Minerva y las Gárgolas del Génesis Opaco
En el fluir de
las frazadas del interludio carnal
de los
árboles, el verbo, alumbrado por las herbosas
quimeras,
es donde Minerva se manifiesta
como un
hidráulico entresijo opaco en el silencio guarnicionero.
Es Minerva,
un unicornio cantábrico del génesis imperecedero,
en
epitafios de calima, cinematográficas de largometrajes
convincentes
que ganan el mundo livianamente,
o en
espirales aplanéticas que arrastran al orbe hasta la frescura
de su
peregrina alameda.
Las
ciencias secretas entregan al alma un río de luz dilecta,
grabada en
varias hélices génicas de delirante albedrío
que, en la
apnea de su atareada liria, aleccionan itinerarios imposibles
en las
mantillas arteras de Júpiter.
El
estremecer de las gárgolas, con ojos de luces de zafiros y
burlas
buscapiés, junto con los avatares de sueños lúcidos
vislumbrados
en catedrales y reliquias de sensatez imaginarias
o
insufladas desde las grutas astrales de la creación,
se delinean
en nieblas de muerte o dolor.
Es Minerva,
guía de la creatividad, con las facetas vetustas,
en los
pódiums gargolizados con altares cóncavos
y madera de
azabache astral. Pertenece a la biósfera nocturna, y es
la mirada
etérea y profunda de un sueño aterrador e inesperado.
Apnea
de Símbolos en el Ojo Rojo del Alma
Gargoleadas
penas líquidas me enrollaron
en el
anillo perfumado y creativo de Minerva,
en la gruta
oscura de lo astral y del abandono.
Unos ojos
rojos, góticos, me enseñaron a entrar
al portal
de lo intangible, a descodificar
la
creatividad transdimensional.
Hoy, estos
ojos rojos —de salvedad y de protección—
rompen el
velo astral de lo divino,
donde la
verdad y la quimera se funden
en apnea de
símbolos,
girando
como átomos dentro de un fotón de luz.
Las
gárgolas con sus brazos laberínticos, agarraban
la esencia
de mi memoria rencarnada de los siglos,
y escupían
alquimia para moldear mi alma
en forma de
símbolo donde el tiempo se diluye
en la
medula alfa de Minerva. Y en mí, germina la gárgola
creadora, y
soñadora, el astral verso que va revestido
sutil y
lúcido, descalzo en las arboledas y cascadas flotantes
de mis
sueños.
Ivette
Mendoza Fajardo