza a germinar amores
tibios, de rostros virtuales, mientras la
noche abraza
un fantasma de realidad en rítmicas
elipses, sin dolores
con muchos colores, como dos relámpagos de luces boreales.
! ¡Oh todos amores!
¡Hoy renacemos con arte estrafalario,
tocando tu piel sin cruzar el olvido
virtual!
¡Besos humedecidos por tormentas
inesperadas en un día casual!
Por eso el día avanza con toda pompa, sin
desesperación.
Aguas que vierten un amor constante, sin
turbar los sueños,
chispas abrazadoras como girasoles en
armonía,
besan suavemente el mar, como fruto
maduro que respira en mareas de labios o
dentro de melancolías,
entrelazados, repitiendo tu nombre y el
mío.
La pasión es el más largo de todos los
caminos,
porque nos quedamos dormidos en las manos
de la primavera,
como una flor que se abre, como puertas
abiertas, como lluvia
primera palpitando amores y más amores.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
A manos frías
“A manos frías” es más luminosa ante un
altar,
honor blanco en su desesperar, blanco tacto
y
satisfactorio en todo al adivinar cuchara
matabuey
¡Oh matabuey que con dos manos se hace el
rey!
con que se subleva el agua “a manos frías”:
en las heladas cuando inicia el día a
confiar,
¡cómo se aflige en su aduladora prisa!
marea alta, manos profundas al pensar.
Y dolor viejo que pesa de confín a confín
de espacio,
a espacio qué despacio va, la lumbre, la
lumbre miente,
no es fiel ya de alumbre, manos frías,
manos
ya piel en piel, ya uniforme, ya
inconforme en todo a la fama del verbo que
es tu yo,
un verbo que de costumbre hace retozar el
corazón.
¡Cómo se va al mismo rincón, manos frías no
es la solución! Prudencia toca y es
candil de pocos aquellos que firmes creen,
con precaución. “A manos frías, corazón
caliente,”
pocos cartuchos quedan, heridas sangran
sin emoción. Heridas sangran por el rebuzno
de un hueso remolón, crecen más dolores,
crecen los quehaceres, manos frías ya no
estremecen.
Sino invocan un olvido tibio, un descanso
en el frío,
mientras el crujir de la escarcha bajo pies
descalzos
contrasta con el calor fugaz de un aliento
en el aire helado.
“A manos frías, solo corazón caliente” corazón
alado,
candil de pocos, luz que oscila entre la fe
y la duda,
iluminando caminos tristes, y esperanzas aun
naciendo.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
lunes, 19 de agosto de 2024
Aurora fantasiosa en arrullos hechizados
Aurora fantasiosa en arrullos hechizados de
realidades a contratiempo,
sobre un recuerdo llorado que florece
"a flor de piel".
¡Resto incierto de una reverencia perdida!
Nada duda en las luces extrañas que
cavilaban en mí.
Ni los dedos incomprensibles y mudos,
ni el tambor frágil de la sabiduría,
pasando páginas en los libros felices de la
felicidad fotografiada.
Un toque convocado en el cáliz
de una mano purificada por siglos ingratos.
Cientos de dones, en mansedumbre, acecharon
alguna vez,
y un ojo temeroso, atrapado en los matices
aprensivos de fallas idílicas, avanza a
vivir de mi sueño crepuscular.
Se difunde una mengua renovada
con su sorpresiva feminidad de gran
intensidad,
hablando por encima de los balbuceos
desdichados.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 18 de agosto de 2024
La holgura fuliginosa de un ingenio
La holgura fuliginosa de un ingenio
inmenso,
noctívaga y vestida de lagos gentiles,
evoca el manto celta de un serafín perdido.
Mi corazón, agrietado con cuidado,
susurra su soliloquio entre sombras,
como tentáculos que buscan en vano
su presa en la oscuridad.
Allí, los tercetos grises y los satenes de
luna
silenciosamente celebran la armonía del
rayo;
allí, la figura del destierro
dibuja el oro triste en el pecho del sol,
un corazón que sostiene la lámpara
brillante del epíteto.
¡Oh, solemnidad que me seduce!
La devoción de un cataclismo contenido
se convierte en un poema profundo,
una señal que acaricia el júbilo,
desterrando mis pesares en retazos
monosílabos,
tejidos en la frialdad divina de ilusiones
griegas.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
sábado, 17 de agosto de 2024
Saludo de un gran sábado
Luce tu estrella bajo el fervoroso ocaso de
tu vida,
en un sábado que esconde un saludo trémulo.
¡Ah, como si se abrieran los párpados al
mundo!
El saludo, fresco y veloz, recorre las
puertas mágicas perdidas,
entre corolas rojas de sollozos donde,
extenuado, absorbes
las penas de tus manos. ¿Era tu sonrisa de
cristal lo que buscaba?
La noche entonces se llena con el bullicio
de voces innumerables,
como un tumulto de luces que oscilan y
picotean las frondas silenciosas
de un valle somnoliento y lleno de rumores.
El saludo viaja por lunas en el viento un
sábado memorable,
cargado de enigmas y el perfume de niebla
fina
pulida por la brisa, en una marea
obsesionante donde
el tiempo se desliza con el dulzor de tus
caricias.
La esencia del vacío se convierte en el
imán que consume el fruto
de tu vanidad, infundiendo vida a los
solitarios delirios
de aguas angustiadas mezcladas en la espuma
del mar.
Un simple saludo avanza hasta desvanecerse
en el horizonte.
Escuchar los latidos del cielo de Dante
marca
el pecho de la historia bajo símbolos
dormidos;
un saludo perdido se convierte en el dilema
de un dramaturgo,
donde el tiempo ya no puede retornarlos.
Deja que exista donde pueda persistir...
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
viernes, 16 de agosto de 2024
Escriben las voces que desgarran mi soledad
Escriben las voces que desgarran mi soledad,
cada violeta del fuego nocturno hambrienta de bruma.
Cada suspiro tuyo, sellado por la angustia,
delinea una parábola ruinosa,
donde acepto la fragante geometría de un surco idolatrado,
oculto en un mundo de oscuro equilibrio.
He renunciado a las caricias acrisoladas de tu gentileza,
domesticado a los corceles cobardes que crucificaban nuestras ilusiones.
Eres el ladrido melancólico que transita por el vacío,
donde, tras las orejas caídas del sol, nuestras aventuras
se embriagan de mieles enloquecidas.
Mis rasgaduras solitarias se deslizan por las calles,
bajo la mirada de lunas dormidas,
cuyo hierro filosófico dispara a los cielos,
abatido por la muchedumbre del tiempo y telégrafos
que susurran dolores románticos.
La física implacable de las fiebres extintas proclama
la existencia de la arrogancia,
vestida con la corbata gutural del mediodía.
Acurrucada y contenta, esparzo
la cabellera del milenio, iluminada por ojos índigos y honorables.
La epopeya, endurecida por el consuelo del bronce,
nos encuentra temblando, jugando a la rayuela
en un equilibrio precario.
Curvas metafísicas descomponen la substancia y la forma,
en un agosto que se desmorona.
Émbolos ricos de fragmentos narran sus historias y dolencias,
intentando corregir, con un suspiro, las mentiras errabundas.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos
¡Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos!
En blasfemias de lágrimas y marañas de abedul,
que, aunque deambulen por la catedral triste de seductivas
muecas, no alcanzan a ver el mágico extravío de otros extravíos;
cada uno anda solo, cegado por mil luces que tiritan
hirsutas en el hielo.
Yo, esdrújula, intentaba destrabar el destino a veces,
navegando en alfabetos de trigo hacia la mar;
pero al caer, la rabia del olvido
los ha borrado uno a uno, en su sequedad.
