Río Bizco y Desolado
Extraño a
mis sentimientos te
marchas en
un tortuoso silencio.
Ahora
que
anheloso mi corazón te espera
ni a regañadientes
ni a plegaria, solo
te pierdes
en el filo de mis ojos y
asombrado
persistes
tenaz,
abrumado y lleno de astillas oscuras
como un
tronco incendiado en medio
de un río bizco
y desolado
Tú
como un hombre
curtido de la vida
en este embrollo
de éxtasis rebelde
con un erguido
estremecimiento
mi mundo
camina endeble y vaciado.
Vuelve a
mí, con el olor a sacuanjoche
y sin excusa
rijiosa.
Ivette
Mendoza Fajardo