Bajo la sombra de la duda
Bajo la sombra de la duda, el aliento de
llaves arcaicas
destraba cerrojos colgantes, esculpidos en
una pasión petrificada.
Ecos agónicos se agitan como hojas en un
torbellino invisible,
sin forma consagrada, sin tiempo que huya
de su condena,
trazando senderos entre el ayer, el nunca y
el jamás.
Dentro del mármol de aguas inmóviles,
errantes,
las voces se desprenden como cáscaras
vacías en la delgadez
de los puntos suspensivos que abrigan un
breve amanecer.
La terquedad de un pupitre condena el vacío
de sus letras,
mientras un alfabeto de sombras vencidas
lubrica las aristas
del olvido; el alma gotea como lluvia fría
por los estambres de la sed,
que se estiran como manos buscando tocar el
borde de un recuerdo,
manipulados por hornacinas ulceradas que
incitan a devorar.
Los susurros de la brisa se enredan en su
propia inquisición,
caminan por túneles de saltos encapuchados
y sillas de piel,
retornando siempre al mismo cruce
derrumbado, mutilado
donde lenguas enredadas, despeinadas en
plumas extendidas,
se extienden con fórmulas de humedad y
metáforas de luz.
En el instante desgarrado, dioses
obstinados se retuercen
en su propio caos; suben y caen, como en un
círculo de
golpes imprevisibles, con la furia de un
mar contra un acantilado,
siempre buscando lo que la vida dejó atrás,
redimida
en su propio laberinto, en su propia
hambruna acoplándose
a un violín que asciende y desciende, al
borde de un paraje perpetuo
de admiraciones enguantadas, donde el eco
de la pérdida aún respira.
Ivette Mendoza Fajardo
Poema abstracto