Todo lo marchito arde en el valle de la locura
¡Todo lo marchito arde en el valle de la
locura!
bajo sus brazos, el llanto frío de una
mirada afortunada
se fecunda en placeres ocultos y frenéticos
y es
una cadena de humo, halagüeña del amor,
una copa que recoge la mácula sin lágrimas,
en el destino recíproco de un silencio
circular.
¿Tu rumor níveo flota flotando a la deriva
de la dolencia?;
las piedras rancias de esperanzas, desnudas
saltan,
hunden sus horizontes y es una burbuja
gris, apenas,
suspendida sobre los hombros de detalles
balbucientes.
Una mezcla de crepúsculos y gaviotas
alegres se ordena
para trazar la vida; y caen repetidamente,
de repente,
¡se consumen en la Fuente Ovejuna, hasta
ensombrecerse!
invocan el sordo presentimiento de
interrogaciones tácitas.
Soplan blandamente el prado de los gemidos
dorsales que,
exhalan letanías de seducción y de conjuros
renovados
como en nuestras vidas que alaban y lloran
voluntades
forjadas en el tiempo; y es como un
crepúsculo de lavas fraternales
que reinventan historias elucubrativas,
cruzando
las sombras lentas de bordes cincelados,
por un Picasso en premonición.
Ivette Mendoza Fajardo