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lunes, 23 de septiembre de 2024

Cánticos de mármol y lluvia

 

Bajo el ataúd de la lluvia, el día
siente el equilibrio de una flecha oscura; ritmo leve,
ritmo que cruje en la batalla que luchamos
ante una duda cautivante, resistiendo la rigidez de su muerte.
Bajo el ataúd de la lluvia, el día
es como otro tallo de ese efímero placer que en soledad alimento.
No erras, el tallo vigoroso y miserable que germinas,
empujado por vientos de condensado optimismo,
quizás arcaicas verdades
que de mi alma emergen como un destello sonoro
para rondar y abrirse en risueñas rosas diluidas de promesas,
donde una molécula ahora se estremece, generosa sobre mi pecho.
 
Animosa vida de la transparencia de un mármol fenecido,
sobre las cadenas mismas de un cuerpo transformado en astro.
Una cuerda íntegra que aún resplandece; no llora, nunca llora.
¡Ríe con asombro, ríe con tristeza!
Hoy niego un lugar, una floresta lúcida
que una luna obstinada ilumina a su antojo.
Es fruto de una memoria de uvas abundosas, hielo y corazón,
hollando sequías de inspiración.
¡Oh árbol del desvelo, redil mustio!
Edad de lira plácida y amena, no empaña, ligera e inocente.
Vino de la aflicción para purificar un lecho caído del perdón.
Ivette Mendoza Fajardo
 
 
Balandros y Geometrías del Despertar
 
 
Regateo de tacómetro y torpedeo,
para saturar el agua en su reverente pelaje—
esa que revitaliza tu alma en apuros.
 
Rebotan ecos de pachulí, sangre de marimbas,
breval sin joroba inguinal, fiera inhibición
entre águilas neófitas, sapientes de la aurora,
y el hastío del hangar.
 
¡Ay, no vienes, géiser de cuerno giratorio!
Entre el jade geométrico, adherido a la hierba,
los dálmatas se mojan en su balandro cenital;
se ejercitan en el gimnasio cantor de despropósitos,
desamparo hacia el cielo, mojan, ejercitan al corazón impresionable;
las águilas se defienden e impresionan.
 
Pantalla isométrica, gnomónica, abanica en agua monoatómica,
por secuencia auricular sobre la pelusa esférica,
para no escuchar el clamoreo desde bahías fantasmales.
 
Dálmatas anclados sobre espejos sapienciales,
congelados por la sal de curiosidad satírica.
Ivette Mendoza Fajardo