¡Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos!
Ninguna furia conoce la próxima estancia del lugar perfecto.
El verdor de vida que tus ojos solitarios revelan
se confunde con la soledad de lo nuevo hallado.
¿Pensamos diferente al trenzar caricias anonadadas?
¡Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos!
El éter lustroso del cansancio virtuoso, en su ritmo exaltado,
fluye y fluye, movimiento deshuesado, que solo es
un ritmo pintado cuando el invierno llega a devorar
sus paisajes breves.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
En blasfemias de lágrimas y marañas de abedul,
que, aunque deambulen por la catedral triste de seductivas
muecas, no alcanzan a ver el mágico extravío de otros extravíos;
cada uno anda solo, cegado por mil luces que tiritan
hirsutas en el hielo.
navegando en alfabetos de trigo hacia la mar;
pero al caer, la rabia del olvido
los ha borrado uno a uno, en su sequedad.
Ninguna furia conoce la próxima estancia del lugar perfecto.
El verdor de vida que tus ojos solitarios revelan
se confunde con la soledad de lo nuevo hallado.
¿Pensamos diferente al trenzar caricias anonadadas?
El éter lustroso del cansancio virtuoso, en su ritmo exaltado,
fluye y fluye, movimiento deshuesado, que solo es
un ritmo pintado cuando el invierno llega a devorar
sus paisajes breves.
jueves, 15 de agosto de 2024
Brillan las copas de Merlot en sueños dinamitados
Brillan las copas de Merlot en sueños dinamitados
de auroras duras, anhelantes en el callado mocasín
de soledad y amargura. No se cansan de su apariencia
misteriosa, calculando estrellas que ennegrecen sus
rumores gentilicios, con sus ritmos de campana:
ding, dong, ding, dong. Rotundas fiebres de natalicios
abolidos sobre la carne de la sombra débil; a veces,
ni siquiera borran las distancias, bregando recuerdos
en combates helénicos, como suertes mal llovidas
que galopan en la historia.
¡Ah, mañanas yuxtapuestas convertidas en agonías!
Beso espía, indaga los dones en la mente del
firmamento de marfil, recoge ahora los cabellos de
Medusa. Pegaso, que se eleva, se desliza en la brisa,
y nadie lo ha visto por miles de años; dicen que descansa
bien dormido en los montes del Olimpo.
Nadie le ha dicho que salga, pero tampoco
lo vieron entrar. ¿Y qué dijo Poseidón? ¿Qué pasó con Medusa?
La silabeada marea nutre las profundidades de sus labios,
dentro de glorias oscurecidas huyendo con pasos confusos.
La atareada madrugada sugiere recorrer con Pegaso junto al
tercer ojo que acecha la ebria amenaza de los gestos y sus
vidas desdichadas y agobiantes. ¡Querían estar conmigo!
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
de auroras duras, anhelantes en el callado mocasín
de soledad y amargura. No se cansan de su apariencia
misteriosa, calculando estrellas que ennegrecen sus
rumores gentilicios, con sus ritmos de campana:
ding, dong, ding, dong. Rotundas fiebres de natalicios
abolidos sobre la carne de la sombra débil; a veces,
ni siquiera borran las distancias, bregando recuerdos
en combates helénicos, como suertes mal llovidas
que galopan en la historia.
Beso espía, indaga los dones en la mente del
firmamento de marfil, recoge ahora los cabellos de
Medusa. Pegaso, que se eleva, se desliza en la brisa,
y nadie lo ha visto por miles de años; dicen que descansa
bien dormido en los montes del Olimpo.
lo vieron entrar. ¿Y qué dijo Poseidón? ¿Qué pasó con Medusa?
La silabeada marea nutre las profundidades de sus labios,
dentro de glorias oscurecidas huyendo con pasos confusos.
La atareada madrugada sugiere recorrer con Pegaso junto al
tercer ojo que acecha la ebria amenaza de los gestos y sus
vidas desdichadas y agobiantes. ¡Querían estar conmigo!
miércoles, 14 de agosto de 2024
Ciervos cazadores de sustantivos vencedores
Ciervos cazadores de sustantivos, vencedores en torsos flácidos
de lunas rezumantes, batallan contra párpados tiranos.
Vestigios inconsolables en la vidriosa herrumbre que pende,
como una marca de sudor que, en mi tristeza, escribe al instante
en la sombra de un pétalo hostigador, con afán imperecedero,
donde una llama aprende a sangrar soles aniquiladores.
¡Oh, noches de perfumes blandos! Floraciones de auroras turbadas
en música fresca, embelleciendo todo en suspiros de primavera.
Hay algo en mí que sostiene el equilibrio de una alondra oscura,
tan entrañable, tan confiada, que divide el universo en dos.
Afanes de una rosa prisionera en un rosal de deseos quemados,
¿qué comprenden ahora?
Aquí, la verdad predecible es un fuego que arde en el desierto de llantos
extraviados, con rayas rojas de una infancia perdida, mientras salta la cuerda
que mece las palabras en la timidez del agua.
¡Qué iluso es el rostro de la muerte! La piedad arrepentida es una cajita de
música que toca con un amor que se evapora de sus manos, y ni la noche,
con tanto cariño, la soporta, comparándola con un viento lleno de vergüenza.
En el espacio tridimensional, un horizonte codicioso captura
a Orfeo en una risa eterna, mientras bocas perpetuas giran alrededor
nuestro. ¿Qué hace Orfeo en un quebranto enrojecido?
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
de lunas rezumantes, batallan contra párpados tiranos.
Vestigios inconsolables en la vidriosa herrumbre que pende,
como una marca de sudor que, en mi tristeza, escribe al instante
en la sombra de un pétalo hostigador, con afán imperecedero,
donde una llama aprende a sangrar soles aniquiladores.
¡Oh, noches de perfumes blandos! Floraciones de auroras turbadas
en música fresca, embelleciendo todo en suspiros de primavera.
Hay algo en mí que sostiene el equilibrio de una alondra oscura,
tan entrañable, tan confiada, que divide el universo en dos.
Afanes de una rosa prisionera en un rosal de deseos quemados,
¿qué comprenden ahora?
Aquí, la verdad predecible es un fuego que arde en el desierto de llantos
extraviados, con rayas rojas de una infancia perdida, mientras salta la cuerda
que mece las palabras en la timidez del agua.
¡Qué iluso es el rostro de la muerte! La piedad arrepentida es una cajita de
música que toca con un amor que se evapora de sus manos, y ni la noche,
con tanto cariño, la soporta, comparándola con un viento lleno de vergüenza.
En el espacio tridimensional, un horizonte codicioso captura
a Orfeo en una risa eterna, mientras bocas perpetuas giran alrededor
nuestro. ¿Qué hace Orfeo en un quebranto enrojecido?
lunes, 12 de agosto de 2024
Acero espantado en la noche
Acero aterrorizado en la noche, sin la geometría del hambre,sangre plutocrática derramada en la tinta de un eslabón perdido,
como un reloj trágico con pechos flácidos, vírgenes y vacíos.
Una cosa tras otra, débil bajo las heladas viajeras, en el
garito intacto de la explotación, incubadora de sueños rotos,
super-hembra, hija de figuras bramantes,
oculta tras las cosquillas antes de que el látigo azote.
Levitando como la lengua bruta de las catedrales,
o como un río de sabiduría esquelética que no distingue
el amanecer entre distancias transparentes,
ni se deja engañar por la hojarasca susurrante donde escanciarse.
