Poemas Abstractos, Surrealista , Oníricos,Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas

miércoles, 23 de abril de 2025
Reconcomio en redondel
Sobre la
efusión del mar —sin pletórica obsesión—,
La lucha de lo inesperado
El regocijo
aullante de lo incomprensible
sigue
siendo semimaleable en el sombrero del dolor.
Hizo —con
la soberbia de los que callan—
una
astronomía del sigilo,
tomó sus
objetos de un drama herido por la valentía
y entró a
su morada, donde yo lo esperaba,
con los
brazos empapelados de ilusiones vulnerables.
Antes de
eso, destruyó su propio destino
a zancadas
desordenadas,
y en medio
del mundo, traspapeló mi sangre adormecida,
pero no
llegó muy lejos.
Hoy
combatimos en el alma, sin tregua,
y se
enrosca en mi corazón como una máquina de congoja.
Tenía que
seguir avanzando, sin explicaciones,
abrir la
herida de los metales inmortales,
darle fuego
al pequeño nudo dramático
y llegar
—por fin— a mi melodía razonadora,
esa que
canta desde mis corpiños sublevados.
¡Oh, aquí
entrego la lucha de lo inesperado,
donde sigo
existiendo, y tú y yo apenas comenzamos!
Ivette
Mendoza Fajardo
La Estrella de Pupilas Abiertas
La estrella —de muebles sin consuelo—
pellizca mi piel sobre el ataúd del
abandono.
Guijarros traslúcidos
sostienen mi calma temblorosa,
entre el bullicio de las llamas
y los horizontes agotados de mi ser,
demasiado cerca de mis pupilas abiertas
que ven mi mundo al revés.
Lejos, anidan los restos de la búcara memoria,
cadáveres de suspiros varados que me
arrastran
hacia el borde seco de mis océanos.
Los zorzales humildes alzaron torres
en la vieja sequedad de mi pecho.
Hoy despliegan sus alas afiladas,
gimen su ascenso hacia la altura,
igual que mi cuerpo erikeo, vulnerable,
entre las ruinas.
Ahora, las llamas se rebelan
frente a la estrella herniada de música
huérfana,
y yo, perdida entre las sombras de los
zorzales,
ruego abrigo en el temblor de sus cantos.
El arco iris encuadernado devuelve mis
temores
contra las montañas inmóviles.
Los tréboles —rasurados, dispersos—
son lámparas de fuego frío que me acechan,
mientras mis labios, sedientos,
aprenden a beber la ternura del rocío,
—último refugio de lo que aún late—
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 22 de abril de 2025
Lunas Convalecientes del Fuego Rebelde
Despeino mi
entraña, vencida por la fuga de mi ánima encendida.
Arde en mí
un cometa —estandarte de leche y fuego—,
frágil en
el torbellino de soles errantes,
tejiendo
luces traicioneras. La canción que canto, es maldición
cuando el
viento en las colinas quiebra
mis últimos
vestigios de asombro.
Hierática,
la crin que atraviesa mi pecho
—¡oh filo
de luz convertido en espina! —
abre llagas
que estallan en llamas:
le roban la
voz al rayo obstinado.
¿Será mi
nombre el suyo? Naipes revueltos
buscan en
el trébol sangrante una señal.
Desde el
ombligo de mis sienes
—cárcel de
pensamientos—
azota la
melena su látigo de ira pantolín,
semilla que
sacude al Taurus
y siega, a
su paso, la savia
de un
corazón de lunas enfermas.
¡Oh Taurus!
Aquí me tienes, vencida:
núcleo
insurgente de mi mente extraviada,
furia ámbar
en los carnavales del olvido...
Arde tu
melena. Y yo, temblorosa,
entre las
ruinas de los presagios,
—entraña
erikea cicatriz—
permanezco aún
latiendo, sosteniéndome
en el filo
de tu nombre.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 21 de abril de 2025
Tus zapatos y el regreso
Sagrada la voz
animada y sin batalla
que levanta un
paraje de angustia célebre,
una roca al
borde de lo impresionante,
una chispa
inconquistable que se apaga despacio.
Sagrada la voz
del manifiesto mellado
donde la palabra
surge
al girar un
umbral de caricias,
una imagen marca
una hora monumental,
una grieta
abierta.
