Cánticos de mármol y lluvia
Bajo el ataúd de la lluvia, el día
siente el equilibrio de una flecha oscura;
ritmo leve,
ritmo que cruje en la batalla que luchamos
ante una duda cautivante, resistiendo la
rigidez de su muerte.
Bajo el ataúd de la lluvia, el día
es como otro tallo de ese efímero placer
que en soledad alimento.
No erras, el tallo vigoroso y miserable que
germinas,
empujado por vientos de condensado
optimismo,
quizás arcaicas verdades
que de mi alma emergen como un destello
sonoro
para rondar y abrirse en risueñas rosas
diluidas de promesas,
donde una molécula ahora se estremece,
generosa sobre mi pecho.
Animosa vida de la transparencia de un
mármol fenecido,
sobre las cadenas mismas de un cuerpo
transformado en astro.
Una cuerda íntegra que aún resplandece; no
llora, nunca llora.
¡Ríe con asombro, ríe con tristeza!
Hoy niego un lugar, una floresta lúcida
que una luna obstinada ilumina a su antojo.
Es fruto de una memoria de uvas abundosas,
hielo y corazón,
hollando sequías de inspiración.
¡Oh árbol del desvelo, redil mustio!
Edad de lira plácida y amena, no empaña,
ligera e inocente.
Vino de la aflicción para purificar un
lecho caído del perdón.
Ivette Mendoza Fajardo
Balandros y Geometrías del Despertar
Regateo de tacómetro y torpedeo,
para saturar el agua en su reverente
pelaje—
esa que revitaliza tu alma en apuros.
Rebotan ecos de pachulí, sangre de
marimbas,
breval sin joroba inguinal, fiera
inhibición
entre águilas neófitas, sapientes de la
aurora,
y el hastío del hangar.
¡Ay, no vienes, géiser de cuerno giratorio!
Entre el jade geométrico, adherido a la
hierba,
los dálmatas se mojan en su balandro
cenital;
se ejercitan en el gimnasio cantor de
despropósitos,
desamparo hacia el cielo, mojan, ejercitan
al corazón impresionable;
las águilas se defienden e impresionan.
Pantalla isométrica, gnomónica, abanica en
agua monoatómica,
por secuencia auricular sobre la pelusa
esférica,
para no escuchar el clamoreo desde bahías
fantasmales.
Dálmatas anclados sobre espejos
sapienciales,
congelados por la sal de curiosidad
satírica.
Ivette Mendoza Fajardo