Movimientos de números esquivos, tus noches leves;
mis nubes de extravíos, desolación lenta y constante,
mirada petrificada, extinta entre la muerte,
languidece más pujante donde renuncia
a labios enamorados del dolor, se niega al lecho fantasmal
de un oleaje indolente, y como un relámpago de agonía te busca,
en pesadillas de corazones trizados por la negación,
plegaria prodigiosa de ruidos escondidos,
bocina inquietante, sin compromiso,
que exige mi entrega en medio de lo amargo,
en tempestades de puntería aguda y precisa.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
como un reloj trágico con pechos flácidos, vírgenes y vacíos.
Una cosa tras otra, débil bajo las heladas viajeras, en el
garito intacto de la explotación, incubadora de sueños rotos,
super-hembra, hija de figuras bramantes,
oculta tras las cosquillas antes de que el látigo azote.
Levitando como la lengua bruta de las catedrales,
o como un río de sabiduría esquelética que no distingue
el amanecer entre distancias transparentes,
ni se deja engañar por la hojarasca susurrante donde escanciarse.
mis nubes de extravíos, desolación lenta y constante,
mirada petrificada, extinta entre la muerte,
languidece más pujante donde renuncia
a labios enamorados del dolor, se niega al lecho fantasmal
de un oleaje indolente, y como un relámpago de agonía te busca,
en pesadillas de corazones trizados por la negación,
plegaria prodigiosa de ruidos escondidos,
bocina inquietante, sin compromiso,
que exige mi entrega en medio de lo amargo,
en tempestades de puntería aguda y precisa.
La silueta de mi existencia me abarca
La silueta de mi existencia me abarca, como
en aquellas épocas
ya idas por la inconsistencia, con igual
ostentación, rugiendo
de una falange fallida de lo eterno. El
envés concordante
de la mitología intuitiva, la gran arcana
numeral sorprendida
de lo evolutivo; hábitos de las elipsis más
casuales, súbitos
en el átomo, de la perpendicular hacia mi
entorno, irá vagando
cuando las suturas del alba son los
madroños de mi ser.
Con el mismo nudo paseante y virginal
cortejo, lo inesperado
era una pasible, animada pretensión de
cristalino temperamento.
¿Cuál será la idea de mezclarlo todo con un
fuego recreador?
Aún vivimos; y vamos cambiando porque nada
es permanente,
vamos amando, mientras se ensaya lo
rutinario. ¡Oh, Heráclito,
y tus mundos fluidos, todo fluye, todo
fluye! “Con conocimiento
de causa” el sueño ya no es sueño, sino
una vida de filigrana entre oquedades,
suspirando, aunque transitoria,
elige el momento apropiado de los
interludios del mundo con su llamarada.
Y, aunque no pudo ser un principio
invernado, no abarca
aquel yo pasajero de lo eterno.
Y lo imprevisto se conforta, porque
entiende que muchos otoños
sedientos de colores acaban olvidados y que
la silueta de mi
existencia puede ser algo más…
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 11 de agosto de 2024
La brida de mi destino
La brida de mi destino, meta invulnerable;
¡Oh, la brida de mi destino, en tu espera
irídea!,
de todos nuestros idilios lactantes de
veranos dulces,
suplicando rapsodias, iracundas en un
reposo alterno.
La brida de mi destino, de tu letanía de
acero.
Yo la columpio, coloreadamente, en
murmullos oscuros,
La brida de mi destino, de tus valles
huraños,
de todas nuestras imaginaciones saturnales,
¡La vislumbro en las lumbres de córvidos
amores!
Desenhebrando lo más casual de mis
dolientes letras,
desenhebrando allí, siempre desenhebrando,
fugaz,
impulsándome, escudriñándome,
entendiéndome,
conmocionándome. ¡Una oda de Píndaro
recordándome!
La brida de tu destino, de mi meta
invulnerable.
En mis sacros rubíes, bien conservados, de
años solitarios,
honoríficamente memorizados, ataviados
de piedra misteriosa, de arcilla clara, de
verdades azuladas,
cautivando con bocas habilidosas, razones
fugitivas,
energizando gestos donde colgaron los mitos
halagadores,
olvidando sus guirnaldas infecundas, sin
falsedad alguna,
tus bridas, las de nuestros destinos de
nubes primitivas.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
sábado, 10 de agosto de 2024
Bajo la luna temerosa
Bajo la luna temerosa,
escarban frígidos los tercetos con los que
argumentábamos
estas horas caprichosas de agosto
y su círculo casto de eucalipto.
Corazón silencioso, corazón terso; amor
puro, puro amor, cobija
que desde nosotros tiritaba al soñar.
¿Por qué ya no animaba aquel querer?,
aunque nadie se asombrara de sus
intrepideces,
había algo de malquerencia, una forma de
conquistar la luna:
esa celebración, búsqueda, solución
inhibidora,
para no vivir, incómodamente mínimo, sin
doblegar
como en un abismo del alma, soledad al aire,
ya entorpecíamos la espera.
-Aquí nos esperan cantando.
Yo nada sé sobre el sufrir,
solo que soy ideográfica de mi propia
grafía,
porque el exiliado de verbos es un
pentagrama
también consigo mismo.
-Nos ven reír,
escalfados y en alto, bajo la dominación
escéptica;
nos esperan las colorimetrías en las
autopistas.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 8 de agosto de 2024
Como mares de rocas en armonías mecánicas
Como mares de rocas en armonías mecánicas,
orquestas la danza virgen de los astros risueños,
una selección deliberada a través de siglos y siglos,
y es el susurro del Génesis, el bramido de la nada.
Entibiado, el corazón cándido de picardías furiosas
gravita sonriente, despojado de maravillas silentes;
y en el gesto de la vida, se cierne el escepticismo,
ojos dramaturgos en el nido siniestro de la fatalidad.
Péndulo de polvosos ocasos erra, cansado, de tumba
en tumba, de hombros a hombros, hasta el ojo de la humanidad;
rebuzna la psicología del sueño relampagueado
bajo la noche que se alarga en escombros cósmicos.
La madrugada, hablando sola, parecía un campanario
lleno de inquietudes, que gobernaba el patíbulo del amanecer.
¡Oh, vejez sin vejez! Sus canas eran libres frente a la vanidad
del mundo, como tercetos sabihondos saltando el paso
cuántico de los silencios, filosóficamente.
Ivette Mendoza Fajardo
orquestas la danza virgen de los astros risueños,
una selección deliberada a través de siglos y siglos,
y es el susurro del Génesis, el bramido de la nada.
gravita sonriente, despojado de maravillas silentes;
y en el gesto de la vida, se cierne el escepticismo,
ojos dramaturgos en el nido siniestro de la fatalidad.
en tumba, de hombros a hombros, hasta el ojo de la humanidad;
rebuzna la psicología del sueño relampagueado
bajo la noche que se alarga en escombros cósmicos.
lleno de inquietudes, que gobernaba el patíbulo del amanecer.
¡Oh, vejez sin vejez! Sus canas eran libres frente a la vanidad
del mundo, como tercetos sabihondos saltando el paso
cuántico de los silencios, filosóficamente.
martes, 6 de agosto de 2024
Sol bruñido en nocturnidad dorada de melancolía
Sol bruñido en nocturnidad dorada de melancolía,
como un embrujo tocado por abrasadoras ilusiones,
sensaciones de panderetas que arden vagamente,
empeñado en ser amado, pero solo en decibeles prisioneros,
como ruido sobre ruido, inservible y sordo.
A mi soledad te acomodo en sonidos invisibles,
oscuros y lentos, como el fulgor de media noche en el tormento.
Rocíos de rubíes en un sol bruñido por acontecimientos,
te acogieron en pétalos blancos de tristeza,
hasta los ramajes de ritmo alterno, brotados de enigmas
intuidos, pero nunca escuchaste la melodía del sosiego,
como bronces de halago en un nudo ciego, fragmentos
de cristales de una alegría fatigada y rota.
