Poemas Abstractos, Surrealista , Oníricos,Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas

viernes, 16 de mayo de 2025
Quién Habita en la Sombra
La criatura persiguió la estela del errabundo,
jueves, 15 de mayo de 2025
Erizamiento de Miradas
Qué
delicado el fulgor que chisporrotea
cuando
asciende el día volando en adjetivos.
Derrama su
trampa de semántica grandeza,
y huyen
figuras en pedacitos de vida sin ruido ni tregua
del espejo
distante de sonoros nervios.
Los ríos se
rinden, a la indiferencia de las palabras
la ciudad
se borra, en los confines del quebranto
la ciudad
se borra en los manjares del paladar.
¿Cuántas
veces morirá la ciudad antes de que nos toque?
Todo cambia
al andar a ciegas:
gestos,
rastros, sitios sin milagro buscando el amor.
La luz se
desvive, roza en erizamiento de miradas,
quema
suave, en la médula de turquesa donde
viven como
alas que no recuerdan, solo de vez en cuando.
El tiempo
—cariñoso, fatal—no lastima la sombra,
sólo cae,
echando chispas guiado por su propio giro,
hacia este
ahora perfecto, tan inevitable
como
despertar.
Ivette
Mendoza Fajardo
Las
Ondulaciones del Recuerdo
Los nardos
vibran por la sombra inerte,
y el corazón
se ondula de recuerdos,
en ruta
hacia mis lágrimas que no se rinden
aunque
sepan que amar también es hundirse
bajo el
grito seco de mi ira.
Esconden
una penca que me quema,
la jornada
de una caricia misteriosa,
terca como
una burbuja al deslizarse.
Y mientras
caen, clavan una cruz en la alta frente
que
perseguimos cuando no estamos ciegos
de
realidades ausentes, como ese deseo que no borra la noche
aun después
de apagarse la luz cruel.
Lo sentimos
lejos: cifrado en tu sombra,
quieto y
completo, en las sienes ardientes
de la
desolación que no espera.
Y cuando al
fin nos vayamos, quedarán
frutos de
desolación sin madurar.
Solo miraré
aquel corazón
que me amó
antes del nunca.
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 14 de mayo de 2025
Geometría del Deseo Delirante
Todas las
formas y sus símbolos deliran hacia su fin,
bajo sus
extremidades se oculta el ornamento de escarcha,
como el
ferviente lamento del crepúsculo, para apoderarse
de una
franja de niebla vedada al deseo,
una tonada
de extraños pensamientos para cardos que aun
balbucean
en los bordes del mutismo, donde el alma se repliega.
Toda la
aurora zapatea sus marismas de carabela de luto,
las formas
tetraédricas de bramantes nebulosos se atraviesan,
sepultan
alientos: ceremonia de la emoción, de cualquier
modo como
prisión en vacío de incógnito,
y el dolor
adopta máscaras de geometría antigua.
Combinando
los gemidos, que de oídos se abrazan, o se
aniquilan
el rastro del aire, de por vida perduran y vuelven,
giran en su
lumbre gastada, caen inhalando pena,
una caricia
de albaricoque en besos de astillas,
rescatando
la ternura de escombros del tacto.
Al
anochecer, en ellas desde su propia cosecha
descansa
una vida errante,
una vida
que alguna vez amó,
y aún
suspira, rozando con los pies la voz de un amor ido.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 13 de mayo de 2025
La corteza del silencio
Encerrada
en la corteza lunar, el jazmín de la tormenta
arrulla mi
silencio con una tarde nueva, afilada de certeza,
que escarba
dentro de sí un presagio en espiral, en el aire fulgurante,
y se ovilla
en la cintura tediosa de su propio acertijo.
Como un
brote que traga su píldora en la semilla, me sostengo,
agazapada
en su cápsula de ruido solitario.
Lo que vale
es peso en oro vivo, y me tiembla una marea callada;
y en la
arena me persiste la memoria de tus labios,
sollozando
una arboleda entristecida que apenas florece.
Llega la
brasa a su nido vacío, como un petardo
que
extravía la brújula de sus vestimentas,
vueltas
harapos sin contorno: un jarro quebrado
del mundo
donde regresa el polvoso retoño,
ya no bien
amado, deslustrado, como un lápiz de feria.
