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viernes, 11 de abril de 2025

Minerva y las Gárgolas del Génesis Opaco

En el fluir de las frazadas del interludio carnal
de los árboles, el verbo, alumbrado por las herbosas
quimeras, es donde Minerva se manifiesta
como un hidráulico entresijo opaco en el silencio guarnicionero.
Es Minerva, un unicornio cantábrico del génesis imperecedero,
en epitafios de calima, cinematográficas de largometrajes
convincentes que ganan el mundo livianamente,
o en espirales aplanéticas que arrastran al orbe hasta la frescura
de su peregrina alameda.
Las ciencias secretas entregan al alma un río de luz dilecta,
grabada en varias hélices génicas de delirante albedrío
que, en la apnea de su atareada liria, aleccionan itinerarios imposibles
en las mantillas arteras de Júpiter.
El estremecer de las gárgolas, con ojos de luces de zafiros y
burlas buscapiés, junto con los avatares de sueños lúcidos
vislumbrados en catedrales y reliquias de sensatez imaginarias
o insufladas desde las grutas astrales de la creación,
se delinean en nieblas de muerte o dolor.
Es Minerva, guía de la creatividad, con las facetas vetustas,
en los pódiums gargolizados con altares cóncavos
y madera de azabache astral. Pertenece a la biósfera nocturna, y es
la mirada etérea y profunda de un sueño aterrador e inesperado.


Apnea de Símbolos en el Ojo Rojo del Alma
 
Gargoleadas penas líquidas me enrollaron
en el anillo perfumado y creativo de Minerva,
en la gruta oscura de lo astral y del abandono.
Unos ojos rojos, góticos, me enseñaron a entrar
al portal de lo intangible, a descodificar
la creatividad transdimensional.
 
Hoy, estos ojos rojos —de salvedad y de protección—
rompen el velo astral de lo divino,
donde la verdad y la quimera se funden
en apnea de símbolos,
girando como átomos dentro de un fotón de luz.
 
Las gárgolas con sus brazos laberínticos, agarraban
la esencia de mi memoria rencarnada de los siglos,
y escupían alquimia para moldear mi alma
en forma de símbolo donde el tiempo se diluye
en la medula alfa de Minerva. Y en mí, germina la gárgola
creadora, y soñadora, el astral verso que va revestido
sutil y lúcido, descalzo en las arboledas y cascadas flotantes
de mis sueños.
Ivette Mendoza Fajardo