Velas de quehaceres atornilladas en cielos forjados
por la vida, donde mis cinco sentidos son dueños de mi dolor.
¡Oh, Hume! ¿Quién gobierna esta pasión acalorada
por el cansancio? Teniendo toda la razón, un sol bruñido
se convierte en paisaje de recuerdos dispuestos a agujerear
el alma, silenciosa y eternamente; a veces vuelan libres,
y lloro y lloro, y soy feliz, como un tierno amanecer
en los cielos de Dante.
¡Oh, verdes y floridos gestos de la naturaleza, donde
la conciencia puede vagar sin engaños, carne de día,
sueños de noche! Si antes de la palabra, el sigilo
era más claro; si antes de la luz, la oscuridad
era más sonora. ¿Quién recorre el trayecto de la luz incierta
y se desvanece en la penumbra de su propio enigma?
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
como un embrujo tocado por abrasadoras ilusiones,
sensaciones de panderetas que arden vagamente,
empeñado en ser amado, pero solo en decibeles prisioneros,
como ruido sobre ruido, inservible y sordo.
A mi soledad te acomodo en sonidos invisibles,
oscuros y lentos, como el fulgor de media noche en el tormento.
te acogieron en pétalos blancos de tristeza,
hasta los ramajes de ritmo alterno, brotados de enigmas
intuidos, pero nunca escuchaste la melodía del sosiego,
como bronces de halago en un nudo ciego, fragmentos
de cristales de una alegría fatigada y rota.
por la vida, donde mis cinco sentidos son dueños de mi dolor.
¡Oh, Hume! ¿Quién gobierna esta pasión acalorada
por el cansancio? Teniendo toda la razón, un sol bruñido
se convierte en paisaje de recuerdos dispuestos a agujerear
el alma, silenciosa y eternamente; a veces vuelan libres,
y lloro y lloro, y soy feliz, como un tierno amanecer
en los cielos de Dante.
la conciencia puede vagar sin engaños, carne de día,
sueños de noche! Si antes de la palabra, el sigilo
era más claro; si antes de la luz, la oscuridad
era más sonora. ¿Quién recorre el trayecto de la luz incierta
y se desvanece en la penumbra de su propio enigma?
Vive y mira un viento óptico en romántico desvarío
Vive y contempla, mi alma, un viento óptico en romántico desvarío,
refulge coronado de congojas, mientras cuervos niños lloran su desventura.
¡Oh ternura, ilustre diadema de los días! Un pudor sarcástico se alza,
elástico, en la rústica indolencia de pliegos cargados de hazañas,
serias e imperfectas, talladas en el dolor de lo inevitable.
El eucalipto se desliza en humedades de alegrías, jugando con nosotros
en un nido crispado de olvidos, como soles floridos que esgrimen espadas
en tormentas de ensueño, titilantes y soñolientas.
En la paciencia aburrida de carnavales desconcertados,
la torre anuncia chistes de pequeño calibre, que ahogan su risa
en un mar Atlante, por el latín de la ciencia olvidada.
Cupido, enredado en rizos simétricos, deshace con su arco
el tejido blando de la enredadera de la pasión.
Necios dijes, congelados en el tumulto del milagro,
repiten su veneno novelesco, bandido y sacudido
por los ramajes internos de una secuencia nunca escrita.
Raudales de sensualidad gélida se entrelazan,
recordados en el abismo de sinsabores de alquimia mordiente,
mientras dientes tercos desgarran la amistad deslucida.
Papel callejero de melancolía ilícita, grabado en la retina
de una vagabunda gemebunda, perdida entre el perdón y el desprecio.
Que mis ojos no lo vean en su Romeo purificado,
mientras Afrodita, oculta, perfuma los umbrales del Olimpo,
dejando su rastro entre sombras que nunca conocerán la luz.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
refulge coronado de congojas, mientras cuervos niños lloran su desventura.
¡Oh ternura, ilustre diadema de los días! Un pudor sarcástico se alza,
elástico, en la rústica indolencia de pliegos cargados de hazañas,
serias e imperfectas, talladas en el dolor de lo inevitable.
El eucalipto se desliza en humedades de alegrías, jugando con nosotros
en un nido crispado de olvidos, como soles floridos que esgrimen espadas
en tormentas de ensueño, titilantes y soñolientas.
la torre anuncia chistes de pequeño calibre, que ahogan su risa
en un mar Atlante, por el latín de la ciencia olvidada.
Cupido, enredado en rizos simétricos, deshace con su arco
el tejido blando de la enredadera de la pasión.
Necios dijes, congelados en el tumulto del milagro,
repiten su veneno novelesco, bandido y sacudido
por los ramajes internos de una secuencia nunca escrita.
recordados en el abismo de sinsabores de alquimia mordiente,
mientras dientes tercos desgarran la amistad deslucida.
Papel callejero de melancolía ilícita, grabado en la retina
de una vagabunda gemebunda, perdida entre el perdón y el desprecio.
Que mis ojos no lo vean en su Romeo purificado,
mientras Afrodita, oculta, perfuma los umbrales del Olimpo,
dejando su rastro entre sombras que nunca conocerán la luz.
lunes, 5 de agosto de 2024
Al fin, la mecánica cuántica del sueño astral
Al fin, la mecánica cuántica del sueño astral,
del universo redimido, atraviesa fugazmente
el lienzo sutil de tu sonrisa, enlazándose al rumor
del naciente beso del sinfín.
Melancolía de un fotón por lo imperfecto, que despliega
su ultravioleta calendario sideral contra la orilla
abismada de vapores negros, colores sorprendentes del desaliento.
¡Ah, sonido de la vida que invade intermitente!
Cuerpos de energía resistente, amor perpetuo de noches índigo.
¿Quién te reconoce a lo largo del camino? ¿Acaso fue Max Planck,
quien llevó el sentimiento atómico a la razón?
Apaciguando pesares en un adiós sereno y marchito,
exponiendo los ojos de fuego del universo en borrascas foscas,
donde sólo deben cantar las estrellas más versátiles.
Vacío espectral donde la tarde desciende lúcida,
corazones llorados en celeste, conciencias llagadas de clemencia,
alardes de cáñamos ignorados en secuencias de lustrosas poesías.
¡Oh, bramidos de teoremas difuntos que vieron su primera luz!
Un día como hoy, cuando en tu mundo,
ni el calor ni el frío hacían parpadear el amor;
cuando besabas con dolor, la tierra se abría;
cuando el relámpago mojaba tus labios dorados,
la caricia se convertía en una libertad de luz.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
del universo redimido, atraviesa fugazmente
el lienzo sutil de tu sonrisa, enlazándose al rumor
del naciente beso del sinfín.
su ultravioleta calendario sideral contra la orilla
abismada de vapores negros, colores sorprendentes del desaliento.
¡Ah, sonido de la vida que invade intermitente!
Cuerpos de energía resistente, amor perpetuo de noches índigo.
¿Quién te reconoce a lo largo del camino? ¿Acaso fue Max Planck,
quien llevó el sentimiento atómico a la razón?
Apaciguando pesares en un adiós sereno y marchito,
exponiendo los ojos de fuego del universo en borrascas foscas,
donde sólo deben cantar las estrellas más versátiles.
corazones llorados en celeste, conciencias llagadas de clemencia,
alardes de cáñamos ignorados en secuencias de lustrosas poesías.
¡Oh, bramidos de teoremas difuntos que vieron su primera luz!
