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jueves, 26 de septiembre de 2024

Folículos del Viento

 

Un ósculo eterno se desgarra, inflamado,
en las palmeras del sueño impermeable
de esclavitud.
Gritan los folículos del viento,
—aurora de gabardina errante,
donde te arrumbas sin anclas—
mientras las estaciones de los siglos,
dulces, fecundan costas aún por nacer.
Aquí, marchita, me alzo, sin gris deliberado,
de tierras ajenas, todo agrio,
agrio por la dentellada efímera de esta escollera
que el amor ha construido
en sombras de alcanfor y
médulas ininteligibles que no ven luz.
Mi pena incurable ya no brota en un
verde espectral,
pero mis inquisitivas manos son vientos,
atrapantes hacia tus ramas de cerezos,
descosidos,
hacia campos que la bruma
ha encerrado en la nostalgia,
sin que nunca las roce el engaño.
En cambio, a mí,
me agrieta y me tiñe de hoyas el vacío.
Mi impulso es una frescura en lontananza,
como la que duerme en los templos macedonios,
que se filtra en mi alma de roble y madreperla.
Pasos mudos de monzón resuenan
en la penumbra perezosa del aire,
en su emplaste poliédrico
Ivette Mendoza Fajardo