Bronceada, diluida dentro de
los confines del sol
Con mis párpados fuego y sus sumisas
pupilas.
Si no me acaricias me pierdo
como la alborada
Ensombrecida por oscuras
estrellas.
En tu océano navego como barca
tranquila y
La brisa desde arribe nos sonríe.
Hay días de lluvias, días en
que solo escucho
Tú susurro; mientras tu corazón
es un libro
De cuentos románticos al que
me pongo a leer.
Soy cien corazones en uno, soy
un alma contenta
Que centellea como haz de luz,
cien corazones
Que me rodean.
Caer rendida sobre el manto
astral de la noche,
Dormir entre sus alas de nieve
y su follaje sonoro;
Luna más luna su canto de cuna,
sus misterios
Que atesoro.
Se traga mi clara visión la última
demencial inspiración
De un poeta, se convierte en
letras, se hartan mi
Razón, me hacen poeta.
¡Olé, olé! Fogosidad de mis piernas
haciendo
Ruidos, sin poder escapar de
su música atolondrada,
Pero al final me hace
reflexionar que soy nomás un
Pájaro comiendo migajas de pan
en otoños ruidosos.
Me sueño imperfecta y feliz
reclamada solo por
La inmensidad del mar cuando
se despoja de sus
Fatuas olas miopes.
Ivette Mendoza