Un día como hoy, cuando en tu mundo,
ni el calor ni el frío hacían parpadear el amor;
cuando besabas con dolor, la tierra se abría;
cuando el relámpago mojaba tus labios dorados,
la caricia se convertía en una libertad de luz.
domingo, 4 de agosto de 2024
Oprime la fusta talentosa
Oprime la fusta talentosa, toca la crítica sombreada,
esa consonante que apenas vibra en una fantasía escandalosa.
La flauta desdeñada, en ímpetu amoroso, saborea alas saladas
en pensamientos pitagóricos, en corazones alegóricos.
¡Oh, vida piadosa, que nos arrulla con canciones amarillas,
con la astucia sutil de una cadencia rebelde!
¡Oh, clemencia del día!
¡Canta al hálito de Eurípides que acelera el corazón!
Alegrías roedoras se despliegan en cosenos deleitables,
dulzura ávida en la sensualidad del heno.
Coral marinero navega en la ceguedad de mis senos,
mientras el viento lleva una rosa maravillosa por más de un milenio.
Siempre primera, acariciada por el cielo en una laguna primorosa,
la lámpara ilumina la oscuridad de pájaros cantores
que estremecen ante lúgubres ruiseñores.
Antorcha truncada en mástiles de silencio,
mitológica y constelada, oceánica y galvanizada,
se oculta bajo la lógica sencilla de su geometría pluvial.
Mariposa del ocaso virginal, geométrica y cordial,
socrática y aristocrática, virtud Constantina que desciende
como un alma en un alud de gracia diamantina.
El placer renace de un vistazo desde el numen insepulto,
revelando un amor que se esconde tras lo oculto.
Como una diosa del Parnaso, mi ser se alza
en malabares diarios, transformándose en la musa
que cruza las fronteras del tiempo y el deseo.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
esa consonante que apenas vibra en una fantasía escandalosa.
La flauta desdeñada, en ímpetu amoroso, saborea alas saladas
en pensamientos pitagóricos, en corazones alegóricos.
¡Oh, vida piadosa, que nos arrulla con canciones amarillas,
con la astucia sutil de una cadencia rebelde!
¡Oh, clemencia del día!
¡Canta al hálito de Eurípides que acelera el corazón!
dulzura ávida en la sensualidad del heno.
Coral marinero navega en la ceguedad de mis senos,
mientras el viento lleva una rosa maravillosa por más de un milenio.
Siempre primera, acariciada por el cielo en una laguna primorosa,
la lámpara ilumina la oscuridad de pájaros cantores
que estremecen ante lúgubres ruiseñores.
mitológica y constelada, oceánica y galvanizada,
se oculta bajo la lógica sencilla de su geometría pluvial.
Mariposa del ocaso virginal, geométrica y cordial,
socrática y aristocrática, virtud Constantina que desciende
como un alma en un alud de gracia diamantina.
revelando un amor que se esconde tras lo oculto.
Como una diosa del Parnaso, mi ser se alza
en malabares diarios, transformándose en la musa
que cruza las fronteras del tiempo y el deseo.
Constelaciones de Juguetes
"¡Al fin de cuentas!", en constelaciones de juguetes,
se devela mi semblante pacífico y
enternecido,
con los entresijos de mi alma latiendo en
crepúsculos.
Mi arboleda interna, vestida de gala,
despliega alas de desafíos,
porque en su esencia de solsticios
resplandece mi soledad,
asomando por las laderas de tus auroras,
¡florecidas y sonoras, sin insomnios ni
artificios!
"Con el corazón en la mano", con
todo lo que tenía,
en nieblas de rosas agrias, susurraron tu
nombre,
desgranando momentos en lagos de silencios,
detectando mundos sombríos que alguna vez
fueron quimeras aladas de mi infancia,
orbitando
en las espirales de Arquímedes, dando
equilibrio
a las fuerzas de nuestro amor, ¡quemando
anécdotas
en pernos jubilosos de domingos brumosos,
corazones
ensangrentados de estrellas!
Te amé aún con mayor fervor en poleas de
dolor,
mi amor, una lluvia hidrodinámica donde
invernaban nuestras almas, conjugando
destellos
ante la locomotora de la eternidad.
¿Podrá durar para siempre cada curva que
aletea
fuera de su origen sentimental?
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
viernes, 2 de agosto de 2024
Duermo sobre el vértigo de la madrugada
Duermo sobre el vértigo de la madrugada,
y luego cuelgo del ancla de mis plegarias
en un día donde agoniza el pecado de mi
inocencia,
entreteniéndome así en tu incertidumbre.
Voy consumida en la pausa del escarmiento,
desde hace cinco mil años; pero hoy,
transito
por el semáforo casual del tiempo, y su
añoranza
sembrada de voz divina es el agua que baña
a todo aquel de poca fe.
¡Insinuación imprevista de mis huesos
apolillados!
Afina la paciencia con sus ojos dormidos;
afina
totalmente en una aurora eterna como el
vendaval
descorazonado a la hora séptima del dolor,
dentro del magnetismo del arrullo.
¿Acaso eres el halo de la presteza que,
cuando reclama
Minerva, ya no duermes al anochecer?
“Damos en el blanco,” pero también
sembramos una duda
en la razón del escalofrío para engañar a
la muerte,
para engañar a la muerte, para luego cazar
luces desde
las penumbras.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
Adivinador, adivino lento de carromatos cargados de penas
Adivino lento de carromatos cargados de penas,
tan dudosas como resignadas al lazo dialéctico de mi tristeza,
sin ombligos zodiacales en la noche interminable,
lenta, inexorable.
Fortificación de caricias estremecidas por barrotes invisibles,
que imponen un exilio autoimpuesto,
escoltado por susurros que agujerean el alma.
¡Indiviso portal de luciérnagas en estíos perpetuos!
Mil cristales marchitos caen sobre lienzos inmóviles,
como el primer grito de un tango en su última nota,
despojando al sarcasmo de su risa extendida,
dejando tras de sí el eco de dolores analfabetos,
corolas ciegas que se abrazan a la cordura perdida.
Filigranas de llagas nuevas, como cicatrices frescas,
glucosa amarga que se balancea en mejillas enlutadas,
cicatriz asfixiada de una era que renace
solo para confundirse con nuestro reflejo.
¡Chilla la noche, automática y sin piedad!
Chilla inclinada hacia los sueños quebrados
en un caos de estrellas y abismos,
donde Galileo, con su telescopio como un dardo,
hería la lengua de la Santa Inquisición.
Llora el alma porque quiere,
llora bajo el látigo implacable de la nada.
Adivino de pensamientos vertiginosos,
soles escondidos donde se levanta el mundo,
donde reposa en un camastro de ideas...
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 1 de agosto de 2024
En el surco de los remolinos taquigráficos
En el surco de los remolinos taquigráficos,
entre pasiones errantes, marca la desidia,
sellada por el tiempo. Yo navegué sin brújula,
sin fulgores, hacia la caldera mutilada de tu risa respingona.
Así te exploré, en tu áurea esencia, expresión nacarina,
que alimenta el fuego de nuestros celestes cuerpos,
creando, sin prisa ni sombra, las hornacinas de un ardor
cuadrilátero y de caricias inconclusas.
¡Temerosa y soberbia, soberbia y temerosa!
Mil presagios han pasado “dándose contra las paredes”,
y tu perfil dominguero, sombrío y efímero,
“cae de bruces” en la quietud de la tarde.
A veces, el silbido redentor “de buenas a primeras”
regresa como un niño azul, trayendo la eternidad
a nuestras almas errantes.
Ahora, la vida me orbita en curvas y puntos suspensivos,
en un torbellino piroclasto que avanza hacia el destino
de tu fábula, como el huracán que arrastra una espiga
frágil y muda por la añoranza prieta del océano,
perdido en el contorno ebrio de la memoria.
