Desdoblamiento en papel meteorológico
¿Hasta qué
instante me desdoblas en el embrollo glauco
del cero
ámbar, descarnado, quitándose su túnica cariacontecida
mientras
ronronea la gelatina lampiña del silencio sin gloria?
La
heliotecnia de cuchillos aguerridos es una hemoglobina intrigante,
ronda las
junturas del cuaderno justiciero
esperando
que algún día lluevan uñas de hambre
sobre el
cangrejo demencial de la curtida esperanza,
bajo el
gusano suertero del sepulcro, que reconoce el alma embalada
en su
estuche de papel meteorológico.
No sirve
escurrir oscuridades en sus fibras ópticas camilleras:
adelantan
dudas bajo la presión cantera de la bonanza,
con
neuronas celulíticas de una cutánea soledad instagrameada.
Se viran
las carambolas gargoleadas del instante,
el repaso
repentino del termostato del tiempo
florece en
la tierra, cuando la prenda que habla —moribunda—
sobre la
guayabera inconvencible de golpes yermos,
se hermosea
como la delicia de un píxel puro
que busca
su monopatín de canto pectoral, afectuoso, inflamable.
¿Es esto
otra luz pulsátil del píxel perdido
en la
sabatina modestia que retoca tu sentir ebúrneo tartamudeado?
¿O renovará
un infortunio, donde el viento solenoidal encumbró
a los
siglos de vaporosa estancia para abrazar, sentir lo ya desdoblado?
Ivette
Mendoza Fajardo
Los
Laboratorios del Signo Desdoblado
Recóndita
probeta en su laboratorio,
utopizada
por la vivencial glandular de hierros experienciales,
bajo esta
radioactividad calada de rechinar blanco
donde ha
colisionado la marea de sus mancuernillas
en el
matinal semifusionado que salpica el trabado
contorno de
raíces viscosas tarantulezcas,
por la
imagen potomolizada de la falange del incienso.
¡Oh látex,
lejos del esquema
y de las
vitrolas foráneas del siglo,
deja
impresa la candidez de las cataratas conformistas
en el
libertinaje de su mecate litúrgico de decapitación,
remurmurada!
El descanso
de los imanes recién nacidos, informatizados
en los
mundos nuevos, más pronoensombrecidos
de la
grieta efervescente,
da marcha
hacia la lengua babilosa
sobre el
remedo holgazán
que
atiborra el paladar transmarino
con la
histeria de la donosura,
con la
minúscula gravidez
de la
profilaxis primogenizada de las trampas.
Y la
fragosa conveniencia de la primera piedra entabullida,
del minuto
tabular que conserva
tus pies
áuricos de arena.
Ivette
Mendoza Fajardo
