Poemas Abstractos, Surrealista , Oníricos,Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas

miércoles, 18 de junio de 2025
Silencio Desenvainado
Desde el hueco de cristales concéntricos,
domingo, 15 de junio de 2025
La memoria del rocío que exhala ceniza
Me envuelve una niebla de mancha
irrespirable,
la ciudad se retuerce bajo su mordida
feroz;
los árboles imploran al vidrio ceniciento,
caen, arrastrando secretos del río en celo.
Tu sonrisa generosa se extravía, y yo
en avenidas donde el aire se quiebra
conmovido.
El pulso sombrío del hierro, me oprime y
sacude mi rutina con impaciente desazón.
Me sobresalta el pecho con su prisa.
Al otro lado del cristal,
contemplo el ocaso del arco iris: la
memoria del
rocío se enturbia coronado de vapores
desvaídos
y un canto fúnebre envuelto en pena, de tez
rosada
exilia su aliento entre carcajadas.
Para despertar preceptos de dulces
existencias,
desentierro cántaros de sílabas adoloridas
y edades de espejos esquineros,
persigo umbrales cifrados y señales
oxigenadas,
revuelvo brasas de pétalos y cortezas.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 13 de junio de 2025
Flor de escarcha y pregunta
Es la flor sombría que me estremece
sin tregua los bordes del pensamiento,
inscritos como fiebre en mis riberas
caudalosas con quejas a la vida.
Un arrebol traicionero que sin pausa
me disuelve los párpados de ámbar
con una llovizna ciega, implacable,
que anega mis venas de acertijos.
Ese escarcho, esa costra, ese descenso
son las uñas del tiempo desgarrándome
con sigilo una congoja de atrevido paladar.
No alcanzo en su silueta de flauta
astillada y llanto,
su pisada de piedra que escucha crujidos,
enmarcando
su aliento tan leve que ensancha la sed, en
una música seca que se oculta en el hueco
de mi resistir
mundano. Pero mora, vigila, con trance de
sombra,
¡cómo muerde el silencio de su espera de
viejos helechos!
me va royendo el borde de las horas,
con el hocico de un arpa en tensión,
se somete al zarpazo que sube por mi voz.
¿No es acaso ternura lo que finge su tacto
cuando me lame los nudillos, al lavar mis
manos
con la ternura del engendro,
manso y risueño como un río más bien
dormido,
y me trenza los gestos fatigados
con caracolas mínimas y vivas desde aquel
momento?
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 11 de junio de 2025
Lágrima sin fuente
Del jardín caluroso junto al origen,
se enfrían mis generosos rosales,
con un aura de gracia y de enigmas,
me transforma en el rudo torbellino
arrebatado de corales.
Una sombría cascada en tu inteligencia
dio el equilibrio que mi cuerpo toma;
hoy mi pecho anochecido como el vino es,
la vida que me rompe en pleno encanto
de clemencia.
Directo, el corazón atribulado lo percibía,
y los hilos, por la tristeza despistada,
lloraba
y arrancaba de mi voz la dulzura del mañana
sin saber lo que yo decía.
Con ella surjo al miedo más arcano,
en sus corrientes hondas me desvía,
y nada sirve; todo está yermo en mis manos.
Muchos años han pasado, y una lágrima,
desde su fuente, todavía no seca y yo
sigo aquí día a día.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 9 de junio de 2025
Cien colores hacia el alma
Llega el ígneo crepúsculo de cien colores,
y nutre un cielo de gala soberana.
¿Jadeante su reino de razones? Por tanto,
sea florida
la corona del encanto en los nuevos mundos
luminosos;
que esta pensativa hiedra —en el cuerpo
frío en que vivo—
con sola su navaja de fuego fue hecha.
Vino denso del alma, de talento dotado,
tibio reflejo
con el que le rescato y lo celebro, aunque
por dentro
me desvanezco ¡me quiebro de emoción!
¿Quién aúlla guarda superdotados
movimientos?
¿Quién busca que la cordura no se halle
rota,
desde los cuatro elementos disecados al
olvido?
De pronto, todo se detiene, con lava
embriagante
desplegada de energía; donde después
misteriosamente
se hace costumbre hasta el pináculo
triunfante.
Cien colores se unen al corazón mío, con el
aire de
mi semblante y una dicha que, como rosa, se
deshoja
docta de renuevos, sin despreciar
la fantasía que la vio nacer.
