Voz Arrepentida del Trance Intermolecular
Arrancando
los destrabes musculares del sonido,
llegas hacia mí, civilizadamente, a estibar crujido cúbico
en el alma
divagada de sueños hipnagógicos.
Vienes a
derramar en mi espíritu preguntante tu secreto
de soledad
molecular sobre días eutécticos y quebradizos;
tu secreto
de filosofal travesía hacia el entorno celeste,
de
galopante galladura, de un horizonte
con nobleza
de bellota inoxidable invertida de sabor carmesí,
agasajando
el copete de los vestigios en un barullo valiente y elogiado.
Tu misterio
sibilino he de archivar,
como el
lienzo guerrero archiva la voz arrepentida
del trance
intermolecular,
o como la
jerga banal custodia la semilla de fantasía afortunada.
Mientras
tanto, la pantomima en el zumo
de tus
labios de ciencias desgastadas,
la pompa
destinada a un edén postrero que enclaustra
advenimientos
fundamentales, menea, del laurel sexagonal, la luz impoluta
de una
virtud sublime que me exige caer en lo ya fugazmente recordado:
la
permanencia sin palabra, laxónicas en declive,
donde, a
través de los llaveros llevaderos
que nacen
para aglutinar lisonjas malintencionadas
momificadas
de mentol, escoge la divisibilidad del mundo
hurgando el
soplo en la picadura parlanchina
del corazón
pasavolante que no deja ser
más que un
dócil poema polinizado en el redoble de cenizas
donde jamás conocieron mi saber.
Ivette
Mendoza Fajardo