Voz, unánime en
el
brillo tibio
donde se mueve el esplendor,
sale hacia tu
costado y pinta la musitada luz,
hacia las
orillas amatistas de tus venas,
de tu mirada,
hacia la esfera
de rostro sincero
que aguarda tu
regreso.
Sagrada la voz
del dicho y del hecho
que recoge la
solemnidad
de tu pecho sellado por anhelos que no hablan;
la que acaricia
lo breve en los claveles
del destierro,
de tu alimento
sencillo;
la que enciende
el gesto mínimo
—ajustar la
cinta de tu zapato—
y lo vuelve
eterno.
Ivette Mendoza
Fajardo
Nada permanece por el remordimiento
Nada
permanece por el remordimiento,
sólo el
fulgor añorado que no se despliega.
Aguarda el
deseo intempestivo
en el
aliento tibio de la simpatía.
No existen
huellas de ansiedad presente,
ni
posturas,
ni
indicios.
Las brasas
errantes del hastío provocan guaridas
en la
áspera profundidad del abismo en su apresuramiento.
El pacto
entre las orillas y el risco
cuidadosamente
rechaza el castigo
que busca
ordenar el pesimismo.
Yo
Derrumbada.
Reverberante
sobre la carne impaciente del granito,
rociado por
el fluido del reflejo:
Frente al abismo,
/ solo queda el verso: / desecho, pero vivo.
Ivette
Mendoza Fajardo
El pájaro impulsivo del amor
Ya no vuela el pájaro impulsivo del amor.
Ni las alas entretenidas que dejó en el
hueco de mi pensamiento
emergerán por el costado dormido del alma.
La mente ensimismada del hombre —ese nido
sin tiempo—
recibe los embriones del cenzontle
mientras el monje, discreto,
susurra algo que no alcanza a doler.
Un gusano roe la palabra antigua.
Nada de eso,
ni un alma soñada bajo los ancestrales
alcanza a perturbar este sueño emotivo.
La mansedumbre se cuece en silencio
como si la circulación del corazón
desapasionado
sólo conociera el calor que no cambia.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Mendoza Fajardo
Ni las alas entretenidas que dejó en el
hueco de mi pensamiento
emergerán por el costado dormido del alma.
recibe los embriones del cenzontle
mientras el monje, discreto,
susurra algo que no alcanza a doler.
Nada de eso,
ni un alma soñada bajo los ancestrales
alcanza a perturbar este sueño emotivo.
como si la circulación del corazón desapasionado
sólo conociera el calor que no cambia.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 20 de abril de 2025
Médula abierta desde siglos enterrados
Diseño
nuevos signos que incautan resina en suspensión
para los
brotes que rompen tu centro/ irresoluto-mapa de mi impulso-
agitación
de mi pulso hasta encajar con tu latido concebido
en la
erikea pulsátil,
reitera la
capa más honda de mi forma/ ya enterrada
en tu
jardín de saliencia -musgo y ceniza-.
Vuelve a
sentirte, gira hacia lo previo,
hacia los
ciclos que se abrían contra la luz recreativa,
que
acordona el miramiento -agua estancada-
eres el
mismo que tembló erikeo frente al fin,
la silueta
clara sobre la lluvia de sal y pétalos del agobio,
la pequeña
piedra del laurel que corría en los senderos
del primer
rincón que te ofreció respiro.
No es solo
un tono el de mi interior,
es el
malentendido que busca la, onda rota del
sonido
inicial la fisura que cerró,
hallada
viva después en nuestra médula/ abierta
desde
siglos enterrados.
Ivette
Mendoza Fajardo
El Tórax Pantolín del Trapecista Encallecido
No quedan esquinas descarriladas sin barrer
de esa marcha incrédula que traía lluvia
en la lengua de las nubes desdeñosas.
Los caballos de Pegaso soplaron contra la tierra
disparatada hasta quebrar la calumnia de los cuerpos.
Las voces de flequillos raros golpearon el aire fotográfico
como si tocaran cuerdas de fracaso fosilizado,
y cuatro pájaros volantineros sin dirección
hicieron grietas grasosas en el cielo dormido de gusanos.
Pisoteado también, me arrogaron el brillo hueco de una
corona de polvo,
anudé al pecho homólogo lo que florecía sin permiso,
como quien protege algo que no sabe si merece.
