El Pulso Angular del Ensueño
Desde el pulso angular expuesto del ensueño
antojadizo,
la mollera abierta busca el resorte
cómplice
que restaure lo que la algarabía dejó
quebrado.
El terrón de azúcar desafía tazas selladas
primorosamente,
como ánforas oscilantes que se disuelven
entre las manos.
El casal puritano llora en silencio
púrpura,
y en el artefacto curvado, la chispa de los
corazones
decora tormentas con amigable solemnidad,
golpeando su beso gélido hasta que se
desvanezca.
Levantemos el eco de una sonrisa humillada,
donde la juventud sea refugio para la
piedad extrema
y la terquedad de un lazo que roza lo
prohibido.
Construyamos un puente que serpentee
incierto
bajo el brillo casto de una rosa piadosa,
por donde se pueda cruzar con un tambor
descarado,
y un pañuelo que convierta el adiós en
floración definitiva,
un eterno regreso,
un paso inevitable entre la soledad y el
abrazo perdido.
Ivette Mendoza Fajardo