Ivette Mendoza Fajardo
La plegaria del pez goloso
Yo percibo rimas como brillos locos de
bellezas aromáticas,
y me embriagan placeres risueños de lejanos
fulgores;
saboreo venturas fecundas de mil postres y
lamentos
cuando habito la gloria de la aurora, en su
luz imprecisa.
Rodeada de nubes, contemplo la cuna,
rozagante de encajes.
Tullida escarcha cuaja el pantano del
cielo: en pavura,
siento cómo las siestas domingueras se
agitan en los follajes,
y me dejo llevar por los atributos de
suaves trinos.
La luna, ya saneada, se amamanta en dulces
piras;
y ante los cabellos de ángeles, el sol me
purifica
con la roja plegaria de un candor auroral.
Pero mi pecho sangra de dulzura inútil,
como una anhelante bergamota, me asomo al
goloso pez,
conjurado en arte, pureza en los ojos
—primor
de reina prisionera de una tiniebla del
amor, donde ya
me encuentro.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 8 de junio de 2025
Vapor Ceremonial en Gritos de Duelo
El tiempo que contagia las persianas del
olvido
es mi vida: vapor ceremonial que grita
duelo.
Mis iniciales son ágata que me lee
conmovida,
como cántaro que renuevo abierto, sin
miedo.
Titubea la imagen, engañosa, cuando pienso
en ella,
lentitud que arrastra el mundo, escalonada
y extraña.
Ave rubia que vuelve a colmar mi garganta
rota,
palabras dichas que apenas puedo soltar.
Es el aposento del alba pura
sobre la piel de mi mano, sonriendo frágil.
Como simiente que arde, que ansía,
mi corazón, antes agraciado, ahora flota
herido.
Es purga harapienta la confianza vacía que
adoro,
porque el velo no cura la ceguera del alma
que navega en el oleaje frío de la tarde.
Y en ese renglón de vida, la luciérnaga
domina mi gusto,
quemando luces, regresando a un pasado que
ya no quiero
volver.
Ivette Mendoza
es mi vida: vapor ceremonial que grita duelo.
Mis iniciales son ágata que me lee conmovida,
como cántaro que renuevo abierto, sin miedo.
lentitud que arrastra el mundo, escalonada y extraña.
Ave rubia que vuelve a colmar mi garganta rota,
palabras dichas que apenas puedo soltar.
sobre la piel de mi mano, sonriendo frágil.
Como simiente que arde, que ansía,
mi corazón, antes agraciado, ahora flota herido.
porque el velo no cura la ceguera del alma
que navega en el oleaje frío de la tarde.
Y en ese renglón de vida, la luciérnaga domina mi gusto,
quemando luces, regresando a un pasado que ya no quiero
volver.
Ivette Mendoza
sábado, 7 de junio de 2025
Bajo la torre de marfil
Bajo la torre de marfil que da lumbre a esta hora,
siento el alborozo ardiente de este amor que me devora.
Hondas palabras giran en el verso de la penumbra,
se agita una ausencia fría, gélida como mi sudor,
y las cornisas furiosas queman con ego derretido.
En ese pensamiento boreal, bailamos sin miedo,
sin acecho, sin la agonía de flotar en llanto abierto.
Así danzamos, todos helados, en la sorpresa de sus párpados,
como si el frío pagara el precio del milagro.
Remo, sola, en la calima que tus labios arrojan,
remando lento en la marea indomable de mi aflicción.
Remo en el mar de la aurora latina, entre sollozos puros,
la garganta abierta al naufragio de tu pecho.
Triunfos blancos, frágiles, que un lazo une a mis aventuras,
risueña contemplo rumores de carabelas,
aunque sé que ninguna volverá,
y el bergantín efímero de mis curiosas memorias
se desarma callado al primer recuerdo.
¿Qué cosecha tengo, partitura piadosa,
que marcó de frente ese azogue celestial?
Pero sigo aquí, alma en mano, invocándote tanto,
cantando mis coplas, descalza en esta fe inmortal.
Ivette Mendoza Fajardo
Bajo la torre de marfil que da lumbre a esta hora,
siento el alborozo ardiente de este amor que me devora.
Hondas palabras giran en el verso de la penumbra,
se agita una ausencia fría, gélida como mi sudor,
y las cornisas furiosas queman con ego derretido.
En ese pensamiento boreal, bailamos sin miedo,
sin acecho, sin la agonía de flotar en llanto abierto.
Así danzamos, todos helados, en la sorpresa de sus párpados,
como si el frío pagara el precio del milagro.