Ahora, mientras pasa el rito mundo de los días,
reparto reflejos idólatras indecisos, para secundar
claridades apagadas que giran en los charcos, en las ramas,
en las grietas del viento de tacto oblicuo, / trapecista encallecido,
y su erikea —rama eléctrica— quema mi tórax pantolín,
como si allí viviera aún un corazón sin lenguaje.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 19 de abril de 2025
Escarpín de Ultratumba
Infinita, lateral, le cedía al escarpín de ultratumba
su bruma de luz fistulante y una resonancia glucémica
se fragmentaba alrededor del oxígeno, en su torsión óptica,
y ese espectro obligaba a entrar por el alero divergente
de las blancas hemoglobinas.
Partículas de Centauro, del son dolido que rozaba los objetos,
ignoro si eras más prisma en la presión de garfios ruidosos
que, en aquel otro incendio extinto de tu delirio, razonabas.
Pero su jacilla de insulina pesaba tan hondo que hería:
al sostenerla aún, se disolvía. Mi fractura ardía.
Tu energía lanuda me dejaba sin rodeos en el torso.
Caídas en expulsiones laterales, en los valles
sumergidos de tu quietud validada,
descansaron mis gárgolas del acecho, por un ciclo,
no más.
Oh entidad, ¿cómo creer si habías utopicado tu lanza
con la ofrenda del caos en tránsito, única de mi estirpe
oculta, y no alcanzó para incendiar el peso
de cada palabra encarnada?
¿Cómo silenciar, entidad, el rito que vibra en tu exaltación,
si aún soy esa superficie donde rige la marisma
del calcetín en trance?
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 18 de abril de 2025
Catálogo Cenagoso de lo Apoplinado
Absorber el catálogo cenagoso del agrio fulgor,
tragaluz del pulcro delirio y cronómetro sujeto.
El recorrido tétrico, extenso, espeso zócalo,
resuena en catavelas colmadas y siniestras...
Renuncia y expropia, con mortivanidad,
tanto receptáculo como mueca valiosa, apoplinada,
en ventigravoso semblante de rapsoda lacerada.
La geografía entredós, asimismo apóstata, instante
a cuestas antagónicas con sollozos epigráficos
que nadie escuchó a tiempo.
En redonda y envarada llama farfullada, lúgubre, cruel...
Con los cabellos ligados, agranujando
los talones tumefactos, libres en apéndices amortados,
inesperados aplanan, sintetizan y extractan, en tono linajurdo,
las argollas de voces y las argamasas de culebra dual,
como si algo en ese eco pidiera redención.
Aspada de vértice, con liana cerebral en gargolisoma,
autografiada, benigna, lúcida y editorializada,
en cubrir palmo educador al agua y, de abismo,
al firmamento elástico para encallar,
al bronceado orbe, cada combate, tizne engranujado
y apéndice sugestionado, se confunden al amortiguar
verde en el trapecista ensueño
que, en silencio, aún sangra por dentro.
Ivette Mendoza Fajardo
El recorrido tétrico, extenso, espeso zócalo,
resuena en catavelas colmadas y siniestras...
Renuncia y expropia, con mortivanidad,
tanto receptáculo como mueca valiosa, apoplinada,
en ventigravoso semblante de rapsoda lacerada.
La geografía entredós, asimismo apóstata, instante
a cuestas antagónicas con sollozos epigráficos
que nadie escuchó a tiempo.
Con los cabellos ligados, agranujando
los talones tumefactos, libres en apéndices amortados,
inesperados aplanan, sintetizan y extractan, en tono linajurdo,
las argollas de voces y las argamasas de culebra dual,
como si algo en ese eco pidiera redención.
autografiada, benigna, lúcida y editorializada,
en cubrir palmo educador al agua y, de abismo,
al firmamento elástico para encallar,
al bronceado orbe, cada combate, tizne engranujado
y apéndice sugestionado, se confunden al amortiguar
verde en el trapecista ensueño
que, en silencio, aún sangra por dentro.
Materia Ululada en el Cuadrafenicio
Se
entrelazan con el impulso anafórico y hambriento
los núcleos
más antiguos y ardientes que estallan
en los
orbes de la bruma apagada de la ceiba,
cuando
divaga la penumbra empaquetada
del anclaje
velludo, el pantolín silente,
inspeccionando
los destellos de una oscuridad quebrada.
