Nada permanece por el remordimiento
Nada
permanece por el remordimiento,
sólo el
fulgor añorado que no se despliega.
Aguarda el
deseo intempestivo
en el
aliento tibio de la simpatía.
No existen
huellas de ansiedad presente,
ni
posturas,
ni
indicios.
Las brasas
errantes del hastío provocan guaridas
en la
áspera profundidad del abismo en su apresuramiento.
El pacto
entre las orillas y el risco
cuidadosamente
rechaza el castigo
que busca
ordenar el pesimismo.
Yo
Derrumbada.
Reverberante
sobre la carne impaciente del granito,
rociado por
el fluido del reflejo:
Frente al abismo,
/ solo queda el verso: / desecho, pero vivo.
Ivette
Mendoza Fajardo