Te respiro
en el desvarío, predigo tu sueño, te absuelvo,
aunque el
silencio me comparte el sudor que cae
de su
frente. Yo sigo allí, en la frontera donde no habita nadie.
Ivette
Mendoza Fajardo
lunes, 12 de mayo de 2025
Siete Nombres al Vacío
Me
construyo de grietas leves
bajo lunas
voraces de pechos dormidos:
soy la
última noticia extraviada en la línea del silencio,
la penumbra
que aprende a nadar entre mis propias
paradojas,
en este cuerpo de alambres dolidos.
Mis huesos
—ajenos al calendario—
golpean el
yunque de lo incierto,
mientras la
noche, cómplice de horas frígidas,
me presta
sus ojos para entrever
los giros
de la niebla del cansancio.
Sobrevivo
de mitos: ¿quién dijo miedo?
siete
muertes me hilan, sin que me trague la tierra,
una aún me
duele al doblar la ropa,
siete
nombres arrojo al vacío —rompiendo el hielo—
y todos
vuelven con sabor a lanza y derrota.
No es el
fuego lo que quema, sino este frío que dibuja
—con tinta
de sombra— mi perfil en los muros
del olvido:
una picardía insistente, que no ahoga
el rito del
amor.
Ivette
Mendoza Fajardo
bajo lunas voraces de pechos dormidos:
soy la última noticia extraviada en la línea del silencio,
la penumbra que aprende a nadar entre mis propias
paradojas, en este cuerpo de alambres dolidos.
golpean el yunque de lo incierto,
mientras la noche, cómplice de horas frígidas,
me presta sus ojos para entrever
los giros de la niebla del cansancio.
siete muertes me hilan, sin que me trague la tierra,
una aún me duele al doblar la ropa,
siete nombres arrojo al vacío —rompiendo el hielo—
y todos vuelven con sabor a lanza y derrota.
—con tinta de sombra— mi perfil en los muros
del olvido: una picardía insistente, que no ahoga
el rito del amor.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 11 de mayo de 2025
Obsesión Marchita
Obsesión
marchita de mi
tibio
esternón que sacude
o, quizás,
inmoviliza el alma, pero
yo retorno
anónima a oír los lamentos
y
retorcerlos tras la puerta.
Y, si bien frágil,
su repetida sangre
me corta el
molde al descubierto
como sombra
redonda que brilla
bajo su disco
rayado. ¿Craso error?
Soledad de
besos audaces encadenados,
de dudas,
angustia de paladar incierto:
yo asciendo
al coágulo de mi espiga acantilada
–roce agudo
del verbo batallante
en el
regazo herido de mis muecas–.
Nota tensa,
intuida a modo de réplica,
señal vacía
para el preciso momento,
sin ser
santo de mi devoción,
para la
sangre que da forma
a un refrán desgastado de anhelos que mis manos reciben:
–maniquíes
sin sueño en la
atadura del
mediodía, siguiendo pasos ebrios,
la gota
recién nacida, áspera–.
Camino
valiente el trazo del vértigo,
como
plenitud callada, como papel mojado
ardiendo en
nuestros cuerpos, midiendo las costillas.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 10 de mayo de 2025
Zafiro en Amaranto
Desconózcase
el atrevimiento del campanario cantando:
lamento
alado de crías húmedas deshace mi esqueleto en agua.
Toda arenga
vacía se congrega en el cofre de mi esencia.
Dobla su
lanza mínima la bamba
del
hálito-estrella —ahí la gratitud de mis mares,
que horadan
la epidermis quieta, zafiro mojado en amaranto,
mientras
los alaridos brotan por el revés de la espuma amañada,
bajo la
punzante vigilia del sopor.
Y es la
atracción: hamacas señoriales de lágrimas latigudas —
como si
llorar fuera un lujo (¿ves? estoy muda), pero grito al romperme,
fluido de
soplos innombrables...
Ahí
descendí, con rápida ofrenda, hacia el espectro debilitado
que amarra
mis sienes a lo oscuro.
