Tus zapatos y el regreso
Sagrada la voz
animada y sin batalla
que levanta un
paraje de angustia célebre,
una roca al
borde de lo impresionante,
una chispa
inconquistable que se apaga despacio.
Sagrada la voz
del manifiesto mellado
donde la palabra
surge
al girar un
umbral de caricias,
una imagen marca
una hora monumental,
una grieta
abierta.
Voz, unánime en
el
brillo tibio
donde se mueve el esplendor,
sale hacia tu
costado y pinta la musitada luz,
hacia las
orillas amatistas de tus venas,
de tu mirada,
hacia la esfera
de rostro sincero
que aguarda tu
regreso.
Sagrada la voz
del dicho y del hecho
que recoge la
solemnidad
de tu pecho sellado por anhelos que no hablan;
la que acaricia
lo breve en los claveles
del destierro,
de tu alimento
sencillo;
la que enciende
el gesto mínimo
—ajustar la
cinta de tu zapato—
y lo vuelve
eterno.
Ivette Mendoza
Fajardo