Calles de la memoria urbana
En las callejuelas afanadas de la
acalambrada espera,
oímos achantados, sin ver las caras
conocidas,
rostros perdidos entre golpes y berrinches,
bajo el vocerrón de una puerta que nunca se
calla.
Arrinconados, atrapamos charcos con miedos
de ruda y manzanilla, viejos potes de
almíbar
guardan la esencia de lo que fue, como
anzuelo,
mientras esperamos renacer de los
escombros.
¿Estás bien, corazón, sin aire arisco?
con la filosofía del amor consumiendo
rosquillas,
cada piragua, cada cincho no recordado,
la falta de una piel aún por descubrir su
chiflido.
Con cada leña indecisa, que daño no
sustenta,
una butaca traza líneas torcidas,
caminos que bifurcan hacia lo desconocido,
buscando ese refugio preciso, aún no
rendido.
Erramos en el oficio de revivir, mezclando
marimbas y las voces morfológicas,
en el fondo de la memoria famélica, donde
la noche se convierte en el refugio del
mundo.
Ivette Mendoza Fajardo