Anteojos de la indiferencia
Amanezco bajo anteojos sin costillas macilentas,
mientras el teclado se lame como una
servilleta quemada.
Botellas barbudas arrancan sus muelas al
amanecer;
la corbata ilícita se enrolla en la
garganta
como un documental de voces calladas.
Entre tú y yo, un grito de memorias
deshilachadas
falsifica sombras sobre el zapato viejo que
aún compartimos.
Llamamos luz a lo que es sombra enrojecida,
llamamos vida a lo que se regaña contra la
computadora,
que cae desde la cima de una indiferencia
sin bordes.
¡Tu pestaña musical, mi sombra altisonante!
Se enredan como alambres de fuegos
artificiales
en un coro de pantalones sin piernas,
afiladas y espesas,
intentando encolerizar una lámpara que
nunca fue prometida.
El hombre flota en su cárcel de astros
aguileños,
y el monitor mellado deporta granizo
madoroso,
mientras se mezcla con la arena del reloj
educador,
que se desgrana en notas de alcachofas y
bufandas.
Buscamos lazos malhechos y conejos
encapillados,
mientras el pino sigue siendo una mentira
erguida
y el mañana, desgastado, finge sorpresa
declamatoria
ante el asombro que nunca nos abandona
para repartir la oferta y la demanda.
Ivette Mendoza Fajardo