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viernes, 25 de abril de 2025

La Melancolia Discurre en su Lecho

Supuse dormida la melancolía,
pero en la trastienda del cielo
—entre pléyades de polvo y silencio—
agitó sus alas una crisálida.
Como corriente que discurre en su lecho,
la conciencia, moldeada a cada segundo,
navega las sensaciones del hábito.
 
La anarquía acecha translúcida:
lo sencillo muta en intrincado,
lo armónico inicia la confusión,
lo oculto se revela inevitable.
 
Porque la melancolía es taimada,
huésped voraz, encantadora.
Persistente, se diluye en el curso
de la sangre, en la bocanada
que absorbemos —siempre ajena—.
El hermoso horizonte se envuelve en bruma.
Las melodías percibidas brotan
desde las penumbras, dibujan
rostros desconocidos que merodean
las avenidas del insomnio.
Entonces...
La estrofa apenas germina
y el temido sollozo se anuncia
—grito de cristal en la garganta—.


En los Altares de Piel
 
Nuestros altares de piel húmeda
aplacan el anhelo
en dócil entrega.
 
De continuo nos arrastran
al abismo donde hasta el eco
se deshace en dientes.
 
Y tu boca de miel y amaranto
—siempre fiel a su instinto—
explora mi geografía secreta.
Ese aliento... ese mismo aliento, el mío,
y tus labios, sílabas de fuego,
tallan refugio en mi costado.
 
Urge que indaguen,
urge que derramen.
Urge que envuelvan,
urge que revelen.
Urge que sumerjan,
urge que desborden.
 
Concédeme una y otra…

y otra vez renacer.
Tranquiliza mis venas, quédate
junto a este apasionamiento que se repite.
Ivette Mendoza Fajardo