Sordo lenguaje de valentía funeral
Sordo lenguaje de
valentía funeral, mi cumbre florida.
Barriletes del
bien y el mal a oscuras en los vastos cielos.
Antigüedad
absoluta de golpes quijotescos; un mar de prosas.
Las pizarras
impolutas de esqueletos de los sacros días.
Ahora, el alarido
de una hormiga es un gesto de terror.
Esquema sofocante
de cuerpos fríos que hilvanan palabras de perdón.
No convence mi
dolor musical; la clerical suma de mi razón de memes.
En los elevadores
de la lluvia, los cantos tienen ojos de estrellas.
En la espuma del
amanecer universal, el tiempo es un péndulo gigante.
La boca es una
costumbre vegetal en pentagramas anarquistas.
La anatomía de
espejos cóncavos acapara la vida del costado izquierdo.
Hoy el romance se
diluye en los músculos de flores prudentes.
Astillas de
melancolías pinchan en los labios de un amor muerto.
Vértigos del
horizonte van en las carrozas de los juegos olímpicos.
La cabriola se
estrella anaranjada en la lengua visceral de magia negra.
La sinfonía de
los nervios bendice pájaros con fábulas hermanas.
El mundo carga a
cuestas el desempleo que se conquista en petates.
La bayoneta beoda
enferma completamente las arañas de la noche.
Y así, el quejido
de las vigas desdentadas decreta verdades de bolsas sucias.
El error de la
moneda doliente va por los espacios dilectos del eco azur.
Siempre, los
matorrales describen los diseños atroces de la vida embotellada.
Ladra fuerte la
patológica mentira, y su fatalidad es una aurora en agonía.
Los huesos se
desgarran entre ellos mismos hacia el axioma del desvarío.
Una lágrima,
filosóficamente, riñe cuando se mece en la cuerda floja del infinito.
Ivette Mendoza
Fajardo