Desde este
aljibe, con hálito de red dormida,
irrumpe la
silueta ululada, una ráfaga
que cruza
el pasaje helado del tiempo extraviado.
El armazón
del cuerpo en zozobra —su erikea—
se llena
del hilo que arde en el confín.
Una
portadora ofrece su centro encendido
para
activar la vasija simbólica de los colosos.
Los
fragmentos líquidos que formaron el vórtice
también
levantaron esta trama feroz,
como si un
germen humano
desplegara
su ternura en esquirlas de óxido.
El ojo
supervisor nos observa
y nos
obliga a replegarnos
hacia los
bastiones de metal dormido
en este
intervalo oscuro.
Adherida a
la pulsión profunda,
la pupila
debe volverse más aguda
que la masa
vencida de este espejismo común.
Ivette
Mendoza Fajardo
los núcleos más antiguos y ardientes que estallan
en los orbes de la bruma apagada de la ceiba,
cuando divaga la penumbra empaquetada
del anclaje velludo, el pantolín silente,
inspeccionando los destellos de una oscuridad quebrada.
irrumpe la silueta ululada, una ráfaga
que cruza el pasaje helado del tiempo extraviado.
se llena del hilo que arde en el confín.
Una portadora ofrece su centro encendido
para activar la vasija simbólica de los colosos.
también levantaron esta trama feroz,
como si un germen humano
desplegara su ternura en esquirlas de óxido.
El ojo supervisor nos observa
y nos obliga a replegarnos
hacia los bastiones de metal dormido
en este intervalo oscuro.
Adherida a la pulsión profunda,
la pupila debe volverse más aguda
que la masa vencida de este espejismo común.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 17 de abril de 2025
Desdoblamiento en papel meteorológico
¿Hasta qué
instante me desdoblas en el embrollo glauco
del cero
ámbar, descarnado, quitándose su túnica cariacontecida
mientras
ronronea la gelatina lampiña del silencio sin gloria?
La
heliotecnia de cuchillos aguerridos es una hemoglobina intrigante,
ronda las
junturas del cuaderno justiciero
esperando
que algún día lluevan uñas de hambre
sobre el
cangrejo demencial de la curtida esperanza,
bajo el
gusano suertero del sepulcro, que reconoce el alma embalada
en su
estuche de papel meteorológico.
No sirve
escurrir oscuridades en sus fibras ópticas camilleras:
adelantan
dudas bajo la presión cantera de la bonanza,
con
neuronas celulíticas de una cutánea soledad instagrameada.
Se viran
las carambolas gargoleadas del instante,
el repaso
repentino del termostato del tiempo
florece en
la tierra, cuando la prenda que habla —moribunda—
sobre la
guayabera inconvencible de golpes yermos,
se hermosea
como la delicia de un píxel puro
que busca
su monopatín de canto pectoral, afectuoso, inflamable.
¿Es esto
otra luz pulsátil del píxel perdido
en la
sabatina modestia que retoca tu sentir ebúrneo tartamudeado?
¿O renovará
un infortunio, donde el viento solenoidal encumbró
a los
siglos de vaporosa estancia para abrazar, sentir lo ya desdoblado?
Ivette
Mendoza Fajardo
Los
Laboratorios del Signo Desdoblado
Recóndita
probeta en su laboratorio,
utopizada
por la vivencial glandular de hierros experienciales,
bajo esta
radioactividad calada de rechinar blanco
donde ha
colisionado la marea de sus mancuernillas
en el
matinal semifusionado que salpica el trabado
contorno de
raíces viscosas tarantulezcas,
por la
imagen potomolizada de la falange del incienso.
¡Oh látex,
lejos del esquema
y de las
vitrolas foráneas del siglo,
deja
impresa la candidez de las cataratas conformistas
en el
libertinaje de su mecate litúrgico de decapitación,
remurmurada!
El descanso
de los imanes recién nacidos, informatizados
en los
mundos nuevos, más pronoensombrecidos
de la
grieta efervescente,
da marcha
hacia la lengua babilosa
sobre el
remedo holgazán
que
atiborra el paladar transmarino
con la
histeria de la donosura,
con la
minúscula gravidez
de la
profilaxis primogenizada de las trampas.