¡Ah, señuelo del sendero quieto, cierra tus puertas!
No espero voces roncas de lágrimas ni ilusiones
ocultas en secretos subterráneos; solo una leyenda
de marea límpida que se vierte sobre nuestros cansados pies...
Ivette Mendoza Fajardo
entre pasiones errantes, marca la desidia,
sellada por el tiempo. Yo navegué sin brújula,
sin fulgores, hacia la caldera mutilada de tu risa respingona.
Así te exploré, en tu áurea esencia, expresión nacarina,
que alimenta el fuego de nuestros celestes cuerpos,
creando, sin prisa ni sombra, las hornacinas de un ardor
cuadrilátero y de caricias inconclusas.
Mil presagios han pasado “dándose contra las paredes”,
y tu perfil dominguero, sombrío y efímero,
“cae de bruces” en la quietud de la tarde.
A veces, el silbido redentor “de buenas a primeras”
regresa como un niño azul, trayendo la eternidad
a nuestras almas errantes.
en un torbellino piroclasto que avanza hacia el destino
de tu fábula, como el huracán que arrastra una espiga
frágil y muda por la añoranza prieta del océano,
perdido en el contorno ebrio de la memoria.
No espero voces roncas de lágrimas ni ilusiones
ocultas en secretos subterráneos; solo una leyenda
de marea límpida que se vierte sobre nuestros cansados pies...
martes, 30 de julio de 2024
Mascado y aventurado en el vaivén de las olas
Mascado y aventurado en el vaivén de las olas,
Eneas espumea, de mente sola, ardiente, cargado de deseo,
junto a Morfeo, el más feo, que en su diente porta un trofeo.
Mutado en navío errante, tarareando luz que tarda mil años,
daños de hogueras vacías, en consonancias resonantes,
despliego mi velamen, buscando el rumbo en mares inciertos.
Borrega nocturna, colega de estrellas sorprendida,
que en la oscuridad suscita sueños enredados,
como un eco lejano en el horizonte, en el borde de la razón.
¿Es la inocencia que acaricia la consciencia,
o la fragancia oculta que envenena la mente?
Navego entre momentos excelsos, buscando la esencia
en los rincones asombrosos de tus murmullos.
Me encumbro en la cumbre de tus rumores,
portador de tus olores dorados, tan valiosos como efímeros,
melodrama en ramas dulces, cabalgando distancias insondables.
Sin saber dónde me encuentro, qué emoción persigo,
en qué revolución de tu ausencia me revelé,
persigo la sombra de un sueño, como el galgo
que persigue la nada en esta encrucijada.
Ivette Mendoza Fajardo
Eneas espumea, de mente sola, ardiente, cargado de deseo,
junto a Morfeo, el más feo, que en su diente porta un trofeo.
daños de hogueras vacías, en consonancias resonantes,
despliego mi velamen, buscando el rumbo en mares inciertos.
que en la oscuridad suscita sueños enredados,
como un eco lejano en el horizonte, en el borde de la razón.
o la fragancia oculta que envenena la mente?
Navego entre momentos excelsos, buscando la esencia
en los rincones asombrosos de tus murmullos.
portador de tus olores dorados, tan valiosos como efímeros,
melodrama en ramas dulces, cabalgando distancias insondables.
en qué revolución de tu ausencia me revelé,
persigo la sombra de un sueño, como el galgo
que persigue la nada en esta encrucijada.
lunes, 29 de julio de 2024
Llamada telefónica afónica
Este momento que me das una afónica
llamada telefónica, un alma biónica
se convierte en mi sustento esencial.
Primordial un dial en tu ausencia sin
esencia,
sino de algún modo, como yodo,
fundiré mi ser en la almohada de Ada.
Ella danza, lanzando una lanza, y encuentra
acomodo y declama, y ama con confianza
o devora las horas sonoras.
Recorreré las arterias de tu miseria,
lloraré.
Haré trizas la resonancia de mis ansias al
escuchar las misas dinámicas e
interoceánicas.
En su desasosiego, el trueno quedó ciego,
enclavado en rejas de heno,
porque un puerto anda muerto.
Mis alimañas al hombro del hombre que
nombra
mañas sin dones, drones de escombros,
saboreando ilusiones ando, lumbres de
cumbres
silenciosas como sombras azarosas
que no resuenan en estos versos tersos,
resucitan inmersos en aguas de Managua
con su enagua colorida y afligida.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 28 de julio de 2024
Haciéndote humo en el laberinto de mi memoria semántica
"Haciéndote humo" en el laberinto de mi
memoria semántica,
te atrincheras en bóvedas estrechas de
quemada irrealidad.
Donde el sol nectarino de indolente
peregrinación
va iluminando en la nigromancia perenne de
la insidia del bastón.
Ese montañoso conjuro surge, conectado a
las calimas clandestinas
que rodean mi mirada en encapotada
ligereza, “como abeja en flor”.
Oh misterio, que “como llovido del cielo”,
va peludeando sus lumbres
en el pellizco enclenque de la aurora de lo
incierto.
“A cuenta gotas”, mis manos se visten de
segundos cenicientos,
vestidura “de brazos cruzados” en
sometimiento ante la cerradura
griposa de metales nómadas.
Soliloquio sobre la mordaza de saturnal
vestigio que debo plantar,
esperándote “con la lengua fuera”.
De la iniciativa hidropónica que se adueña,
enlucida hacia
todos mis sueños con lamentos de lo
improbable,
“con pelos y señales”.
Ah, volverás al ver el rostro edénico de la
vida, para contemplar
un nuevo nombre “con pulso firme”
hasta la última llamada, “con puntos y
comas”,
en esta fugaz paciencia de renovar la
espera.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 27 de julio de 2024
La noche aclama la flor de sus reflejos
La noche aclama la flor de sus reflejos,
un lienzo de estrellas cae como siglos de brizna,
en los ojos, el fuego ancestral que sugiere
desde precipicios de un oscuro extravío.
La noche decía: “Nunca es tarde, si la
dicha es buena”.
Flor encarnada que solloza dentro de un
cántaro
de gemidos, ve su dicha con furia en
nochebuena,
desgarrada por el tiempo de dolor eterno.
Dimensión sepulcral de ojos vibrantes, y la
flor
que destella visiones de música que toca a
mitad
del sueño fugaz, con voces enigmáticas de
misterios
en los inviernos de la penumbra, “como de la
noche
al día”, pero “a mal tiempo, buena cara”,
¡Oh, cumbre del mundo por las avenidas
lunares
de mi alma! Quilométrica fosforescencia de
flor
de los reinos azules y blancos, grisácea
elocuencia
en segundos que acomete la realidad
desencarnada.
¿Quién como tú rompe la copa de los deseos
por donde el mundo una vez me vio pasar?
¡Ah, flor de los mil reflejos! Te lloré en
cada instante
de candor desanimado, te sentí púrpura como
un
violín desafinado, olí cada color de tu
simiente
hasta las tramas de sus incógnitas
invisibles…
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 26 de julio de 2024
Soy tu pilar del anhelo de sueños y cobijas
Soy tu pilar del anhelo de sueños y cobijas,
pilar ferviente de cuatro paredes,
sólido y seguro, reforzado por el clavo
remendón
que guarda cada una de tus ideas.
Como ese pategallina, firme en tres patas,
nos enseña a mantener el equilibrio,
en el mundo tan tornadizo
como una escuela, un vaso, una sílaba, una
espiga.
Pero, ¿qué hacemos con el reloj
que aún no marca las horas
en tu sonrisa tornasolada?
Las manecillas rotas, el espacio que abre,
un portal al infinito de las cosas venideras.
