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lunes, 2 de septiembre de 2024

Sordo lenguaje de valentía funeral

 

Sordo lenguaje de valentía funeral, mi cumbre florida.
Barriletes del bien y el mal a oscuras en los vastos cielos.
Antigüedad absoluta de golpes quijotescos; un mar de prosas.
Las pizarras impolutas de esqueletos de los sacros días.
Ahora, el alarido de una hormiga es un gesto de terror.
Esquema sofocante de cuerpos fríos que hilvanan palabras de perdón.
No convence mi dolor musical; la clerical suma de mi razón de memes.
En los elevadores de la lluvia, los cantos tienen ojos de estrellas.
En la espuma del amanecer universal, el tiempo es un péndulo gigante.
La boca es una costumbre vegetal en pentagramas anarquistas.
La anatomía de espejos cóncavos acapara la vida del costado izquierdo.
Hoy el romance se diluye en los músculos de flores prudentes.
Astillas de melancolías pinchan en los labios de un amor muerto.
Vértigos del horizonte van en las carrozas de los juegos olímpicos.
La cabriola se estrella anaranjada en la lengua visceral de magia negra.
La sinfonía de los nervios bendice pájaros con fábulas hermanas.
El mundo carga a cuestas el desempleo que se conquista en petates.
La bayoneta beoda enferma completamente las arañas de la noche.
Y así, el quejido de las vigas desdentadas decreta verdades de bolsas sucias.
El error de la moneda doliente va por los espacios dilectos del eco azur.
Siempre, los matorrales describen los diseños atroces de la vida embotellada.
Ladra fuerte la patológica mentira, y su fatalidad es una aurora en agonía.
Los huesos se desgarran entre ellos mismos hacia el axioma del desvarío.
Una lágrima, filosóficamente, riñe cuando se mece en la cuerda floja del infinito.
Ivette Mendoza Fajardo