Y la
fragosa conveniencia de la primera piedra entabullida,
del minuto
tabular que conserva
tus pies
áuricos de arena.
Ivette
Mendoza Fajardo
Sepultados con Nudillos de Arroba
Sepultados
con nudillos de arroba
en su
AutoCAD ceniciento, codificado en tus encillas,
celulados
en la angustia de archivos rotos, capitaneo
sobre
carreteras de íconos y discos duros vaciados.
Llevo paños
de verrugas zurdas, deleitando
la edad
extinta de cisternas desmoralizadas,
cepilladas
en la luz mórbida del cibercafé,
más lejos
aún donde el mar de sus reinicios, se cristaliza.
Hay aguas
del CPU clavadas en nervaduras
de
cortocircuitos: hoy ascienden a los nudillos del alfa
en una
tridimensión de computadoras alicaídas,
más
abrumadas que una prisión en estado de
meditación
suspendida.
¡Oh,
confitar el monitor autodestructivo
en el
inhalador de caracteres descongestionantes!
Destraba el
candado lacrado de tus ojos casamenteros,
esos que
lloran en bucles de software con sarna.
Catapulta
navegadora en la reparación final
de la
virtud repatriada —
con cadenas
de un GIF animado se inmola,
se calcina
en la cocinilla numérica del avestruz dormitivo,
donde la
notación del cigarro ya no responde,
y los
circuitos lloran el FORTRAN de su fin,
y quedó
desmemoriado en un bit cansado de su mundo.
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 16 de abril de 2025
Poplín reboteador en baloncesto cósmico
Renegrida
agua-limón, que, con su instinto orbital,
esconde su
herida bajo la textura sexual del silicio,
esperando
el poplín reboteador
en su
baloncesto cósmico de saliva ionizada.
Se torna
resorte húmedo, con aliento de santo absorto,
para
alcanzarme en un cuello cuántico.
La
pituitaria de los siglos quedó atrás,
ante el
tiovivo de sementeras caracoleadas,
todo
termina —como siempre—
en un lugar
sin nombradía, donde flota la memoria
del
bombillo celomado.
¿Acaso
importan las zarzas del mérito,
que con
escobillones limpian la herrumbre del petróleo
y arrean el
ruido paupérrimo hasta el pasillo del polvo?
Mientras
tanto, el remolino corrosivo de canes sin pastor
modela en
los ángulos oceánicos de la epidemia,
rematan la
casa del vecino —
aquel que
desolló la luz entre muslos de epifanía.
Regiones de
agua-limón marmosa,
que
acalambra el mesón con su radiotelefonía sin retorno,
delta hasta
su pretensión de cápsula.
Busca su
renacer imprevisto
en las
llamas babiecas de un seno-coseno difunto,
tras una
política de cucurucho en ruinas,
y sus
pláticas seductoras...
se
desintegran, sin nombrar su código en curvilíneas cuclillas.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 15 de abril de 2025
Partitura del universo abandonado
Tanteo el
rayo proclítico como novedad kilovática,
en su
balandra de ladrillo tenso vagan jabonaduras,
de armario
en armario precipita, altivo,
sobre un
piélago de calorías de ternura rociada
que
siluetea los paraísos en su celo.
Corre campo
pendolista el jerárquico tótem acústico,
huracanando
su país en extracción de muelas,
expoliando
los hierros groseros del deseo,
donde
mitologías de aguas osadas patinan
iluminadamente,
atentando con caries en precipicio.
Abre su
pedreñal en rebeldía al rebenque del arrebol,
eriza su
anestesiado pelo bajo la bruma autodeterminada,
mitiga su
pelvis carismática y la deja levitar filantropías,
remota como
eje quirúrgico que hoza en detectar
mentiras
viejas, y se desboca bajo párrafos helénicos,
entre los
peines de los viscosos prados.
¿Y porque
no se nombra, el rayo proclítico cuando llora
su lucidez
y funda con su espasmo la partitura secreta
de ese
universo abandonado?
Ivette
Mendoza Fajardo
Radiotécnica del Simulacro
No hay
quien habite el puñetazo servilletero,
ulterior a
los televisores que abrigan rodillas
de
pulcritud clasista, derramada en fluidos.