Rehúso el
sosiego llagado de pesadumbre.
—Yo,
tejedora
fallida del ancla, pero aún atada al hilo
que afrenta
ver su mirada—,
hundiendo
mis dedos en su substancia, y sigo hablando
con el
pulso en la garganta aún buscando sus palabras.
Ivette
Mendoza Fajardo
viernes, 9 de mayo de 2025
Garfios de Adioses
Cierro
soles en el Big-Bang de los minutos:
el astro
roto de mi quebranto,
la añoranza
que se pierde en el temor de mis huellas,
la catarata
de voz amada que gime entre mis versos,
la última
chispa que titila en mis temblores
para
alimentar el surco de mi luna solitaria.
Ofrezco en
la promesa de mis párpados:
el pantano de
mis titubeos ensortijados,
el frenesí
del remordimiento nocturno
vertido en
mi aislamiento de extraño rugido;
las teclas
que manipulan la luz verde de vacíos,
los hierros
de mi pecho ahogando palabras
que no
caben en las rutas del humo.
Todo se
desplaza en garfios de tus adioses:
el ansia de
un rumor libre
grabado en
la grafía de una esquina infeliz.
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 7 de mayo de 2025
El Pabellón de las Lenguas Desnudas
Mi sombra
lleva entrañas de enmienda,
lava los
fracasos que mi alma no venda.
El llanto
graba un cielo de heridas benditas,
tejiendo
mortajas en mis sienes marchitas.
He conocido
un pabellón de lenguas desnudas
—guirnaldas
de fuego en mi beldad aguda—
y lo arrojé
a mi espalda, al filo naranja,
donde el
peso de mis besos clava su aldaba.
Los álamos
del corazón enloquecidos,
los
triangulé, dolorosos, ya sin vida.
Su humo
inventa oleajes en mi calvario,
pero mi
soledad, entre las llamas,
es la única
que sabe nacer de las cenizas.
Mis
verdades caminan sobre volcanes mudos,
hipnotizadas
por chacales sedientos de piedad,
colores de
vanidad, hemoglobina al viento…
¿Acaso el
desgarro de uñas alegres es nada?
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 3 de mayo de 2025
Senderos de Cristal
Giran
senderos en el cristal encorvado del orbe;
me tejen
adivinanzas de espigas y derrota
entre los
perfumes del milenio. Allí, la historia estalla:
veranos de
auras solitarias, —viñedos en llamas—
chocan
contra las plumas acróbatas de quienes olvidan
el poema, y
repiten la oligarquía de mil alma-pantera.
—Guitarras
y buñuelos ensortijan las doctrinas—
las que
guardo en el pecho. Bajo el cielo revolucionario,
en el
refugio de pasto, me persigno:
el invierno
se extravía desde mis manos… se juegan barajas.
Y el
vestigio de la memoria —no es piedra—
es un
panteón de esquinas virginales
donde una
bayoneta colosal, también, se pudre.
El corazón
de velitas blancas me devora, mareándome
a través de
la noche en la divinidad de una pestaña,
que navega
en la locura eterna.
Ivette
Mendoza Fajardo
viernes, 2 de mayo de 2025
Alacranes de la Angustia
Mueven los
vientos sus manos de fuego,
—su pantano
hondo de llanto—: allí
donde el
faro ve el asombro y el cataclismo.
Algo es
llevado a los símbolos de la saliva...
Ella
respira. Ella piensa en el ondear de la ilusión.
El bramido
de las miradas —ese ladrido de corazones
despavoridos—
suelta cabelleras de luces.
¿Las
sueltan, acaso, colmados de frutas?
¡Ah! Y yo,
junto a la mar, sollozo sobre el mármol.
Me gime un
alma cavernaria, enchapada de medallas,
con olor a
trajes húmedos, que empuñan sonidos,
visten
joyas del anochecer.
Muertas de
infamia, las aguas dormitan en el rincón.
Me exigen
llevar la especie enloquecida —
adúltera,
bailarina—, que patina sobre
la lengua
fragante, sobre los alacranes de la angustia,
que me
buscan en la antología del sueño.
Ivette
Mendoza Fajardo
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