Los rastros de mi burbuja senoidal
Y persistirá, ese encanto palmípedo, tenaz,
en la dualidad central de mi burbuja
senoidal,
cruzando la diagonal del alma, ¡oh alma
serena!
compuesta sobre el tic tac de un camaleón
implacable.
Era apenas un débil vínculo en el canto de
luz azul,
un carácter de códigos cuaternarios en mi
esencia vulnerable,
el regusto complejo de las palabras,
reiteradas en un canto,
como la caricia de un resonador sombrío de
un
teléfono que transmite vibraciones de paz.
Impulsos tras impulsos, ‘firmemente unido’
en amatista
bañada, ‘sin tolerar la acidez’, no marcó
la tormenta,
de un extremo a otro del mundo de raíces
ilusorias: Neruda.
¡Ahí, en la esfera izquierda, regresará el
encanto
para ser, por un instante fugaz, un Borges,
un número en la literatura!
Desde el escuálido surco de sus dedos en
delta,
un estruendo resuena, lexicalizado en sus
aguas de lavanda,
como si emergiera del manantial de mis
sueños:
“Entonces lancé mis cuidados al viento”,
¡qué gozo en las tertulias!
Un golpe certero di desde los tejados que
alumbran
cientos de rosales animados en banquetes de
amaneceres,
con una explosión de ruptura de sonido, y
esto era
solo el inicio de una prueba que ejecutaba
para calmar
un haz láser en las brisas de los vientos
de un labio óptico,
cortés y leal, esbelto y jocoso como un
actor
de comedia, ciego cual vidrio, opaco como
una estatua.
¿Qué hubiera sido el encanto si yo
hubiera sondado más profundamente sus
sentimientos errantes?
Ivette Mendoza Fajardo