En las
galerías del potasio se congrega la cónica
de los
mamíferos, mientras se exprime la ninfomanía
del
escaparate secular.
La floresta
trabada en decibeles defensivos
se tensa
sobre el alfiler deductivo del tacto,
con su
corteza conservadora.
Impala
igualitario en la jaqueca
del tronco
Toyota,
y fluctúa
en la radiotécnica del simulacro.
Soporto su
espalda:
hecha de
trapos, rieles y martillos,
me roba el
sueño en la enramada regurgitada
del alma de
un Tesla espectral.
Sus ruedas
pendencieras
colapsan en
la linterna de un IQ inflamado.
Ridiculiza
al dinosaurio que busca el maizal
de un
camión evaporado tras el aventón,
y siete
puntadas —en la caja negra—
de su
cabezal incinerado,
donde aún
late una música muda,
y el código
fuente de su ternura nunca fue descifrado.
Ivette
Mendoza Fajardo
lunes, 14 de abril de 2025
Ciega nicotina encriptada en los formatos negados de sal
Ciega
nicotina encriptada en los formatos negados de sal,
se estrella
en un circuito de alucinaciones de aguarrás.
Torbellinos
de pantorrillas en discos duros preñados,
sus
piernas: adormecimiento botánico en beta-test.
Es el error
01 de su existencia sincronizada
en el
escáner, en la pistola del pitón
y el
colmillo del hashtag clavado en el párpado de la red.
Frutos
mutantes del Instagram crecen
en la
placentaria red 5Gz, raíz de la web
sin su
servidor, útero de fibra óptica.
Sistema
programable de oscuro paraíso
busca
puntos oftalmológicos en los pecados
del
televisivo acordeón, mientras
las pomas
de Java, criaturas de código que sangran café
se pierden
en el espejo retrovisor de las multitudes,
sonámbulas
en el moño de la mortadela.
Regodeo de
esqueleto que vende sus huesos
en una
bodega local, su hierro a su boca
donde nada
un delfín con una difamación tatuada.
Deliberada,
mira al Danto desde el gallinazo de la pompa,
prorroga el
lagunero que hackea Amazon
hasta el
arancel inútil, la impía expectación
que no
aquietó sus tardes de adoquines
con la
pulpa de un alacrán de dientes USB.
Ivette
Mendoza Fajardo
Troqueles para Salamandras
Parábola
muda se raja en madrugadas
—cloro
manumiso, tornillos herrumbrosos de bullicios umbríos—.
Centinela
conflictiva de delirios quinados y enternecidos,
vende sus
troqueles a salamandras ebrias
en
supermercados de achaques iridiscentes.
Colapsa el
silicio rabioso en su núcleo cardinal.
Apáticamente
amarra la dermis al nódulo sin contorno,
autoflagelado
en exfoliación turbia —
agujas de
agua cosen su sombra al cemento—,
hasta
estallar en clave morse dentro de la sarapia retraída
—edén con
coordenadas extirpadas—.
Las
semillas yuxtalineales se disgregan entre enjambres humilladores.
Transita en
sueño eléctrico los recreos
—vitrinas
abúlicas, espejos con caries semánticas—,
hasta
volverse motor de abejas muertas,
zumbando en
falsos sostenidos sintácticos.
Fricción de
su dermis de taconeo, sobre el tallo vencido del pliegue.
Observa
cómo la marea lame costillas con aceite hirviendo.
—Su
cápsula: útero de tungsteno y versículos rotos—.
Mientras,
el ciclón sefardita desgarra
el celofán
del esturión urticáceo.
La espera
febril de extremidades ansiosas
explora lo
que nunca aquietó sus meridianos.
Y vierte su
médula redundante
en el
títere silogístico del mastodonte andante.
Ivette
Mendoza Fajardo
domingo, 13 de abril de 2025
Arrímame al vértigo primero
Arrímame a tus dunas abonadas de gratas utopías dactilares,
que afronta estigmatizar las primicias ofrendadas
de mi enarbolado ímpetu que sueña irascible,
flotante en el anecdótico palastro del presente
para humectar el ducho cendal de la tiniebla impresiva.
Te doy la cenefa cenital de la vulcanización
de la montaña vidente, la más certera que
incuba la primogénita célula de la voluta algorítmica,
donde estudia los mantras de lumbres de maquinación
numérica, turbando al mundo sus sentidos con su ideal ironía.