Siento el clamor celeste al contar mis
estrellas,
cada una, un bisbiseo de querubes estelares,
eco de alegrías y lágrimas en el tiempo.
Yo, tu pilar de anhelo,
me esfuerzo para que el áspero
concreto no desgaste mi piel,
mientras permanezco
como el valeroso guardián de tus sueños.
Como el chilote, cuya luz amarilla
ilumina persistentemente,
brilla en la oscuridad de la incertidumbre,
ofreciendo un fulgor naciente de eternidad.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 24 de julio de 2024
Cae la brizna bruna, pegando un jonrón
Cae la brizna bruna, pegando un jonrón,
como si Víctor Hugo lanzara desde Cervantes
hasta Rubén Darío, sobre la almohadilla rabo verde,
dobleteando ante un trofeo erigido
como un gato bravo; en un ¡fas fas!,
se disuelve como Alka-Seltzer en un vaso invisible.
Las palabras, cual pelotas fuera del guacal,
son fildeadas por el viento que, sin pausa,
desbarata la marimba y deja su rastro
grabado en el descontento del acordeón.
Miguel, acalambrado por años de cachipil,
se enfrenta a un panorama desalentador.
No deseo conformarme, prefiero,
en mi extravagante forma, explorar lo ambiguo y distante,
más que lo irrebatible y cómodo.
El tiempo avanza implacable, como una bala;
sin enseñanzas, persiste, ¿qué le ocurre?
El tiempo robó mi juventud en un parpadeo,
indiferente al principio,
dejándome sin palabras, indomable en su curso.
Chancleteado de pies a cabeza,
murmura y habla, un bla, bla, bla sin fin.
¡Oh, no desesperes, amigo!
¿Quieres depender de mí?
Aliento tu espíritu, no me malinterpretes.
Dedico todas mis victorias a tu honor,
si no te atrapan en la confusión,
y me sumo a tu monumental esfuerzo.
Shakespeare, tú eres Romeo; yo, Julieta.
Lágrimas caen, traviesas, en el abismo
de un libro desgastado,
mientras las fiestas radiantes de Pochomil
dan su último adiós.
Los Miserables, cortando el queso,
descendiendo desde lo alto,
pertenecen a un mundo de fantasía,
listos para desafiar a Mr. Fachento,
desde chozas hasta balcones dorados.
Una sombra de dudas: la brizna bruna,
una metáfora de Rubén, el más astuto,
ingenioso sin ostentación.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 21 de julio de 2024
Como chirolas abismadas a la oscura bóveda celeste
Como chirolas abismadas hacia la bóveda oscura,
arreando tus besos ásperos, cual piedras
pulidas por el tiempo, erosionan mi piel,
dejando huellas profundas en la espuma del alma,
sin extinguirse en la noche amarga
bajo el peso del desconsuelo sombrío.
Ni abrumarlos ni sofocarlos, pues habitarán siempre,
como anhelo febril en este julio caluroso.
Un amanecer envuelto en rocío persistente,
cual lágrimas del alba, besa el día moribundo,
sustituyendo la bruma con los arrullos tiernos
de tu corazón, liberados y frescos.
Como cardúmenes sin fin en aguas gélidas,
mis deseos por tus besos perduran,
acarreados como flores en un vergel exuberante.
Anhelo tus besos, hoy que la soledad me acompaña,
para llorar contigo al amanecer,
cuando el sueño amargo no haya vencido.
Ivette Mendoza Fajardo
arreando tus besos ásperos, cual piedras
pulidas por el tiempo, erosionan mi piel,
dejando huellas profundas en la espuma del alma,
sin extinguirse en la noche amarga
bajo el peso del desconsuelo sombrío.
como anhelo febril en este julio caluroso.
Un amanecer envuelto en rocío persistente,
cual lágrimas del alba, besa el día moribundo,
sustituyendo la bruma con los arrullos tiernos
de tu corazón, liberados y frescos.
mis deseos por tus besos perduran,
acarreados como flores en un vergel exuberante.
Anhelo tus besos, hoy que la soledad me acompaña,
para llorar contigo al amanecer,
cuando el sueño amargo no haya vencido.
lunes, 15 de julio de 2024
Los vientos convulsivos
Los vientos convulsivos provocan tormentas
de desigualdades inexpresivas y de eminente integridad.
La noche, espantada, se despeluca, perdiendo sus sentidos;
chilla como una ambulancia estrellada en el aire,
observada desde miles de años luz, tan lejos, muy lejos de aquí.
El mugiente despertar de las ambulancias
se enfrenta a las calles y techos que gobiernan
una serenidad desdichada,
como afligidos que luchan contra la inductividad de los manotazos,
impidiendo el cuarzo en cuarentena
de su simetría carnal, atrevida.
En el bien y en el mal, hay aluviones de rencor;
el frío castiga, como el apogeo de un día que apenas despunta.
Disipo la tristeza en su coreografía trimestral,
trenzando su voto devorador que flota a través de los siglos.
Sé cómo camina su sentimiento lobado, al cavilar.
Escribo mis temores en su novena costilla auricular:
infecunda, infecunda, infecunda.
Nubes lloran en la paginación golosa del norte,
muriendo como mutantes de moralidad.
Miro los cataclismos pujantes en piélagos de amor,
doy gracias al patrullaje, que se eleva espigadamente,
derramando la esfinge mediadora de medias lunas nacionales.
¡El tormento ululante de perpetua personificación,
rugiendo en la borrasca superdotada!
Ivette Mendoza Fajardo
de desigualdades inexpresivas y de eminente integridad.
La noche, espantada, se despeluca, perdiendo sus sentidos;
chilla como una ambulancia estrellada en el aire,
observada desde miles de años luz, tan lejos, muy lejos de aquí.
se enfrenta a las calles y techos que gobiernan
una serenidad desdichada,
como afligidos que luchan contra la inductividad de los manotazos,
impidiendo el cuarzo en cuarentena
de su simetría carnal, atrevida.
el frío castiga, como el apogeo de un día que apenas despunta.
Disipo la tristeza en su coreografía trimestral,
trenzando su voto devorador que flota a través de los siglos.
Sé cómo camina su sentimiento lobado, al cavilar.
Escribo mis temores en su novena costilla auricular:
infecunda, infecunda, infecunda.
muriendo como mutantes de moralidad.
Miro los cataclismos pujantes en piélagos de amor,
doy gracias al patrullaje, que se eleva espigadamente,
derramando la esfinge mediadora de medias lunas nacionales.
¡El tormento ululante de perpetua personificación,
rugiendo en la borrasca superdotada!
domingo, 14 de julio de 2024
Me asemejo a una gruta de dulzura planetaria
Me asemejo a una gruta de dulzura
planetaria donde
recojo secuencias que detonarían el éter,
la esencia
tendida como velos desgastados en el
regodeo oscuro.
¡Río hasta más no poder ante el sacrilegio
de esta
férvida blancura!
¿Acaso los destellos emanan sus telegramas
puros y celebran
ante mi sangre envuelta en infortunios
esparcida, y la tuya
disuelta, en el entramado de nuestras
heridas?
¡Una fortaleza se desploma en el vacío!
El alfa resguarda a la más fría suavidad de
puntos suspensivos
de Galileo, con su telescopio errante por
los mares inquisitivos.
¿Frente a qué rubor de beso invencible se
reveló el prodigio
de tu oído medio del ocaso, sumido por una
pantera alada?
¡La sed interroga a la herida de oscuridad
degollada!
Navega en percepciones peñascosas en la
derrota de medusas
de un mar que suspira por amor de frutos
encantados,
por otros santuarios con elementos
unitarios del barrunto.
No existen defectos virtuosos sin sed
nacida en la fragancia
de los números ambientales,
ni tumbas sin la pendiente de su declive.
