Lunas Convalecientes del Fuego Rebelde
Despeino mi
entraña, vencida por la fuga de mi ánima encendida.
Arde en mí
un cometa —estandarte de leche y fuego—,
frágil en
el torbellino de soles errantes,
tejiendo
luces traicioneras. La canción que canto, es maldición
cuando el
viento en las colinas quiebra
mis últimos
vestigios de asombro.
Hierática,
la crin que atraviesa mi pecho
—¡oh filo
de luz convertido en espina! —
abre llagas
que estallan en llamas:
le roban la
voz al rayo obstinado.
¿Será mi
nombre el suyo? Naipes revueltos
buscan en
el trébol sangrante una señal.
Desde el
ombligo de mis sienes
—cárcel de
pensamientos—
azota la
melena su látigo de ira pantolín,
semilla que
sacude al Taurus
y siega, a
su paso, la savia
de un
corazón de lunas enfermas.
¡Oh Taurus!
Aquí me tienes, vencida:
núcleo
insurgente de mi mente extraviada,
furia ámbar
en los carnavales del olvido...
Arde tu
melena. Y yo, temblorosa,
entre las
ruinas de los presagios,
—entraña
erikea cicatriz—
permanezco aún
latiendo, sosteniéndome
en el filo
de tu nombre.
Ivette
Mendoza Fajardo