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martes, 17 de septiembre de 2024

Los rastros de mi burbuja senoidal

 

Y persistirá, ese encanto palmípedo, tenaz,
en la dualidad central de mi burbuja senoidal,
cruzando la diagonal del alma, ¡oh alma serena!
compuesta sobre el tic tac de un camaleón implacable.
Era apenas un débil vínculo en el canto de luz azul,
un carácter de códigos cuaternarios en mi esencia vulnerable,
el regusto complejo de las palabras, reiteradas en un canto,
como la caricia de un resonador sombrío de un
teléfono que transmite vibraciones de paz.
 
Impulsos tras impulsos, ‘firmemente unido’ en amatista
bañada, ‘sin tolerar la acidez’, no marcó la tormenta,
de un extremo a otro del mundo de raíces ilusorias: Neruda.
¡Ahí, en la esfera izquierda, regresará el encanto
para ser, por un instante fugaz, un Borges, un número en la literatura!
 
Desde el escuálido surco de sus dedos en delta,
un estruendo resuena, lexicalizado en sus aguas de lavanda,
como si emergiera del manantial de mis sueños:
“Entonces lancé mis cuidados al viento”, ¡qué gozo en las tertulias!
 
Un golpe certero di desde los tejados que alumbran
cientos de rosales animados en banquetes de amaneceres,
con una explosión de ruptura de sonido, y esto era
solo el inicio de una prueba que ejecutaba para calmar
un haz láser en las brisas de los vientos de un labio óptico,
cortés y leal, esbelto y jocoso como un actor
de comedia, ciego cual vidrio, opaco como una estatua.
 
¿Qué hubiera sido el encanto si yo
hubiera sondado más profundamente sus sentimientos errantes?
Ivette Mendoza Fajardo