¡El aliento despojado es un corcel de
emociones fragmentadas!
Pareciera ascender cual hierba en la
lejanía,
quizás sólo humo en los olores de prismas
escribiendo
un largo testamento de joyas vírgenes.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 10 de julio de 2024
Resuena el clarín y brama (Poesías, poesías contemporaneas)
Resuena el clarín y brama, brama el clarín
y resuena
su puente de plata vehemente, su
malabarismo entrometido.
¿Cómo el paso inexorable de las eras
sobre el criptograma grandioso de la
tierra, entre luchas
carnales colosales?
¡Todo es grandioso, monumental y
metafórico:
un asentamiento eufórico, abultado,
absurdo,
sombrío y extravagante! ¡Descartes y el
Güegüense titilan en
poesías!
La niebla pícara y piadosa flota sobre las
ciénagas; fluctúan
precoces, adineradas de sentimiento.
Mientras, el cataclismo ideal de los
cachinflines
chilla su rapacidad, borrando el tiempo.
Resuenan
como marionetas entumecidas en un día
nublado,
como mentes geniales en noches del toro
guaco,
como la maraca descachirulada
de los espíritus metiches
en la bacinilla eterna de los zopilotes,
de macanas esféricas, viajeras en la
soledad del macachín.
¿Y los dialectos automáticos, macizos y
trágicos,
que en Tipitapa atrapan tapas de rayuelas
en la maturranga,
como en un escenario de maravillas
titánicas?
En esa vastedad, los embatutados de lo
inconcebible
se entrelazan, creando un tapiz
de chibolas y chimbombas luces, dispersados
en la
impaciencia.
Cada paso en esos caminos es un viaje
a través de lo abombado, donde colgar los
guantes
y dar el ancho es salir de un maíz picado.
¡Come pato! Meter la cuchara
lleva consigo adivinar secretos antiguos,
a sabiendas mientras un cartucho cucurucho
vigila, inconmovible,
la marejada constante de la historia humana
atando las lágrimas al poder del corazón.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 9 de julio de 2024
Supuración de lágrimas brunas y brumas fúnebres
Supuración de lágrimas brunas y brumas
fúnebres solicitando
alegrías; ahora, persistente al tormento,
hambre de lobo
alimentándose del seno ulcerado de la
marimba existencial.
Crezco en los dominios espinosos del
destino, y mi atuendo
es un manto de miseria y mordazas
infantiles, eterno en el
arpegio del viento, tan sencillo al
pelícano inmortal.
Sin embargo, mis cantos, espejismos de lo absurdo dentro de lo absurdo,
sumisos y humildes, aglutinan la esencia de
lo virtual a las páginas portátiles,
en todo el aliento pensante de la estirpe y
el susurro del satén.
¿No es acaso la vida un arpegio de
misterios insondables?
Me erijo como pasarela de perfume
poetizado, por divina concesión,
con partitura desafiante al signo
astrolábico del silencio;
ya que mi jerga orgánica brota de rincones
polvorientos, en angustias
erguida en la madurez del vidrio, en la
melancolía dolarizada de rebaños
terrosos, una tonada en el yugo del
desorden.
¡Cuán vasto es el camposanto de nuestras
ambiciones olvidadas!
Engendrando axiomas desde los vinos
despavoridos del vacío,
y su retórica, acurrucada y vagabunda,
tanto imaginada como atroz,
pianos de constelaciones hilvanan
continuamente nuevos cosmos;
afirmo o refuto triángulos en derrota, y mi
ardor titánico resuena
como una filosofía sin ruedas, inmóvil,
rompiendo el reino obtuso del prejuicio
desértico de dolores de cabeza,
el sombrío poblado clerical de lo cotidiano
que busca su sinfín.
¡Oh dolor, de hacienda San Jacinto, cruel y
constante, cuánto aprendemos de ti!
Sobre el vasto camposanto y los sauces
llorones del Cementerio General de Managua,
decrépitos y pardos del mundo, como si
entonaran
los cantares de la lluvia, melancólicos; la
nostálgica
melodía de los tejados es una caricatura
patética de la bicicleta celestial…
¿Dónde encontrar el silencio en el tumulto
de nuestras propias existencias?
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 8 de julio de 2024
En el crujir de teoremas universales
En el crujir de teoremas universales con la
intensidad del fuego,
los códigos románticos y cósmicos me
gobiernan “a pecho descubierto”,
una casualidad argumentada segregada por la
lluvia impertérrita,
salpicada para resucitar briznas de rumores
solitarios hasta el brocal del pozo,
regentes de mi canto natural y sinfónico
que se despliega en medias palabras,
pero se despliega hacia el más allá de la
lira del espíritu, el instrumento del clamor
en esa vasta beldad subconsciente
“mejorando lo presente”, de armadura sigilosa,
lúgubre y precisa, que dirige mis pasos en
la penumbra lingüística iluminada;
atravieso eras cantando como en un vasto
sueño grotesco, como muñecas del deseo,
mi verdad auténtica, de flexibles y
dolorosos versos dentro del corazón de talquezal,
erizos de silencios robustos en el lomo del
candil para iluminar, por la resonancia
augusta y perfecta, quitando saltos
difíciles de comprender,
la excelsa sinfonía de unánime concordia de
sudores sempiternos de la melodía,
los fenómenos convergen hacia ella, hacia
la ceniza fecundada de amores,
y estas manos aciagas avanzan, sonámbulas,
despejando la mundana recreación—
mi clarividencia persigue los senderos de
lo incorpóreo, iluminada y jubilosa;
todo se convierte en párpados que agolpan,
en el canto en mis huesos con
perfume sentimental de mis días de sosiego.
¿Quién dirige los remos de mis mundos que
se desvarían a contraluz?
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 7 de julio de 2024
Las voces me arrastran, como ríos sonantes
Las voces me arrastran, como ríos sonantes
que invocan mi ser,
sin elección, suman sus ritmos errantes por
senderos del
destino ineludible.
Fatal, como la paradójica tonada de la
noche figurativa,
devoro la vida en cada nota del reino
vegetal, sorbo el éter
de mármoles anarquistas, chorreando
fabulosos pájaros intelectuales.
Me desplazo entre sombras melancólicas y
sueños de colosales
angustias sin motivo, sin razón; ¿sin mi
canto,
soy acaso nada dentro del orden lúgubre de
estrellas?
Un eco vacío en el vasto olvido, emancipado
de voluntades golondrinas.
¡El jardín terso de mis versos monologados
adoquina mi pecho!
En los cipreses de sus epopeyas, ante
cadenas vagabundas,
máscara dinámica de melodías, zarandean mi
alma dentro de batallas
oceánicas.
Incapaz de murmurar verdades mundanas,
solo canto, solo puedo cantar, cantar y cantar
dentro de mis auroras boreales.
¡Ah! Me pierdo en la melopea de violetas marchitas;
no hay más palabras.
¡OH Catedral de León que guías mis
sentidos!
Selvas negras grandiosas moldean mi
existencia en su néctar libertario,
en mis huesos abandonados por acordeones
impertérritos.
¿Como se acongoja lo andado, por
leyendas de resonancias y olvidos?
mientras mi flauta, desconocida en su
propia piedra entusiasmada,
canta a ojos cerrados al viento sus
lamentos de antiguas nebulosas.
Desprecio las aguas mundanas a raudales,
triviales y ojerosas,
bajo el peso de lo prosaico y a
regañadientes, doblego bajo la utopía
de mi almohada.
¿Anhelo la quietud de cosas vivientes como
un árbol que sabe sus deberes?
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 6 de julio de 2024
Reconozco el eco silencioso del abismo