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sábado, 28 de septiembre de 2024

Amanecer en el Espejo

 

En el medallón fofo suspendido de un crepúsculo cautivo,
llega este enclave sombrío y no cartografiado, de hito
esmirriado, y el palpitar seguro de las gafas de su aliento
es una esencia que busca a otra en esta pasarela de caricias
exhaustivas y consoladoras.
No hay un entresuelo de furor que turbe, entonces, el fuete
se fusiona a distancia entre sus almas a babor.
Y son ahora dos fragmentos dolorosamente complementarios,
como en el reflejo de la lámina del espejo dividido,
que se miran uno al otro sin asombro de fustanes, pero más aun,
con los hemisferios de hormas esenciales de las estrellas bifurcadas.
Bajo la lama de tu letargo descansa la hiedra difusamente,
y se sumerge en la era que habita lanceoladamente,
mientras la mitomanía de la herida de la aurora sana,
nublando tus gestos empañados por la sal
y el tacto del mundo más nevado, es un florecer marchito,
un ceño ofrendado como la serena faz de los rocíos, como
el aliento puro de todas las palabras, que es un cuchillo
redentor en aguas mansas.
Ivette Mendoza Fajardo