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sábado, 12 de abril de 2025

Vórtice de la Inercia Encarnada y Gargoleada

En el vórtice heliomántico del estambre simbiótico,
la voz, sufrida, se transmuta en filamento de pulsos siderales.
Se anuda en coordenadas de ignición mística,
sobre un eje indeterminado donde la sombra
se vuelve cazadora de intuiciones,
botijo orbital sumergido en cuásares de insomnio
y viajes translúcidos entre núcleos de conciencia conífera,
sobre glaciares rituales sin cizaña
ni cirugía para el karma silente.
Cambio mis átomos por ecuaciones en cinta vibracional,
mi nido enardecido por el exilio zodiacal de libra carnal.
Las galaxias estereofónicas proyectan su luz refractaria
en los espejos hipnagógicos de Minerva,
donde el verbo se empaña en brumas de oráculo
y la soledad gira en su ángulo cuántico,
desde una piel descargada de inercia,
hasta la intensidad heliográfica de las quimeras electrónicas.
Gargoleo por lo real en el centroide gravitacional del alma,
donde ya no hay distancia flexible sino flotantes,
campos irradiados de tensión simbólica,
vectores conscientes que parten de las manos
como códices activos de reconocimiento astral.
Nótese en los poros, en los rostros, en el paladar de turbinas,
gargolear la precisión de la melancolía poligonal.
Nótese la cicatriz —ahora luminiscente—
convertida en una mutación del fuego lúcido,
o en el opaco génesis, con sus ojos de rubí, de la palabra elevada.
Ivette Mendoza Fajardo