Remo, sola, en la calima que tus labios arrojan,
remando lento en la marea indomable de mi aflicción.
Remo en el mar de la aurora latina, entre sollozos puros,
la garganta abierta al naufragio de tu pecho.
Triunfos blancos, frágiles, que un lazo une a mis aventuras,
risueña contemplo rumores de carabelas,
aunque sé que ninguna volverá,
y el bergantín efímero de mis curiosas memorias
se desarma callado al primer recuerdo.
¿Qué cosecha tengo, partitura piadosa,
que marcó de frente ese azogue celestial?
Pero sigo aquí, alma en mano, invocándote tanto,
cantando mis coplas, descalza en esta fe inmortal.
viernes, 6 de junio de 2025
Botones de ilusión bajo tormenta
Huracán melancólico impaciente
me crece en el pecho y no espera, pero
vuelve intocable
sobre pirámides que imagino entre
parpadeos,
con elogio oscuro y botones tibios de
ilusión.
Una muralla se derrite dentro de mis manos,
su pendiente da vueltas en una merienda
amarga,
y me disuelvo en humores que ya no
reconozco.
Salvavida sin rumbo soy, ermitaña en
tránsito
por las calles turbias que me habitan, con
el viento.
La tormenta florece como un presagio de lo
que seré.
Una rana dormida respira en mi sombra,
su frivolidad renace en un gesto olvidado,
bajo felpas que laten como pañuelos
agitados.
El pellizco deja una huella en mi carne
quieta,
la cutícula, irritante, como mujer que
grita dentro
de retratos tristes y nítidos pendones sobre
una bandera que cuelga en la penumbra de
las flores.
Una orquesta dentro de mi ser
ensaya su última perorata contra la lluvia.
El látigo nace del brazo de la noche que me
niega.
Mi sudor es ave bajo ciudades que gotean
cielo.
Revista Vanidades flota en mi desgano,
y la luna, en pozos callados, insulta
cuervos
que, con máscara de falla, saltan desde mis
ojos
para levantar lo poco que aún pulsa en mi danza inconclusa.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 4 de junio de 2025
Mares, Faro del Saber
Revelo insomnios despreocupados en mi
espalda,
riberas doradas palpitan en el muslo de tu
silencio.
Estoy de puntillas, asomándome al punto
subterráneo
donde duermen aguas mansas y verdades desnudas.
Pequeños soplos de hojuelas fulgurantes en
mi paladar,
rosa del adiós, vertiginosa, que arde en mi
tierra eterna.
En el taller de los besos del sol, hechizo
de mares,
renuevan idolatrías viejas con el fuego de
un recuerdo.
Insectos de marca neutra habitan mis
auroras,
prisioneros de la clepsidra, pestañas que
escapan.
Ruiseñores de paz despiertan en olas de
corazón,
y yo, ávida, tomo del fulgor un faro para
guiarme,
esa lengua traviesa que disputa tesoros
perdidos
en la vastedad del mar que soy y no
alcanzo.
Un rayo me muerde, y mi sábana blanca se
estremece,
ojos de lunas llenas guiñan desde la línea
gris de la noche.
Desaparezco en el procesador de la
hermandad,
luz que desvela mi sed, que bebe el viento
y crea mundos.
Conejos, erizos de espasmos claman bajo el
amparo
de un velo paternal que sólo tu arrullo
puede romper.
Solo tu voz me pertenece, entre lo
verdadero y lo irreal,
canción antigua, fragilidad viva en esta
piel sin nombre.
Ivette Mendoza Fajardo
riberas doradas palpitan en el muslo de tu silencio.
Estoy de puntillas, asomándome al punto subterráneo
donde duermen aguas mansas y verdades desnudas.
rosa del adiós, vertiginosa, que arde en mi tierra eterna.
En el taller de los besos del sol, hechizo de mares,
renuevan idolatrías viejas con el fuego de un recuerdo.
prisioneros de la clepsidra, pestañas que escapan.
Ruiseñores de paz despiertan en olas de corazón,
y yo, ávida, tomo del fulgor un faro para guiarme,
en la vastedad del mar que soy y no alcanzo.
Un rayo me muerde, y mi sábana blanca se estremece,
ojos de lunas llenas guiñan desde la línea gris de la noche.
luz que desvela mi sed, que bebe el viento y crea mundos.
Conejos, erizos de espasmos claman bajo el amparo
de un velo paternal que sólo tu arrullo puede romper.
canción antigua, fragilidad viva en esta piel sin nombre.
Ivette Mendoza Fajardo