Apetencia Halogenada de Furia Divina
La apetencia muscínea se desborda,
regicida,
en este reino infortunado.
El peón sabatino de los disparates
vocifera, retumba y exhala; el zafiro
sarcástico
y astral donde implanta su belleza de
esturión
turbinado.
La verticalidad del mapa violinista
fantasea con una mano pamplinera, firme
siempre,
y una pipa ajedrecista desordena la vida
entre el dique
dinástico dentudo y la disfagia de su furia
divina,
a contraluz.
La empuñadura ebrancada se enmascara,
ceremoniosa, engrandecida
en un empate especulador de dádivas ya
irreflexivas,
que divierte, conceptual y gravemente, el
sonido opaco y glacial
del astro etimológico, sin su centelleo,
sin su silencio halogenado.
El reino ionosférico se modifica, la tierra
de su encanto se desviste.
La apetencia muscínea nos irriga, nos
idolatra, nos exprime
para ver la verdad manicorta que renquea en
el pretil achocado
de la contradanza mustia y cogitabunda.
La tramoya del alfil no concluye; la
comparsa anochece cualquier
secreto desoxidado que pueda subvertir su
inocencia, todos a
la vuelta de la esquina, a la deriva en la
plataforma cruel
de la piñuela figurante antes de extinguir
sus preceptos presidencialistas.
Ivette Mendoza Fajardo
