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martes, 3 de septiembre de 2024

La arruga del verbo

 

Desobedece, absorta en el alero rechinante,
como un malagüero momentáneo,
como la arruga convertida en verbo que cruje,
o como el crepúsculo colosal, tejido de claridades verdes.
 
La turbina del insomnio arrugado y las oraciones carmesí
azotan la columna vertebral de los ríos llagados,
como si abrazase al resuello del báculo categórico.
El perfil universal, que a su negación perdura,
liviano y elevado, sostiene: la sombra de su tragedia.
 
Un lloroso balbuceo que arruga los mares renombrados
en el hierro despavorido de la inteligencia,
su ingenuo sentido y su lúgubre canción bucean dentro del sueño,
mientras, en un camposanto inmortal de niebla ardida,
su idealismo de invierno anochecido no se desplaza en un adiós.
 
Reverentemente y, forjada de prefijos de drama con ojos verdes
y conversación desarrugada, al paraguas naciente invoca
con su victoria de lluvia para que disipe la nostálgica memoria.
Ivette Mendoza Fajardo