Crepúsculos del Albor Inmortal
Es esta rectitud la que, inesperadamente,
incinera
el libelo de un pez inmortal con escamas de
albor,
como un sol repentino que disuelve la bruma
matinal.
Ni los objetos de contagiosa virtud
desafían el florido
margen de océanos fieros.
Ni las cruces niegan que los sueños son las
pompas
de un vuelo deleitable de aprendizaje.
Es el monumento sosegado de un ademán que,
ya
pulido, se revela como un pedernal torneado
de blancos
crepúsculos de un paisaje desengañado,
con sus garras de marfil emergiendo
sutilmente.
Como una perla de placer, busca el bienestar
de su destino,
donde cada giro enseña un ritmo constante,
como hazañas reflejadas en el espejo de
estancias fugaces.
Y luego, con el guion que murmura entre las
hierbas,
el relámpago anuncia solo una catapulta
lloviznada
e inapelable:
esa asonancia del páramo sin límites…
Es mejor la claridad audaz del creyente
tulipán.
No evadir la hermosura con la radiante
pasión
de quien todavía anhela seducir aún más a
la musa
de quemante memoria hasta la inmensidad.
Ivette Mendoza Fajardo