Radiotécnica del Simulacro
No hay
quien habite el puñetazo servilletero,
ulterior a
los televisores que abrigan rodillas
de
pulcritud clasista, derramada en fluidos.
En las
galerías del potasio se congrega la cónica
de los
mamíferos, mientras se exprime la ninfomanía
del
escaparate secular.
La floresta
trabada en decibeles defensivos
se tensa
sobre el alfiler deductivo del tacto,
con su
corteza conservadora.
Impala
igualitario en la jaqueca
del tronco
Toyota,
y fluctúa
en la radiotécnica del simulacro.
Soporto su
espalda:
hecha de
trapos, rieles y martillos,
me roba el
sueño en la enramada regurgitada
del alma de
un Tesla espectral.
Sus ruedas
pendencieras
colapsan en
la linterna de un IQ inflamado.
Ridiculiza
al dinosaurio que busca el maizal
de un
camión evaporado tras el aventón,
y siete
puntadas —en la caja negra—
de su
cabezal incinerado,
donde aún
late una música muda,
y el código
fuente de su ternura nunca fue descifrado.
Ivette
Mendoza Fajardo