Resuello apabullado
Por el
gesto maduro del tiempo de congojas raídas
sobre mi entorno
se derrama, como una plegaria de paisajes.
Y yo aquí,
rendida a su resuello apabullado:
sin saber
quién es, reluce a la muñeca de la emoción; y
llamarlo
así es una calidez en desolación,
ante el
desencanto del mundo dolido;
y que al fin
vierte en mí el cuenco de su aroma, que me enreda
y su
autoestima, lleva su hálito de euforia
labrado en
un fugaz instante.
Existencia
en suavidad de la materia gratificante,
brota al
vacío de emociones colectivas,
quizás
cielo de extrañeza sedativa,
sube las
escaleras del eclipse —flota avejentada—,
sobrevuela,
se disipa;
paradigma
ruidoso de la fosforescencia, viene errante,
empapa su
concavidad en la sabiduría afectiva de florecer,
y me
reclama con su luz de entraña abierta.
Soy un
signo perdurable, con voz de ave renovada
que,
presente aquí, hace cruzar mi memoria oronda
el aire
como un gladiolo exasperado cruza
el binomio vetusto
de benevolencia: lágrima y vida.
Ivette Mendoza Fajardo