Un hombre para alegrarme
Con su voz de trigal, surge de
la loma,
Cae sin fin a las aguas del
rio,
Ríe, llora, bendito seas.
Cada instante eres el grafitis
tatuado
En la tierra, pronto a mi
auxilio.
Nada para que mi corazón se
emocione,
Nada para que mi alma
reaccione,
Habla esplendor su lenguaje,
sube
Al cielo de tus labios.
¡Ah! Despiertos veremos la
rojiza
Infancia del contorno de la
luz y su
Recién nacida ternura.
Escúchame:
Tus manos palpan mi vientre y
Encuentran sus frutos y
rodamos
Jubilosos dejando las cosas a
la
Brisa de la vida.
Un sí, con sabor a durazno,
alzan
Tus ojos y me miran, zarpamos
Al mar, al viento, al aire, a
la fuente
Del amor, sin malos entendidos,
Solo gestos visibles y
palpables.
Ivette Mendoza