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jueves, 17 de abril de 2025

Desdoblamiento en papel meteorológico

¿Hasta qué instante me desdoblas en el embrollo glauco
del cero ámbar, descarnado, quitándose su túnica cariacontecida
mientras ronronea la gelatina lampiña del silencio sin gloria?
 
La heliotecnia de cuchillos aguerridos es una hemoglobina intrigante,
ronda las junturas del cuaderno justiciero
esperando que algún día lluevan uñas de hambre
sobre el cangrejo demencial de la curtida esperanza,
bajo el gusano suertero del sepulcro, que reconoce el alma embalada
en su estuche de papel meteorológico.
 
No sirve escurrir oscuridades en sus fibras ópticas camilleras:
adelantan dudas bajo la presión cantera de la bonanza,
con neuronas celulíticas de una cutánea soledad instagrameada.
 
Se viran las carambolas gargoleadas del instante,
el repaso repentino del termostato del tiempo
florece en la tierra, cuando la prenda que habla —moribunda—
sobre la guayabera inconvencible de golpes yermos,
se hermosea como la delicia de un píxel puro
que busca su monopatín de canto pectoral, afectuoso, inflamable.
 
¿Es esto otra luz pulsátil del píxel perdido
en la sabatina modestia que retoca tu sentir ebúrneo tartamudeado?
¿O renovará un infortunio, donde el viento solenoidal encumbró
a los siglos de vaporosa estancia para abrazar, sentir lo ya desdoblado?
Ivette Mendoza Fajardo


Los Laboratorios del Signo Desdoblado
 
Recóndita probeta en su laboratorio,
utopizada por la vivencial glandular de hierros experienciales,
bajo esta radioactividad calada de rechinar blanco
donde ha colisionado la marea de sus mancuernillas
en el matinal semifusionado que salpica el trabado
contorno de raíces viscosas tarantulezcas,
por la imagen potomolizada de la falange del incienso.
 
¡Oh látex, lejos del esquema
y de las vitrolas foráneas del siglo,
deja impresa la candidez de las cataratas conformistas
en el libertinaje de su mecate litúrgico de decapitación,
remurmurada!
 
El descanso de los imanes recién nacidos, informatizados
en los mundos nuevos, más pronoensombrecidos
de la grieta efervescente,
da marcha hacia la lengua babilosa
sobre el remedo holgazán
que atiborra el paladar transmarino
con la histeria de la donosura,
con la minúscula gravidez
de la profilaxis primogenizada de las trampas.
 
Y la fragosa conveniencia de la primera piedra entabullida,
del minuto tabular que conserva
tus pies áuricos de arena.
Ivette Mendoza Fajardo