Sombras de aguas pobladas de
soledad
Que al correr como ríos se convierten
En la infinitud de las lágrimas.
Titila el sueño en su cámara secreta,
Se piensa disfrazado de gratas
ideas
Amanece colgado en la patria
del alma
Renacida.
La razón intangible sobre el
decorativo
Espejo alega que para brillar
no necesita
La luz, ni los rayos del sol
porque lleva
Luz propia.
Un suspiro de la memoria
castra la
Insoluble penumbra, vasectomía
en su
Corazón enlutado de lamento
profano.
Voy reparando el tiempo que
lleva la
Cabeza hueca y cómplice sonoro
Del recuerdo mueca.
Aquí me quedo en el puerto de
tu
Congoja desconociendo que el
mar
Madura con su latido
imperfecto y
El tiempo perdura.
Me enamoré de un ave de ojos
verdes,
Cabellera de trigales que
picotea solo
Las remembranzas de risas
explosivas.
Lágrimas de cebolla en este
entierro de
Farsas y su lápida de dolor
incurable.
Follaje sobre tus labios,
deseo ser
La abeja que los dulcifica de anís
o
La mariposa farola que los
encienden.
Ivette Mendoza