Estoy aquí lloviznando y lloviznando sobre
el envoltorio de tu luz-materia en tus labios matizones,
escondidos en el cerrojo del cautiverio de jaulas de segundos,
entre las rugosidades sinápticas y los latidos de frecuencias auriculares,
para aparecer en la nulidad del tiempo sin hipotenusas caminantes,
que marchan hacia el reojo del revés universo
y abarcan un millón de ceros en la pupila gustativa de la pleamar.
Ivette Mendoza Fajardo
que afronta estigmatizar las primicias ofrendadas
de mi enarbolado ímpetu que sueña irascible,
flotante en el anecdótico palastro del presente
para humectar el ducho cendal de la tiniebla impresiva.
de la montaña vidente, la más certera que
incuba la primogénita célula de la voluta algorítmica,
donde estudia los mantras de lumbres de maquinación
numérica, turbando al mundo sus sentidos con su ideal ironía.
el envoltorio de tu luz-materia en tus labios matizones,
escondidos en el cerrojo del cautiverio de jaulas de segundos,
entre las rugosidades sinápticas y los latidos de frecuencias auriculares,
para aparecer en la nulidad del tiempo sin hipotenusas caminantes,
que marchan hacia el reojo del revés universo
y abarcan un millón de ceros en la pupila gustativa de la pleamar.
Simiente Vertida al Rayo Ardoroso
No porta
emblema cáustico ni corrosivo la yema izquierda del índice lunar,
ataviado
con un anhelo de savia tornadiza que rodea la ceniza
de la
fortuna y la médula del yodo inmovilizado por asfixias doradas.
Una melodía
fúnebre de gran catadura la conforma para sonreír
sobre la
roca visionaria de céfiros hechiceros.
En sus
latidos de fulgor, intuye
la niebla
isobata crecer como una magia trascendental
en el
anochecer idílico del selenio tornasolado de rubor.
Silente es
el acento de su canto eólico sin mapa.
Las
avecillas de belleza mitocóndrica se posan
como si
fueran el germen calorífico de un éxtasis desviado
que
estallará en su simiente blanda de blanca azucena,
vertida al
rayo ardoroso de mi ser.
Materia
colapsada del ser
Errante atravieso vacíos topográficos
de clavos punzantes y nocturnos, bajo neblinas zancajosas,
en los dominios seráficos de luna ensortijada,
de afectos con signos de avances ocultos que me renacen
como conversaciones quiméricas entre los ramajes esquemáticos
de universos expansivos, donde habita el requiebro astral
de un verso en combustión.
La brújula de mi mano es el cuenco encarnado
del astro energizado en letras famélicas,
que bebe el elixir arcano del umbral
de una ciencia platónica, y revive de inmediato el espíritu ígneo
del chócolo pixeleado de su vértigo primero.
Tu hálito, de aroma mentolado, tallado como ave renacida,
asciende hacia el vapor dendrítico de mi abismo giratorio,
al más alejado confín escénico, murmurando en su interior
cadencias de amores.
¿Una silueta espectral en senderos ocultos,
que hallé en el ciclo terminal del bosque sin fin?
En signos sobre el grano de luz dormida en vastos pretéritos,
tu signo zodiacal pulsa siempre en la corriente secreta
de materia colapsada.
Ivette
Mendoza Fajardo
de clavos punzantes y nocturnos, bajo neblinas zancajosas,
en los dominios seráficos de luna ensortijada,
de afectos con signos de avances ocultos que me renacen
como conversaciones quiméricas entre los ramajes esquemáticos
de universos expansivos, donde habita el requiebro astral
de un verso en combustión.
del astro energizado en letras famélicas,
que bebe el elixir arcano del umbral
de una ciencia platónica, y revive de inmediato el espíritu ígneo
del chócolo pixeleado de su vértigo primero.
asciende hacia el vapor dendrítico de mi abismo giratorio,
al más alejado confín escénico, murmurando en su interior
cadencias de amores.
que hallé en el ciclo terminal del bosque sin fin?
En signos sobre el grano de luz dormida en vastos pretéritos,
tu signo zodiacal pulsa siempre en la corriente secreta
de materia colapsada.